Notas Sueltas es un espacio de opinión sobre diversos problemas de carácter social, económico y político de interés general. Los comentarios pueden enviarse a: jdarredondo@gmail.com

domingo, 27 de abril de 2014

Pedir disculpas


Por asombroso que parezca, el rector de la Universidad de Sonora (Unison), recientemente declaró que debe “pedir disculpas” por la inseguridad que cada año se tiene por la posibilidad de una huelga. Extraña forma de manifestar interés en dialogar con la contraparte universitaria que son los sindicatos. Llama fuertemente la atención el hecho de “pedir disculpas” en vez de ofrecerlas a la sociedad y a los propios afectados de la acción o inacción de la administración de la casa de estudios para resolver los conflictos que, por razones absolutamente naturales y legales, se dan en cualquier institución educativa como la Unison, donde se respeta con sus asegunes el marco legal que rige las relaciones entre los actores formales y orgánicos universitarios: autoridades y trabajadores. Al respecto, le comento algunos detalles.

Tanto las autoridades administrativas de la Unison como del gobierno del estado, parecen asombrarse y casi caer en paro por la impresión cuando algún sindicato inicia gestiones, emplaza y eventualmente estalla una huelga, lo que lejos de percibirse como una acción socialmente ubicada en el contexto de las realidades económicas y políticas nacionales y locales, parece una especie de pecado que pone a los trabajadores frente al paredón de fusilamiento de una sociedad basada en el dogma de la empresa privada y la ausencia de derechos para quienes hacen posible la producción. Al respecto, no está de más recordar ese viejo documento llamado Constitución Federal que pone en su Artículo 123, fracc. XVII: “Las leyes reconocerán como un derecho de los obreros y de los patronos, las huelgas y los paros”.

Así las cosas, el susto, sofoco, arrebato de ira y sainete mediático quedan desacreditados, aunque se encubran con el disfraz de la preocupación “por los estudiantes”. Aquí, las lágrimas de cocodrilo y los aspavientos publicitarios huelen a incompetencia, manipulación y engaño.

“Pedir”, en vez de ofrecer disculpas por no entender el complejo y críptico mensaje de la Constitución Federal y la legislación laboral pudiera ser un acto de prepotencia por accidente, ignorancia o despiste. Por el contrario, ofrecer disculpas porque alguien cumple con la ley, ¡no tiene precio!

Para ilustrar el chiste involuntario del señor rector, cito el texto del artículo 447 de la Ley Federal del Trabajo (LFT): “La huelga es causa legal de suspensión de los efectos de las relaciones de trabajo por todo el tiempo que dure”, por lo que el ánimo beligerante contra el sindicato en huelga cae en garras del ridículo, toda vez que en el artículo 449, dice:  “La Junta de Conciliación y Arbitraje y las autoridades civiles correspondientes deberán hacer respetar el derecho de huelga, dando a los trabajadores las garantías necesarias y prestándoles el auxilio que soliciten para suspender el trabajo”.
En este tenor, ¿cuál es el problema que tienen las autoridades universitarias de respetar el derecho elemental que ejercen los trabajadores sindicalizados? ¿Por qué algunas fracciones estudiantiles no entienden o parecen no saber que la suspensión legal de las actividades se conoce como huelga y que, siendo legal, las autoridades presencian tanto el cierre de las instalaciones como su apertura, dado que es responsabilidad de los sindicalistas todo lo que se encuentre en el interior de las instalaciones como de la integridad física de las mismas? ¿Qué tan difícil puede ser para una persona normal darse cuenta de que el sindicato es responsable ante la ley de lo que pase al interior de la institución en huelga?
    
Por otro lado, ¿Qué sienten o que pierden o ganan las autoridades administrativas con hostigar a los trabajadores y además insistir en que no pagarán los salarios caídos porque “sería alentar la costumbre perversa de estallar huelga cada año”? ¿En serio?, ¿de veras piensa el rector que las huelgas estallan porque se pagan salarios caídos? Si es así, entonces se puede suponer que su terquedad, empecinamiento y aferre obedece a la intención de disciplinar, aleccionar y educar a los sindicalistas y cambiar las tácticas de lucha laboral actuales por otras más a tono con su muy particular forma de ver la relación laboral universitaria. Para algunos sonará muy bien, pero baste leer siquiera por encima la ley laboral para empezar a sospechar que la cosa no es tan así. ¿El buen rector se quedó anclado en las relaciones laborales del tiempo de don Porfirio? ¿No le habrán informado que en el país hubo una revolución que dio el fruto de una legislación de las más avanzadas en materia social?

En la LFT, el artículo 469 nos dice con todas las letras que: La huelga terminará:
I. Por acuerdo entre los trabajadores huelguistas y los patrones;
II. Si el patrón se allana, en cualquier tiempo, a las peticiones contenidas en el escrito de emplazamiento de huelga y cubre los salarios que hubiesen dejado de percibir los trabajadores;
III. Por laudo arbitral de la persona o comisión que libremente elijan las partes; y
IV. Por laudo de la Junta de Conciliación y Arbitraje si los trabajadores huelguistas someten el conflicto a su decisión.

Llamo la atención del culto, sereno e imparcial lector sobre lo que dice la fracción II del numeral de referencia. Su lectura nos revela que una de las condiciones para el levantamiento de la huelga es, precisamente, el pago de “los salarios que hubiesen dejado de percibir los trabajadores”. Si el suelo está tan parejo, ¿por qué el rector adjetiva como perverso el cumplimiento de una de las condiciones para la terminación del conflicto? Esos recursos que defiende, ¿acaso no están presupuestados? ¿En beneficio de quién es el ahorro? ¿A quién le está queriendo hacer el favor?

Podría pensarse que los aires neoliberales que soplan de norte a sur del continente afectaron el sano juicio de quien empezó siendo sindicalista para después caer en garras de la anodinez burocrática. La pregunta obligada es: ¿En qué momento perdió la identidad universitaria? ¿En sus años de permanencia institucional, el encanto de la burocracia canceló su sentido de las proporciones? ¿Ahora el enemigo es el trabajador? ¿Pensará que siempre va a ser rector y nunca va a regresar a su base académica para ser uno entre tantos trabajadores que luchan por sobrevivir los impactos del congelamiento salarial y el alza constante en el costo de la vida?

Por otra parte, el sindicalismo en el actual momento vive una de sus etapas más difíciles, más angustiantes, menos promisorias porque el entorno político general es adverso, y las negociaciones deben por fuerza contar con el ingrediente de la buena voluntad y la prudencia para poder prosperar, por lo que empecinamiento y la inflexibilidad no son buenas vías para llegar a puerto seguro. Por lo anterior, resulta inexplicable la actitud de la administración universitaria y la indolencia e irresponsabilidad del gobierno del Estado. La primera porque se pone en plan de antagonista irreductible sin asumir la responsabilidad de gestionar los recursos necesarios y reclamar lo que en derecho le corresponde a la institución. En el segundo caso, por la irresponsable administración de los recursos y la opacidad en el manejo de los fondos que debieran ser destinados a la Universidad. Así las cosas, la prudencia, que no la dejadez ni el derrotismo de los trabajadores, debe ser el factor de madurez que falta en esta ecuación.

Mientras el gobierno del estado y la administración universitaria duermen en sus laureles, más de 300 mil sindicalistas en el nivel nacional se preparan a apoyar a los sonorenses. ¿Sabrán los señores rector y gobernador lo que están provocando? La prudencia no es cobardía, la buena voluntad no es debilidad y la solidaridad no es un vicio, sino un imperativo humano.


 






lunes, 21 de abril de 2014

Después de Semana Santa

La hora de la verdad ha llegado y el recuento de daños es una operación no sólo necesaria sino obligada. La Semana Santa fue un largo bostezo con hipadas de asombro, dolor callado y púrpura luctuoso, no sólo por el simbolismo religioso sino por la pérdida cercana, o abonada por la admiración y, en algún caso, por la eventualidad del trato. La muerte por accidente, la sorpresiva y chocante, se apareció como si fuera promocional de precampaña, aviso de ocasión, venta de cierre de inventario, como semáforo en rojo situado en alguna carretera, hospital o dormitorio, marcando el alto a la cotidianidad.

Miguel Norzagaray
Esta temporada nos sorprendió con ausencias conocidas o no pero significativas todas. Tan diversa fue la cosecha macabra que se cuentan entre sus víctimas personas tan entrañables como el maestro Miguel Norzagaray, y connotadas como el escritor Gabriel García Márquez, o el periodista y crítico Emmanuel Carballo; de ahí hasta las víctimas, próximas o desconocidas, de los accidentes vacacionales de los que se sabe en alguna nota periodística. La muerte, sin duda, es altamente democrática e incluyente.  

A pesar de ser tan cotidiana, la acción de la Parca siempre acapara reflectores, es estrella de un drama siempre con tonos biográficos, con rasgos que tocan la intimidad humana, su vulnerabilidad y caducidad biológica y, aun así, nos mueve a preguntar “¿por qué tenía que ocurrir?”, como si la pregunta tuviera una respuesta que pudiera abarcar los variados y complejos matices de la ausencia.

Semana de aniversarios luctuosos y de nuevas fechas conmemorativas, motivo de recuerdo y comentario, tiempo de elaborar nuestra versión de los hechos y recomponer el mundo que se ha quedado sin alguna de sus partes, debiendo de cualquier forma seguir funcionando y haciendo posible la materialización del devenir y demostrando, con claridad didáctica, que el tiempo expresa la modificación del espacio.

Tras más de 50 días de huelga en la Universidad de Sonora, las mezquindades internas afloran en la estructura sindical, dando paso al oportunismo siempre cargado a la derecha, siempre favoreciendo a la parte patronal, y siempre acaparando espacios en los medios, algunos de ellos hambrientos de morbo que venden planas a funcionarios colitas de ratón y fantasmones agazapados en el aburrimiento ciudadano. 

La apatía del gobierno en turno parece ser algo más que simple desidia, y la irresponsabilidad en el manejo de los asuntos públicos trasciende el simple agandalle para situarse en las procelosas aguas de la disolución social gestionada desde el poder, ya que en medio del desastre presupuestal y la carestía total de recursos para el funcionamiento de las instituciones, se agitan las banderas de los próximos milagros políticos hechos voz e imagen que vendrán a salvar a la ciudad y al estado.

La política, bajo el PRI o el PAN, ha funcionado con dinero gastado en el presente a cambio de una promesa de pago, o simplemente, manejo discrecional del erario que pasa por ser programa de austeridad para unos y bolsa de favores para otros, a tono con el discurso de los organismos financieros internacionales, para quienes la soberanía nacional es tan estorbosa como la virginidad o el respeto a las pautas del sexo que la naturaleza ha asignado a cada cual.

Tiempo de reflexión entre tragos de cerveza y mordiscos con sabores y olores marinos, lapso que se toma como si se tratara de una huida estratégica que para algunos era de urgente necesidad, mientras que para otros un espacio y un tiempo destinado a la digestión de diversos asuntos. Después de Semana Santa, la vida continúa, pero no de la misma manera. Han quedado regados en el camino recuerdos personales, olvidos colectivos, y la certeza de que nada de lo acontecido fue parte de un programa vacacional, sino de una broma pesada de la fatalidad.

Volvemos a la rutina, a los quebraderos de cabeza en horario permitido, bajo las normas del mercado de trabajo, sujetos a la legislación laboral y a los usos y costumbres en materia de sufrimiento legítimo. Las vacaciones, si lo fueron, serán tan sólo un recuerdo arenoso, que como tal se escapa entre los dedos, fluye en la memoria hasta perderse en el olvido de un tiempo signado por la inercia. Sólo quedarán los nombres, los rostros y una vaga idea del sufrimiento de adioses irrepetibles, de resúmenes de vida archivados en alguna pila sobre el escritorio de alguna burocracia que, como es el actual estilo personal de gobernar, es reacia a la lectura y confía en la desmemoria de los ciudadanos.

Al parecer, los sobrevivientes serán los que hayan escrito páginas rescatadas en libros, periódicos y la memoria de afectos personales más allá de la epidermis, no como  esos que siendo producto del bronceado playero, al poco tiempo dejan paso a la palidez ordinaria que nos distingue como ciudadanos de una entidad anodina, autocomplaciente y frívola; es decir, amiga de lo convencional, de lo políticamente correcto, de los sentimientos y aspiraciones de curso corriente, mercantiles, que conforman personalidades igualmente insustanciales, intrascendentes y comercializables.

La ciudad aspira a salir de la modorra, pero sin moverse de la hamaca playera que cuelga de la imaginación y del sedentarismo, de la abulia adiposa de la comida chatarra, de la carroña con picante o de las exquisiteces orientales bautizadas con excremento, bendecidas por el esnobismo gastronómico y la flojera de los oficios cocineros. Así, entre bostezos y promesas de precaria factibilidad, la vida citadina se instala en otro tramo de nuestra realidad macondizada, perdida en un tiempo encapsulado en el discurso y las promesas políticas que cada tanto se repiten, con el tono de novedad que aplaude la desmemoria, la amnesia que quienes manejan los hilos del poder esperan y usan, como parte de su conspiración contra el pueblo.


Pasó la semana y, a partir del lunes, los días y las horas se medirán en recuerdos y proyectos, sin que el orden de los factores altere el producto. Se puede encontrar Macondo en cualquier rincón del mapa.

lunes, 14 de abril de 2014

Cuestión de principios

Siempre es admirable encontrarse con un hombre de principios, porque cuando alguien se define de esta manera despierta un sentimiento de confianza y respeto hacia el declarante.  Recientemente, el señor rector de la Universidad de Sonora aclaró que su negativa a negociar con el sindicato STEUS era por “cuestión de principios” y que se trataba de “cambiar la relación laboral” en la institución que preside.

Desde luego que se debe conceder el beneficio de la duda a las intenciones que pudieran permanecer ocultas tras el velo de más de 40 días de huelga en la más importante institución de educación superior en el Estado. No pueden ser malas y menos intencionalmente lesivas para la estabilidad política y la tranquilidad social, a pesar de que alrededor de 30 mil estudiantes están de vacaciones forzadas, ya que de serlo acabarían con la credibilidad de quien asegura que lo hace por razones éticamente plausibles.

¿Quién podría llegar a pensar que el rector de la UNISON se guía por la víscera y no por la razón y la justicia?, sin embargo, para muchos universitarios su afirmación de que actúa por principios puede resultar críptica, misteriosa, un verdadero acertijo en la lógica de una institución que pasó de ser educativa a una especie de campo experimental de las reformas neoliberales. ¿Por qué se ignoran los llamados al diálogo de los sindicalistas del STEUS? ¿A qué principios se refiere el rector para sustentar su negativa? ¿Por qué dice que se trata de cambiar la relación laboral?

Sin duda el rector Grijalva es un buen hombre, un joven que ha pasado por ser estudiante, maestro y autoridad en la casa de estudios que lo formó. Es el típico caso de una relación endogámica donde los referentes únicos son los que buenamente le ha provisto su permanencia en el campus universitario. Seguramente su experiencia como estudiante de licenciatura y luego de postgrado combinado con funciones de autoridad, le han permitido tener familiaridad con su entorno inmediato, pero su aprendizaje en los corrillos de la administración central pudieran haberle dado una falsa conciencia de lo universitario, para reducirlo a un ente burocrático cada vez menos identificado tanto con los trabajadores académicos como seguramente con los manuales y administrativos, y cada vez más con las cúpulas meritocráticas cercanas al poder público.

Lo anterior nos remite a Paulo Freire y a su idea de que los profesores, cuando asumen como propias las ideas de la administración, terminan siendo “colonizados” por ella y actúan según los intereses que antes veían como contrarios. Es similar a lo que pasa cuando un trabajador defiende los intereses del patrón a pesar de que es víctima de sus abusos, o cuando un ejidatario abandona los principios de la propiedad social y se siente y actúa como pequeño propietario o latifundista. Igual ocurre con los políticos que traicionan al pueblo y defienden las banderas de los explotadores extranjeros.

En este punto vale retomar lo que ha dicho sobre su postura el rector Grijalva ante los medios de comunicación: “es cuestión de principios”. “Se trata de cambiar la relación laboral”, sostiene. A más de 40 días de huelga, la administración se dispone a vacacionar por Semana Santa, de manera que los sindicalistas en posesión de las instalaciones deberán esperar al día 21 para tratar de que pase algo. ¿Usted piensa que “los principios” facultan a un funcionario universitario a ignorar a los trabajadores? ¿Cree usted que mantenerse en una posición inflexible tiene que ver o va a cambiar la “relación laboral” de la institución con sus trabajadores?

Honestamente, cualquier funcionario medianamente enterado sabe que la relación que se establece entre la institución y sus trabajadores, se encuadra en el marco de la legislación laboral vigente y se formaliza en el contrato colectivo de trabajo, de suerte que el STEUS y el STAUS en su carácter de sindicatos gremiales pactan las condiciones de trabajo y las especificidades de la relación laboral con la institución mediante este documento, que legalmente norma la relación durante su período de vigencia. Si esto es así, entonces, ¿qué quiso decir el rector? Lo anterior sugiere que el representante legal de la institución es víctima de una grave confusión conceptual. 

Pero, volviendo a la cuestión de los “principios”, ¿qué clase de moral o ética permite la humillación de un gremio al no dignarse tan siquiera a dialogar con ellos? En la experiencia universitaria de los últimos 30 años, jamás se había dado el caso de que a los trabajadores se les reprimiera de manera tan desproporcionada por el hecho de cerrar las instalaciones universitarias por un día laboral en el que todo siguió funcionando como siempre, salvo que el acceso vehicular quedó suspendido y los maestros y estudiantes accedieron a pie sin pena ni gloria. ¿Qué tanto pudo afectar a la soberbia de la cúpula burocrática universitaria dejar de ingresar con sus Suburban para cumplir con las labores propias de sus cargos?

Al parecer, hay mucho de irracionalidad y simulación en este asunto de la huelga, donde es fácil suponer que lo que está detrás no es una cuestión de principios ligados al respeto y la lealtad institucional, o a la observancia estricta del marco normativo en el que se desenvuelven las relaciones laborales.

En este punto se pueden aventurar dos posibles explicaciones: Las autoridades universitarias han perdido piso debido a una severa obnubilación por megalomanía (es decir, se marearon arriba de un ladrillo), lo que se pudiera resolver a través de un proceso de desintoxicación lejos de cualquier posición administrativa, a fin de que la condición de “colonizado” pierda sus efectos perniciosos; la segunda y la más lamentable de las situaciones, sería que ese proceso de colonización  ideológica haya llegado a un punto en que la realidad institucional haya dejado de ser significativa en el sentido universitario para quedar reducida a los parámetros de la experimentación neoliberal, es decir, que el rector y alta burocracia, hayan quedado a merced y actúen de acuerdo a intereses ajenos y contrarios a los universitarios, de ahí su negativa al diálogo y a la toma de acuerdos.


Seguramente a estas alturas muchos ciudadanos y familiares de universitarios se preguntarán, ¿a qué le tira el rector? ¿A qué intereses responde? ¿Se está prestando para forzar una contrarreforma a la ley orgánica? ¿Realmente merecía estar nuevamente al frente de la Universidad? Buenas preguntas. Las respuestas pronto vendrán.

martes, 8 de abril de 2014

Lo que no tiene razón de ser

Todo parece indicar que la coincidencia feliz entre gobierno del estado, rectoría de la Universidad de  Sonora y madres de familia contra la huelga no es tan fortuita, casual o producto del azar. La semejanza del discurso de cada uno de los actores es verdaderamente escalofriante, más si concordamos en que en política no existen las casualidades. En ese tenor, parece apropiado aventurar que debe existir un acuerdo soterrado que contribuya a tal sincronía y, por lo pronto, vale decir que el punto de confluencia no es necesariamente el afán de apoyar a los estudiantes para que lo hagan sin las interrupciones propias de la realidad social y política que se vive en el planeta Tierra.

Una coincidencia esencial entre estos opinantes es la de querer una universidad sin huelgas, ajena al paso del tiempo y los afanes humanos, a las confrontaciones ideológicas, a las luchas entre capital y trabajo, a los esfuerzos de los ciudadanos por acceder a mejores condiciones de vida, en fin, a todo aquello que conecte a los pupilos universitarios con el medio al que arribarán una vez terminen sus estudios, es decir, a la realidad de las múltiples manifestaciones del sistema económico y sus impactos en la sociedad, la política y la cultura.

Los esfuerzos por establecer una especie de realidad intrauterina para los jóvenes estudiantes sonorenses han sido apoyados solidaria y subsidiariamente por el rector de la Universidad, quien sostiene que la huelga no tiene razón de ser y que recientemente acudió a la ciudad de Navojoa a “buscar el apoyo de la sociedad” y a “expresar su sentir y a recalcar que no cederá ante presiones del STEUS y el STAUS” ya que “es un peligro cuando estalla una huelga sin razón y sin fundamentos” y remata categórico: “ya basta de utilizar la huelga o paros como un medio para conseguir lo que no es ético conseguir o lo que no es razonable por la realidad presupuestal” (El Imparcial, 7/04/2014).

Asimismo, el gobernador del Estado se permitió asevera que “la huelga en la Universidad de Sonora no tiene razón de ser”, y respalda la exigencia de los padres de familia para “exigir que la Universidad de Sonora abra sus puertas”. Al respecto, el secretario de gobierno anunció que preparan un plan para dar clases extramuros para evitar el retraso académico, no sin dejar de declarar que “el nombre y el prestigio de la Universidad de Sonora se ha dañado con tantas huelgas en los últimos años” (Expreso, 6/04/2014).

La representante de las señoras que se cobijan bajo el membrete de “Comunidad en movimiento contra huelga Unison”, Leticia Escontrillas, ha declarado que “las clases extramuros se pueden realizar, el rector va a hacer un llamado al Staus en las negociaciones que van a tratar de tener para que los maestros puedan dar clases fuera de la Universidad de Sonora”, afirmando que la SEC será la dependencia encargada de coordinar la logística y conseguir los planteles (El Imparcial, 8/04/2014). Como se ve, cada cual opina a su manera y coincide en un punto esencial: “la huelga no tiene razón de ser”.

Lo cierto es que las medidas apuntadas por el gobierno y otros involucrados son claramente mecanismos para hacer desaparecer el derecho a huelga consagrado en la Constitución. Lo anterior es claramente dicho por los actores oficiales: “El gobierno se meterá a fondo para evitar en el futuro las huelgas constantes en la Universidad de Sonora (Unison), y si para ello se requiere una iniciativa, el Ejecutivo estaría dispuesto a presentarla (…) dijo el secretario del gobierno, Roberto Romero López” (Kiosco Mayor, 7/04/2014). Por su parte, el rector Grijalva manifestó en Navojoa “Es un peligro cuando estalla una huelga sin razón y sin fundamentos, se ha dicho que yo quiero acabar con los movimientos de huelga, claro que no, es un derecho constitucional, pero también es un recurso que debería ser más valorado” (El Imparcial, 7/04/2014). En su momento, la señora Escontrillas declaró que no les importa quién tiene la razón, que lo que quiere el movimiento contra la huelga es que se abra la Unison de inmediato.

Tan activos opinantes parecen dejar de lado un pequeño detalle que, como muchas cosas olvidadas, está en la Constitución federal. Por ejemplo, lo que dice el artículo 123, Fracc. XVII. “Las leyes reconocerán como un derecho de los obreros y de los patronos, las huelgas y los paros”, con lo que queda claro que la Universidad debe pagar el día no trabajado por el STEUS, ya que fue usado como medio de protesta ante la ninguneada de la administración a los reclamos del sindicato de manuales y administrativos. Un medio lícito de presión se convirtió en un pretexto para que la administración justificara su falta de voluntad para negociar con los trabajadores.

Por otra parte, los reclamos histéricos de las señoras metidas a activistas y los no menos estridentes del gobernador del estado y su secretario, como por el propio rector, parecen pasar por alto que el artículo 447 de la Ley Federal del Trabajo (LFT) vigente, señala que “la huelga es causa legal de suspensión de los efectos de las relaciones de trabajo por todo el tiempo que dure”. Por otra parte, la supuesta posibilidad de que los académicos del STAUS ejerzan labores de docencia fuera del campus universitario es simplemente una vacilada, ya que el propio contrato colectivo de trabajo establece cuáles son las condiciones para la prestación del servicio.

Lo que no tiene razón de ser, por todo lo visto, es que se sigan teniendo de rehenes a los estudiantes por parte de la administración universitaria, el gobierno del Estado y ahora las señoras que se ostentan como madres, para tratar sin respeto alguno a los sindicalistas y violentar el marco normativo de la propia institución que dicen defender con ignorancia casi absoluta de lo que es y cuáles son sus propósitos. Lo que deben hacer las autoridades es tomar en serio su papel en la mesa de negociaciones.


La Universidad es un bien social del pueblo de Sonora, en el sentido que su propósito fundacional fue dar a la comunidad una institución de educación superior que permitiera a los sonorenses acceder a los beneficios de la ciencia, la técnica y las artes. Por ello se debe apoyar y respetar, y no tratar de interferir ni intervenir en sus asuntos internos, ya que para el cumplimiento de sus fines es autónoma, de acuerdo al artículo 3º, fracción VII de la Constitución. En ese sentido, es absurda la declaración y los propósitos de intervención del gobierno de Sonora, y por lo menos cuestionable y poco sensata la actitud del rector Grijalva.

viernes, 4 de abril de 2014

¿Madres de abril?

¿Creería usted que los estudiantes universitarios necesitan que su mamá vaya a los medios y defienda una supuesta violación de sus derechos? Cualquiera pensaría que se trata de una broma o que el estudiante  de marras tiene alguna clase de impedimento, como pudiera ser esclerosis múltiple, diarreas recurrentes o alguna de tantas enfermedades incapacitantes que le impidan valerse por sí mismo y requiere de cuidados especiales, y que su defensa tuviera como tema alguna aplicación considerada injusta del Reglamento Escolar. Siendo objetivos, ninguna otra posibilidad puede pensarse toda vez que los universitarios son mayores de edad y con goce de las garantías de su estatus.

Lo anterior sale a colación por el reciente pronunciamiento mediático de un grupo de señoras que exigen la continuación inmediata de las actividades universitarias y que, según declaran, no les importa quién tiene la razón y lo que quieren es que la institución abra sin más dilaciones (Cómo dijera Felipe Calderón, “haiga sido como haiga sido”).

La así llamada “Comunidad en movimiento contra huelga Unison”, asombra por el trivial oportunismo derechista que exhibe, por su coincidencia tanto con el gobierno panista de Padrés como de la administración universitaria en la actitud de exigencia de clases en medio de un movimiento huelguístico, con lo que se pasan por el arco del triunfo las leyes mexicanas en materia laboral y el derecho constitucional de los trabajadores de defenderse por los medios y ante las instancias legalmente constituidas para ello.

Para empezar, la Universidad de Sonora es una institución autónoma sujeta a las leyes del Estado mexicano, con capacidad legal para darse su propio marco reglamentario de acuerdo a las bases normativas que provee su ley orgánica y las leyes federales y locales aplicables, como son la de Educación y la del Trabajo. Desde un punto de vista moral y legal, no es posible cuestionar y menos negar o disminuir el derecho de huelga, de donde resulta un burdo recurso político o un trágico ejercicio de ignorancia el exigir que se abran las puertas de una institución en estado de huelga.

Cabe recordar que en las universidades privadas ni tan siquiera cabe la posibilidad de que existan organizaciones sindicales que defiendan los derechos de los docentes, incluso los contratos son estrictamente individuales y con fecha de terminación que depende de la duración del curso, además de que se obliga al profesor a firmar un finiquito donde renuncia a cualquier tipo de reclamación o exigencia. Aún los pocos que se categorizan como tiempos completos, pueden ser cómoda y rápidamente despedidos sin alegato que valga, en cuanto dejen de ser funcionales a la empresa educativa.

En este tipo de instituciones, los estudiantes son considerados “clientes” y están sujetos a las condiciones que establecen las relaciones comerciales entre prestadores y usuarios de servicios por tiempo determinado, de donde el pago puntual de las cuotas es esencial para la conservación del estatus de estudiante.

En este marco, los padres de los clientes estudiantiles seguramente tienen el derecho de “exigir” la continuidad de los cursos y programas académicos porque pagan por ellos y aplica con mayor propiedad eso de que “el cliente siempre tiene la razón”. La suspensión de actividades por razones no ligadas al pago de cuotas está fuera de la imaginación de sus usuarios en tanto que los derechos de los académicos carecen no sólo de importancia sino de existencia.

Seguramente las madres que se han manifestado contra la huelga de la Universidad de Sonora están acostumbradas a “tronarle los dedos” al empleado académico, pero es importante subrayar que la Universidad de Sonora no es un comercio educativo ni sus alumnos son clientes. Se trata de una institución esencial para la vida civilizada de la comunidad, que cultiva y transmite valores no sólo académicos sino sociales y políticos, empezando con el reconocimiento de los derechos en general y en particular los laborales de sus empleados. Por el lado de los estudiantes, su derecho al estudio depende del cumplimiento de los supuestos del reglamento escolar y de las condiciones que, de manera transitoria, pudieran afectar la continuidad de sus funciones. Los estudiantes universitarios no están siendo privados de ningún derecho, porque pueden continuar sus estudios en cuanto se normalice la situación institucional, y es por ello que la Universidad hace los ajustes de calendario que sean pertinentes.

Resulta una trágica tomadura de pelo que se lleguen a comparar (en un “selfie” conceptual) las gentiles señoras hermosillenses, con las heroicas Madres de la Plaza de Mayo, exigentes de los derechos de las víctimas de la dictadura fascista de Argentina. Tan desproporcionada transgresión a la historia y a los motivos que animaron a las madres argentinas no merece más que el rechazo por cuestiones de sentido común y por guardar las proporciones. El protagonismo vulgar de las señoras locales no beneficia a nadie, no abona nada en la solución del conflicto, no tiene sentido desde el punto de vista del derecho que asiste a las partes en conflicto.

Siendo estrictos, estas manifestaciones apuntan del lado de quienes facciosamente descalifican y atacan a la huelga universitaria, que quienes manipulan (o intentan hacerlo) a la opinión pública, cuyo acceso a la información está limitado por la opacidad de que han hecho gala tanto la administración estatal como la universitaria.  

Sin duda, la decisión de estudiar en la Universidad de Sonora es una buena decisión, pero debe tomarse en cuenta que se trata de una institución que no sólo enseña los rudimentos de una profesión, sino que forma al estudiante en valores cívicos, y contribuye a que éstos entiendan el significado de “estado de derecho”. La tarea civilizatoria de la Universidad debiera ser respetada y protegida por las familias de sus estudiantes, entendida como una oportunidad de ver la vida tal como es, con sus luchas por la defensa de derechos esenciales, por el respeto al trabajo y que en su contacto se moldea la mentalidad social de los jóvenes, por lo que podemos afirmar categóricamente que la huelga es también una forma de enseñanza, un mecanismo legal de formación ciudadana.


La vida en sociedad no logra su armonía pisoteando derechos de terceros y “exigiendo” acciones que inhiban en los hechos las conquistas de México como pueblo civilizado. Si las señoras defensoras de los derechos de sus hijos (mayores de edad) que estudian en la Unison no han reparado en estos detalles, pues bienvenidas a la realidad de la institución académica con más prestigio y trayectoria en el Estado de Sonora y una de las mejores de México y América Latina. Por algo será.