Notas Sueltas es un espacio de opinión sobre diversos problemas de carácter social, económico y político de interés general. Los comentarios pueden enviarse a: jdarredondo@gmail.com

domingo, 26 de noviembre de 2023

HAY TRIUNFOS QUE SABEN A DERROTA

 “El mercado puede permanecer irracional más tiempo del que usted puede permanecer solvente” (John Maynard Keynes).

 

¿Se imagina un país sin banca central, sin política monetaria, sin control estatal de los medios de producción, vías de comunicación y totalmente sujetos a los vaivenes del dólar y los caprichos del Fondo Monetario Internacional, más las eventualidades de una economía privatizada?

Parece que fuera la realización de los sueños de una mente económica esquizofrénica que entrega el patrimonio nacional al extranjero mientras promete la grandeza nacional.

En este escenario, las funciones del gobierno quedarían bastante reducidas, un simple garabato burocrático sin poder ni trascendencia más allá de abrir y conceder mayores espacios de participación a la iniciativa privada que, en el caso de un país seriamente endeudado, seguramente daría paso al inversionista extranjero transnacional “para generar empleos”, cayendo de trasero en las asperezas del gran capital y despidiéndose de la soberanía, el dominio nacional sobre sus recursos naturales y la existencia misma de la nación.

Con la liquidación de las empresas nacionales se desataría una ola especulativa donde la corrupción recibe la fuerza necesaria para trepar hasta el sector público y afianzar sus brazos en el ámbito privado y social.

Argentina parece encaminarse a una especie de suicidio digno de un tango o una milonga, un canto al pesimismo convertido en política pública pero envuelto para regalo en el triunfalismo de la extrema derecha.

La idea de reducir al máximo al Estado para que las funciones vitales de la economía nacional las tenga el mercado, parece tan peregrina que aún la más mala lectura de los principios de la economía clásica resultaría en calificaciones reprobatorias para quien decida llevarlos al terreno de la realidad.

Desde hace mucho tiempo, la idea de que el mercado es capaz de autorregularse ha quedado descreditada por el simple efecto económico y social de la acumulación de capital y los impactos distorsionantes que tienen los monopolios por su poder sobre los productos y los precios.

Un problema esencial que surge en cualquier economía moderna no es tanto la producción sino la distribución del producto generado, afectando la circulación de mercancías, la dinámica del consumo, el nivel de los precios y el bienestar general.

Al momento de que un país hace depender su economía casi exclusivamente de factores externos, el progreso del país queda fuera de las posibilidades de incidencia del gobierno y reducido a un simple espacio de especulación y aprovechamiento extranjero.

La idea de depender de una moneda extranjera y de que es mejor comprar que vender, termina por liquidar la industria local y la posibilidad de planear el desarrollo de acuerdo a los intereses nacionales.

No es cosa de broma ver a un país en manos del Fondo Monetario Internacional, y terminar siendo colonia de explotación y zona de operaciones militares de Estados Unidos.

Tampoco es un chiste que la desaparición de la banca central, la privatización de la salud y la educación se vea como triunfo político y no como un fracaso, y que la “novedad” neoliberal radicalizada representada por la candidatura de Javier Milei se considere mejor que la defensa de la seguridad social y la autonomía financiera nacional.

Al parecer, Argentina no ha aprendido nada de los ejemplos internacionales en los que una economía se entrega a la seducción neoliberal con los ojos cerrados, creyendo que profundizar las causas de la crisis ayuda a salir de ella.



sábado, 18 de noviembre de 2023

RESTAURACIÓN DE MONUMENTOS

 “Somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que asumimos. Sin memoria no existimos y sin responsabilidad quizá no merezcamos existir” (José Saramago).

 

Parece sencillo restaurar un monumento, pero la cosa no acaba con una labor de limpieza sin más arte que pasar un trapo, lijar aquí y allá, rellenar algún hueco o fisura y pasar la brocha. Restaurar sin considerar el lugar donde se emplaza la obra, sus características, dinámica y clima es tanto como ignorar la misma naturaleza del objeto, la intensión del autor, la expectativa de las autoridades y la visión de los ciudadanos a quienes se dedica el mármol o el bronce convertido en memoria monumental.

La restauración del monumento a Jesús García Corona no debiera suponer el cambiar su emplazamiento, privando al Parque Madero de una de sus expresiones más significativas: los hermosillenses de ayer y de hoy identifican al parque como el lugar donde se encuentra este homenaje material a la memoria del héroe de Nacozari, uno de los ciudadanos más ilustres de nuestra ciudad capital.

Sin embargo, como una especie de maldición gitana, con cada cambio de gobierno llega un nuevo aire reformador y, tarde o temprano, se empiezan a mover cosas y sustituyen logotipos, iconografía, nomenclatura, de suerte que la memoria y el sentido común pasan a ser la última línea de resistencia frente a la vorágine de los cambios.

Es claro que nada permanece estático, que la sociedad y sus cosas se mueven sin que los cambios necesariamente signifiquen progreso, aunque todo progreso suponga cambio. Es obvio que cada gobernante quiera dejar su huella en la ciudad o el estado, y que busque cambiar o suprimir cosas, mientras que se afana en crear otras para la memoria colectiva, aunque a veces se dejan más huecos que rellenos.

Un intento de cambio que eriza los pelos es el de separar el poblado Miguel Alemán del municipio de Hermosillo, repitiendo los intentos realizados en otras épocas donde una oposición electorera y sin mucho seso impulsaba cada cierto tiempo la separación del poblado y parte del territorio costero, en perjuicio de Hermosillo.

Tal iniciativa, recientemente aprobada por el actual cabildo y sujeta a la aprobación final del Congreso del estado, da idea de lo poco pensantes que pueden ser los gobiernos municipales sin mucho conocimiento ni arraigo en la comunidad que se supone gobiernan. ¿Deshacerse de lo propio, de una porción significativa de territorio, es trabajar por el municipio, su integridad y bienestar?

Es de esperar que los diputados hagan el mejor uso de su capacidad craneana y, con el mejor discernimiento, digan NO a tal iniciativa, y que Hermosillo conserve su integridad territorial y sus expectativas de progreso.

Ahora, si hablamos de huecos que deben ser llenados, ahí tenemos la ausencia funcional de la escuela Leona Vicario, ubicada en el centro de la ciudad. Han pasado muchos meses en los que el edificio escolar permanece en el más triste abandono, sin que se vea intención de emprender su remodelación y puesta al día, respetando su venerable arquitectura y antigüedad. La idea de dedicar este hermoso edificio a fines distintos a los que fue creado es no sólo preocupante sino francamente repulsiva.

Se habló de que sería mejor como museo, pero, ¿para qué queremos un cementerio donde puede haber un jardín que rinde homenaje a la vida en cada una de sus aulas? ¿Qué actividad renueva la vida y la memoria en mayor proporción que la docencia?

Sólo falta que algún vivillo encaramado en el gobierno, ignorando el valor social e histórico de la Leona Vicario, piense en el valor comercial del predio y la jugosa ganancia de cambiar su uso educativo por otro con menos valor social, pero más lucidor en el sentido financiero. Al respecto, la comunidad y las familias aún esperan acciones de rehabilitación y restitución del edificio por parte de la autoridad correspondiente.

Cambiar las cosas por cambiar, para que el cambio se atribuya a tal o cual personaje es absurdo. La sociedad espera tener autoridades capaces de solucionar problemas y presentar alternativas útiles y pertinentes, respetuosas e integradoras.  

Si se lucha por la regeneración nacional, ¿para qué seguir actuando de acuerdo al más burdo pragmatismo neoliberal? ¿Para qué dar manotazos a la historia, las tradiciones y el paisaje cultural de la ciudad y el municipio si se pueden rescatar sus valores esenciales, sin sacrificar las expectativas de progreso y bienestar, y seguir avanzando?

Esperemos que el Congreso del Estado vote a favor de la integridad territorial de Hermosillo y que sus edificios y monumentos sean preservados con respeto a su propósito y contexto, para mejor servir a la comunidad.


 

viernes, 10 de noviembre de 2023

NUEVA CREACIÓN MUNICIPAL

 “Luego luego se ve quién es quién en esta miserable aldea” (Carlos Fuentes).

 

Al parecer hay que darle de patadas a la historia y, ya encarrerados, al futuro. La propuesta inicialmente con fines primeramente electoreros, aunque fundados en una población creciente con necesidades insatisfechas, ha dado un paso adelante al aprobarse por el Cabildo hermosillense mocharle territorio al municipio que dicen representar y gobernar.

Ahorrarle recursos y responsabilidades administrativas a Hermosillo puede ser una buena idea, pero no a costa de territorio, si se valora la disposición de bastantes kilómetros cuadrados aprovechables de muchas maneras, empezando por ser el asiento de inversiones donde la luz solar y eólica cuenta para la generación de energía y la engorda de algunas cuentas corrientes.

¿Cuántos kilómetros perderá Hermosillo en favor de ahorrarse costos al renunciar a su espacio de competencia administrativa y política en Miguel Alemán? ¿Perderemos un tamaño significativo de costa y acceso al mar, dejando de lado la futura producción y aprovechamiento municipal de energía eólica, solar y marina?

¿Los empresarios afincados en Hermosillo carecen de iniciativa, voluntad innovadora y visión de futuro y se contentan con la gerencia de alguna empresa transnacional? Parece que sí.

Hoy, como hace años, insistí en que la pérdida de territorio no es un buen negocio, y que perder un área agrícola importante en la producción de alimentos exportables y de recursos fiscales no es ni podría ser una solución para la capital de Sonora ni para el municipio en su conjunto, y que sería mejor opción la inversión productiva y mayor atención ciudadana.

Sin embargo, en vez de emprender una bien planeada descentralización y desconcentración de servicios, mayor atención en materia de seguridad y servicios de gobierno y administración, mayor y mejor capacidad de cobertura institucional y en la asignación de presupuesto, finalmente se opta por deshacerse de una ciudad y su entorno productivo, en una renuncia a la función pública y la integridad geográfica y política del municipio.

Triste decisión del Ayuntamiento, que al final confirmó la incapacidad de dar respuesta oportuna a las justas demandas ciudadanas, quedando claro que no es lo mismo exhibir la dentadura en las portadas de los periódicos, dar declaraciones optimistas, viajar y hacer caravanas con sombrero ajeno que gobernar y dirigir la administración pública en beneficio de todos.

Es triste ver que, en el caso municipal, un gobierno tras otro cree que gana prestigio mediante el juego de las declaraciones, los viajes al interior o fuera del municipio, o del estado, mientras permanecen olvidadas las áreas rurales, que han sido el asiento de una importante actividad agrícola con amplias posibilidades de diversificación, por ejemplo, a través de proyectos de desarrollo agroindustrial.

La aprobación del nuevo municipio es, en cierta medida, producto de la ineficacia de las administraciones, del natural crecimiento poblacional en una zona que atrae trabajadores migrantes, pero que no es digna de una correcta distribución de los recursos públicos y privados, dando lugar a una zona que produce riqueza, pero no la aprovecha en beneficio de quienes la producen.

Esperemos que la superficie cedida al nuevo municipio no sea en perjuicio del futuro crecimiento agropecuario, pesquero, turístico e industrial de Hermosillo, y que el fortalecimiento de la economía regional no sea uno más de los proyectos fallidos.

Hermosillo debe conservar sus costas, en bien de la atracción de inversiones, la generación de empleos y el bienestar municipal. De otra manera, será un fracaso por simple negligencia e incapacidad para dar respuesta a las justas demandas de su población rural, y urbana.

Queda claro que, hoy como ayer, la incapacidad para administrar y gobernar que se disimula con sonreír para las cámaras de los medios informativos no es, ni puede ser, ejemplo de prácticas democráticas y de responsabilidad política, sino todo lo contrario.



sábado, 4 de noviembre de 2023

DIA DE MUERTOS

 “La muerte termina una vida, no una relación” (Morrie Schwartz).

 

El día de Muertos es un día especial, sin duda. Un día que la tradición destina para recordar a los que se han adelantado, a los idos para siempre, a los parientes y amigos, compañeros, vecinos, a las personas conocidas lejanas o cercanas, a los que nos mueven el tapete de la existencia con la certeza de que, así como los ves, te verán.

Día en que la mercadotecnia barata centra sus baterías como ejercicio preparatorio de festividades mayores, tocando la fibra de la nostalgia a los clientes cautivos de siempre, a los que llenan el cochinito de las empresas como si fueran los remanentes del ejercicio fiscal del Poder Judicial no devueltos a Hacienda y convertidos en fideicomisos.

La vida de los mexicanos es un albur, una moneda en el aire que difícilmente cae de canto, en una neutralidad o equilibrio tan precario como improbable, porque lo mismo muere atropellado por un auto en fuga como por un camión de transporte público cuyo chofer parpadeó más de lo prudente.

La muerte azota las costas guerrerenses, como el crimen organizado lo hace con la frontera y los núcleos urbanos, pasando por la sierra y los caminos que van al norte. Aquí vemos que hay de huracanes a huracanes, pues lo mismo mata o damnifica una banda criminal que quema incienso al dios del libre comercio que un empresario que mira para otro lado cuando su negocio minero acaba lentamente con la vida de muchos y deja su huella en la tierra y el agua de un río.

Día de Muertos en el que recordamos a nuestros desaparecidos, a veces sin pensar en los del vecino, en los que están en Gaza, en África, en el Oriente medio y próximo, en el sur de nuestro continente, en cualquier zona donde haya petróleo, tierras raras, diamantes, esmeraldas y otros minerales vistosos en el escaparate de la joyería internacional y su mercado de vanidades o de insumos y productos industriales.

Nuestros muertos tienen, por razones de proximidad, mayores garantías de memoria y emoción que aquellos que son sólo referencias noticiosas, titulares con barniz humanitario que se resbalan de la mente y sensibilidad de los lectores que repasan las noticias con la distracción propia del caso, mientras arreglan su vida cotidiana de alguna manera en las antesalas, en la sobremesa, en los momentos de ocio sin salida ni propósito claro.

Los muertos pueden ser víctimas del tiempo, de una enfermedad, o un conductor deshumanizado, inmoral y estúpido en su cobardía, o pueden ser objetivo seguro para algún dron de factura occidental; o por obra de fuego cruzado, o por una droga colada en el antro de moda, o por el exceso de fuerza a la hora de repeler una agresión o someter a un delincuente, o un arranque violento, o un accidente en el entorno familiar.

La muerte y su conmemoración tiene nombre y apellido en su construcción mental. Pasa por los recuerdos cercanos o lejanos y se corporeiza, tiene voz, volumen e intensidad, adquiere movimiento y camina a nuestro lado, como hace años, o meses, o días.

Es la madre, el padre, el pariente cercano que vive de nuevo en la evocación del día, es el amigo, el compañero de escuela, el camarada de aventuras juveniles, la compañía entrañable en la casa, en el barrio, en la cotidianidad que nos toca la puerta de la memoria para que vivamos de nuevo lo perdido.

Y ahí está el compadre, el amigo de infancia, el compañero de la primaria, el cómplice de tropelías de la secundaria o preparatoria, el condiscípulo de la carrera, el colega en el trabajo, y así, recorremos el circuito de los caídos, que se estrecha en la contemplación de los más cercanos, de quienes nos mueven la conciencia y la nostalgia, triste, pero también agradecida y gozosa.

Recuerdo entre otros entrañables personajes que vertebraron mi vida, a mis familiares, a mis maestros, a mis amigos y compañeros de estudios y trabajo, a aquellas personas que, sin conocerlas personalmente, aportaron y aportan ejemplos luminosos de dignidad, resistencia ante la injusticia, oposición militante ante la grosera manipulación de los valores humanos, la verdad y la justicia.

Hoy tenemos muertes que se perpetran en el altar de la codicia, de la estupidez expansionista en Oriente próximo y medio, en África, en nuestra América colmada de bienes terrenales codiciados por los mismos de siempre, de bienes culturales que se manosean y deforman en aras de una obscena y criminal pretensión de uniformidad continental y mundial, en una unipolaridad absurda y antinatural “basada en reglas”, en una imposición intolerable. 

Día de Muertos, día de celebrar la memoria y de refrendar nuestros deberes con la libertad, la verdad y la vida. La lucha sigue.