“Es cierto que nadie se obliga por contrato
de otro” (Justiniano).
El Cabildo hermosillense dio en aprobar
tres medidas que, por lo menos, resultan cuestionables a la luz de lo que
debiera ser un gobierno medianamente capaz de cumplir con sus responsabilidades
públicas. El incremento a las multas de tránsito en sí no es garantía de que los
automovilistas adquieran la educación vial que requieren con urgencia, sino el
reforzamiento de una cultura de cohecho (mordida, pues) arraigada tanto en los
particulares como entre los funcionarios que van desde el simple agente de
tránsito hasta el oficial al mando. La mordida representa una parte de los
ingresos no declarados de los mandos y una forma de complemento al sueldo de
los policías de a pie.
Las autoridades dicen que la finalidad
no es recaudatoria sino educativa, con lo que postulan como método didáctico el
garrote, además de que rebasan su ámbito de competencia debido a que se asumen
como una instancia formativa de valores cívicos. Cualquier suato cachababas
sabe que para eso está la escuela o la casa familiar, y que la autoridad de
tránsito no tiene acreditación educativa, sino ejecutiva de las normas que
rigen el tránsito citadino. ¿Qué mosca les habrá picado a los señores regidores
del PRI y su fauna de acompañamiento? ¿Por qué suponen que los aumentos a las
multas evitarán o disminuirán las infracciones por un ataque repentino de
conciencia ciudadana? ¿En serio, piensan que el garrote educa?
No conformes con aprobar el aumento de
las multas, también lo hicieron con la torpe y sospechosa iniciativa de
concesionar a agentes privados el alumbrado público por 15 años. Si otros
municipios habían dado muestras de cretinismo neoliberal con la concesión de
servicios públicos como la recolección de basura, ahora Hermosillo se monta en
la carrera por la reducción del Estado mediante la concesión del alumbrado. La
ridícula y ociosa medida pretende poner en manos privadas un servicio que, por
sus características debe y tiene que ser de la competencia exclusiva del
Ayuntamiento. Los supuestos de generalidad, continuidad, calidad y permanencia
sólo pueden garantizarse cuando el gobierno organiza, opera y vigila la
prestación de los servicios. Si los ciudadanos pagan sus impuestos y la
innovación tecnológica es parte de los costos que deben asumirse, ¿por qué debe
intervenir la empresa privada como concesionario? ¿Las actuales autoridades no
entienden, o no son capaces de afrontar las responsabilidades públicas? ¿Habrá
la expectativa de jugosas comisiones (o “moches”) por la cesión del espacio
público? ¿Tendremos una nueva generación de millonarios instantáneos a la
sombra del poder? ¿Para algunos sí habrá luz?
Los señores regidores mayoritariamente
picados del obsceno virus neoliberal decidieron en la misma sesión sabatina,
aprobar el artero golpea la economía familiar que significa el incremento del
35 por ciento a la tarifa del agua.
Ahora resulta que será sobre los lomos
de los ciudadanos hermosillenses la operación de la planta tratadora de agua
que serviría a los agricultores de la costa, lo que a simple vista es un abuso
de autoridad y una imposición insultante para los ciudadanos. Al parecer, la
administración municipal no sólo carece de sensibilidad social sino de sentido
de las proporciones. ¿Por qué sobrecargar la de por sí agobiante carga
impositiva a miles de familias que viven al día y están al límite de la
insolvencia? ¿No fue digna de consideración la inflación, el nivel salarial y
el incremento de los precios al consumidor? ¿Son irrelevantes los niveles de
pobreza y pobreza extrema en el municipio?
Visto por el lado amable, por más
aletargada que esté la conciencia ciudadana, las promesas incumplidas y los
excesos en el ejercicio de las funciones públicas, ayudan a crear las
condiciones para que exista un frente ciudadano opositor al abuso e ineptitud
de los funcionarios públicos que actúan como si fueran privados.
Así como ha sido aleccionadora la rapiña
y el abuso de las administraciones panistas en el gobierno estatal y el
municipal, también lo es la sórdida complicidad, la misma compulsión
privatizadora, las concesiones ridículas, las corruptelas y la ineptitud de las
administraciones priistas. Ambas, trágicamente coincidentes en una visión
simplista de la economía y un esquematismo vulgar sobre las virtudes del
mercado.
El cabildo de Hermosillo muestra una
ofensiva propensión a la simplificación de las soluciones a partir de una
visión trivial de los problemas. Queda claro que, una vez más, el municipio
carece de una administración no sólo capaz sino comprometida con el bienestar
de los ciudadanos. Quizá para la próxima…
En otro asunto: Fidel Castro dejó de
existir el pasado viernes 25. Su enorme figura tendrá una visibilidad que
ningún presidente gringo podrá ocultar y menos opacar. Vivirá siempre en el
corazón de los pueblos libres e independientes de Latinoamérica y el mundo.
Hasta siempre, Comandante.