Notas Sueltas es un espacio de opinión sobre diversos problemas de carácter social, económico y político de interés general. Los comentarios pueden enviarse a: jdarredondo@gmail.com

domingo, 25 de septiembre de 2022

Todo es cuestión de apariencias

 

“La manipulación mediática hace más daño que la bomba atómica, porque destruye los cerebros” (Noam Chomsky).

 

Estamos en una sociedad en la que la autopromoción suple el reconocimiento ajeno, de manera que basta hacer campaña en redes sociales, en los medios digitales de consumo masivo para construir de la nada un nombre y un prestigio.

Cualquier pelmazo con iniciativa puede lanzarse a la tarea de convertirse en “influencer”, mediante el fácil expediente de la sobreexposición mediática, estar jodiendo tode el santo día ventilando babosadas en YouTube, Instagram y lo que resulte, con la mirada fija en cosechar seguidores y proyectar una imagen deseable cuando no se tiene una propia.

Si el hecho se reduce a las trapacerías adolescentes de chicos con afán de lucimiento social, pues bueno; el problema empieza y se profundiza cuando personas no tan jóvenes encaramados en algún ladrillo público (gobierno, empresa, medios) buscan afanosamente que el mundo sepa que están ahí.

En lo personal me importa un rábano que se tomen por asalto los medios, porque parto del supuesto que la sociedad tiene las pantallas que merece, y que es el pueblo informado quien debe oponerles la razón y la objetividad para desenmascararlos.

Cualquiera sabe que la publicidad y la propaganda tienen la misión de manipular la voluntad de la gente, sea para comprar, vender, convencer, adoctrinar, encabronar, disuadir, confundir, atemorizar, predisponer y cualquier otra operación de manipulación de la emotividad humana.

No es raro que repentinamente surjan personalidades poco antes desconocidas, currículo repentinamente espolvoreado con polvos mágicos que lo engordan prestigiosamente; o, por el otro lado, figuras anodinas, pero con apellido conocido que aparecen colocadas en una posición prestigiosa en el arranque de su currículo laboral, como diciendo que aquí mis chicharrones, o los de papi, truenan.

Los “alguien” y los trepadores de ocasión se enzarzan en una lucha por el reconocimiento social que de comedia pasa a tragedia cuando los minutos u horas nalga del espectador se transforman en decisiones que pueden mover los engranajes de la maquinaria social.

Así, la figura antes desconocida pasa a ser el cuate de todos, el hijo del vecino, el amigo de la infancia, el compañero de estudios o de militancia partidista, en un reacomodo de piezas que resuelven el tránsito de la inexistencia social al podio de los ganadores del trienio o del sexenio.

En este sentido, cuántos oscuros burócratas de partido buscan sus minutos de gloria en las plataformas de medios más populares, en el periodismo de gacetilla, de inserción pagada que ser resuelve públicamente como noticia que busca “informar a usted de la actualidad local y nacional”.

Cuántos funcionarios encaramados en algún puesto de elección popular cacarean sin pudor los “logros” de su primer año, o segundo, o tercero…  con ánimo de milagrosa solución a los problemas añejos que los políticos de su propio partido provocaron, como si el pasado se borrara con saliva y sobreexposición mediática.

Cuántos negocios se ocultan tras la fachada de “mejoras en el servicio”, “ahorro de recursos”, “modernización del equipo”, “actualización de tarifas”, entre otras medidas posibles.  

Le confieso que estoy hasta el gorro de ver y oír a un sujeto aparecer en YouTube y declarar: ¡Soy Toño Astiazarán…! Me enferma la repetición machacona de lo mismo, de pedir el aplauso antes de que la obra termine, anticipando el éxito de lo que se espera aterrice en el resto del trienio y que la población juzgará con objetividad al constatar la utilidad de la obra pública y de las mejoras administrativas.

El discurso de autopromoción suena bofo, tanto como las explicaciones o pretextos del desprecio a los trabajadores que se disfraza de “beneficios”, aún por parte de su propio sindicato.

Se habla mucho sobre la protección que merecen los pobres y marginados, la seguridad de las familias, el reconocimiento a los derechos adquiridos y, sin embargo, en el aquí y ahora tenemos grupos de jubilados y pensionados que luchan contra la arbitraria cancelación de sus derechos, y el ejemplo más claro es el de los extrabajadores del Ayuntamiento de Hermosillo que gozaban de ciertas prestaciones importantes para su calidad de vida y ahora no las tienen, gracias a una dirigencia sindical cuestionable y a un gobierno que prefiere buscar ahorros antes que cumplir con sus obligaciones.

Si el gobierno golpea a los trabajadores mediática y jurídicamente, lanzándolos a un litigio que puede durar años, está pateando el bote sin pudor alguno, y esto es engañar y manipular la opinión pública mediante la distorsión o el ocultamente de hechos, que los propios jubilados se encargan de restregar en la cara al indolente gobierno municipal, mediante manifestaciones ruidosas frente al edificio que lo alberga.

Se requiere un gobierno del pueblo y para el pueblo, sin disimulos ni exhibicionismos baratos. Ojalá lo veamos en el trecho que queda por recorrer.

 

sábado, 17 de septiembre de 2022

La importancia de las normas

 

“Al margen de la ley, nada; por encima de la ley, nadie” (AMLO).

 

Según la enciclopedia en línea Concepto, “las normas jurídicas son los mandatos, reglas o prescripciones emanadas de una autoridad legal o judicial. Asignan deberes, confieren derechos o imponen sanciones a los individuos que viven en una sociedad, otorgándoles un marco común por el cual juzgar sus acciones, o sea, por el cual ejercer la justicia.”

La misma fuente nos dice que las normas tienen tres características. Son heterónomas, porque es la comunidad quien las impone al individuo; son coercibles, porque es el estado quien vigila su cumplimiento, y son bilaterales, porque involucran a dos partes, el individuo sujeto a la norma y la autoridad que vigila su cumplimiento.

Habiendo normas se inhiben las conductas arbitrarias y caprichosas, permitiendo el desarrollo del todo de manera armónica y discernible, donde los individuos puedan desarrollar sus capacidades en un ambiente que los proteja y estimule su desarrollo sin lesionar a otros.

La idea anterior se rescata con precisión y contundencia en la frase “Al margen de la ley, nada: por encima de la ley, nadie”.

En este sentido, pensar que las normas o reglas afectan el “libre desarrollo de la personalidad” es tan absurdo como tratar de volver a los tiempos idílicos de la comunidad primitiva, cuyas diferencias, prioridades y valores estaban basadas únicamente en el sexo, la fortaleza física y ciertas habilidades benéficas para la sobrevivencia del grupo.

Seguramente los defensores del “libre desarrollo de la personalidad”, siendo congruentes, verían con buenos ojos que alguien ajeno llegara a su casa y les birlara lo que se le antojara; o que, en plena calle alguien se pusiera a aliviar los intestinos sin importar lo desagradable de la exhibición, o que las futuras generaciones fueran depredadoras o autodestructivas, sin respeto ni empatía por los demás.

La explicación de “tuve ganas” o “necesitaba hacerlo” no encaja en los supuestos de una conducta que atienda la importancia de respetar el derecho ajeno porque, simplemente, ignora ese derecho en aras de cumplimentar el deseo personal.

Es importante subrayar la diferencia entre el hedonismo y el “libre desarrollo de la personalidad”, habida cuenta que, para lograr tal desarrollo, el individuo debe aprender a conducirse socialmente, valorar el código moral y ético de la sociedad donde vive, entender y aceptar la importancia de las reglas en la formación de su personalidad.

Actualmente, el “libre desarrollo de la personalidad” sirve de argumento estelar para dar legitimidad y legalidad al capricho, a la simple percepción personal, echando por tierra aquello que se le oponga, es decir, las normas, reglas o disposiciones que emanen de la autoridad, sea gubernamental, escolar o familiar; como si en ausencia de reglas la gente fuera más libre y menos responsable de sus actos. Lamentablemente, en la sociedad humana eso no es posible.

Pretender que una sociedad moderna, producto y a su vez creadora de instituciones, carezca de reglas de comportamiento, sin una guía que oriente la conducta personal en el entorno social es, por lo menos, absurdo porque priva de autoridad a las instituciones y traslada el poder de decisión al individuo.

Pero, ni siquiera en los tiempos idílicos del Jardín del Edén, sus habitantes pudieron violar la regla sin castigo. La sociedad y la sociabilidad contemporánea nacen de reglas de conducta, de pactos sociales, de la ubicación del individuo en un contexto histórico y cultural determinado que, si bien es cierto que es cambiante, en ningún caso es errático o anárquico. En sentido estricto, la sociedad no cambia ni por capricho ni por azar.

En conclusión, el argumento del “libre desarrollo de la personalidad” que no toma en cuenta los elementos sociales y culturales que la conforman, queda en una caricatura conductual del progresismo infantil que niega sin entender las leyes del desarrollo social.

Ignorar el papel socializador y formativo de las normas o reglas sociales no pasa de ser una patética manifestación del esnobismo más vulgar que, por su contenido, no tiene nada que ver con ninguna posición política que sea creíble como de izquierda.

De hecho, las posiciones de la pequeña burguesía posibilista y del activismo aldeano y voluntarista coinciden bastante bien con la agenda “transformadora” del neoliberalismo globalista. Un canto de sirenas más en la larga trayectoria del sistema que enajena y mediatiza a la sociedad.

En otros asuntos, seguimos esperando justicia para los jubilados del Ayuntamiento de Hermosillo, y recuperación de las instalaciones de la escuela Leona Vicario por parte de sus alumnos.

Celebramos que no hubo pirotecnia en la ceremonia del grito, en beneficio de la paz y seguridad de los habitantes humanos, caninos y felinos.

Para concluir, le recomiendo la película “El gran reinicio” cuya liga va a continuación:  https://odysee.com/@thebigreset:1/20220831_TBR_ESP:1  Da para pensar y juzgar de manera libre e informada sobre la actualidad mundial. Usted dirá.

 

 

lunes, 12 de septiembre de 2022

Muere la reina

 “El derecho a cambiar el gobierno por las urnas y no por el cañón de una pistola; quizá la mejor definición de una democracia” (Isabel II).

 

El jueves 8 de nuestro mes patrio se recibió la noticia del fallecimiento de la reina Isabel II, a los 96 años. Su deceso abre la puerta a nuevas inquietudes en el contexto de crisis que sufre el Reino Unido y Europa en su conjunto.

En Europa el posible cierre de plantas acereras por problemas en el abasto de energía, subidas extraordinarias del precio de la electricidad, el gas y las gasolinas, además de las consecuentes alzas en el precio de los productos de consumo familiar e industrial que, por decirlo en breve, afectan al conjunto de la geografía mundial.

Planeta convulso que se retuerce con ésta y muchas otras muertes por causas y efectos variados y muchas de ellas evitables, salvo que se trate de bajar las cifras de población por aquello de la mezquindad económica y política que mueve a ciertas naciones a producir y exportar armas de cualquier calibre y potencia imaginable, entre ellos Inglaterra.

Seguramente el nuevo rey Carlos III y la primera ministra, Liz Truss, tendrán que afinar bien su sentido de la geopolítica y tratar de atemperar la estridencia antirrusa que Estados Unidos y socios europeos han emprendido usando a Ucrania como pretexto para ampliar la capacidad de la OTAN, brazo armado de nuestros vecinos en Europa y, según se ve, fuera de ella.

Hasta la fecha, las sanciones aplicadas a Rusia por parte de EEUU y aliados europeos han dado por resultado que la inflación que iba en ascenso alcance pronósticos catastróficos, que la carencia de insumos y alimentos sea una realidad que cambiará los patrones de consumo y la idea de bienestar, muy en contra de la estabilidad económica y política de los autores y promotores de las sanciones.

Por el lado mexicano, el embajador de EEUU, Ken Salazar, presiona para cerrar las puertas a las inversiones de origen euroasiático, haciéndole el fuchi a los chinos y asegurando que el bienestar viene de América y sólo de América. Aquí la pregunta obligada es ¿y qué pasa con el libre comercio y el derecho soberano de los pueblos de comerciar con quién se les antoje? ¿Qué puede no explicar sino justificar la injerencia del embajador en nuestros asuntos? 

A pesar de los discursos de igualdad, trato justo y amistad, la realidad sigue demostrando que México y Latinoamérica se toman como el patio trasero de nuestros vecinos, y por eso el embajador viene a decirnos con quién no debemos hacer tratos.

En ese sentido, me parece que no es despreciable la idea de defender el espacio económica y políticos de México y reorientarlo hacia una política nacionalista, de fomento a la capacidad productiva nacional, de adoptar patrones de consumo ligados a la fortaleza nacional en materia alimentaria, es decir, desligarse de la exigencia mediática de consumir lo que el extranjero produce y distribuye.

Lamentablemente, la producción de alimentos como el maíz se dejó en manos de las empresas extranjeras, fortalecimos la dependencia y las prácticas agrícolas tradicionales o basadas en la investigación e iniciativa nacional se cambiaron por el consumo extensivo de agroquímicos que ahora sabemos que son tóxicos, que deterioran la tierra y envenenan el agua y el aire. México se puso en venta, en una liquidación neoliberal que debe terminar por razones de legítima defesa nacional.

Ahora el entramado de concesiones mineras, hidrológicas, energéticas y los avances de la transculturación pintan un panorama complicado para sustentar la independencia nacional en prácticas con efectos reales en nuestro país. Pero así nos dejaron.

La actual coyuntura pudiera aprovecharse para explorar nuevos mercados y fortalecer relaciones multilaterales que en el mediano o largo plazo sean útiles y ventajosas. La idea de la unipolaridad no sólo es obsoleta sino contraria al progreso que apunta hacia la multilateralidad.

Por ello no parece muy afortunada la idea de que Sonora deba integrarse económicamente con el país vecino instalando plantas solares para vender energía a California, o instalar una planta para licuar gas de Estados Unidos en Puerto Libertad, con destino al mercado asiático. Suena raro el plan de que parte del territorio sonorense se convierta en extensión del país vecino.

Con estos proyectos, más la generosa oferta de que los estados gringos vecinos a nuestra frontera puedan pasar a surtirse de gasolina barata, me parece que nuestra precaria economía está haciendo el papel de subsidiaria de un país rico.

Es claro que la soberanía y el dominio de la nación sobre sus recursos naturales se compromete cuando se fortalece la relación con una economía depredadora y armamentista, que busca convertir en dependientes a las naciones que coopta y parasita.

Si bien es cierto que, tras la debacle neoliberal, el margen de maniobra de nuestro país es reducido, es de elemental prudencia no ampliar los niveles de dependencia económica y política con los vecinos. Queda claro que la relación ha sido históricamente tóxica y no estamos para seguir con lo mismo, sino para guardar, en lo posible, la sana distancia.

Pero como le decía, la reina Isabel II ha muerto y con ella termina un largo capítulo de la historia política británica. Que descanse en paz, mientras el mundo sigue su marcha.


sábado, 3 de septiembre de 2022

Cuestión de preferencias

 

“No te calientes granizo” (AMLO).

 

En la reciente visita de la jefa de Gobierno de CDMX a Sonora, por aquello de un convenio de colaboración informática establecido entre ambos gobiernos, el titular del Ejecutivo estatal quemó incienso en el altar de Claudia Sheinbaum, al expresar que México está “listo” para tener una presidenta.

La entusiasta declaración de Alfonso Durazo recuerda, guardando las proporciones, aquella afirmación que se convirtió en recurrente sobre que Sonora estaba “listo” para ser gobernado por una mujer.

Se pudiera pensar que tales expresiones tienen que ver con el nivel de madurez política alcanzado por la ciudadanía que sabe hacer cumplir el principio de la igualdad legal y política entre hombres y mujeres, y que entiende con claridad suficiente el mensaje y las propuestas de los aspirantes a los puestos de elección popular.

En este caso, tenemos un problema resuelto en materia de democracia, de participación política de los ciudadanos, en términos de la igualdad de oportunidades y el ejercicio de derechos y obligaciones.

Pero, si así están las cosas y somos un ejemplo de madurez y democracia participativa, ¿para qué se establecen las cuotas de género? ¿Por qué se juega con la estadística al establecer fórmulas paritarias cuya existencia revela la necesidad de un mecanismo selectivo y excluyente en la participación?

Me parece que la representatividad no tiene por qué ser cuantitativa sino cualitativa, es decir, que independientemente del sexo de la persona, se valore su experiencia, propuestas, cualidades y disposición de cumplir y hacer cumplir con las obligaciones del cargo, y se vote en consecuencia. En otras palabras, que se de el valor que merece la persona como actor político, independientemente de si es hombre o mujer.

De acuerdo con lo anterior, una buena situación electoral sería aquella en la que quienes estuvieran en capacidad de participar, lo hicieran con absoluta libertad y seguridad de que el partido postulante y el electorado responderán con imparcialidad y objetividad a las propuestas o, en otro sentido, con lealtad a sus convicciones políticas.

En lo personal me importa muy poco que el postulante sea de uno u otro sexo, habida cuenta de que esto no es necesariamente determinante para un buen desempeño en el cargo público, y la experiencia histórica nos da bastante información al respecto.

Por lo anterior, me parece primitivo y ajeno a la voluntad popular el establecimiento de cuotas y fórmulas paritarias. Para mí que participe quien quiera, y que el partido que postula y el pueblo que elige decida libre e informadamente.

En el caso de la elección presidencial, cabe considerar que quien releve a López Obrador debería ser afín a los principios del nacionalismo frente a los intereses extranjeros representados por las grandes transnacionales y sus agentes locales, además de los apetitos colonialistas e imperiales de potencias como los vecinos del norte, siempre dispuestos a servirse de los recursos ajenos.

Aquí cabría la pregunta de si Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard, o Adán Augusto López encajan en el perfil, aunque tengo la impresión de que los dos primeros tienen una fuerte inclinación globalista y apegada a la Agenda 2030. Usted podrá estar de acuerdo o no, porque en estos asuntos lo que cuenta es su opinión.

Lo que sí parece estar claro es que, más allá de las cargadas y las expresiones de los eyaculadores precoces electorales, en el actual contexto político-electoral la opción más definidamente nacionalista es Morena, de suerte que mi voto será para su candidato, tal como lo fue en la elección estatal, partiendo de la idea de que lo importante es el proyecto, no tanto la persona.  

En la actualidad, lo impensable sería votar por la corrupción hecha gobierno bajo las siglas del PRI-PAN-PRD-MC.  

Queda un buen trecho por recorrer, por analizar, por recuperar el sentido de la participación ciudadana, más allá de los ejercicios de mercadotecnia electoral, de la perversidad de las campañas de inducción mediática, de las tareas de los asesores de imagen, de la manipulación que crea prestigios, perfiles atractivos y virtudes mágicas, que se esfuman en contacto con la realidad.

La nueva utopía política es dejar de lado la mercadotecnia para dar paso a la honestidad. Volver a la verdad, a la realidad del candidato, a la persona como es, sin el maquillaje distractor que producen los asesores de imagen y los expertos en manipulación masiva de las preferencias electorales. Seamos congruentes.

En otros asuntos: que haya justicia para los trabajadores jubilados del Ayuntamiento de Hermosillo, justicia para los afectados por el derrame tóxico de Grupo México que afectó al Río Sonora, y que los padres de familia de la Escuela Leona Vicario recuperen para sus hijos el histórico plantel.

Por último, que en México y Sonora se privilegien los méritos ciudadanos, no los apellidos y redes familiares.