Notas Sueltas es un espacio de opinión sobre diversos problemas de carácter social, económico y político de interés general. Los comentarios pueden enviarse a: jdarredondo@gmail.com

miércoles, 26 de julio de 2023

UN LICUADO DE GAS

 

Sorprende, aunque no tanto, la cercanía que se establece a través de puentes mediáticos entre ciertas candidaturas “de izquierda” con la derecha mostrenca y desbozalada, como si la vulgaridad fuera parte esencial del progresismo electoral.

Maravilla la prontitud de las respuestas twitteras a debates y confrontaciones de ideas que, al parecer, posicionan a tal o cual candidato para figurar entre las opciones moderadas, dialogantes y decentes, según la óptica de las clases defensoras del status quo… neoliberal. ¿Será que la bolsa del sistema los contiene por igual?

Intriga lo suficiente la desparpajada forma en que una candidata se encarama en el chacoteo más pedestre para parecerse a la gente común y corriente, sacando de por ahí la ascendencia étnica, los ropajes que corroboran lo acertado de la frase de que “el hábito no hace al monje”, y que “las apariencias engañan”, además de aquello de “dime de qué presumes y te diré de lo que careces”, entre otras sentencias reveladoras de la farsa del vestuario y el lenguaje como instrumentos de manipulación.

¿La pregunta que me asalta es “¿por qué se da tanta importancia a una precandidatura tan falsa como un billete de 30 pesos?” ¿Qué necesidad tienen algunos candidatos, salvo para efectos de autopromoción, de hacerle el caldo gordo a un adversario político?

En estos tiempos es importante atender a las definiciones, pero aquellas con fundamento en la realidad, para no caer en juegos inútiles y ridículos al inflar a un candidato mediante el diseño de imagen, la manipulación informativa y la cría de bots, troles, entre otros posibles recursos de distorsión democrática.

En otro asunto, llama la atención cuán porosa es la conciencia de algunos sectores de la sociedad, cuya resistencia al impacto mediático y los ejercicios de mercadotecnia rompe la barrera del ridículo y la autoflagelación. Me refiero a la reciente exhibición de las películas Barbie y Oppenheimer.

Mientras que la primera ilustra cuán fácilmente se puede ir con la finta cualquier amante de las novedades plastificadas, la segunda nos acerca a la biografía de un físico cuya contribución aterra a naciones enteras.

Para la primera muchos respondieron con atuendos rosa, disfraces con una delgada frontera entre el ingenio y el ridículo y, pudiera decirse, un elogio a la desinformación donde la forma pudo más que el contenido. Sin duda, una película para gentes adultas y de amplio criterio, no tanto para fanáticos de la marca.

De Oppenheimer se pueden decir muchas cosas, de cara al recuerdo de Hiroshima y Nagasaki, ciudades que ahora suponen un reclamo por la paz y la necesaria revelación del carácter genocida de los vecinos del norte, así como una advertencia de lo que son capaces los impulsos de dominación en la zona de Asia-pacífico en la actualidad.

Hoy, a casi 80 años del genocidio perpetrado por Occidente, vemos a Japón inclinando la cabeza ante los deseos, caprichos e intereses de la potencia del norte, sirviéndole de comparsa frente a China y Rusia. Aquí, desaparece el recuerdo, la autoestima y la identidad en aras de cumplir un papel de vasallo imperial. Aquí la bronca está en un país claudicante, y por la influencia aceptada por sus víctimas en Oriente.

¿Qué negocios tiene el ejército del tío Sam en Europa, en Asia, en Latinoamérica, en cualquier parte del mundo a miles de kilómetros de la frontera, cuando al mismo tiempo pontifica sobre democracia, libertades y derechos humanos? ¿Por qué conservar cerca de 800 bases militares y constituir un polo de venta de armamento y provisión de “asesores” militares en cualquier conflicto regional o internacional? ¿Cómo justificar su injerencia en la preparación y patrocinio de grupos terroristas en el nivel global, so pretexto de la democracia?

Usted podría decir que México es un país al margen de los conflictos internacionales y que nos hace lo que el viento a Juárez lo que haga y promueva el vecino, “porque somos socios y amigos”. ¿Pero qué hay de las constantes amenazas de sanciones comerciales, de seguridad “nacional”, ecológicas, ambientales, de seguridad pública, y el etcétera que guste agregar?

Sucede que en la lucha comercial-política-armamentista destaca el asunto de la energía, donde el petróleo, el gas y la electricidad son de vital importancia, incluyendo, desde luego, el litio.

¿Le suena de algo el Plan Sonora, en la ecuación donde la disposición de recursos energéticos y el control del mercado huele a hegemonía internacional? ¿Le parece casualidad que avance, en medio de un conflicto donde confluye el mercado de armas y de factores productivos y la acción militar justifica o, al menos, explica el avance de la OTAN hacia el este? ¿Se contribuye a la multipolaridad apoyando al mundo unipolar?

Así pues, ¿cree que es casualidad la modernización de los puertos, la posible provisión de la futura energía sonorense a ciudades fronterizas de EUA, la inversión estratégica de una empresa texana en Sonora para licuar gas y enviarlo al mercado asiático, poniendo a Puerto Libertad, por lo pronto, al servicio del capital transnacional y como parte de la jugada geoestratégica de EUA con impacto en la región Asia-Pacífico, pisando los callos de China y Rusia, entre otros productores regionales? ¿Es por casualidad que estemos en el radar del Comando Norte y en la buena onda de la Unión Europea?

Me parece, salvo mejor opinión, que nuestro progreso basado en intereses y recursos financieros extranjeros no es algo de lo que necesariamente pudiéramos sentirnos orgullosos, aún a cambio de algunos miles de empleos. Queda claro que, en este siglo, a pesar del discurso nacionalista, los impulsos neocoloniales de la anglosfera también se disfrazan de cooperación y progreso. Pero así estamos.

 


sábado, 15 de julio de 2023

MANDADAS QUE SE AGRADECEN

 “El periodismo es libre o es una farsa” (Rodolfo Walsh).

 

Parece que las ideas hacen roña, producen urticaria, irritan, no tanto por la brillantez de los conceptos, lo certero de las críticas, la contundencia de los argumentos. No. Quizá tiene más que ver con la sola posibilidad de enarbolar otras banderas, otros enfoques, otras propuestas y, desde luego, otra visión de las cosas. Para algunos la divergencia es insultante.

Así pues, cuando alguien manda a freír espárragos al opinante, queda, junto con la ausencia en tal o cual medio de información, la sensación de que algo molestó a alguien y que los callos pisados padecen de calambres e inflamaciones resulta ser bastante fiel con la realidad.

Escribir opiniones e ideas y publicarlas en diversos portales puede ser un deporte de alto riesgo, a juzgar por la solapada vertiente autoritaria con la que muchos acogen la libertad de expresión y el derecho a la opinión propia y, con la autoridad que da el ser propietario o administrador del medio electrónico de marras, simplemente cancelan la colaboración y mandan a la chinada al desbozalado y políticamente incorrecto opinante.


Si usted, pongamos por caso, tenía un espacio reservado con su foto que acogía sus colaboraciones periódicas, y comete la ligereza de expresar sus consensos y disensos en forma libre y responsable, dando la cara, con su nombre por delante, pues lo cancelan y adiós y que le vaya bien… o como sea.

Se entiende que muchos medios con pujos de prensa de vanguardia viven gracias a la publicidad, al igual que los medios de toda la vida. Se entiende también que hay criterios editoriales que deben seguirse para dar consistencia a la identidad periodística, a la línea que los distingue del abigarrado conjunto de informadores y plataformas.

Se entiende que hay intereses y camisas de fuerza autoimpuestas, que hay compromisos de grupo o partido, que los prejuicios y convicciones de los directores y redactores influyen en la forma y el contenido, y que los aires políticos pueden determinar las rutas de navegación de la empresa.

Se entiende, en fin, de que la ética juega a las vencidas con el dinero y los favores; que el derecho a la información puede estar en lucha contra la sobrevivencia y las necesidades de quienes viven de esto. Se entiende.

Lo que no se entiende es la falta de respeto, de elemental educación y consideración para con el colaborador que por sus ideas es convertido en basura que se excluye, separa y tira fuera del equipo editorial a la primera provocación, que por la diferencia se le convierte en cosa, en una mancha que se borra con gran facilidad del formato, de la memoria del lector y de la conciencia del editor.

Quienes tenemos la afición arraigada de escribir ideas y opiniones de carácter social y político somos desechables en un momento determinado del acontecer político-electoral de nuestra sociedad. Se nos puede descartar en un clic eliminatorio.

Desde luego que la patada en el trasero de un colaborador no pasa de ser una pequeña mentada de madre a la libertad de expresión y un homenaje a la intolerancia y la falta de pluralidad, pero en los medios con inclinaciones corporativas eso y más se puede esperar. La intolerancia se disfraza de progresismo, y la exclusión muchas veces ondea la bandera de la inclusión y la pluralidad.

Lo bueno es que el desarrollo de la tecnología y las redes sociales obra el milagro de la multiplicación de las plataformas, la difusión de las ideas y la libertad de disentir, así que ser su propio editor es una buena solución al cerco informativo ratonero y faccioso.

Tener un blog es una tarea gratificante donde el esfuerzo personal se traduce en espacios de libertad comunicativa, en este caso, que se pudran los dueños, directores y redactores de la presa mercenaria que aparenta independencia y respeto por los intereses ciudadanos. Mientras ellos siguen afiebrados el olor del dinero, nosotros sigamos el aroma de la libertad llamando a las cosas por su nombre.  

Así pues, mientras que el respeto a la disidencia es un acto de madurez cívica, de dignidad política, el silenciar a quien piensa distinto es un acto canalla que resuma intolerancia y pequeñez. Pero que cada cual cargue su cruz y su calvario. Así estamos.

Bueno, sigo pensando que la 4T es defendible, aunque le falta una desparasitada, que no van juntas la defensa de lo propio con la entrega del espacio nacional, que la vertiente nacionalista y soberanista es mejor que la globalista, que Adán Augusto López Hernández es la mejor opción para Morena y el país.

Pero también creo que al que nace para tamal del cielo le caen las hojas.



domingo, 9 de julio de 2023

¿HABRÁ INTOCABLES EN POLÍTICA?

 “Si haces una mala elección, engendrarás un monstruo” (Mathias Malzieu).

 

Parece que las ideas y los conceptos tienen rumbo y dirección, pero el problema está en que la discriminación ha cambiado de coordenadas y ahora el sexo, o si se prefiere el género, es determinante para navegar en la política o la administración.

Da la impresión de que poco importa la aptitud para ocupar tal o cual cargo si se trata de llenar cuotas “de género”, traducidas en la obligación de asegurar un lugar a las mujeres por el hecho de serlo.

En lo particular me da igual que el cargo lo ocupe una mujer o un hombre, siempre y cuando sea capaz de responder a sus obligaciones. No importa el sexo sino la aptitud, sin embargo, las cuotas “de género” le tuercen el brazo a la democracia en nombre de la misma, de manera que la equidad se convierte en una medida cuyo significado dejó de ser en aras de lo “políticamente correcto”.

En una sociedad donde se reivindican los derechos de mayorías y minorías, de hombres y mujeres, la equidad se mete en el molde de la igualdad deformando su forma y contenido, con lo que perdemos una noción sólo accesible por la comprensión de su significado.

Pongamos por caso que en una elección una opción esté completamente formada por mujeres. ¿Qué problema habría si son capaces, si su trayectoria las respalda? De igual manera, si la opción es masculina, ¿cuál sería el problema habiendo buenos antecedentes?

Sucede que cuando se sobrevaloran determinadas características anatómicas y se pone el acento en la identidad sexual, quizá no estemos caminando por la vía democrática sino por la antropológica. En este caso, la democracia se reduce a consideraciones aritméticas, no tanto sociales o políticas.

Me parece que una respuesta democrática es que haya “piso parejo” tanto para hombres como para mujeres, de acuerdo a la igualdad jurídica que consagra la Constitución y que el trato sea equitativo. Es decir, que unos y otras tengan en efecto el mismo derecho y gocen de la consideración que les es propia. Lo demás huele a simulación, a conducta impuesta y, finalmente, antidemocrática.

Desde luego que es de celebrarse la mayor presencia femenina en la política y los negocios, bajo el supuesto de la legitimidad y el mérito. Lo que sí despierta dudas es cuando alguien llega por razones de sexo (o género, si se prefiere) a tal o cual posición, haciendo ver que ahora el influyentismo y la meritocracia se centra en este factor, lo cual no necesariamente responde a imperativos democráticos.

Peor resulta cuando por el hecho de ser mujer se reclama la categoría de intocable, so pena de que cualquier opinante divergente pase a ser “machista”, “misógino” y cualquier otro calificativo que denote una mala conducta social.

Las mujeres en política debieran entender (cosa que no hacen las secretarias generales del PRI, PAN y PRD en el seno del Frente amplio por México) que, en igualdad de condiciones, y jugando el mismo juego en el mismo terreno, se exponen a lo que cualquiera que navegue por esas aguas, a críticas, indiscreciones, incluso exabruptos. No son ni deben ser intocables si se reclama la igualdad.

Xóchitl Gálvez, en razón a sus aspiraciones presidenciales, debe entender que juega en condiciones similares a las de cualquier otro aspirante y, por tanto, se arriesga a críticas y juicios con los que puede, o no, estar de acuerdo. Ya no debiera centrarse la atención en que es una mujer sino en que ha pasado a ser un personaje público.

La crítica a su candidatura, según se ve, no es porque sea mujer y ciudadana de pleno derecho, sino por ser producto de una decisión donde el dedo del junior Claudio X. González dirige la orquesta de apoyadores al interior y fuera de los partidos de oposición a Morena, que decide el discurso, la mercadotecnia, los dichos y los hechos que apoyan una candidatura que hace irrelevantes tanto a los partidos como a sus dirigentes.

Si es una propuesta, resulta que su montaje es demasiado caro, demasiado sobreactuado, demasiado estridente como para que valga la pena. Así pues, la seriedad en las ofertas y los métodos de la oposición brilla por su ausencia, aunque sobra el circo, la maroma y el teatro, que son, botargas incluidas, algunas de las cosas que puede comprar el dinero.