Notas Sueltas es un espacio de opinión sobre diversos problemas de carácter social, económico y político de interés general. Los comentarios pueden enviarse a: jdarredondo@gmail.com

lunes, 25 de mayo de 2015

Muerte en la infancia

El reciente asesinato (14 de mayo) del pequeño de seis años Cristopher Raymundo Márquez Mora, en Chihuahua, a manos de cinco menores que jugaron con él al “secuestro”, da una nueva voz de alarma acerca del nivel de enajenación que ha alcanzado nuestra sociedad. A la víctima le propinaron 27 puñaladas, le sacaron los ojos, le cortaron los labios, la cara le fue deformada a pedradas; fue enterrado en un hoyo cavado ex profeso y pusieron encima un animal muerto para disimular el olor. 

Una semana después, el jueves 21, en Aguascalientes, una niña de 13 años fue violada y asesinada en su domicilio, horas después de que los vecinos la vieran con un grupo de compañeros de secundaria con los que iba a estudiar. Su madre la encontró al regresar del trabajo. El cadáver de la niña estaba en el baño, presentaba golpe en la nuca y había dos botellas de cloro cerca de ella, con las que presumiblemente fue rociada. Faltaban en la casa un televisor, una computadora y un teléfono celular.

Imposible dudar en calificar estos hechos como crímenes alevosos, crueles, que revelan una mentalidad claramente antisocial. Difícilmente se puede llegar a disculpar la privación de las jóvenes vidas como juegos o bromas estudiantiles que se resuelven con un regaño a los perpetradores. Sin embargo, son menores y, en consecuencia, aún bajo la tutela de sus padres.

Francamente no creo que haya un niño intrínsecamente malo, con tendencias homicidas en espera de una oportunidad para satisfacerlas. Me parece muy raro que exista el mal instalado en la mente de los infantes como característica dominante de su personalidad, salvo en las películas y series de factura gringa. Algo pasa y debemos tenerlo claro como sociedad, a fin de poder prevenir futuras desgracias.

Nuestra sociedad se ha visto enormemente influida por una especie de colonización cultural que proviene del norte y que básicamente gira en torno a la mentalidad neoliberal. Vivimos en una comunidad presa de los estímulos de la televisión y otros medios masivos de comunicación e información, de suerte que los valores y principios de nuestra cultura se han transformado siguiendo la dirección de los elementos ideológicos dominantes que son extraños a nuestra identidad. Lo anterior se complementa con cuadros de explotación infantil laboral y sexual en las áreas rurales y urbanas, siendo México uno de los principales productores de pornografía infantil y un sistema educativo deficiente.

La desintegración y disfuncionalidad familiar corren al parejo del incremento de las tasas de delincuencia, pero es incuestionable que la inseguridad económica, el desempleo, los bajos salarios y la ausencia o disminución de prestaciones sociales están presentes en el origen de los conflictos que se dan en el interior de los hogares. Resulta axiomática la afirmación de que cada crisis económica tiene una respuesta de tipo psico-social que afecta las formas de convivencia.

No es exagerado ni ocioso decir que la economía determina la estabilidad del edificio social y que una de las instituciones más sensibles es la familia. No es lo mismo contar con seguridad familiar mediante empleos justamente remunerados a verse en la necesidad de que ambos cónyuges trabajen y dejen para sus ratos libres la educación y el cuidado de sus hijos. Nadie puede negar la importancia de la madre en la trasmisión de valores ni el elemento vertebrante del ejemplo del padre.

En México, la familia es el asidero tradicional de quienes empiezan a caminar por la vida, sorteando las contingencias propias de una ciudadanía venida a menos, de una sociedad colapsada por sus propias omisiones, complicidades y claudicaciones. Cualquiera tiene el permiso tácito de la inmensa masa informe y maleable que llamamos sociedad para izar banderas de reivindicaciones facilonas y ridículas, frente a los verdaderos problemas que calan hondo en las conciencias de la clase trabajadora y sus familias.

Así, tenemos los efectos de una creciente trivialización de la vida a partir de la influencia de los medios de comunicación masivos como la televisión, donde la muerte se convierte en espectáculo que genera ventas de publicidad, y la familia sirve para el consumo de cualquier producto comercializable, antes que ser la célula de nuestra sociedad y la primera escuela de valores.  

Los medios crean héroes y villanos instantáneos, pero también una idea falsa del éxito personal y familiar basada en el logro material y en modelos de relación que más tienen que ver con la cultura anglosajona que con la nuestra. Basta ver los comerciales de cualquier clase de productos para entender que no nos vemos reflejados en esas caras sonrientes de tez blanca y ojos azules que disfrutan de las mieles del éxito en una sociedad de consumo. Somos distintos. La insistencia diaria de la televisión nos hace suponer que es natural lo que vemos en pantalla, que así debe ser, que estamos obligados a asimilar la violencia como algo propio de nuestra sociedad y que debemos sobrevivir cada día mediante la destrucción de los demás que son enemigos potenciales y obstáculos a vencer, en vez de vivir y construir respetando las diferencias.

Nuestra realidad huele a pobreza y abandono, pero el sistema nos hace creer en que la pestilencia de la corrupción y el engaño se deben a falta de refinamiento de nuestro olfato, al que hay que educar mediante nuevas dosis de engaño y manipulación. Ese es el papel de las campañas electorales en favor de la conservación del sistema y el descrédito de nuevas opciones opuestas a éste. Sin embargo, frente al triunfalismo de las soluciones mágicas se yergue triunfante la decadencia del sistema, donde la explotación infantil y las muertes por crueldad, “diversión” o simple estupidez no son sino las evidencias del fracaso neoliberal. En este contexto, las alianzas y coaliciones entre partidos solo pueden expresar los torpes intentos del gatopardismo mexicano, dando la apariencia de cambio para que todo permanezca igual.

Razón de más para cobrar conciencia de la importancia del voto ciudadano informado, que rompa inercias y simulaciones, que se niegue a seguir siendo manipulado por la propaganda del sistema, que diga basta a la injusticia de un modelo económico cuyas consecuencias sociales y culturales atacan frontalmente a la familia y los valores que la sustentan. Debemos votar por la vida, por la paz y el progreso de un México solidario e incluyente.

jueves, 21 de mayo de 2015

Democracia comprometida

Desde luego que la idea de un gobierno democrático es acariciada, aplaudida, deseada e instalada en la conciencia de los ciudadanos de todos los estratos sociales y niveles de ingreso. El concepto es uno de esos que se dan por sentados como parte integrante de la realidad política, económica y social que vivimos. Nadie lo cuestiona. Todo mundo, en especial quienes ejercen funciones políticas, pregona los milagros y virtudes democráticas como algo propio, como conducta adquirida por la convicción. Con igual  fervor ahora se habla de la transparencia y la honestidad, del afán de servicio, de lo mucho que se puede hacer y la certeza de que el (o ella) es el ejemplo vivo de lo políticamente deseable.

Los medios de comunicación nos ofrecen un menú inquietante por su uniformidad en el formato, donde la suficiencia del candidato queda demostrada mediante la repetición de las cualidades que el mismo dice que tiene, en un ejercicio demencial de autoelogio, de autocomplacencia facilona que convoca al auditorio ocasional a entregar su voto el día de las elecciones. Cheque en blanco de cuya responsabilidad pocos pueden hablar si se analiza la libertad con que se otorga, como una aceptación festiva de una condena por tres o seis años, consistente en llevar a cuestas el fardo de la demagogia y la simulación preñada de vanidad y de insulsa pedantería del elegido.

Como ahora se estila, las campañas electorales representan un pingue negocio para una variedad de prestadores de servicios, donde destacan los diseñadores de imagen, de historias familiares y de éxito para consumo público, de materiales  propagandísticos donde destacan las laboriosas creaciones de expertos en fotografía, vídeo, imprenta, entre otros que inciden en las decisiones de los votantes, ahora puestos en plan de consumidores de mensajes.

Lo anterior viene al caso porque no estaría mal distinguir entre lo que es una campaña política y otra de carácter comercial donde la mercadotecnia tiene más que ver que las ideas y proyectos de desarrollo social. En las actuales campañas electorales, ¿dónde termina la acción social y política y dónde inicia la promoción de productos comerciales de temporada? Es difícil saberlo, pero es posible apuntar algunas ideas.

Es evidente que la presencia de los candidatos y la exposición de sus ideas se basan en un aparato de difusión y promoción que más se asemeja a la venta de suscripciones para la televisión de paga o para los teléfonos celulares. La sustancia del debate ideológico y de proyectos políticos se ve disminuida por los reclamos publicitarios que marcan tiempos, espacios, estructura y contenido, de donde la campaña resulta una copia de los comerciales por televisión.

El asunto se complica cuando las propias empresas de medios fabrican, promueven e imponen la voz e imagen del candidato, convertido en un producto ajeno y distante, aunque en cierto modo superior al sujeto que sirve de referente, por obra de las virtudes y cualidades que se le añaden. Aquí es el envase y no el contenido lo que cuenta para las ventas, subrayando su temporalidad, ya que es inútil su consumo después de la fecha de caducidad.

Algunos candidatos aluden a los valores familiares, a la honestidad genética, al parentesco, al lugar de nacimiento, a las ideas que guían sus aspiraciones juveniles, de edad madura o en el ocaso de sus vidas. Resulta curiosa la forma en que se aprenden el guion, las inflexiones de la voz, el tono resuelto y sentencioso; cómo se ponen dignos, cubiertos de una blancura de detergente biológico, relucientes al instante como si de Maestro Limpio se tratara.

¿No es sospechoso que las grandes ideas y proyectos de mejora provengan de personas que han formado en las filas de los partidos que han jodido a la cuidad, al municipio y al estado? ¿No llama la atención que se muestren tan conocedores de la realidad que se han empeñado en negar, ocultar, disimular, en cuantas ocasiones han podido? ¿Ahora sí tienen solución los problemas que sus institutos políticos han ayudado a crear? ¿Ya no apoyan el enriquecimiento ilícito que en grado de complicidad ha sido tolerado por sus respectivos partidos? ¿Pueden las administraciones del PRI y el PAN (Prian) hablar de honestidad sin provocarse una hemorragia?

Los gobiernos del Prian han impulsado reformas legales que tienen por resultado el empobrecimiento y la falta de oportunidades para jóvenes y adultos; han disminuido al máximo la seguridad social, acabado con las expectativas de muchos ciudadanos que desean una vida digna, han acabado con la seguridad pública y el propio gobierno es quien agrede, desaparece o mata a la población, mediante operaciones ilegales; se ha criminalizado la protesta, coartado la libertad de expresión, agredido sistemáticamente a los estudiantes, maestros, campesinos y demás trabajadores. Las reformas constitucionales desde Salinas de Gortari hasta la actualidad han sido funestas para el país, y sus consecuencias las leemos cada día en las secciones de policía o seguridad pública de los medios informativos.

¿Es creíble el baño de honestidad y valores familiares que se dan públicamente los candidatos? ¿Es digno de confianza quien políticamente forma parte de la canalla que ha arruinado al país y al estado? ¿Somos una democracia o una cleptocracia?

No podemos hablar de democracia en un estado dominado por las trasnacionales y los negocios mediáticos, por las grandes empresas de televisión y de medios impresos que manipulan y pervierten la opinión pública. No es democrática una sociedad teledirigida, dominada por fuerzas ajenas a los intereses de la sociedad, porque manipula la decisión de los ciudadanos, esteriliza los impulsos de cambio y nulifica el poder transformador del voto. En este caso, el desaliento y frustración ciudadanos obra en favor del mantenimiento del sistema de opresión existente y provocan que la gente decida no votar o anular, siendo que lo realmente necesario es que vote en contra del sistema y apoye opciones distintas al Prian y satélites legislativos. En legítima defensa, votemos por la verdadera oposición al sistema. Ya es tiempo. 


lunes, 11 de mayo de 2015

Voto útil


                                                Cuando despertó, el dinosaurio seguía allí. 
                                                           (Augusto Monterroso)


Iniciamos la semana con una nota que estremece las conciencias, hace crujir las cuadernas de nuestra convicción política y resquebraja con facilidad ciclópea cualquier noción de democracia y acción republicana. Ana Guevara llama a votar por Claudia Pavlovich.

Desde luego que resulta sobrecogedora la visión de la ex velocista mexicana que puso en su momento muy en alto el nombre de México y Sonora en las pistas de carreras, pero lástima que sus aspiraciones se limiten a una chapuza torpe en el juego político neoliberal: sacar al PAN del gobierno de Sonora. Recuerdo con cierta nostalgia aquéllos tiempos anchos en los que se suponía estaba en juego la democracia y que, para algunos, la única salida era votar por el PAN ¡para sacar al PRI!    

Ahora resulta ser un argumento circular, pleno de redundancias que huelen a humor involuntario, a broma que se desgasta en los páramos de la ignorancia política y la flojera de ser un luchador por el cambio a contracorriente. El voto útil al que llama Ana Guevara carece de contenido político en el sentido de convocar a las fuerzas sociales para transformar, para cambiar el perfil autoritario del gobierno, para reivindicar el derecho del pueblo de ser el actor esencial de los cambios progresivos que nos acerquen a la utopía.

Llamar a votar por un partido que ha demostrado ser nefasto para la salud de la república porque ha negado su historia, su carácter revolucionario, laico, progresista aun dentro de los estrechos márgenes del capitalismo, es un absurdo. Si bien es cierto que el PRI de antes de los años ochenta todavía enarbolaba las banderas de la revolución, nadie puede negar las terribles transformaciones que sufrió en sus documentos básicos y en su ideología en los años noventa, hasta abrazar la teoría y práctica del neoliberalismo de guarache e impulsar reformas “estructurales” que son concesión de soberanía y entrega al extranjero de nuestros recursos naturales y culturales, sometidos al más grosero manoseo y abuso ecocida.

Del PAN sólo se puede decir que fue un partido de gente “decente”, de la derecha confesional enemiga de la revolución, que de ser el núcleo del conservadurismo nacional se transformó en una máscara hipócrita y corrupta de lo que fue. Su ideología se mercantilizó hasta quedar convertida en una caricatura pestilente, que al igual que el PRI, en la práctica niega y reniega de sus impulsos fundacionales, pasando a ser otra cara de la moneda neoliberal mexicana.

Llamar a votar por uno para sacar a otro es como argumentar a favor de un corrupto por comparación con otro. Parece que la clase política mexicana y sonorense gusta de los argumentos circulares sin recordar que un círculo entre más se le acaricia más vicioso se vuelve. Para nada se nota el ánimo transformador, la visión del cambio como promesa en nuestras manos, como arcilla por modelar de acuerdo a nuestras más sentidas aspiraciones locales y nacionales. Habla, en todo caso, la desesperanza, la declaración de derrota, el bajar los guantes y quedar sin guardia, para después llamarse víctima en las redes sociales y ante los medios de información que se presten para el desahogo de la impotencia cobarde de quienes decidieron plegarse antes que luchar.

El voto útil es el instrumento de la visión mercantilizada y farisea de la facultad que tiene el pueblo para decidir su futuro político, en ese sentido es tan obtuso y pragmático como la abstención o la anulación del supremo deber ciudadano de ser parte activa del destino nacional erigiéndose en elector. El ser uno entre los muchos que formamos la república y luchar por el cambio progresista y democrático no es asunto menor, de donde la cómoda y ridícula postura de no participar en forma efectiva supone la confesión explícita de la complicidad con el sistema neoliberal que padece el país, como un cáncer que corroe nuestras instituciones y trivializa la función pública.

¿Qué utilidad tiene votar tanto el PRI como el PAN si se trata de desarrollar una nueva perspectiva social, política y económica para nuestra sociedad? En todo caso, es útil para preservar el sistema de opresión económica y política que se padece, pero absolutamente inútil para avanzar en los cambios que la sociedad requiere para lograr una vida con bienestar y progreso, con verdadera justicia social.   

En este caso, ¿por qué llama Ana Guevara a votar por la coalición encabezada por el PRI? ¿Para que sigan los mismos, ahora legitimados por el voto? ¿Por qué pide la ex deportista seguir votando por la corrupción, la explotación, la inseguridad y la dependencia extranjera? Lamentablemente, la cultura de las canchas y los estadios, donde se gana o se pierde con limpieza, donde la competencia es lo que hace al deportista y donde los retos son para afrontarse y establecer nuevas marcas, se ve rotundamente desmentida por la Guevara. Se deja llevar por el cálculo y sin ningún espíritu deportivo apuesta por el posible ganador.

Por otro lado, la verdadera oposición vota por principios, por razones ideológicas y por el proyecto con el que se identifica y por el que trabaja, no por tal o cual posible ganador porque la cuestión electoral no es como las carreras de caballos. La política no es asunto de apuestas sino de voluntad ciudadana. Hoy pueden ser pocas las posiciones logradas, pero se hace camino al andar. Nada más útil que un voto que traza nuevos caminos, que oxigena las conciencias, que aunque se pierda esta elección, demuestra que está en la competencia, perseverante, incorruptible, honesto, sabedor de que el mañana le pertenece.