En Londres, se ha procurado acercar al ciudadano común a la maravilla de la diversidad botánica en los Jardines Botánicos Reales de Kew, en donde se ha invertido en infraestructura peatonal que permita la vista del enorme espacio arbolado que lo integra, además de una visita al subsuelo con el fin de ver las formas de crecimiento de las raíces.
Este aprecio por la diversidad botánica como atractivo turístico y lugar de estudio y aprendizaje apto para todas las edades, debiera ser imitado en Sonora, en donde, lejos de invertir en infraestructura, darle valor agregado a las áreas verdes disponibles, se destruyen parques como el de Villa de Seris, lo que revela no sólo incultura, sino un bajísimo sentido de la oportunidad turística que representa el contar con áreas verdes debidamente conservadas y protegidas.
La capital de Sonora, Hermosillo, pasa a la historia como un lugar carante de áreas verdes y de conciencia ecológica, por decir lo menos. La responsabilidad histórica de este hecho criminal es compartida: por una parte el presidente municipal de Hermosillo, y por la otra, el gobernador del Estado. Pudo más la ambición especulativa sobre los terrenos que la riqueza botánica que contenían.
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