Notas Sueltas es un espacio de opinión sobre diversos problemas de carácter social, económico y político de interés general. Los comentarios pueden enviarse a: jdarredondo@gmail.com

domingo, 29 de agosto de 2010

Ausencia de valores

La sensación de calor ronda los 50 grados y el nivel de humedad contribuye con generosidad a la puesta en escena de “Temporada en el infierno” o cualquier otro título que refleje las condiciones en que se encuentra la población de Hermosillo, capital de Sonora.


A lo anterior se añaden: la obligación de portar uniformes con estrellitas que poseen atributos térmicos solamente existentes en la enfebrecida imaginación de los promotores de esta campaña-negocio privado en que termina la sustitución de los tradicionales uniformes escolares llevada a cabo por el gobierno de Padrés, y las fallas en la corriente eléctrica que sufren un buen número de escuelas.

Así se tienen temperaturas altas, excesiva humedad, uniformes con materiales posiblemente adecuados para temperaturas que no pasen de 25 grados, y ausencia de electricidad que haga funcionar ventiladores o aparatos de refrigeración, lo que en conjunto recomiendan a los directivos y a las familias evitar exponer a los niños a una deshidratación, mientras se generan las condiciones que hagan posible su experiencia académica.

No es raro que las autoridades suspendan clases cuando hay una contingencia ambiental, climatológica o epidemiológica, o de seguridad pública. Aun está en la memoria de todos la suspensión de labores, incluso en el nivel superior, por lo de la influenza A1-H1N1, que aterrorizó a muchos por la posibilidad de un contagio de consecuencias graves o letales, según se aseguró en las dependencias gubernamentales y se difundió por toda la nación.

Se han suspendido labores escolares por amenaza de huracanes, entre otras muchas razones que ponen la seguridad e integridad de los alumnos y personal docente por encima del cumplimiento del calendario. Cuando se ven los riesgos de seguir mecánicamente un horario o un calendario, la sociedad agradece que haya autoridades que tomen decisiones en beneficio de la población.

Pero, en el “nuevo Sonora” parece no compartirse la precaución y el interés humano de otras épocas y otros lugares: la subsecretaria responsable del nivel básico en la entidad, Shirley Vázquez, ha declarado que no se debe suspender las clases por razones de la temperatura o la carencia de electricidad, debiendo estar, estudiantes y maestros, “debajo de un portal” recibiendo las clases.

La refrigerada funcionaria educativa demuestra que la lejanía de las aulas y la cercanía de una oficina funcional, cómoda y dotada de personal de apoyo y tecnología que haga confortable el ambiente, puede ser razón suficiente y necesaria para ignorar los rigores del clima y la dificultad real que enfrentan maestros y alumnos en el diario batallar escolar.

Está científicamente demostrado que un organismo vivo, humano, sometido a altas temperaturas y en plena pérdida de líquidos al sudar como contratados, no rinde intelectualmente como debiera. La distracción, confusión y ofuscación acompañan las horas-aula en condiciones adversas como son las propias de un clima caluroso sin electricidad que permita paliar sus efectos.

La educación de calidad no se logra solamente con el cumplimiento de normas burocráticas, con uniformes, horarios, calendario escolar, formatos a llenar, mecanismos de supervisión y control, inspecciones y fichajes precautorios, sino con capacidad docente, pertinencia administrativa, infraestructura adecuada, materiales y servicios necesarios; se logra con sentido común, con interés real en la enseñanza y el aprendizaje, con la amorosa disposición a dar lo mejor de sí mismo y contribuir eficazmente a la formación integral de los estudiantes.

Se puede entender la necesidad de “quedar bien” con el jefe, de hacer declaraciones que revelen el afán de cumplir con el deber, pero hacerlo burocráticamente, sin atender la realidad del contexto, sin poner por encima la salud y sin sentir empatía por los pequeños y jóvenes estudiantes, revela una ausencia de valores humanos francamente impropia de una funcionaria educativa. Desde luego que los valores se “maman”, pero ¿que no hubo en su infancia alguien que proveyera lo que ahora parece estar ausente?

sábado, 28 de agosto de 2010

Esa tele que ves

Comentaba hace poco el amigo Ernesto Gutiérrez Ayala en su columna “En pocas palabras”, sobre los excesos en que caen los medios de comunicación al lanzar programas y comentarios que, a la luz del deber de informar o el propósito de divertir, resultan innecesarios y en cambio bastante agresivos para la mente de los más jóvenes. La televisión con total desparpajo promueve valores que no necesariamente son compartidos por la gran mayoría de los televidentes; la vulgaridad sustituye la inteligencia del comentario y las actitudes suponen la proyección de un ambiente prostibulario en el que, desde la comodidad del hogar, se pretende sumergir a los espectadores. Tanto en la radio como en la televisión, el lenguaje soez, la ramplonería y el lugar común manejados en forma chabacana permiten suponer que el cerebro del emisor se encuentra en avanzado estado de descomposición, y que sus emanaciones se traducen en intentos procaces de comunicación que no atina más que a caer en garras de la coprolalia, la anemia conceptual y el plano valorativo de alcantarilla.


Las imágenes dan cuenta de lo que pudiera ser un desliz por las aguas de la pornografía, como si fuera un anzuelo para atrapar incautos libidinosos acostumbrados a la virtualidad por obvia omisión de la realidad. La enfermiza propensión a la permisibilidad televisiva supone, como dice Ernesto, la evasión o la ausencia de autoridades que vigilen la moral pública, pero también una sociedad que ha avanzado hacia la pérdida de los escrúpulos morales, que una vez rota la solidaridad familiar en el cuidado de los hijos, se declara ayuna de compromisos con el futuro de los más jóvenes.

La cada vez menor sensibilidad social se transfigura en libertades reclamadas por las minorías, con lo que los reclamos sociales de protección de la familia son reprimidos con adjetivaciones ofensivas: “retrógradas”, “ignorantes”, “conservadores”, “homofóbicos” y otros calificativos considerados impactantes en la geografía de lo políticamente correcto. Los despropósitos televisivos ilustran acerca de la modernidad, por una parte, con imágenes y lenguaje crudo, sangriento o francamente pornográfico; luego sigue la cartelera de programas a tono con las modas que se trata de imponer desde el exterior con el cómplice jolgorio de algunos grupos interesados en auto-reivindicaciones facilonas: Enfermeras drogadictas, homosexuales que aconsejan sobre moda, familias modernas de acuerdo al nuevo canon que considera normal la unión de personas del mismo sexo, en medio de impulsos empresariales que reorientan la escritura de guiones para cine o televisión en la búsqueda de ese nicho de mercado actualmente en disputa.

Desde luego que las críticas se presentan más duras si se trata de reacciones por parte de grupos católicos o evangélicos, porque toda oposición o contradicción al modelo familiar que se promueve es atacada, perseguida y probablemente castigada con saña neo-inquisitorial. Las brujas actuales son las que tienen pacto con el Dios judeocristiano, y deben ser quemadas en la hoguera del hedonismo y las apariencias de modernidad, a nombre de la tolerancia y la diversidad. La moral, como se ve, depende de los estudios de mercado y las políticas de promoción de los productos. En este caso, nuestra televisión trata de posicionarse en las preferencias proyectadas por las empresas encuestadoras, bajo el supuesto de que la mente del consumidor se debe modelar gracias a la publicidad y la mercadotecnia.

El señalamiento de Ernesto Gutiérrez, viejo lobo de mar en las aguas del periodismo local y regional, es un llamado de atención, que quizá signifique la expresión de una posición de defensa de lo nuestro, en la medida en que otros comunicadores conserven la cabeza en su lugar y opinen de manera independiente, sin dejar de lado sus sentimientos y opiniones sobre lo que es, a todas luces, un asalto a la familia, a los valores que le sirven de sustento, a la ejemplaridad de los padres y a la idea de mundo que algunos consideramos válida y digna de sobrevivir; aunque muchos opinantes preferirán ocultar su posición sobre los temas candentes para no comprometerse y se escudarán en una objetividad absolutamente cosmética, en el manejo de encuestas, por el temor a poner en evidencia su manera de pensar y hacerse responsables de ella. Después de todo, el no-compromiso también es una posición, pero cabe recordar que no hay ciencia sin conciencia.

Aunque estamos en un país donde la justicia y la razón se conceden al mejor postor, resulta útil reflexionar sobre el destino posible que compartimos los habitantes de esta nave llamada México. El timón no lo pueden llevar los vendedores de espejitos y cuentas de colores, los engañabobos, los demagogos de siempre, los enanos mentales que venden hasta el apellido si hubiera alguien que se los compre. Si de ellos depende la oferta, recuerde que de usted depende la demanda.

En todo caso, cambie de canal o apague la tele o el radio, tome un libro y dedíquese a imaginar, a reconstruir la trama, a ponerle colores a los paisajes, profundidad a los diálogos, y sea el arquitecto de su propio entorno familiar. Conviértase en maestro, enseñe a sus hijos a mandar a la porra lo que sea estúpido, ilógico y ridículo. Revise con ellos el material de la escuela, enséñeles a interpretar los textos, señale el trasfondo de las omisiones, las exageraciones, los errores no tan involuntarios, la trama babeante de la enajenación formalizada por el gobierno en turno. Sea independiente y aprenda a disfrutarlo y, sobre todo, comprométase con su propio futuro.

viernes, 27 de agosto de 2010

Los atronadores éxitos

Ley de Imhoff:


La organización de cualquier burocracia es muy parecida a una fosa séptica: los pedazos gordos siempre suben.


Mientras trato de lograr una relación armoniosa con la aguda cefalea que sufro, así como el aguangamiento general que insinúa una deshidratación, pienso en los que ya no sufren dolor alguno por la simple razón de que están muertos. La ausencia de dolor se revela como un estado indeseable si opera de manera radical, sin la concesión de alguna leve molestia, algún padecimiento que nos conecte con la vida y sus milagros. La muerte es ausencia, recuerdo, un sueño que preferimos soñar en cabeza ajena.

Mientras nuestra cabeza sufra dolores podemos afirmar que está en su lugar, que sigue conectada al resto de la anatomía y la fisiología funcionalmente, así que los malestares estomacales, los feos retortijones, los mareos y las náuseas o el eventual desvanecimiento, atribuidos a la intensidad de los rayos solares, nos coloca en una posición privilegiada llena de resonancias locales, de elementos que fortalecen el regionalismo, la hermosillez, que nos llena de orgullo y satisfacción capitalina.

No ocurre lo mismo por rumbos de Tamaulipas, donde asesinan al por mayor, como si de matar se tratara en un país agobiado por el subdesarrollo político de autoridades y politicastros trepadores de uno y otro signo partidista. En Tamaulipas la Parca se ensaña con los desprotegidos de siempre, con los migrantes que atinan a pasar por tierras equivocadas en el momento equivocado, como si la oportunidad de morir en despoblado obedeciera a momentos y casualidades. Se reportan 72 muertos, que sin distinción de sexo o edad terminaron en una fosa común, en una situación que en México es cada vez más corriente.

El incidente puso en marcha la máquina de hacer declaraciones y, como era de esperarse, los gringos se apuntaron a “colaborar” con las autoridades en aras de recuperar la paz y la civilidad perdidas, como si nosotros anduviéramos ofreciendo la ayuda policial a Estados Unidos en la captura de criminales que matan del otro lado. En este y otros casos, el embajador Carlos Pascual, de origen gusano (es decir, cubano refugiado en Miami declarado enemigo de la revolución cubana), se ha hecho presente y aprestado a declarar el interés de su país de colaborar en asuntos que son de la exclusiva competencia de las autoridades mexicanas, en una forma poco discreta de plantear los ardientes deseos del tío Sam de convertir a México en un apéndice económico-judicial de ellos, como lo es Colombia, Panamá o Iraq, por poner ejemplos.

A pesar de la seriedad del caso, de inmediato el vice-coordinador de la bancada panista en San Lázaro, dio en declarar que esta matazón inédita se debió a que los grupos de narcotraficantes andan nerviosos, que resienten las acciones del gobierno de Calderón en contra de la criminalidad. Es decir, 72 muertos inocentes y extranjeros por añadidura, victimados por criminales organizados, son expresión del éxito de la lucha calderonista contra el narcotráfico. ¡Cáspita, recórcholis y zambomba! ¡Sic y recontrasic! En esa lógica, los más de 28 mil asesinatos cometidos en lo que va del sexenio, son las pruebas claras del éxito de las acciones para garantizar la vigencia del estado de derecho y la seguridad pública. Menuda forma de acreditar logros.

El despiporre nacional actúa como caldo de cultivo para relaciones de dependencia más oprobiosas que las actuales, ya que los gringos no sólo aportan armas a uno y otro bando, sino que las labores de inteligencia realizadas no se sabe si tienen un solo beneficiario, habida cuenta que el dinero es un poderoso ingrediente en el discurso político y legal de los gringos; por otro lado, no se puede evitar el recuerdo del episodio Irán-contras, entre otras operaciones donde el trasiego de droga fue parte de la estrategia de control y manipulación orquestada por la CIA.

De hecho, la posibilidad de que los Estados Unidos sea el primero en interesarse en el despiporre latinoamericano y obviamente mexicano tiene muchos visos históricos de credibilidad. Sin temor a exagerar, se puede afirmar a la luz de la evidencia histórica que el principal narcotraficante ha sido Estados Unidos, de la misma manera que ha sido el principal gestor de inestabilidad internacional y proveedor de armamento a los bandos en disputa. Seguramente usted sabe que detrás de los golpes de estado o intentos de lo mismo, ha estado la embajada de Estados Unidos, los incontables asesores, las agencias acreditadas en territorio nacional, la misma prensa y los demás disfraces de beneficencia, de organizaciones no gubernamentales que al amparo de la colaboración y buena vecindad han parasitado a éste y otros países.

Quizá México tuviera más posibilidades económicas y políticas en el mediano o largo plazo si se desembarazara de la rémora de su dependencia con los vecinos del norte, y decidiera reivindicar nuestro origen y pertenencia latinoamericanos. Es un buen momento de reconocernos en los otros pueblos del sur, con los que compartimos historia y destino. A los gringos solo les debemos una república mutilada, el saqueo escandaloso de nuestros recursos naturales y un proceso creciente de penetración política que debe ser detenido. Por lo pronto, es escandalosa la depredación y el agandalle de extranjeros, sobre todo gringos, en zonas que debieran estar bajo la protección de las autoridades ambientales, que se dedican a dar concesiones y facilidades para desarrollos turísticos con alto impacto ambiental y la instalación de plantas generadoras de energía que ponen en peligro manglares, humedales y arrecifes naturales, hábitat de diversas especies que, al parecer, al gobierno calderonícola le importan un soberano cacahuate.

Pongo por ejemplo de lo anterior a Baja California, que bajo los gobiernos panistas se ignoran las normas de protección ambiental y viven la vida loca de malbaratar patrimonio con el pretexto de atraer inversiones extrajeras. Si Santa Anna no hubiera muerto… tendría una fuerte competencia.

miércoles, 25 de agosto de 2010

Propiedades térmicas

Como usted sabe, el supremo gobierno de Sonora dio, en un arranque de generosidad que no debe confundirse con propaganda política, en regalar uniformes a los infantes y preadolescentes que asisten al nivel básico educativo. Las ropas tan criticadas por la mayoría de las señoras amas de casa entrevistadas, refieren que sus críos están en peligro de deshidratarse por el grosor y consistencia de las camisas, que aparentan ser batas de laboratorio o camisas de fuerza estilizadas a emplearse por los futuros criminales, según denota el sistema de fichaje estrenado por los agraciados infantes.

Personeros del gobierno han tratado de borrar la idea de que se trata de un ejercicio mercadológico, de una campaña que dejará en las mentes de padres e hijos los beneficios de votar por el PAN en el verano sonorense. Las explicaciones de las estrellitas en camisa y calcetines rebasan las posibilidades crediticias de la palabra oficial y oficiosa, y el mal tino de la hechura, los colores y la calidad de las prendas permite suponer que la idea de echar a funcionar la economía e industrializar al estado, pudiera tener más éxito si se le llama maquila en vez de industria.

Desde luego que cualquiera puede confundir una maquila y un circuito de proveedores con una industria, llegando al extremo de calificar con el elegante mote de “cluster” cualquier cosa que se parezca a lo anterior. Seguramente hay opiniones autorizadas que con las licencias del caso consideraron prudente y de buen tono el apelativo, pero aunque la maquila se vista de seda, maquila se queda.

Pero, le decía que los uniformes han causado un impacto mediático que desdibuja la afirmación de que no se trata de una medida propagandística. En el Hermosillo de carne y hueso, la incapacidad de proveer los uniformes se reflejó en las idas y venidas que hicieron dar a los familiares y a los propios estudiantes en aras de servir de promocional móvil. El día de inicio de clases, se sabe de casos en los que el infante, debidamente uniformado, se desmayó en el camión por causas del sofoco y la deshidratación patrocinadas por el gobierno de las estrellitas. Un jovencito terminó en una colonia de cuya existencia se enteró por casualidad, al perder la conciencia y recuperarla en un paraje lejano, desconocido, difuso. El regreso al hogar, sin haber podido llegar a la escuela por razones del estado turulato en el que se encontraba, que fue azaroso y cansado, ameritando el transbordo de tres camiones.

Una maestra bien intencionada explicó a una atribulada madre de familia que los uniformes (se refería en específico a la camisa) tiene propiedades térmicas, ya que los niños “no pierden líquido” gracias a que la prenda no deja pasar el sudor, y así se refrescan. Es decir, que el material tiene propiedades cuyos efectos impiden que el sudor moje la camisa, como si fuera un plástico. Dicho de otra manera, cada joven portador de una camisa con estrellitas equivale a un yacusi individual, ambulante, que impide que el sudor refresque la prenda y que eventualmente se evapore. Tal impermeabilidad sugiere otros usos para los dichos uniformes, pero para uso humano en el verano sonorense, puede que no; a menos que de lo que se trate sea de combatir la obesidad infantil mediante un drástico proceso de deshidratación, que no toma en cuenta la resistencia física de los portadores, su estado de salud, si ingirieron alimentos antes de ir a la escuela, entre otros detalles que no parecen empañar el autoelogio que se propinan los funcionarios del ramo.

Una nube de sudor cubre la verdad sobre la iniciativa de las camisas y calcetines con estrellitas, evaporando las expectativas de llegar a clases sin el riesgo de azotar en plena calle, en un camión, al llegar a la escuela, en el aula, en el receso, de regreso a casa. Lo que parece claro es el detalle de que los chicos ven estrellitas antes, durante y después del desmayo, quedando impresa en sus neuronas la experiencia próxima de lo que se ha dado en llamar “un nuevo Sonora”. Pero los negocios avalados por el gobierno, ni sudan ni se acongojan.

viernes, 20 de agosto de 2010

Shala-lala-lala

En medio de ovaciones, chiflidos y gritos de entusiasmo, se prepara la celebración de las doscientas representaciones del gustado espectáculo llamado México, la cual iniciará con una magna gala que lleva el original nombre de El Bicentenario.

Los ejecutivos de Televisa no caben de gusto y el entusiasmo derrochado tendrá como contrapartida los más jugosos ingresos por concepto de logística, producción, creatividad, puesta en escena y publicidad. Cabe decir que la empresa no ha escatimado en gastos y manejo de relaciones públicas, que incluye de manera destacada a los funcionarios gubernamentales y dirigentes políticos emanados del PAN, PRI y fauna menor que pulula en el estanque de la política nacional. El mismo Felipe Calderón ha expresado la importancia y trascendencia del ejercicio demagógico del optimismo televisivo, al que se han integrado personalidades del mundo de la farándula con gran presencia en los espacios educativos y de opinión pública: Salma Hayek, por ejemplo, nos ilustra orográficamente al revelar que las montañas se construyen gracias a la acumulación de granitos de arena, por lo que usted y yo, si nos lo proponemos, podremos remodelar la Sierra Madre Occidental y Oriental, el Nudo Mixteco y las alturas del Popocatepetl y el Iztaccihuatl.

La magia del entusiasmo televisivo se vio altamente fortalecida cuando el célebre musicalizador de promocionales y eventos de concurso Aleks Syntek unió esfuerzos con Jaime López, creando la música y la letra oficiales del evento. El tema oficial del Bicentenario de México se llama “El futuro es milenario”, con lo que la cuerda nacional no se acaba a la vuelta de un siglo más, ni dos, ni tres, sino que nuestro horizonte es más amplio, es… ¡milenario!

La canción del bicentenario nos apabulla con su inteligente letra y su sensacional música, llena de alusiones sobre el maravilloso mundo de las frases hechas, los lugares comunes y la sincronía que logran con el oído acostumbrado a los comerciales de detergentes y aromatizadores ambientales: ¡Shala-lala-lala!

Tan impactante aporte, servirá para persuadirnos de las bondades de la redundancia, los propósitos educativos de la mercadotecnia y la versatilidad de nuestro destino común en manos de las propietarias de la fibra óptica, el espacio electromagnético, la operación satelital y los gustos y preferencias políticamente correctos. Las televisoras nos marcan el rumbo nacional a partir de la Iniciativa México, el consumo de refrescos y fritangas y las rutinas noticiosas donde el payasito de la tele se solemniza en una vaga referencia al guasón y pontifica en El Noticiero sobre la libertad de expresión.

Las iniciativas y el rumbo nacional deben pasar por el filtro de las ondas hertzianas y las antenas omnipotentes de Chapultepec 18 o el Ajusco, para ser validadas en el inconsciente colectivo de una población sumida en la modorra de otro sexenio perdido y otra década prendida en las cenagosas aguas de una relación tan fallida como espuria entre la derecha y la izquierda oficiales, entre el pasado cada vez más monocromático y difuso y el futuro cada vez más sujeto a los cortes comerciales y a los caprichos de los patrocinadores.

El tema oficial del Bicentenario es como la fecha que se celebra: una formalidad onomástica de cuya oquedad hablan los fracasos gubernamentales de cada día, la venalidad y el sin sentido de las decisiones de la Suprema Corte, la trivialidad de la izquierda oficial, el derrumbe de la seguridad social, familiar e individual, la cancelación del futuro para los pensionados y jubilados, para los jóvenes “ninis”, para los trabajadores eventuales, para los aspirantes a estudiante en épocas de exclusión, entre otros muchos rechazados y marginados que viven la pasión del futbol, de la telenovela en curso, de las noticias al estilo de Brozo, de Loret el pequeño, de Ciro y la Denise, vendedores de espejitos y cuentas de colores, de la prostitución periodística vestida de arrogancia, de la maravilla cromática que se revela en forma de corbata color rosa, como si la forma fuera fondo.

Pero mientras usted y yo comentamos estos detalles, la música toca y toca, sacudiendo la conciencia histórica con un mantra nuevo, reluciente, oropelezco y anencefálico, televisivo y comercializable: ¡Shala-lala-lala…! El tema del Bicentenario.

martes, 17 de agosto de 2010

Huesos remineralizados

México accede a la sociedad de naciones necrófilas por sus meritorias acciones a favor de la muerte. La muerte como destino universal de los seres vivos dejó de ser la última frontera para reducirse a una estación de paso, un área de descanso de quienes ya han partido y un lugar común en las sesiones de café, cantina o sobremesa.

Mientras que la humanidad cuerda y pasada de moda ve con horror la presencia de la Parca, y huye de ella con el auxilio de la ciencia médica, el término diferido concluye como siempre lo ha hecho, en una funeraria, chorreando café de alguna máquina expendedora, misa de cuerpo presente y sepultura en algún lugar destinado para tales efectos, o rápida cremación y traslado de la urna con las cenizas a la casa o al nicho elegido como última morada. Los usos y costumbres se mantienen en aras de conciliar la memoria con el presente y tratar de proyectarla al futuro, trascendiendo los entresijos de la realidad que es, de suyo, reacia a las concesiones.

Las evasivas se agotan y el hombre tiene que resignarse con espíritu filosófico a la fatalidad. La idea de vida se transforma en una sucesión de hechos que van consumiendo nuestro tiempo, pero que les podemos llamar experiencia y, como tal, puede ser transmitida a las futuras generaciones a través de la palabra escrita y del anecdotario familiar.

Pero, en México, la evasión a la muerte se dice y se hace con la solemnidad de la remembranza histórica, del recuerdo transformado en ejemplo, en argumento de venta del país que no tenemos pero que pudiéramos tener. El recuerdo de los héroes plantea el rescate del pasado idealizado, envuelto en huevo, con aderezos líricos y parafernalia onomástica; con el discurso reiterativo de la unidad nacional, del exorcismo sexenal de los males de la dependencia y el atraso, con la voluntad del gobierno convertida en cartel publicitario, en infomercial, en fuente de trabajo para publicistas y gacetilleros. Los huesos de los héroes se estudian, clasifican, reconstituyen, remineralizan, restauran y acondicionan para su exhibición. Incluso se anuncia el hallazgo de los restos de dos héroes perdidos entre los restos que, para el ojo inexperto, aparentan ser iguales.

Mientras el gobierno de la república se dedica a las pompas fúnebres, el crimen organizado que ha retado a luchar máscara contra cabellera, lo hace en labores que demuestran la equidad de género: engancha, entrena y da empleo a mujeres jóvenes y bonitas como sicarios. Desde luego que se podrá oponer el argumento de la discriminación por razones de edad y apariencia, lo que deja fuera a las feítas y avejentadas. Una mujer de entre 20 y 30 años, atractiva y sin escrúpulos puede cotizar en las filas del narco como despachadora de rivales. La nota periodística que aparece el 17 de agosto de 2010 en diversos medios es, por decir lo menos, un inquietante aviso de contención moral. Ojo, entonces, galanes tercermundistas. Cuidado con esas curvas de ensueño que ven movilizarse en las proximidades de una relación que puede no ser tan casual.

Si los encantos femeninos y la lozanía de la juventud son potencialmente amenazantes, ¿podemos suponer que la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en un arrebato preventivo, declarará legalmente inválido el deseo sexual entre hombres y mujeres? ¿Se declarará políticamente correcto el flirteo homosexual entre los personajes de las élites partidistas, el gabinete presidencial, y los representantes populares, sobre todo los de la izquierda pastoreada por don Chucho Ortega? También pudieran tomarse medidas precautorias consistentes en limitar el trato con mujeres poco atractivas y de maduras a viejas, dejando para las revistas especializadas y la industria cinematográfica el deleitoso espectáculo de la belleza en movimiento.

El crimen organizado ofrece a la juventud femenina una alternativa de empleo, así que quienes no tengan la oportunidad de lucir sus encantos en las pasarelas y ante la lente fotográfica, podrán lucir lo que les dio la naturaleza a cambio del vértigo del asesinato por encargo, la adrenalina de la caza del iluso galán ocasional y el trofeo de una cabeza que podrán colocar en la pared de la egoteca personal. Así, al grito de ¡ya se pudo!, las mujeres mexicanas demostrarán a los señores magistrados que la mujer es origen y destino para el hombre de ayer, de hoy y de siempre. Salvo que se trate de un modosito aficionado a los estímulos anales.

En la tragicomedia mexicana, vale más un hombre muerto hace cerca de doscientos años que un niño en la época actual. Al primero se le honra bajo el supuesto de que sus huesos corresponden a un héroe insurgente, mientras que al segundo se le condena a la posibilidad de vivir en adopción de una pareja del mismo sexo, privado del derecho de restituir lo que perdió: un padre y una madre.

La necrofilia social puede considerarse morbosa, desviada y atentatoria contra la vida, pero estamos persuadidos de que la ley avalada por una corte venal puede más que la razón y termina construyendo su propia realidad. Una realidad formal solamente válida en sus propios términos, y que se transmite a través de la educación y la acción pública, oficial y oficiosa, que mil veces repetida, aspira a ser verdad. Joseph Goebbels, ministro de propaganda nazi, hubiera estado impresionado por tal ejercicio de manipulación.

La muerte como destino palidece ante los horrores de la normalidad neoliberal, donde el mercado termina sustituyendo al estado, a la familia, a los valores y hasta la historia nacional. Los huesos remineralizados de los héroes reciben una atención gubernamental que no han merecido los niños de la guardería ABC, los ancianos pensionados del IMSS, los mineros de Cananea, los electricistas del SME, y tantos otros movimientos y sectores sociales que pudieran morir en el anonimato, o que viven una muerte anticipada y que, sin embargo, serán invitados a celebrar la mexicana alegría el próximo septiembre. Mientras tanto, la patria sigue esperando por su recuperación de manos de la estupidez que se practica sobre la base de un modelo económico genocida. ¿Será prudente replantear nuestra idea de país?

domingo, 15 de agosto de 2010

De lengua me como un taco

La horrible verdad es que las palabras son materia tan volátil que, como bien dice la conseja popular, se las lleva el viento. Sean aquellas que anuncian tronantes que el combate al crimen organizado va viento en popa, como aquellas que proclaman la indeclinable voluntad de progreso y transparencia del gobierno, como las reiteraciones sobre la justicia y equidad, sin olvidar las promesas de empleo, de educación, de vivienda, de salud, o de seguridad pública. Las palabras salen de la boca oficial para convertirse en distorsiones de magnitud variable en la tersura de la anodinez ambiente, que penetran por los oídos y llegan al cerebro, de donde son expulsadas gracias al emético de la desconfianza, el escepticismo, la autodefensa contra las toxinas de la ideología dominante y, en general, por el deseo de sobrevivir y conservar la salud mental en este sexenio más del neoliberalismo periférico.

Si la derecha es garante política de los estropicios del sistema, la izquierda oficial y cacha votos resulta ser su mejor refuerzo, como lo atestigua aquí y en el país entero la llamada Nueva Izquierda, que convierte el drama social, económico y político nacional en farsa, sainete y comedia de enredo, gracias a las facultades histriónicas de don Chucho Ortega, falderillo político de un gobierno enloquecido por la altura del balcón presidencial. La colaboración hacia el gobierno que supuestamente emana de una posición ideológica contraria, hace caer por tierra las diferencias y lo que queda es poca cosa: la simple complicidad.

Pero las angustias existenciales de algunos se convierten, desde esa trinchera, en calenturas sociales que llevan a declarar a las dirigencias que, en el marco del absurdo promovido por el gobierno del DF, los matrimonios y las adopciones gay son perfectamente normales porque los anormales somos todos los demás. El misterio lo aclara el dirigente estatal del PRD, Jesús Bustamante: “…si hay una pareja anormal son las heterosexuales, pues no proveen los elementos de desarrollo de la familia bien, toda vez que hay una serie de contradicciones siendo hombre y mujer que afectan a su familia e hijos” (Dossier Político, 13/08/2010).

Entonces, seguramente las diferencias naturales que hacen posible la preservación de la especie son un error y un mar de conflictos emocionales para todos los que compartimos ese origen. Las consecuencias del pecado original son, aparte de conocer, la de reproducirnos por nuestros propios medios que, siendo complementarios, también son fuente de angustia por ser diferenciados y especializados. En este sentido, lo que parece proponer el dirigente entrevistado es que la solución a un mundo cada vez más complicado es la homogeneidad sexual que, si entendemos igualdad por unidad funcional equivalente a normalidad, los hombres serían normales entre sí así como las mujeres entre ellas. Es decir, que para evitar diferencias la mejor relación se debe dar entre personas que estén dotadas de los mismos órganos reproductores, que tenga la misma estructura anatómica y que compartan los mismos gustos por la ropa y accesorios. La normalidad se traduce en uniformidad.

En este mundo idílico que se construye en la cabeza del perredismo chucho, como manifestación del idealismo triunfante sobre la oscuridad del materialismo y la objetividad, ¿qué papel tienen los hijos? Probablemente el de ser complementos vivientes de una relación que ha sido reconfigurada, pero que aún conserva del modelo “natural” la figura del padre, la madre y los hijos, que son sustituidos por dos hombres o dos mujeres aunque uno de ellos puede asumir el papel masculino o femenino de la relación que se ha declarado obsoleta y fuente de conflictos, pero que se ha “resuelto” gracias a los nuevos aportes de la Suprema Corte en materia de derecho civil.

De un plumazo y una buena pasada de lengua, se declara basura histórica y vicio superado la progenie como elemento sustancial del matrimonio y éste como fundamento de la familia. La reproducción de la especie queda como un elemento residual con el que habrán de lidiar las leyes, pero que tendrá sus mejores resultados a partir de que el freno preventivo de la sodomía empiece a funcionar como control “natural” del crecimiento poblacional.

Como se ve, el gobierno calderoniano es un alumno aplicado en materia de control natal, tarea en la que se ve apoyado con el entusiasta concurso de la izquierda cacha votos. En esta tarea serán de gran utilidad las organizaciones que buscan declarativamente el impulso a la “diversidad”, entendida por su contrario, es decir, la homogeneidad sexual, el trato entre iguales y no la complicación de ver relaciones entre personas de diferente sexo, con el agravante de que suelen tener hijos. En la práctica, la idea de la diversidad es negada escandalosamente por los defensores de las uniones homosexuales, ya que nada hay tan diverso como la relación entre un hombre y una mujer. El horror y la incomprensión de la diversidad generan reacciones que se formalizan en defensa de la unipolaridad sexual. ¿Qué mejor sistema de control natal se puede pedir?

Muy otra cosa sería el defender la familia, impulsar una política social de protección a la infancia y la adolescencia, de búsqueda de oportunidades para la juventud, de una vida decorosa para el adulto y para el anciano. Este paraíso de justicia social no pasa por las mentes de los acaparadores, de los gobiernos de derecha y de izquierda despistada y colaboracionista. Se requiere una mentalidad revolucionaria que se sustente en una visión objetiva de la realidad natural y social y de las interrelaciones entre estas dos dimensiones. México necesita una izquierda revolucionaria, que con honestidad intelectual ofrezca alternativas a los ciudadanos. Pero para ello se requieren grandes dosis de estudio, de trabajo y de la indeclinable vocación de servir a la patria. Sin disimulos, sin cantinfladas, sin clientelismos, sin demagogia facilona e inconsecuente.

Cuando la haya, el discurso tendrá otro cariz, y centrará su atención en los grandes y relevantes temas de la nación, no ridiculeces.

martes, 10 de agosto de 2010

Los uniformes

Se promueve la imagen del Ejecutivo con tambora, tarola y tololoche, con un aire pueblerino que conmueve las fibras más sensibles de la ropa, los más elementales principios del vestuario y las más consagradas consejas populares sobre vestir en el verano sonorense. Los uniformes escolares que distribuye el gobierno están diseñados para niños de otro planeta.

Los padres de familia se vieron poseedores de un documento que ampara la entrega de un uniforme completo que, en el terreno de la práctica, ameritó varias vueltas al lugar de distribución por presentar algunas pequeñas diferencias entre el largo y ancho de la prenda y los correspondientes al feliz usuario infantil. Camisas que, según se sabe, más parecen batas de laboratorio, no sólo causaron el asombro de propios y extraños, sino que despertaron dudas acerca de la terrenalidad de las confecciones.

Telas que parecen resistir el impacto de balas por el grosor que tienen, pantalones que difícilmente se ajustan a la anatomía de los chicos, logotipos escandalosamente anunciantes de la propiedad gubernamental sobre la prenda y el portador, considerando que se trata de la leyenda “un nuevo Sonora”, cargada de una intención mercadotécnica difícilmente emparentada con la educación pública que, constitucionalmente, debe impartir el Estado. De repente, los infantes se verán arropados por el logotipo sexenal, propio de los empleados de una burocracia desmañada y más bien anodina.

Al mismo tiempo que la prenda fue entregada, se practicó el fichaje del niño estudiante, bajo la presunción de que se trataba de un futuro delincuente: la foto y la huella digital fue el colofón policiaco de la entrega de las camisas de fuerza que tendrá que purgar la niñez sonorense como castigo anticipado a sus futuros delitos. Los candidatos a infractor fueron víctimas de un doble abuso: dar por sentado que es un futuro maleante y someterlo al oprobio de un uniforme que es garantía de deshidratación fulminante.

Desde luego que las comparaciones con la política de apoyo estudiantil que se practica en el DF hacen que Sonora salga mal parada, como lo han documentado en la red algunos comentaristas que poseen información que ilustra la diferencia entre el impulso a los negocios particulares y otra que beneficia a más de mil productores, contra los tres de Sonora. En nuestro caso, la mano del ganador a costa del erario es demasiado visible como para ignorarla, en comparación con el esquema seguido por el gobierno chilango, donde la palabra clave es gratuidad, además de costos bajos y alta capacidad distributiva.

Pero, volviendo a las cualidades de las prendas, nadie hasta la fecha se explica cómo un gobierno sonorense ignore en la práctica los rigores que tienen que sufrir los estudiantes al trasladarse cada día a sus clases, el brete en que se encontrarán tratando de sobrevivir la jornada y el regreso a casa en medio de las vaporizaciones del propio cuerpo, para llegar a un hogar donde quizá no haya agua disponible para el baño. El sentido común y una mínima noción de los derechos de la infancia y la adolescencia recomiendan cualquier otra cosa, menos la clase de “apoyo” que el gobierno insiste en proclamar en todos los medios de comunicación.

El afán mercadológico parece influir en la noción de ridículo de los funcionarios encargados de la distribución. Vea si no: A la entrada del recinto designado para el efecto, en este caso la Casa de la Cultura, una persona actúa como filtro. Una vez que el familiar accede al interior, el ambiente preparado es una imitación bastante desangelada de jolgorio oficial por la maravillosa suerte de tener a Padrés como gobernador: la música populachera que invita al zangoloteo llena el ambiente, y una empleada, con el logo de la Casa, da en invitar a la señora madre de familia a que mueva el bote a ritmo hip-hop, mientras que, sin ninguna inhibición, se mueve azotando a cada paso la dignidad personal y las expectativas de seriedad y rapidez que se esperan en este tipo de transes. La empleada zangolotina proyecta la imagen de una alegría no sentida, impuesta en todo caso.

La dificultad intrínseca del panismo de entender la realidad y ser consecuente con ella, se despliega con alarmante fidelidad en la entrega de los multireferidos uniformes, dando cuenta de la compleja y lejana posibilidad de conciliar el afán de lucro con la acción pública; la responsabilidad de gobernar con la de hacer propaganda política bajo los supuestos de los diseñadores de imagen.

El garabato conceptual que arropa la hechura y distribución de uniformes, hace recordar con gratitud los tiempos en que cada escuela y cada grado académico tenía sus colores y se podían distinguir a primera vista. Ahora, la imagen del estudiantado sonorense del nivel básico es monótona, plana, anodina, ridícula y antihigiénica, contraria a nuestro clima y circunstancias. Pero todo sea por utilizar cualquier medio a la mano para proclamar (una y mil veces) eso de “un nuevo Sonora”. ¿Gracias?

domingo, 8 de agosto de 2010

Claudicaciones y defecciones

No es lo mismo claudicar que defeccionar, como no lo es hacerse en los pantalones o en la intimidad del sanitario. El gobierno mexicano ha declarado que no sabe cómo explicar la lucha contra el narco, perdido en una nubosidad semántica que produce reumatismo mental cada vez que se quiere atinar a conceptualizar actos, hechos o intenciones.

Parece más fácil enviar algunas señales que bien se pueden traducir como apertura al diálogo, en el sentido que la sociedad puede opinar sobre el acontecer delictivo del país. Generosa concesión que huele a defección cuando se trata del respeto a las leyes y, más que a ellas, a la razón que apuntala empíricamente al sentido común y el sustento moral que lo justifica y valida.

La blandura que súbitamente se aparenta al dar cauce a la inquietud ciudadana, mediante una especie de diálogo donde se dirá si resulta popular y políticamente correcto el legalizar las drogas, despierta la sospecha de la profundidad de la falla estructural que tiene este gobierno que claudica cuando de cumplir con la ley se trata, al amparo de torcer las normas y adecuarlas a los intereses del extranjero en materia de recursos naturales y desarrollo de nuevas fuentes de energía; y defecciona cuando abandona la responsabilidad constitucional que tiene y se deja llevar por la marea en ascenso de las apariencias, el atole con el dedo y las dudosas demostraciones de cuidado en el ahorro y el gasto, sin olvidar la ampulosa publicidad del combate al crimen organizado que contrasta con la apertura oficial de abordar el tema de legalizar las drogas.

En México, las iniciativas de legalizar algo suponen un proceso de ablandamiento de la opinión pública, apelando muchas veces a la necesidad de estar a tono con los tiempos, de compaginar con la corriente general de opinión y ser uno más de ese montón bienaventurado que coincide, que se diluye en la masa informe de la conformidad social. Las drogas son tema para la generación de consensos, así como la decisión de legalizar las uniones homosexuales con el calificativo de matrimonio, desde luego olvidando la existencia de la figura legal de “uniones de convivencia” y las abundantes explicaciones promocionales que en su momento se dieron.

A nadie le gusta ser marginado, calificado con la horrible etiqueta de “intolerante”, “anticuado”, “ignorante”, y “homófobico”. La mayoría de los opinantes se guardan de contrariar la dirección de la ola de frenesí teñido de democratismo (que no de democracia), que atosiga las conciencias de la humanidad del capitalismo periférico. Todos quisieran ser bien vistos, reconocidos y apreciados, sin manifestar grietas en la tersura del discurso uniforme y monocorde que se pronuncia a nombre de la pluralidad cuando en la práctica la niega.

La Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), esa señora gorda con canasta que se supone debe vigilar el estado de derecho a partir de la correcta interpretación del marco constitucional, ha dado muestras sobradas de inepta complacencia a los mandatos del capital, negando la posibilidad de que la razón y la cordura rijan las decisiones trascendentes en materia legal, y cuando mucho se han empleado como técnicos más o menos chambones del derecho, al interpretar literalmente las normas y, a contra lógica, hacer jurisprudencia que se evade del sentido común y del necesariamente objetivo fundamento que debieran tener las normas.

Por ejemplo, se acepta que desaparezca una fuente de trabajo en un país azotado por el desempleo; se reconoce sin embargo al sindicato de la extinta Luz y Fuerza del Centro como organización existente y vigente, para los efectos de intervenir en los asuntos atinentes a los trabajadores despedidos y en vías de liquidar. Sin embargo, no se reconoce como patrón sustituto a la Comisión Federal de Electricidad.

Se reconoce que en el caso del incendio de la guardería ABC de Hermosillo, en donde hubo 49 víctimas fatales y cerca de 100 afectados, que se violaron garantías y, sin embargo, no se señalan culpables.

Antes, la SCJN había dado por bueno el esquilmo bancario consistente en el cobro de intereses sobre intereses, y ahora tenemos una grave situación de insolvencia en los tarjetahabientes bancarios mientras que los bancos obtienen altas ganancias sin que la crisis ni las medidas paliativas y declarativas del gobierno afronten el enorme hueco existente en las finanzas personales de millones de mexicanos. El gobierno insiste en que la economía va bien al confundir el atraco financiero con el desempeño económico del país, con lo que esta ceguera voluntaria garantiza que seguiremos progresando en eso de producir pobres que proclamen diariamente las insuficiencias del salario y el empleo.

Luego dio en afectar las pensiones del IMSS, en una pedestre medida que resulta poco aceptable en términos de la legislación del propio instituto, con lo que se tiene una agresión más a los trabajadores y a la seguridad social del país.

Al parecer, la Corte trata de superar sus propias marcas y ataca de nuevo: el matrimonio homosexual es constitucional. Curiosamente en Cuba, el tema de las uniones civiles entre personas del mismo sexo ha recorrido una trayectoria diferente, en la que se respeta el concepto matrimonio que define la unión entre un hombre y una mujer y deja para los homosexuales la figura de unión civil, de convivencia o alguna otra parecida. El argumento en Cuba es el de respeto a la mayoría que piensa que la familia tiene como punto de partida la unión de dos seres de diferente sexo.

En el caso mexicano, el ministro Fernando Franco tuvo a bien declarar que “la procreación no es un elemento esencial del matrimonio”. El asombroso carpetazo a la posibilidad de opinar cuerdamente es de una frivolidad conmovedora. Olvida el señor magistrado que la palabra “matrimonio” deriva de “madre”, donde la unión carnal del hombre con la mujer fertiliza el óvulo y tras algunos meses (entre 7 y 9) de espera se tiene descendencia. El acto social que permite convertir en madre a una mujer y los vínculos afectivos, morales y legales que se derivan define el matrimonio. En buena lógica, sin hombre y mujer que engendran en pareja hijos, no hay matrimonio consumado.

Le diré que la decisión de la Corte no me extraña en absoluto, tratándose de una instancia altamente desprestigiada y hambrienta de un poco de reconocimiento, lo que la llevó a tragarse una rueda de molino acudiendo a los aspectos puramente técnicos, formales del tema analizado y dejando por fuera los aspectos naturales, históricos y culturales del matrimonio. En síntesis, fue una decisión de espaldas a la realidad, puramente formal, literal y, agregaría, irresponsable.

El temor del calificativo de “conservador”, “reaccionario”, “retrasado”, y demás, hizo que a los señores magistrados les ganara un ataque de populismo que aunque pudiera ser legal nunca será legítimo. Igual pasa con la presidencia de Felipe Calderón, y muchos actos de gobierno que ya empiezan a pasar las facturas con los intereses moratorios añadidos.

Quizá usted esté de acuerdo con la medida de aceptar que dos seres del mismo sexo quieran vivir la farsa de ser “matrimonio”. Pero, por lo menos debiera preguntarse si el culo sirve para otra cosa que defecar, y si es funcionalmente equivalente a la vagina. ¿Cree usted que un aparato cilíndrico vibrador o no, sirve para sustituir al pene? Quizá para producirle un orgasmo, pero para otra cosa ni hablar. ¿Piensa usted que es muy democrático apoyar la unión homosexual y la adopción de hijos? En esas parejas alguien asume el rol femenino, es decir, actúa fingiendo lo que no es.

Un hombre que hace las veces de mujer no es una mujer, es un hombre fingiendo que lo es. Por otro lado, una mujer que se asume como varón en la relación tiene que valerse de alguna prótesis para simular el pene. Es decir, ambos fingen, simulan, aparentan lo que no son. Si esto no implica un problema mental, entonces la luna es de queso y las vacas vuelan. Una situación elemental de salud mental es que uno se identifique con su imagen. Si la idea que tenemos de nosotros mismos es diferente a la imagen que proyecta el espejo, entonces tenemos problemas de identidad.

Verá usted, si sabemos para qué sirve el culo, el pene y la vagina, mucho de lo confuso que aparenta ser el problema de las uniones homosexuales quedará más claro. No estaría de más estudiar algo de anatomía y fisiología, o recordar por dónde hacen popó y cómo se reproducen los mamíferos. Sin trucos legaloides.

La SCJN representa la decadencia nacional y el escenario de las más burdas simulaciones. Pero este es solamente uno de los síntomas de la decadencia nacional y del fracaso del modelo económico que destruye la naturaleza, sigue con la sociedad y termina su acción depredadora con las leyes. Como que es un buen momento para repensar las cosas, ¿no le parece?

domingo, 1 de agosto de 2010

Cuestiones de equidad


No es justo que unos cuantos miles de millones de seres humanos se opongan al progreso. Si 2,600 millones de habitantes del mundo tienen problemas de tipo sanitario y 24,000 niños mueren cada día a causa de diarreas producidas por agua contaminada, eso no significa que se deba recriminar a los grandes acaparadores de agua por las posibles culpas que se les pudieran atribuir. A los acaparadores les asiste la posibilidad de crear empleos, en cambio a los miserables no. El gobierno, en consecuencia, procura no molestar a los posibles salvadores de la patria y deja caer el peso de la recaudación sobre los lomos de los causantes cautivos y de los trabajadores jubilados o pensionados, sabedor de que sí cuentan con numerario susceptible de ser disminuido a capricho para fines de sostener la economía y la estabilidad del sistema financiero nacional e internacional.

Volviendo al tema del agua, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha debatido en su sesión del 28 de julio de 2010 sobre el derecho al agua, declarándolo de pleno interés humano. Pero el derecho al agua de la humanidad parece estar en contradicción con el que tienen las empresas trasnacionales de acaparar las fuentes de ese recurso, y administrar el bienestar de millones de seres humanos en el planeta mediante la concesión de los gobiernos respectivos en materia de aplicaciones tecnológicas en fuentes de energía alternativa, de sistemas de ingeniería hidráulica, de explotación directa de recursos naturales y del control de millones de hectáreas agrícolas para fines privados.

La votación de la iniciativa boliviana arrojó 122 votos a favor, ninguno en contra y 41 abstenciones, entre las que se destacan las de Estados Unidos, Canadá y el Reino Unido. El glamoroso mundo de los anglosajones, con la impoluta blancura que adorna sus trapacerías internacionales y encubre la oscuridad de una mente peligrosa, se resistió a reconocer ese derecho que afectaría el reconocimiento de otros que deben existir en una difusa interpretación de las prioridades del primer mundo sobre la periferia. Al parecer, el reconocer el acceso al agua como derecho esencial de la humanidad, rompería la lógica de los negocios y metería en aprietos a los diseñadores de imagen de los gobiernos y las empresas a la hora de hablar de “cooperación”, “equidad”, “derechos humanos”, “calidad de vida”, entre otros argumentos de venta.

Mientras en el seno de la ONU suena fuerte la voz humanitaria de Bolivia, en nuestro país parece fomentarse la discriminación y la pasión por los negocios. Por ejemplo, en la costa de Hermosillo, entre 12 y 18 familias detentan el mayor volumen de agua disponible para uso agrícola, que defienden como gato boca arriba, así como los buenos agricultores VIP del Yaqui, con el fin de que su agua no corra el peligro de ser entregada a la chusma sedienta que no tiene llene y que siempre va a estar reclamando su mala suerte a los ricos y poderosos.

De acuerdo con este criterio, la economía no va a funcionar si el gobierno se pone en plan de hermanita de la caridad y quita a unos pocos que ya demostraron ser exitosos, para dar a una multitud anónima lo que con tantos sacrificios se ha expoliado y desperdiciado durante décadas. Eso sería caer en las garras de la horrible y peligrosa bandera del populismo, o quizá nos estemos acercando a esa ideología terrible que Estados Unidos ha insistido en combatir y vacunar a los países de la periferia: el socialismo.

Imagínese usted, un gobierno que a nombre de la justicia limite las ganancias y el uso de los recursos naturales a los buenos empresarios; que insista y vigile una distribución equitativa y racional de la riqueza natural y de la generada por el trabajo; que cobre más impuestos al que más gane; que rescate el concepto de solidaridad inter-generacional en materia de pensiones y jubilaciones; que fomente el empleo de calidad con pago justo y que promueva la seguridad social; que exija responsabilidad social a las empresas; que cree fondos y mecanismos de apoyo a los discapacitados; que integre en vez de separar a las familias mediante la provisión generalizada de educación, la vivienda, los servicios públicos, el empleo y el ingreso. Es claro que la sola idea suena a demagogia, a propaganda comunista, a ruptura del orden social que debe basarse en la explotación privada de los recursos sociales y naturales. Recuerde usted la sabiduría de la conseja popular: “al que nace pa’ tamal, del cielo le caen las hojas”.

Por fortuna, Estados Unidos ha inspirado a gobiernos como el de Colombia, Chile, Honduras, entre otros, para resistir con vigor la idea de la igualdad entre los ciudadanos, la horrible perspectiva de la equidad, la insoportable e infamante disolución social que provocaría un gobierno popular, nacionalista y democrático.

La negativa de apoyar la decisión mayoritaria de los países integrantes de la ONU, de reconocer el acceso al agua como un derecho de la humanidad, va en la línea de las razones de no apoyar, en su momento, el Protocolo de Kioto sobre la contaminación ambiental, habida cuenta que el no contaminar perjudica los negocios, impide el progreso del desarrollo industrial del primer mundo y da al traste con las híper-ganancias, bajo el modelo de relaciones dominante centro-periferia.

Por las mismas razones se explica la oposición de Washington a dejar en paz a Afganistán, a Irak y a Irán, así como a Pakistán, Corea, África, y al variopinto escenario Latinoamericano y caribeño. ¿Se imagina usted lo que harían los países miserables y explotados si fueran libres? ¿Sin la tutela y administración de Washington y asociados? ¿La peligrosa posibilidad de la unión entre ellos? ¿Los horrores de la democracia al servicio del progreso independiente de sus pueblos? ¿Qué sería de los negocios neo-coloniales tan en boga? ¿Del negociazo de los transgénicos, de la energía eólica y solar? La naturaleza ¿nacionalizada? ¡Qué miedo!

Al parecer, Washington y socios primermundistas no están dispuestos a entender la equidad como algo practicable en la vida real, que sea posible y exigible en el terreno de la economía, de la política, de la cultura… Quizá su mejor ubicación esté en el terreno maravilloso de los discursos políticos, de los planes y programas de apoyo, de las declaraciones y promesas de “cooperación”, de “colaboración” internacional. En el papel está bien, pero en la vida cotidiana, ni hablar. La equidad es un concepto altamente subversivo, contaminante y altamente peligroso. Estados Unidos y socios buscan la armonía mundial, la que se da entre amo y siervo, entre tiburón y sardina, entre centro y periferia. La democracia, finalmente, sólo se da entre iguales… y la igualdad suena a promiscuidad, a la insondable perversión de la autoestima hecha gobierno.