Notas Sueltas es un espacio de opinión sobre diversos problemas de carácter social, económico y político de interés general. Los comentarios pueden enviarse a: jdarredondo@gmail.com

martes, 31 de diciembre de 2013

Sin arreglo aparente

Todo parece indicar que la izquierda oficial ha sufrido un percance mayor. No se sabe si el producto era de mala calidad o si se trata de una descompostura por problemas de manejo, lo cierto es que el cachivache político y franquicia electoral un día se atora y el otro no avanza. Para muestra está la adhesión al mamotreto neoliberal llamado Pacto por México, inexplicable chapuza que cancela en los hechos la división y soberanía de los poderes de la república, el supuesto de la representatividad legislativa y la búsqueda del bien común. ¡Cuál lejos están los días en que los partidos tenían y sustentaban una ideología propia y distintiva que les daba teoría y práctica diferenciada y que lograba materializarse en un programa coherente, de cara al pueblo! ¿Acaso, se cambiaron principios por intereses clientelares y prebendas político-electorales? Parece que sí.

La triste y ridícula realidad es que los partidos políticos que integran nuestro sistema están viciados, si no de origen, si durante el trayecto histórico que crea y transforma las estructuras que representan nuestra actualidad. La parafernalia político-electoral es una muestra más que evidente de la inutilidad de la voluntad popular frente a los intereses de los grandes medios de comunicación.

En este contexto, la izquierda electoral navega con ambigüedad ejemplar y sus acciones son más bien reacciones debidamente retrasadas de las medidas que toma la derecha en el control del escenario económico y político nacional para bien de los saqueadores extranjeros para los que trabaja. Hace mucho que no se sabe de una respuesta inmediata, fuerte y oportuna de la izquierda en su conjunto, aunque haya manifestaciones de entereza y dignidad política, donde destaca por su posición coherente el PT y el MC, en defensa del interés general en las materias objeto de las últimas reformas constitucionales.

El fin del año 2013 sugiere recuento puntual, análisis y síntesis de lo ocurrido y de las causas y razones que impulsaron las decisiones tomadas. Mientras esto ocurre, se puede adelantar que el país perdió frente a las grandes corporaciones internacionales de la energía, minería, comunicaciones, alimentación, finanzas y educación, entre otras. Lo anterior es evidente si se analiza e contenido de las “reformas estructurales” que celebra el gobierno de Peña. Cada cesión de derechos implica una cesión de soberanía frente a corporaciones que buscan beneficios con un mínimo de costos. En particular, desde los años 90, el gobierno ha empleado casi el mismo argumento para disminuir el dominio de la nación sobre sus recursos, y la soberanía ha corrido la misma suerte al abrir espacios de intervención extranjera en los otrora asuntos reservados de manera exclusiva a la nación. Tenemos un gobierno que reduce su ámbito de competencia y trabaja para aumentar el del extranjero, lo que en tiempos de cordura y dignidad nacional hubiera supuesto traición a la patria.

Mientras que el cinismo adorna el discursos de los gobernantes, la hipocresía condimenta sus juicios sobre los males nacionales, lo que se traduce en una nación que ha desarrollado una enfermedad autoinmune que afecta la memoria histórica, la coherencia del marco normativo y la visión de futuro, porque no es lo mismo ser un país independiente y soberano que una colonia de explotación de recursos. La idea de modernidad atada al impulso extranjero parece sacada del anecdotario porfiriano, donde el gobernante despreciaba el color de su piel y menospreciaba la capacidad propia frente a la extranjera. La inferioridad corresponde a la mexicanidad siempre anhelante de ejemplos que imitar, de tonos de piel más claros, de costumbres más modernas, de referentes más deseables. Somos un pueblo sujeto al arbitrio del poder extranjero por nuestra propia incapacidad de sentir orgullo nacional. La ignorancia es culpable y nos lleva a buscar la aprobación externa antes que la construcción de referentes propios.

Pongo por caso a Sonora, que ante la ofensiva ley migratoria en Arizona los connacionales no dejaron de ir de compras a Tucson, por lo que el boicot no llegó a ser una verdadera amenaza para el comercio de aquella entidad. La idea de solidaridad y compromiso con los migrantes fue menos fuerte que la del cortoplacismo mercantil, la moda o los supuestos ahorros personales que en los hechos contribuyen a la bonanza de una economía que no es la nuestra.

Pero, volviendo a la izquierda, parece necesario que los ciudadanos rescaten la bandera de la defensa de las mayorías nacionales de cara al capital local o foráneo, y que analicen las propuestas y las acciones de los partidos políticos y, en todo caso, apoyen con su voto al que mejor interprete las necesidades locales y nacionales. Aquí queda claro que las fórmulas tradicionales y actualmente mayoritarias no califican en la confianza de los ciudadanos.  En este contexto, Morena parece ofrecer una esperanza de cambio con sentido nacionalista. Se vale probar.

También se vale hacer un ejercicio de optimismo y desear a usted y a su familia un feliz año nuevo.


lunes, 23 de diciembre de 2013

¿Feliz Navidad?

Después del “guadalupanazo” en forma de “reforma energética” propinado a los mexicanos por el gobierno a nombre de las trasnacionales, difícilmente la idea de una Navidad feliz puede pasar por la mente de las mayorías nacionales. Quizá el pequeño sector extranjerizante con anclaje en la política oficial pueda sentir algo así como un logro, una cierta satisfacción por lo realizado y tener la expectativa de progreso que, bien visto, quedaría reducido al ámbito personal y familiar. Los aires decembrinos no son menos fríos que en años anteriores, pero ahora el olor que los distingue es un feo toque de chamusquina que invade el ambiente, y las temibles emanaciones del azufre neoliberal barren con el aroma del pino, los empaques de regalo y los dulces  a granel.

Los villancicos que templan el entorno citadino y le añaden toques de nostalgia internacional suenan como a broma pesada, como a farsa piadosa y pitorreo en los oídos del ciudadano de a pie. La sensación de invalidez política de una mayoría de votantes cruza por los vericuetos del lema “sufragio efectivo, no reelección”, para llegar casi de narices a la convicción de que ni la democracia ni el patriotismo son como antes. Como se sabe, los señores legisladores ven con buenos ojos eliminar el principio electoral anti-reeleccionista consagrado por la experiencia histórica nacional para saltar a la piscina de la modernidad mediante el expediente de la reelección.

Al mismo tiempo que se derriban los fundamentos de la transición electoral, lo hacen con los antes sólidos e impenetrables cimientos del dominio de la nación sobre sus recursos: el petróleo y las variadas formas de energía que se asocian a él quedan sujetas a las leyes del mercado, donde el drama de los tiburones y las sardinas se podrá ver con los colores nacionales diluyéndose en proporciones homeopáticas bajo el lente de los organismos financieros internacionales.

La risa del presidente y el jolgorio de sus correligionarios nos transmiten la ufanía del estudiante recién graduado, oloroso a diploma que, aunque enfundado en el traje ceremonial del cargo supremo de la administración pública federal, mantiene en alto la ignorancia supina del primerizo en materia de cesión de soberanía al extranjero. ¿Qué horrores nos deparará el destino? ¿Qué nuevas sonrisas veremos en los maquillados rostros de nuestros próceres cuasi-holográficos?  ¿Qué nuevas concesiones recibirán los gringos y cuáles serán las condiciones que deberán acatarse?

Como se ve, la vida cotidiana del mexicano medio no puede ser rutinaria ni exenta de la emoción del descubrimiento. Cada tanto el gobierno nos proporciona temas de conversación que de lo extraordinario e inédito pasan a ser piezas que se acomodan sin entusiasmo en el tablero de la rutina y la costumbre; las coordenadas de la vida cotidiana en un país con tendencia a ser recolonizado pueden ser la apatía y el conformismo, cuando no la cínica complicidad y el menosprecio a la identidad nacional. ¿Sería comparable la emoción sacralizante del fútbol con la prosaica defensa de la memoria histórica del país ante la desnacionlización pactada con el extranjero? ¿La idea de traición a la patria es una figura únicamente válida en la literatura decimonónica? ¿Qué tanta vigencia tiene el sentimiento patrio frente a las bondades de la comida rápida y las ideas cortas; el lenguaje abreviado y la vulgarización de lo políticamente correcto en una sociedad cada vez menos informada, culta y politizada? Como se ve, los cambios que mueven a México oscilan y trepidan con fuerza similar a la del terremoto del 85, pero sin brigadas y perros de rescate que palien y reparen lo inevitable en un país petrolero sin proyecto nacionalista que evite o aminore las ambiciones  extranjeras.

La navidad de 2013, promete ser una fecha simbólica esencial transformada por el consumismo en argumento de venta; tanto como lo es el dominio y la soberanía nacional frente a la obsolescencia programada del sector energético que dudosamente justifica la apertura al capital privado extranjero, ahora sin candados que aminoren sus impulsos depredadores.


A pesar de lo que se ha perdido, vale celebrar el rescate de la memoria, del significado de la expropiación petrolera, de la nacionalización eléctrica, de los esfuerzos por industrializar al país, de los programas para garantizar la soberanía alimentaria, de la educación pública gratuita, de la salud, de la defensa de los derechos laborales, de la lucha campesina por la tierra, de los derechos de los pueblos indígenas, de la patria que nos une e inspira para seguir luchando, ahora a contracorriente de las fuerzas dominantes del mercado, pero en el sentido en que lo han hecho los pueblos desde el principio de los tiempos históricos. Hoy pensar en una revolución pacífica, en una democracia revolucionaria, es un asidero a la razón y a la esencia nacional. Celebremos la posibilidad, la utopía transformadora que nos hará libres y dueños de un país soberano, frente a los apátridas trasnochados que trabajan por el neoliberalismo en México. Con esas ideas en mente, ¡feliz Navidad! ¡El petróleo, el gas y la electricidad son y deben ser nuestros! ¡Venceremos!

sábado, 14 de diciembre de 2013

México neocolonial

A las alturas del sábado 14, van 11 congresos estatales que han aprobado la reforma propuesta por el copete nacional.  Sonora es una de las primeras entidades y no podía ser de otra manera. El gobierno panista local ha sido fiel a su vocación conservadora y entreguista, en estricto apego al motor fundacional de ese partido: la oposición a la expropiación petrolera cardenista y la defensa de los intereses empresariales.

La curiosa paradoja histórica que se presenta es la que resulta de considerar que el padre del PRI, el PRM, apoyó dicha expropiación con el entusiasmo con que ahora sus desclasados hijos celebran la cancelación del dominio nacional sobre los bienes del subsuelo, mar patrimonial, espacio aéreo, y futuro independiente. Ciertamente no es la misma cosa el PRI de los años 40 al 70, aunque se redefine en los años 80 para profundizar su degradación neoliberal en los 90. Ahora los viejos adversarios, uno liberal y otro conservador (para simplificar las tendencias generales) se unen en la lucha por desnacionalizar el patrimonio energético. La parte oficial y oficiosa la llama modernización. Para muchos ciudadanos traición y entreguismo prostibulario.

 Las notas periodísticas de este día mencionan, cuando lo llegan a hacer, solamente de pasadita la nota de la aprobación, perdida entre los asuntos del presupuesto, el cambio de placas automovilísticas, y detalles de la distribución del dinero. En un periódico local solamente se alude el tema en una escuetísima línea, sin más detalle.  

Quizá para muchos el asunto petrolero no tenga el interés que puede tener el costo de las placas, licencias o acta de nacimiento, y que resulte demasiado abstracto, complejo y enfadoso preocuparse porque los gringos logren apoderarse del petróleo mexicano, tal como lo hacían durante el porfiriato, y que ese frenesí consumista de lo ajeno haya sido frustrado por el Constituyente de Querétaro en 1917, porque quedaba claro en el artículo 27 lo que correspondía al dominio de la nación. Pusieron el grito en el cielo y clamaron por el respeto al sacrosanto derecho a la propiedad privada, en este caso sobre los bienes del subsuelo mexicano que la nueva constitución les prohibía. Las presiones al gobierno de Carranza y hasta el de Obregón, lograron los nefastos acuerdos de Bucareli, en los que México se iba a hacer el tontito en cuanto a la aplicación del artículo de marras. La ley es muy buena siempre y cuando no se cumpla.

Durante el porfiriato el jolgorio extranjero fue grande, la felicidad de contar con tierras regaladas, o casi, en México atrajo a los inversionistas, quienes le dieron vuelo a la hilacha de la explotación inmisericorde de los trabajadores y los recursos nacionales: así, ferrocarriles, minas y pozos petroleros, tierras agrícolas y negocios urbanos se vieron colmados de gringos y similares. Don Porfirio vio con temor el crecimiento desproporcionado de la influencia yanqui y decidió favorecer a las empresas petroleras inglesas, cayendo de la gracia de Washington. Luego vino la revolución por impulsos internos tanto como externos. Díaz cayó. Madero fue asesinado tras un complot celebrado en la embajada de Estados Unidos.

La lucha por la legalidad y plena vigencia de la constitución de 1857 elevó al “salón de la fama” a Venustiano Carranza. Los jaloneos entre fracciones  revolucionarias cesaron al pergeñar los diputados el proyecto de país que todos querían: la Carta Magna, que concreta las demandas de los grupos en pugna, eleva a rango constitucional los derechos sociales y las plasma en el capítulo de las garantías individuales, constituyendo en su momento  un documento político y jurídico ejemplar para muchas naciones, por su alto contenido social.

Desde esa época, se han sucedido múltiples cambios en el texto constitucional, adecuaciones necesarias a los tiempos y las necesidades producto de la evolución política, económica y social del país. Pero es a partir de los años 80, y sobre todo los 90, cuando se han dado reformas que parecen tener el empeño de quitar la protección de la Ley Suprema al patrimonio nacional. Entramos en un terreno legislativo donde parece predominar una especie de furor desnacionalizante, de amargo sabor apátrida, entregado a facilitar la apropiación extranjera de nuestros recursos estratégicos. Los legisladores integrantes de las dos cámaras actúan en obsequio a los intereses extranjeros, con lo que se vuelve realidad el viejo sueño gringo de nulificar lo dispuesto en el artículo 27 constitucional y seguir gozando de lo ajeno, como ocurría en tiempos de don Porfirio y de ahí hasta la expropiación petrolera de Cárdenas en 1938.

El delirio conservador y extranjerizante parece tener, ahora, asidero legal, gracias al PAN, que logra su sueño anti-expropiatorio y al PRI salinista, que niega y borra todo recuerdo de cuando era un partido revolucionario. Ahora, toda alusión a la revolución de 1910-17 es políticamente incorrecta. La “modernidad” se abre paso hablando y pensando en inglés.


El golpe legislativo que se dio en el DF se replica en los estados gobernados por la dupla neo-conservadora PRI-PAN, unidos por la ideología neoliberal, la del mercado que chatarriza hasta la dignidad y el decoro legislativo, convirtiendo a los diputados y senadores en viles agentes del imperialismo anglosajón. Los nuevos Miramón y los Mejía, junto con los clones esmirriados de López de Santa Ana, cabalgan por la nueva derrota nacional, por los terrenos de la ignominia, del oprobio prostibulario, de la política de cabaret, table-dance, tugurio semi-clandestino, que ahora llamamos Congreso de la Unión, o, en su defecto, Congreso del Estado. Pomposo nombre que engaña y confunde, como la prostituta que habla de virginidad. Pero en manos del pueblo consciente y nacionalista está el remedio. ¿Hay alguien ahí?

lunes, 9 de diciembre de 2013

En garras de lo posible

El debate sobre la reforma energética nos remonta por asociación de ideas a las tormentosas jornadas cívicas del México de fines de los años 30, sólo que ahora son los extranjeros los que marcan la línea que, al parecer, siguen puntualmente los integrantes  de la dupla PRI-PAN en el poder legislativo, mientras que el pueblo, detrás de la barrera, acampa y se manifiesta por la defensa de la patria, representada por muy pocos en el seno del congreso. Las reformas peñistas  a los artículos 25, 27 y 28 son, simple y llanamente, el restablecimiento de las condiciones que había antes de la expropiación petrolera y, para decirlo claro, una reversa al legado del General Lázaro Cárdenas.

Hoy como ayer, el pueblo se pronuncia en favor de la república y los superiores intereses de la patria, desde fuera del recinto oficial donde se debate y al margen de la voluntad de la mayoría legislativa que forma en las filas del neoliberalismo de guarache. “¡No a las reformas!” “¡Pemex no se vende!” son, entre otras, las consignas que lanza el pueblo movido por una legítima preocupación, por un sincero temor de que la historia nacional vaya en reversa y lo que se ganó con sacrificios se pierda por un acto estupidez lacayuna en obediencia a los intereses de las trasnacionales.

Ningún analista serio puede entender el por qué se pretende liquidar el patrimonio nacional y ponerlo en manos de los extranjeros. Nadie puede dar una explicación apegada a la historia y a la norma mexicana, toda vez que la tendencia mundial es la recuperación de la industria petrolera por el estado, debido a que la privatización no fue una solución sino un problema para las economías nacionales. La liquidación de los activos estatales a partir de la segunda mitad de los años 70 y su vertiginoso incremento en los siguientes 30 años, dejó de ser una política razonable a inicios del siglo XXI y el cambio de tendencia marcó el surgimiento de una nueva concepción de lo nacional donde la protección del patrimonio fue la piedra angular de la política económica ante el avance y los excesos de las empresas trasnacionales que emprendieron una recolonización desmesurada.  El nuevo nacionalismo latinoamericano surge como respuesta a los embates de Europa y Estados Unidos y el orgullo y la celebración de la identidad nacional nuevamente ocupan el lugar que les corresponde en el discurso gubernamental, como hoy lo pueden atestiguar países como Venezuela, Ecuador, Uruguay, Bolivia y Argentina.

Pero en México, a contracorriente, los señores diputados y senadores se empeñan en “hacer patria” entregando sus riquezas, convirtiéndose en agentes del imperialismo, en simples lacayos de las potencias que han hecho su fortuna a través del saqueo, el chantaje y la manipulación, además del socorrido mecanismo de corrupción público y privado que aprovecha las ambiciones cortoplacistas de personajes y organizaciones venales y de conducta prostibularia, como son en este caso, los organismos empresariales y los funcionarios públicos al servicio del capital extranjero.

La fortaleza de Pemex es incuestionable si se considera su envidiable posición internacional como productora de petróleo y su enorme potencial en el aprovechamiento de sus derivados. Si su costo de producción de un barril es de US 9.00 y se vende a US 100.00, entonces, ¿por qué el gobierno se empeña en decirnos que se requiere de inversión extranjera y que es urgente dar concesiones de explotación de los recursos nacionales?

El impulso privatizador del gobierno neoliberal de México carece de lógica, más allá de los aparentes compromisos de la elite política y empresarial con el capital extranjero al que defienden e impulsan irracionalmente. En esa virtud, el pueblo de México se organiza y sale a las calles, establece un cerco en el poder legislativo, lanza consignas, debate y propone la defensa del patrimonio nacional, el mejor aprovechamiento de los recursos, el alto a la corrupción, la recuperación de la dignidad nacional y el ejercicio responsable y nacionalista del poder y la autoridad.

En este ánimo, comparto con el amable lector un fragmento salido de la pluma de don José Saramago:
   
Privatización, que se privatice todo
Fragmento de Cuadernos de Lanzarote (1993-1995)

Que se privatice Machu Picchu, que se privatice Chan Chan, que se privatice la Capilla Sixtina, que se privatice el Partenón, que se privatice Nuno Gonçalves, que se privatice la catedral de Chartres, que se privatice el Descendimiento de la cruz de Antonio da Crestalcore, que se privatice el Pórtico de la Gloria de Santiago de Compostela, que se privatice la cordillera de los Andes, que se privatice todo, que se privatice el mar y el cielo, que se privatice el agua y el aire, que se privatice la justicia y la ley, que se privatice la nube que pasa, que se privatice el sueño, sobre todo si es diurno y con los ojos abiertos. Y, finalmente, para florón y remate de tanto privatizar, privatícense los Estados, entréguese de una vez por todas la explotación a empresas privadas mediante concurso internacional. Ahí se encuentra la salvación del mundo... Y, metidos en esto, que se privatice también a la puta que los parió a todos. 



 Esperemos que la cordura y el amor a la Patria logren vencer a nuestros enemigos encaramados en el poder público.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Reforma política, ¿qué cosa es eso?

El gobierno de Copetitlán cuenta en su haber un año de reformas que, con pompa y circunstancia, ha anunciado, impuesto y presumido ante propios y extraños.  En una curiosa versión del parto de los montes, las tierras copetitlanas se viste de gala para dar la bienvenida a la modernidad, a la puesta al día y a la vanguardia que tuvo que esperar 12 años para llegar al puerto de ilusión que es el senado y la cámara de diputados, logrando salir con oreja y rabo de la faena estelar que hace rugir de emoción y ovacionar desde las graderías a los observadores internacionales que comen y beben a la salud de las trasnacionales de la alimentación, el petróleo y las finanzas. El viejo aserto de que México era un país muy fácil de conquistar porque bastaba controlar a un solo hombre tiene plena vigencia.

Mientras que la mayoría de los copetitlanos buscan en el arsenal de pretextos y justificaciones oficiales las razones de peso capaces de explicar por qué se renuncia a la soberanía nacional, otros más avezados en analizar eso que aún se llama realidad simplemente declaran “es que las dieron a la primera oportunidad”, refiriéndose a las facilidades con que se han cumplimentado los apetitos y la voracidad de las trasnacionales gringas y similares. La serie de reformas aprobadas con una oposición minoritaria tienen  dos lecturas: la primera revela que los partidos mayoritarios y su fauna de acompañamiento son las dos caras de la misma moneda ideológica neoliberal, esencialmente extranjerizante por excluir de sus consideraciones  los frutos de la inteligencia nacional, es decir, suponen que nada de lo nuestro puede ser útil, salvo que sean materias primas y recursos naturales diversos. La formación científica y tecnológica nacional no cubre las cuotas mínimas que requiere el avance de la economía mundial, por lo que se debe servir y supeditar todo al extranjero, porque “ellos sí saben cómo hacerlo”. La anterior percepción recuerda la que tenía Porfirio Díaz víctima de sus complejos por ser de origen indígena frente a los extranjeros blancos.

La segunda declara, simple y llanamente, que los actuales diputados y senadores de los partidos mayoritarios son una bola de desclasados, apátridas y prostitutos legislativos, que aprueban reformas a modo con los intereses de los corporativos nacionales y extranjeros. Como está visto, las mayorías no necesariamente cuentan con la razón histórica cuando hay un gobierno mediático y una población apática y conformista.

Al parecer, la nación se encuentra en trabajos intensivos de bacheo para dar paso a una nueva realidad donde los colores del centralismo brillen con el esplendor del siglo XIX. ¿Para qué molestarse en que cada entidad federativa tenga y decida su forma de elección a los cargos del gobierno? ¿Por qué gastar en órganos electorales locales si alguien desde una oficina a 2 mil kilómetros lo puede hacer bien? ¿Qué caso tiene sostener el viejo lema de “sufragio efectivo, no reelección”, cuando la democracia es administrada desde oficinas centrales al gusto de la clientela extranjera?

La reelección hasta cuatro veces de los diputados, una de los senadores y presidentes municipales, síndicos y regidores, permite que las camarillas puedan marcar su territorio legislativo y aprovechar el poder y la autoridad para hacer negocios. Es indudable que quien busca la permanencia deja de tener compromisos con sus electores populares y, en cambio, fortalece sus vínculos e intereses con los patrocinadores que esperan obtener algo de esa “inversión” política que se traduce en prerrogativas mercantiles. En este contexto, acude al auxilio del reeleccionismo  el aparato mediático integrado por la televisión, la prensa tradicional y electrónica, las agencias de publicidad, diseño de imagen, encuestas y las productoras de objetos como tazas, vasos, gorras, distintivos, banderolas, mantas y demás productos promocionales. Como se puede ver, la parafernalia electoral es un  gran negocio y una ventana de oportunidades para el lucro, la corrupción y los acuerdos corporativos. Basta con ver lo que ocurre en el patio de nuestros vecinos los gringos. Nuestros complejos se revelan en los cambios a la legislación para parecernos lo más posible a ellos: “los extranjeros saben cómo hacerlo”.

Así, mientras el gobierno celebra sus capacidades imitativas, la realidad copetitlana transcurre con una originalidad sospechosa por ser propia: las variadas dimensiones de lo nacional parecen fundirse en una sola voz, en un reclamo que surge de las entrañas mismas de la patria: ¡Basta ya de farsas neoliberales! ¡No a la entrega de los recursos nacionales al extranjero! ¡Por una educación pública nacionalista, gratuita y de calidad! ¡Por una democracia real y sin exclusiones! Los discursos de corte triunfalista que asocian nuestro progreso a un conjunto de reformas que fueron diseñadas por el enemigo no convencen a la mayoría de los ciudadanos. Por eso la protesta popular está a la orden del día, y así seguirá.


jueves, 28 de noviembre de 2013

De espaldas al futuro

Ya ve usted que los medios impresos y electrónicos le meten en la cabeza a la gente que a ruta del país es hacia adelante, hacia un futuro promisorio donde habrá empleo, baja inflación, salario justo, seguridad, buena educación, cobertura hospitalaria, estabilidad macroeconómica y una serie de bondades emanadas de acuerdos y tratados con el exterior. La ruta hacia el progreso pasa por México y, desde luego, uno de los puntos del trayecto es Sonora.

Las bendiciones y augurios parecen ser administrados por la mano firme y progresista de hombres con la mirada puesta en las ventajas de la globalización, la apertura comercial y energética, combinada con una sabia política laboral que haga de nuestro país un paraíso para los inversionistas, cuyos capitales y sapiencia derramarán sus prodigios por las actuales arideces nacionales. La prensa, siempre atenta y perspicaz, da cuenta de todos estos sucesos presentes y futuros sin escatimar adjetivos ni ocultar sustantivos ni verbos, demostrado que también se hace patria al abonar el terreno de las inserciones pagadas o por concepto de espacio gubernamental. La vida en rosa del Estado tiene por heraldo fiel la maquinaria mediática  que la perpetúa y magnifica.

Si el panorama está pintado de los más vivos colores, ¿para qué preocuparnos por las sombras y manchones de la realidad?

Desde hace muchos años la certidumbre de contar con petróleo al amparo de la Carta Magna y leyes secundarias, nos persuadió de que la abundancia era lo que habríamos  de administrar, no los precarios recursos públicos ni la miseria expresada en los colores y sabores típicos de un pueblo mayoritariamente de salario mínimo o niveles de infra-subsistencia, frente a otro segmento menor de gran poder adquisitivo, forrado de dinero y blindado de impunidad ante la ley. Al inicio de la década de los 80, el discurso oficial centró sus baterías en la descentralización administrativa sin soltar prenda en lo relativo al poder, representado por la capacidad de controlar las decisiones mediante el simple expediente de tener la llave del dinero a buen recaudo.

La llamada década perdida replanteó la relación del gobierno nacional con los locales e inauguró procesos de racionalidad económica al establecer la obligatoriedad de la planeación, aunque durante los años 90 el rigor metodológico se fue relajando hasta llegar a la caricatura pestilente que hoy dibuja sexenalmente el gobierno de la república y que da en llamar “plan nacional de desarrollo”.

En la medida en que los propósitos nacionales ceden ante los embates del mercado a la hechura y conveniencia de EE.UU., nuestras instituciones y leyes se repliegan en cuanto a su sentido social y nacionalista para quedar como simples piezas del engranaje de la dependencia. Sin sentirlo, se ha dado un golpe de estado a la nación desde el propio gobierno que está obligado a cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes que de ella emanen. Pero como éstas cambian a modo de satisfacer los apetitos expansionistas y depredadores de nuestros “socios” del norte, ahora tenemos que es legal aunque no necesariamente legítimo, el obsequioso mecanismo económico, jurídico y político que nos priva de nuestros recursos naturales y estratégicos, nos hace llamar industria a la absurda instalación de maquilas, comprometer la calidad del ambiente y la existencia de flora y fauna que son vitales para el presente y futuro de la nación.

Ahora, gracias al cambio en la Constitución y en las leyes secundarias, es legal la criminalización de los deudores de la banca, la de los maestros que defienden la educación pública, la de los ciudadanos que se organizan para reclamar sus derechos, la de quien aspira a tener un trabajo decente, un salario digno, un mejor futuro para los hijos.


La entrega de la nación a los intereses privados predominantemente extranjeros, hace pensar que en México se ha dado un giro hacia el pasado, hacia las nebulosidades del porfiriato, hacia la certidumbre de que son los extranjeros y no nosotros quienes podrán sacar el mejor provecho de todo lo que la naturaleza nos ha dado. Nuestro siglo XXI es, al parecer, el de la profundización de la dependencia, la liquidación de los derechos sociales y económicos conquistados con sangre durante nuestra etapa revolucionaria. Estamos, por decreto, de espaldas al futuro.

jueves, 21 de noviembre de 2013

Mirando al sur

Por absurdo que parezca, los efectos de un trato coloquial con el imperio nos hacen permeables no sólo a su cultura de violencia y desperdicio, sino a su ideología de segregación y muerte. Por ejemplo, en economía pensamos en los mecanismos de integración no como una asignatura que debemos abordar para el beneficio nacional de la proximidad con el extranjero, sino como una fatalidad integradora de un polo minusválido para cualquier emprendimiento “moderno” y otro que posee el saber y los recursos para aprovechar lo propio y lo ajeno. Tal perspectiva teórica y práctica nos convierte en el elemento subordinado que busca esa unidad extraterritorial como salida a los males presentes y futuros de nuestra independencia y democracia.

Tenemos economistas de proyectos maquiladores, de inversiones extranjeras que llenan los espacios y tiempos locales y regionales configurando la obediencia obsequiosa a los dictados del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, privatizando pensiones, fuentes energéticas, sistemas de educación y salud, espacios fronterizos y marítimos, lo que nos permite pensar en que la posesión de playas y valles, tierras fértiles y ricas cuencas hidrológicas, petroleras y mineras sólo pueden rendir frutos mediante la fertilización artificial de la inversión extranjera directa privada, o en los extraños marcos de la inversión público-privada, o en los contratos de usos múltiples, incentivados o de utilidades compartidas, en áreas que de ser estratégicas pasan a convertirse en ventaja para quienes desde fuera compra el derecho de aprovecharse de lo nuestro.

El economista con visión nacionalista que es capaz de luchar en la teoría y en la práctica por un México independiente y soberano, queda reducido a una minoría selecta que investiga, escribe y habla ante audiencias que asisten en busca de catarsis, de espacios libres donde la crueldad de una vida laboral bordada en sangre por las agujas de los organismos financieros internacionales parezca alejarse de momento. Nuestro condicionamiento laboral a los imperativos de la nueva colonización financiera, comercial y crediticia permiten pulverizar el derecho de los trabajadores a una vida digna y erigir en su lugar el monumento funerario de la dependencia profunda a los caprichos del mercado: la tercerización, el outsourcing, pueden ser los nombres de la nueva esclavitud. Obligaciones sin derechos laborales, fraccionamiento de la jornada de trabajo, precarización de las condiciones de vida, ataque mediático constante a los principios y valores sociales y políticos y la más rabiosa transculturación parecen ser las coordenadas del drama neoliberal mexicano.

La operación limpieza que ha emprendido el neoliberalismo nopalero pasa por la memoria histórica que diluye el sentido de las fechas onomásticas como el 20 de noviembre, que se convierte en un desfile anodino marcado en el calendario como un nuevo fin de semana que genera puentes sobre las aguas de la heroicidad nacional: la lucha contra el invasor, la defensa de lo propio, el rescate del patrimonio nacional, la reivindicación de la legalidad, son simples anécdotas que conviene trivializar en la memoria de los estudiantes, formados ahora no para defender la nacionalidad, sino para ser emprendedores y empleados transitorios de las empresas extranjeras que explotan el espacio económico mexicano.

En medio de las campañas publicitarias que nos llevan al “buen fin”, emergen cada tanto los esfuerzos que en otras latitudes de nuestra América realizan los gobiernos nacionalistas congregados en torno a iniciativas como ALBA, que expropian al extranjero recursos como petróleo, minería y banca, para beneficio de sus pueblos. Venezuela, Bolivia y Ecuador, por mencionar sólo tres, nos dan el buen ejemplo.


México acaba de celebrar un aniversario de su Revolución, dos días antes de la fecha verdadera. El 20 de noviembre debe ser un día para reflexionar lo que nos hemos desviado de los objetivos revolucionarios, a costa de qué lo hemos hecho, qué podemos hacer para retomar el rumbo y qué tan dispuestos estamos para afrontar los riesgos. ¿Por qué no volver a llenar las fechas históricas, hoy vacías y ridículas, caricaturizadas por gobiernos anodinos y serviles al extranjero? Sin duda alguna debemos voltear y mirar al sur y participar en las luchas de los pueblos libres que integran la Patria Grande.

domingo, 13 de octubre de 2013

Adelgazamiento súbito

¡Albricias!, los misterios del metabolismo copetitlano son revelados finalmente. La ciencia oficial se peina orgullosamente el copete gracias a los hallazgos programáticos recientes: el país podrá disfrutar de bienestar y competitividad mediante la aplicación de sencillas fórmulas que abatirán la epidemia de obesidad y al mismo tiempo se tendrán recursos fiscales. Sin duda alguna, los aportes del mandatario copetitlano a través de Hacienda y el SAT nos pondrán a la vanguardia de las naciones con población gorda y enfermiza por causas de sobrepeso, cuyo control no depende de la voluntad del ciudadano sino de la astucia y previsión del gobierno.

Ante la pavorosa imagen de un diabético adulto o juvenil que arriesga la integridad física y genera costos de hospitalización e incapacidades, el gobierno propone el adelgazamiento de la población por vías fluidas y expeditas. Nada de dilaciones ni tortuguismos y menos el insano y equívoco gradualismo en la pérdida de peso. ¡Adelgazamiento súbito!, claman los funcionarios de hacienda con entusiasmo enfebrecido. ¡Recaudación moderna y generalizada!, claman las huestes de apoyadores del partido en el poder. Se tiene como dato adicional que los beneficios de una dieta fiscalmente diseñada abarcarán a las mascotas, esos pequeños seres que alegran la vida de los habitantes y que forman un sólido vínculo emocional con los chicos y los grandes de la familia.

En su infinita sabiduría, el gobierno copetitlano lanza su reforma hacendaria que incluye IVA en refrescos, colegiaturas, hipotecas, alimento para mascotas y un etcétera vasto y suficiente como para hacer palidecer de envidia al decimonónico don Antonio López de Santa Ana. El truco de imponer gravámenes a las ventanas, animales  o a los bigotes ciudadanos es superado con creces por esta nueva forma de allegarse recursos y seguir despilfarrando aquellos que pudieran captarse mediante la actividad económica nacional o, simplemente, gracias a una adecuada y equitativa recaudación. Desde luego que los alcances de la reforma no paran en esto. También se tiene novedades que alegran la vida de la banca extranjera en el país mediante la criminalización de los deudores bancarios, que podrán ser víctima de arraigo y, por supuesto, el despojo de sus bienes.

Claro que pudiera darse la apariencia de una reforma cuyos impulsores negocian y acuerdan cambios en beneficio de los causantes, como puede ser en los temas del IVA en alimentos y medicinas, colegiaturas y demás, sin aflojar un ápice en otros aspectos, como puede ser el referido a los deudores bancarios. El capital bancario extranjero requiere sangre y ¿qué mejor que el sacrificio del deudor convertido en criminal sujeto a arraigo y secuestro de sus bienes? La banca extranjera gana lo que quizá nunca soñó en condiciones de legalidad y, de paso, los embargos generan la necesaria movilidad  mercantil que da la sensación de que la economía se reactiva, independientemente de que los deudores salen del mercado por insolvencia, en una especie de darwinismo que adelgaza el crédito por exclusión de quienes más lo necesitan.

Un deudor apaleado por la banca deberá seguir consumiendo, pero en una escala de cantidad y calidad inferior a la que tenía antes de ser tratado como delincuente y ejecutado sumariamente por la reforma copetitlana. Es obvio que va a adelgazar junto con los miembros de su familia que sean sus dependientes.

El encarecimiento de la vivienda gracias a los impuestos permitirá que quien quiera casa propia adelgace por limitar su gasto ahora mayormente dedicado a pagar la vivienda o su hipoteca. La disminución de los recursos para solventar el gasto familiar nos mantendrá esbeltos por obviedad. Asimismo, un gato o un perro pueden contraer feas enfermedades del hígado y tener sobrepeso por comer demasiado, lo cual compromete su salud y la economía familiar. Gracias al impuesto a los refrescos y los alimentos para mascotas se reducirá el consumo hasta llegar a niveles en los cuales la sombra de las enfermedades asociadas a la obesidad nunca se verá. Gatos y perros esbeltos, causantes cautivos menos derrochadores, banqueros satisfechos y familias de comer austero significarán la cosecha de beneficios de la reforma “que el país necesita”. La salud financiera de los bancos y del gobierno al servicio de las trasnacionales  brillará muy en lo alto de los logros nacionales.

Si a las maravillas de la reforma hacendaria agregáramos los beneficios de la reforma energética y la educativa, tendríamos que el adelgazamiento de la anatomía ciudadana estará acompañado del correspondiente a la soberanía nacional y el cultivo de la inteligencia de nuestros niños y jóvenes. La esbeltez nacional decretada reduciría las adiposidades de la historia, los logros laborales y las conquistas sociales, haciendo posible ver la osamenta nacional sin el molesto y opaco contenido de nuestra historia, cultura y valores. Habríamos logrado la transparencia que algunos amargados pudieran llamar re-colonización nacional por parte de las empresas trasnacionales de la banca, el crédito, la alimentación, la energía y demás, pero ¿quién puede negar que la delgadez no exige sacrificios?

Así las cosas, un país sin rastros de la grasa de las tradiciones, la historia y la identidad estaría en las mejores condiciones para ser movido de acuerdo a las corrientes que soplan desde los organismos financieros internacionales. La esbeltez nacional cuesta independencia y libertad, pero es un lujo que el gobierno copetitlano cree que la OCDE, el FMI y el Banco Mundial se pueden dar.


El lunes 14 de octubre es el día del paro nacional contra las reformas copetistas. ¿Usted le va a entrar o, de plano ya se puso a dieta?

martes, 8 de octubre de 2013

De paseo por Copetitlán (2)

Ha pasado mucha agua bajo el puente copetitlano desde la toma de posesión presidencial. Han sido muchas y variadas las formas de demostración del silogismo sexenal donde el titular del Ejecutivo es un holograma y la televisión es la creadora de la realidad nacional. Un ejemplo reciente es el de la peruana Laura Bozzo que se disfraza de rescatista montada en la parefernlia gubernamental para condimentar un reality show que alimenta la certidumbre de que “no somos nada” ante el poder de la imagen. Así las cosas, la prueba de veracidad de un hecho corre a cargo de la televisión nacional en una incuestionable e indisputada propiedad de la realidad que cuenta con patente o registro contra cualquier intento de aprovechamiento ajeno a la empresa que la crea y transmite.

En esta tesitura, ¿puede el ciudadano común plantar cara a la influencia de la televisión? ¿Es posible disentir de las verdades reveladas por ese oráculo nacional que crea, da forma y distribuye ideas, costumbres, prestigio, modas y opiniones sobre casi todo? ¿Tendremos el valor de defender ese trozo de conciencia que flota en nuestro cerebro de la inercia contextual en la que nos asfixiamos voluntariamente? ¿Tiene caso mantener el aparato educativo cuando puede entrar en contradicción con los mensajes de las televisoras?

Al respecto, parece que la contradicción se resuelve a favor de las empresas mediáticas, ya que el poder copetitlano se transfiere por vía de las microondas que emanan de las antenas propiedad de los señores Azcárraga y Salinas y, en consecuencia, la labor de los maestros se contrapone flagrantemente a la de los locutores asalariados de las empresas que aquéllos dirigen. ¿Cómo se resuelve esta contradicción de intereses y prioridades en Copetitlán? ¡Muy fácil! La sabiduría copetitlana funciona según los principios de Pavlov y el estímulo televisivo genera una respuesta contundente: la “reforma educativa” debe servir para eliminar la competencia desleal que representa la labor docente, ya que distorsiona y desvirtúa los mensajes emitidos mediante ataques masivos de cultura general, historia, valores cívicos y conocimientos científicos, entre otros contenidos funestos para la labor mediática abierta o de paga.

¿Qué mejor forma de tener a raya a los maestros si no es que mediante el temor de ser fulminados por una evaluación estandarizada y sin contexto? ¿Cuál puede ser mejor mecanismo de control docente que el que afecta directamente su permanencia en el empleo? ¿Por qué no centralizar la operación del sistema educativo y hacer de este un simple reproductor de la ideología de la OCDE, el FMI y el Banco Mundial, en vez de aquella emanada de la historia patria y sus luchas por la soberanía y las libertades nacionales? ¿Para qué queremos un pensamiento libre y científico si nuestro destino neoliberal manifiesto es el de ser colonia de explotación energética? ¿Para qué se necesita cultura y tecnología nacionales en un país maquilador?

Si el mercado es limitado y la absorción de la fuerza de trabajo depende de la demanda de bienes importados, o los producidos por las maquiladoras extranjeras, ¿para qué producir técnicos de mediano y alto nivel? ¿Qué haríamos con los egresados de las universidades verdaderamente autónomas formados en valores nacionales y principios científicos sólidos, siendo que lo que se necesita es televidentes acríticos del reality show de moda que nos revele las asombrosas acciones de sus conductores frente a los estragos de inundaciones, terremotos, tornados, o actos de terrorismo internacional? ¿Para qué sirve la educación pública si se puede ofrecer la debidamente producida y editada por los medios electrónicos privados?

En este sentido, resulta lógico que el gobierno copetitlano haga su tarea de desmantelar el aparato productivo nacional mediante la liquidación de empresas y patrimonio que supongan una ventaja estratégica para la nación. Por eso se destruye la economía campesina, la posibilidad de desarrollar la industria, el comercio, la banca y el crédito, y con más razón los recursos energéticos y científicos nacionales. No vaya a ser que los consorcios extranjeros de la industria químico-farmacéutica, agro-alimentaria, automotriz, pesquera petrolera, eléctrica entre otros, se vayan a declarar decepcionados y ofendidos por los arrebatos de independencia y soberanía que pudieran surgir en el país. Desde luego que el peor enemigo a vencer es aquel que permite ver y juzgar la realidad tal cual es. Por eso la reforma educativa y la criminalización mediática a los maestros.

Con las “reformas estructurales” recomendadas por los organismos financieros internacionales, el sistema económico internacional podrá recibir una bocanada de aire fresco desde la periferia, y el enfermo ligeramente muerto en su fase neoliberal podrá disimular las fétidas emanaciones de su descomposición gracias a naciones como la nuestra, que sudan calenturas y lloran muertes ajenas, gracias a la educación que proporciona la tele, siempre presente y, sin embargo, tan ajena a nuestra realidad e intereses.


En el universo copetitlano, la honestidad y la objetividad son reos de herejía que merecen ser reprimidos y re-educados por la señorita Laura, Adela Micha, López Dóriga, Carlos Loret y otros de la misma ralea. La razón es simple: sólo la verdad es revolucionaria.

sábado, 21 de septiembre de 2013

De paseo por Copetitlán

El gobierno de la república petrolera de Copetitlán tiene una grave responsabilidad: convencer a la población de las bondades de importar gasolinas en vez de producirlas, ya que los costos políticos de la autosuficiencia pueden ser terribles. ¿A quién le gustaría padecer los agobios de la independencia en un mundo cada vez más estrechamente vinculado a las trasnacionales? ¿Qué ganamos con proteger nuestros cultivos de la mala semilla transgénica si esto ofende y decepciona a Monsanto y al mismísimo gobierno de Obama? ¿Para qué queremos el petróleo si con ello concitamos la envidia y codicia de Shell, Standard Oil, Texaco y demás pulpos petroleros en este mar de sardinas? ¿Qué va a decir Iberdrola si en vez de comprarle fluido eléctrico tenemos la osadía de producirlo en beneficio de los consumidores nacionales?

Hoy tenemos fuertes movimientos de protesta por la labor legislativa desarrollada por los representantes populares en obsequio a las iniciativas del presidente copetitlano. ¿Por qué protestan los maestros, los defensores el petróleo y los ciudadanos que no quieren alzas en los impuestos? Ya lo dijo el señor presidente: están desinformados. No logran entender las bondades de ser asalariados bajo un régimen de disminuciones de la capacidad de compra, aderezada por los mensuales incrementos al precio de la gasolina, más los costos crecientes e imparables de las subsistencias populares. ¿Qué no entienden que es importante tener una base laboral semi-desempleada y sub-empleada disponible para las maquiladoras, establecimientos de comida rápida y las mil y una franquicias que se instalan incentivadas por la baratura y abundancia de la fuerza de trabajo?

¿Acaso no es emocionante vivir en un país donde el empleo se evapora y la precariedad se convierte en norma laboral? ¿No entienden que es progreso poner al país en pública almoneda junto con las expectativas de bienestar ciudadano? ¿Qué pretenden con exigir estabilidad laboral y salario digno? ¿Creen que con protestas y plantones van a detener la marcha del progreso?

El gobierno de la república copetitlana debe proveer lo necesario para el cumplimiento de la Ley Suprema, así que los ajustes y modificaciones al marco constitucional  se vuelven necesarias para encajar con los supuestos del modelo económico que el estado neoliberal ha asumido como propio. Ya basta de nacionalismos embarazosos que nos ponen en entredicho con la Casa Blanca y los organismos financieros internacionales. ¿Usted se imagina el oso trasnochado de esgrimir argumentos en favor de la defensa de la soberanía nacional, los recursos naturales, el patrimonio energético, la biodiversidad, incluso la cultura y la historia? ¿Y la modernidad?, ¿y la puesta al día y a la vanguardia?,  ¿y la oferta del país como lugar propicio para las inversiones sin condiciones de respeto ambiental o cultural, o legal? ¿En qué plan quedaría nuestro máximo copete ante los sensibles y decepcionables mandatarios reunidos de la OCDE?

Se acusa al gobierno de ponerse al servicio de intereses extranjeros, pero no se entiende que ellos son palanca de progreso y desarrollo. Baste recordar la enorme aportación del extranjero en tiempos de Don Porfirio, sobre todo en materia laboral como lo atestigua la  explotación cuprífera de Cananea antes de la revolución, o la explotación maquiladora en la segunda mitad del siglo XX y los tiempos que ahora corren. Es verdad sabida que los extranjeros han enseñado a los trabajadores copetitlanos una lección maravillosa: vivir bajo la bota del capataz con un mínimo de recursos alimenticios y sanitarios es estar al día y a la vanguardia. Lo anterior ha dado fuerza a nuestra planta laboral que ahora ha sido favorecida por la actual reforma legal.

¿Que no ha repuntado el empleo?, ¿que la precariedad es norma vigente?, ¿que existe malestar general entre sectores empresariales y los trabajadores por la reforma hacendaria?, ¿que la gran mayoría rechaza los cambios a la Constitución en favor de la privatización de Pémex? Es cosa de profundizar el modelo y las reformas son para eso: la dependencia con el extranjero nos acerca a los beneficios del progreso y ya no tendremos por qué preocuparnos por los avatares de la soberanía nacional. ¿Que nos regresamos al estadio histórico de la Colonia? No hay tal, simplemente se trata de uniones estratégicas de beneficios asimétricos que servirán para que el sistema global siga funcionando.


Por fortuna para los propósitos del gobierno, se cuenta con las televisoras en la labor de inducción. Las reformas tienen una caja de resonancia de corte similar al Teletón y con similares beneficiarios como son los empresarios. El pueblo, la masa ciudadana, está para aportar sangre, sudor y lágrimas.

viernes, 6 de septiembre de 2013

El deber de informar

Como se sabe, el informe de gobierno es un acto esperado por la clase política y los ciudadanos a fin de conocer el estado que guarda la administración pública del país. Se espera que contenga pormenorizada cuenta de los hechos, acciones y resultados del gobierno en el período de que se trate, así como el anuncio de nuevas políticas que harán posible los supuestos del bienestar y el desarrollo nacional (http://definicion.de/informe/), aunque también puede referirse a algo amorfo, indefinido y hasta confuso y difuso (http://es.thefreedictionary.com/informe).

A estas fechas circula con cierta profusión en los medios una suerte de resumen fraccionado y pergeñado con los tonos más elogiosos y triunfalistas sobre su propia capacidad de incidir en el rumbo nacional de manera exitosa, futurista e imaginativa (http://www.presidencia.gob.mx/informe/). El documento parece no regirse por ninguna definición aceptada por los diccionarios en uso para situarse en los linderos del género literario de la fantasía, lo que conduce al lector a preguntarse “¿hablamos del mismo país?”, “¿Ganó la iniciativa de Fox de legalizar la marihuana?”, “¿me quieren ver la cara de tontejo?”, entre otras preguntas de inquietante actualidad.

Sin duda alguna el tema estelar por sus implicaciones es el de la llamada reforma energética. Mientras que el gobierno de Peña insiste en privatizar para abrir el cofre del tesoro futuro de México, el resto de América Latina replantea sus impulsos privatizadores y recupera la soberanía nacional en esa materia, dando reversa a la apertura petrolera (http://www.jornada.unam.mx/2013/09/06/opinion/032o1eco). Cosa parecida ocurre con la generación de electricidad, donde México se pone en plan de gestor de ganancias para la iniciativa privada en detrimento de la capacidad generadora dela C.F.E., con los consiguientes impactos negativos en el servicio y las tarifas, en perjuicio de la economía familiar (http://www.jornada.unam.mx/2013/09/06/economia/031n1eco).

Otro aspecto central es el de la reforma educativa, que ha sido impuesta al poder legislativo con total impudicia y que ha levantado protestas a lo largo y ancho del país, suscitando los más variados comentarios y análisis, donde destacan los que la señalan como regresiva, represiva, burocrática y violatoria del marco constitucional (http://www.jornada.unam.mx/ultimas/2013/09/01/165619677-reforma-educativa-es-regresiva-violatoria-e-inconstitucional-especialista). Aquí se demostró que los representantes llamados diputados y senadores actuaron al margen de sus deberes constitucionales y se plegaron a un pacto clientelar que revela un nuevo corporativismo de estado al servicio del capital (http://www.jornada.unam.mx/2013/09/02/politica/003n1pol).

La reforma fiscal solamente parece confesar su indeclinable voluntad de servicio al capital extranjero y hacer lo que sea necesario para asegurar  las ganancias de los consorcios bancarios trasnacionales, a cambio de subejercicios presupuestales y mayores cargas a los ciudadanos (http://www.jornada.unam.mx/2013/09/06/politica/013n1pol). Aquí el acento vuelve a estar en la parte de sacrificar soberanía a cambio de mecanismos de colonización más agresivos por parte de los organismos financieros internacionales (http://www.jornada.unam.mx/2013/09/06/edito).

Mientras que se da formal libertad a rufianes de lujo como Raúl Salinas de Gortari y sorprendentemente a Rafael Caro Quintero, las cifras de homicidios en México tienen un repunte espectacular en lo que va del sexenio (http://www.jornada.unam.mx/2013/02/01/politica/009n1pol), a pesar de lo cual, el gobierno se empeña en seguir por la misma ruta trazada por Washington durante la gerencia de Felipe Calderón, quedando claro que la seguridad pública en México se vive mejor fuera de sus fronteras.

Si la vida cotidiana de los mexicanos cada vez es más azarosa, nuestra relación con el exterior adquiere las características del síndrome de esposa maltratada, ya que por más que EE.UU. se empeñe en ofender y burlarse de la dignidad nacional, el gobierno de Peña siempre encuentra razones para seguir en plan de lacayos del imperio (http://www.jornada.unam.mx/ultimas/2013/09/06/112156054-presunto-espionaje-no-afectara-relacion-con-estados-unidos-pena-nieto). La pregunta acerca de cuánto vale para los gobiernos neoliberales la independencia, libertad y soberanía nacionales es inevitable. La respuesta llega pronto, como se puede leer en la prensa nacional y en los medios que dan cuenta de la participación del presidente de México en el exterior.

En la vida real mexicana, se sabe que somos un país petrolero, pero cada mes viene un aumento en los precios de la gasolina, y vemos que la canasta básica se aleja del alcance de nuestro salario; que la nutrición es materia reprobada y que la cobertura de los servicios es desigual, en un entorno donde la presencia de formatos de negocios extranjeros abaten a fuego graneado a los negocios locales. Cualquier se pregunta ¿dónde está el gobierno?, ¿a qué intereses responde?, ¿quién apoya al empresario local frente a las grandes cadenas extranjeras?, ¿cuál es el futuro de la educación nacional sin valores, principios y acciones que defiendan la cobertura, calidad y permanencia de la educación pública y en cambio se ven los avances de la privatización de los servicios en todos los niveles? ¿Qué hay de las conquistas de la clase trabajadora? ¿A dónde va el marco legal que las define y garantiza su vigencia?


Al parecer, México es una colonia de los intereses energéticos y financieros extranjeros. Se ha dado un golpe de Estado desde adentro. Lo que queda es la resistencia pacífica y la desobediencia civil, frente a un gobierno que va del cinismo a la hipocresía, que traiciona contumazmente su deber constitucional, que trabaja para el extranjero traicionando al país que debiera representar. El informe lo revela, la realidad lo confirma.