Notas Sueltas es un espacio de opinión sobre diversos problemas de carácter social, económico y político de interés general. Los comentarios pueden enviarse a: jdarredondo@gmail.com

domingo, 30 de octubre de 2011

La tragedia en seis actos

En México existen tales condiciones de deterioro de la convivencia pacífica y el respeto a la ley que la “colaboración” de Estados Unidos tendrá que ser vista como un posible eufemismo que oculte algún otro abismo de prostitución política y disolución social. El supuesto combate al narcotráfico se ha convertido en fuente de inseguridad para el ciudadano común y pretexto gubernamental para abrir huecos en la soberanía en beneficio de los gringos, así como para coartar libertades civiles y criminalizar, tanto la disidencia como la pobreza.


Tras el asesinato de Muammar Kadafi el presidente de Estados Unidos, Barak Obama, declaró: “En Libia, la muerte de Kadafi mostró que nuestro papel en la protección del pueblo libio y nuestra ayuda para librarse de un tirano fue correcta”, lo que generó murmullos de admiración por parte del fascismo de guarache, sobre todo por la extraña idea de que la potencia terrorista de Norteamérica realmente trabaja para proteger a pueblos con aspiraciones democráticas que, en caso de conflicto, se ven indefensos ante las amenazas de los ejércitos salvadores.

La fabricación y financiamiento de grupos contrarios al régimen depuesto y la cobertura mediática que intenta persuadir al mundo de que la agresión de EEUU es humanitaria, no logra maquillar las vejaciones sufridas ni el balazo en la cabeza del cadáver de Kadafi, que fue capturado vivo en una operación donde el papel medular se lo lleva occidente, a través de la OTAN, y los intereses de los petroleros y banqueros internacionales, pero lo más triste es que en el seno de la comunidad pululen ciudadanos con mentalidad colonizada, tristes pegotes en los padrones electorales que suspiran por ser gringos por invasión, es decir, sin que les cueste esfuerzo alguno, simplemente por estar allí cuando la anexión del país se lleve a cabo.

Los afanes imperialistas de invasión de países soberanos con recursos naturales bien puede ser cubierto por la prensa colonial como una acción humanitaria para la protección de la población civil, pero ocurre que al hacer el recuento de las bajas los resultados son un tanto contradictorios, ya que los miles de muertos resultantes pasaron al otro mundo con la mejor de las intenciones: la de salvarlos de las garras del tirano.

El resultado es que Libia pasó de ser una nación próspera y con un alto ingreso per cápita (12 mil dólares) a otra destruida, reducida a escombros. De ser una economía con un mecanismo de distribución del ingreso con sentido social y con solamente 11 por ciento de población analfabeta, gozando de gratuidad en vivienda, educación y servicios de salud, sin obligación del pago de impuestos, gracias a la renta petrolera, ahora resulta forzada a aceptar ayuda para su reconstrucción, con el añadido de que gozarán de la privatización de las conciencias y el sentido de la solidaridad se perderá junto con la identidad, en aras del libre mercado y la democracia según el credo de Wall Street y las petroleras occidentales.

En medio del humo de los incendios, del polvo de los edificios destruidos, del hedor de los cadáveres, suenan las palabras de Obama justificando la absurda intervención y el artero asesinato, celebrados por la sonriente cornuda Hillary Clinton, reputada administradora de las acciones “humanitarias” de Washington.

Por nuestra parte, Calderón insiste en sostener que el guión garabateado por Washington es el bueno: el ejército debe seguir en las calles y las agencias gringas trabajan en territorio nacional como forma de “cooperación”, mientras que los narcos se convierten de delincuentes en terroristas gracias a los ejercicios semánticos de Hillary Clinton, la cornuda representante de Wall Street a cargo del Departamento de Estado de Obama. La absurda cesión de soberanía nos coloca en la situación de Colombia, ejemplo que ningún país soberano debiera imitar por sus nefastas consecuencias políticas y sociales.

Resulta patológico comprometer el futuro de la nación mexicana en aras de complacer los afanes militaristas de Estados Unidos en la región. El gobierno y la prensa neoliberal se complacen en ignorar el peligro que representan las acechanzas económicas, políticas y militares de nuestros vecinos, lo que se agrava con el desinterés de los partidos políticos y los legisladores (estatales y federales) por llamar a cuentas al Ejecutivo y poner orden en la casa. Sin duda, hay mejores ejemplos en el sur del continente que pudiéramos seguir, en aras de conservar la integridad nacional.

Al gravísimo problema de ser, por debilidad política o por estupidez colaboracionista, un protectorado gringo, el gobierno insiste en la apertura indiscriminada y extralegal de la economía, dándose la paradoja de ser país petrolero con alta rentabilidad y, sin embargo, depender de las gasolinas extranjeras y de las inversiones que mañosamente privatizan el recurso.

Para el ciudadano común, la buena nueva de los gasolinazos calderonícolas pronunciados por monseñor Ferrari, secretario de Economía, no tienen ese efecto distributivo que en los delirios neoliberales del secretario suponen ventajas invisibles para los ojos, pero esenciales para exprimir al ciudadano trabajador mientras que los grandes empresarios siguen gozando de regímenes de excepción y devoluciones de impuestos. En México, la ortodoxia fondomonetarista es dogma de fe, y los costos en salud económica, soberanía y paz social están a la vista.

En México la lucha por la independencia y la libertad debe ser un imperativo categórico, y supone que el pueblo debe defender lo que queda del patrimonio social y político de la Revolución. El año electoral 2012 puede ser una buena oportunidad para rectificar el rumbo y que el gobierno de México deje de ser una tragedia en seis actos.

viernes, 28 de octubre de 2011

Coronel Muammar Gadafi

Coronel Muammar Gadafi. Mártir de la independencia Libia.
"Que sepa la gente libre del mundo que podríamos haber negociado y abandonar nuestra causa a cambio de una vida personal estable y segura. Hemos recibido muchas ofertas para este efecto; pero optamos por estar a la vanguardia de la confrontación como insignas del deber y del honor.Incluso si no ganamos inmediatamente, vamos a dar una lección a las generaciones futuras: la decisión de proteger a la nación es un honor y venderse es la traición más grande que la historia recordará para siempre a pesar de los intentos de quienes digan lo contrario. No quiero morir, pero si asi ocurre, por salvar a esta tierra, a mi pueblo, y a todos los miles que son todos mis hijos, entonces que así sea..."

viernes, 21 de octubre de 2011

Asesinato africano

El último líder asesinado
El jueves 20 de octubre fue de celebración del asesinato de Gadafi, el hombre fuerte de Libia. Obama asumió una actitud discreta que en mucho recordó la del golpe de estado en Honduras, cuando el presidente legítimo fue sustituido por el empresario Micheletti, que fingió un proceso electoral para finalmente colocar a Lobo, el actual pelele de Washington.


Libia, tierra de tribus, fue el escenario de una farsa montada por los mismos escenógrafos y coreógrafos que han trabajado en Venezuela, Bolivia, Ecuador, el Medio Oriente, entre otros teatros, inventando insurrecciones populares, movimientos ciudadanos y revueltas estudiantiles patrocinadas por la generosa bolsa de la CIA, igual que en la Cuba de sesentas.


Falsa bandera
 El asesinato de Gadafi recuerda el de Saddam Hussein, coreado por un pueblo que de repente aparece como comparsa carnavalesca en las acciones armadas de los monigotes al servicio de occidente, celebrando la brutalidad del extranjero que los visita con fines de apropiación de sus riquezas, de la explotación del petróleo, de la proliferación de contratistas que corromperán las costumbres de los nativos, que organizarán la prostitución al estilo de la vida de traspatio que entienden los gringos en sus arrebatos de socialización mundana.

Usted pensará que cayó un dictador más, que ahora “el mundo es más seguro”, que el pueblo libre podrá “decidir su destino”, pero esta visión tan estrujantemente superficial apenas podrá ocultar las modalidades de invasión que ejerce Estados Unidos y socios, como se ejemplifica en Afganistán e Irak, pero es evidente que la inseguridad mundial es patrocinada y ejecutada por los gringos, y que ocurren muertes masivas y asesinatos precisos cuando ellos actúan de acuerdo a su esquema de economía de guerra encubierta en la lucha por “el mundo libre”, por “la democracia” y el “libre mercado”. El mundo unipolar es un enorme cementerio donde los restos del dictador se confunden con los de centenas de miles de inocentes, de cifras de “daños colaterales” que pierden rostro y nombre en la contabilidad de costos del imperialismo gringo.


Los motivos de la intervención
 A estas alturas, no es posible ignorar la práctica ya añeja de la amenaza, el soborno, la corrupción y la ilegalidad en sus variadas formas en las relaciones que EUA emprende con el exterior. Los países todos, en mayor o menor medida, son la periferia de EUA, polo solitario y autocomplaciente que, ante la ausencia de contrapesos militares, no necesita ni discreción ni prudencia. El asesinato a nombre de la democracia y la liberación de tal o cual pueblo, se convierte en parte del ritual onanista del monstruo de las barras y las estrellas, país psicópata dedicado a compensar su pésima visión económica con guerras, asonadas y motines en todo lo largo y ancho del planeta. Ahora es Libia, ese oscuro objeto del deseo petrolero de EUA, con Gadafi, cuya muerte fue celebrada por Joe Biden, vicepresidente de Obama, diciendo que lo importante era que ya se habían librado de Gadafi.

Según notas periodísticas, el extinto coronel trató de huir por un tubo de alcantarillado, herido en un brazo, para luego salir armado con una AK47 y una pistola, como si el tubo de desagüe fuera un almacén de armamento. La mala escenografía y la pésima secuencia de cuadros de esta película de guerra al estilo de Hollywood resulta ser una más de las razones por las cuales la filmografía gringa debiera quedar en el pasado de violenta ignorancia de los cinéfilos, y empezar a cultivar el gusto por lo bien hecho, por lo creíble y bien actuado. Para eso se requiere poner en su correcta dimensión a EUA y reconocerlo como el país genocida y terrorista que es.

Las hipócritas declaraciones de EUA y Francia no alcanzan a encubrir que la iniciativa fue del primero y el seguimiento del segundo, donde la OTAN se convierte en la organización criminal designada para cubrirles las espaldas en eso de asesinar a 25 mil inocentes con el propósito de “librar al pueblo libio del dictador”. El “daño colateral” que sufre el mundo en lo político es inmenso y así también nuestra idea de democracia y libre mercado, como eufemismos que usan los gobiernos para encubrir la pérdida de identidad nacional, soberanía y autoestima, en favor del psicópata global.

martes, 18 de octubre de 2011

PARQUE MADERO DE HERMOSILLO

Este blog se adhiere a los planteamientos de Desierto Verde, organización ciudadana en defensa del parque Francisco I. Madero, único pulmón vegetal con que cuenta la capital de Sonora:

NO A LA PRIVATIZACION Y COMERCIALIZACION DEL PARQUE MADERO

NO AL BARDEADO QUE IMPIDA EL ACCESO A TODO CIUDADANO AL PARQUE

NO A LA UTILIZACION DE AGUAS TRATADAS (aguas negras procesadas con quimicos) EN LAS FUENTES

NO A LA DEFORESTACION DEL PARQUE

SI AL MANTENIMIENTO Y MEJOR ALUMBRADO

SI A MEJOR VIGILANCIA EN EL AREA

SI A LA REFORESTACION DEL PARQUE

SI A LA PROMOCION DEL DEPORTE EN EL PARQUE

SI A LA REHABILITACION DE LAS AREAS DEPORTIVAS

lunes, 17 de octubre de 2011

Miguel Ángel Granados Chapa

Miguel Ángel Granados Chapa (10 de marzo de 1941-16 de octubre de 2011).
Periodista mexicano cuya ejemplar trayectoria le valió el reconocimiento del Senado de la República al otorgarle la medalla Belisario Domínguez. Fue un luchador por la libertad de expresión.
Descanse en paz.

jueves, 13 de octubre de 2011

domingo, 9 de octubre de 2011

Los éxitos inversos

Cuando las cosas que se pronostican obtienen resultados que apuntan en sentido contrario a lo esperado, tenemos el caso de los éxitos inversos. En la actualidad, si alguien propusiera cambiar el nombre de México pudiera funcionar “Alreveslandia”, la tierra de los contrasentidos y la pérdida de brújula.

En el siglo XXI, seguimos cooperando.
Desde los años ochenta, nos asumimos como país que apuntaba a la modernidad, siguiendo los ejemplos luminosos de Inglaterra y Estados Unidos, colosos del discurso desempolvado del liberalismo económico, donde la mano invisible de Adam Smith se podía describir con rimbombantes ropajes de novedad merced a los logros en materia tecnológica y científica que la humanidad occidental había alcanzado.

A la crisis de fines de los setenta se responde con singular osadía, con renovada actitud futurista que reta la lógica y la cambia por el buen deseo de actualizar las estructuras administrativas y los engorros de las responsabilidades del gobierno venido a menos. Es el mercado el que modera el devenir económico y el quehacer político solamente debe servir para justificar la disminución del estado frente al mercado. Los ochenta son el punto de quiebre de una nación que renuncia a sus dimensiones de soberanía y dominio sobre sus bienes, dándole un porrazo en la nuca al artículo 27 constitucional y abriendo la caja de Pandora de los intereses extranjeros, que se crecen ante la debilidad nacional en la década siguiente.


¡Ah, sí, la globalización!
 Los años noventa son los del paseo por el tobogán de la dependencia, de la unión comercial entre tiburones y sardinas, de la falacia de una asociación trilateral como palanca del progreso y el bienestar en condiciones de desigualdad absoluta. La disminución de los activos estatales, el desmantelamiento del aparato productivo nacional, los niveles de escándalo en materia de descenso del empleo e ingreso acompañados de una disminución real del bienestar y estabilidad de las familias, crea el caldo de cultivo que estalla en los años del neoliberalismo panista, con repuntes insólitos de criminalidad e inseguridad pública.

La acción política del neoliberalismo panista sigue la huella del priismo claudicante, de la demagogia sin sentido, de los balbuceos que expresan una enfermedad económica y política terminal; así, mientras la economía y la credibilidad política se desploman, la labor legislativa apunta hacia el estado gendarme, hacia la elaboración de camisas de fuerza que contengan la inconformidad e indignación ciudadana.


Seguiremos cooperando.
 A la ausencia del discurso político que exprese compromiso y respeto a la ley, se opone el argumento de venta, el placeo prostibulario, la exhibición impúdica de la ignorancia, de la trivialidad de proyectos y propósitos que se nos muestra como programa de gobierno, como respuesta a las demandas del ciudadano. Los gobernantes sonríen a la cámara, declaran intrascendencias, acuerdan negocios con sus allegados, cobran cuotas por otorgar concesiones y contratar servicios, ordeñan alegremente la vaca pública porque para ellos, ese es el uso que se debe dar al erario. Lo público les es extraño, lo privado les llena el ojo y la cuenta corriente.

La inseguridad provocada por la ausencia de política económica que contenga propósitos distributivos, se responde con acciones que crispan a la sociedad, que criminalizan la pobreza, la inconformidad, el pensamiento que disiente. Los resultados están a la vista: decenas de miles de muertes que abonan el terreno de la militarización del país, de la intervención extranjera, de la supresión de la soberanía nacional cedida a asesores y contratistas extranjeros, mientras que la economía es una simple extensión de la que se diseña fuera, en las estructuras de dominación imperialista. La ola que barre nuestra economía, política, cultura, educación y vida familiar, viene de los vertederos fondomonetaristas, de las trapacerías de las agencias de seguridad gringas, invocadas por nuestro propio gobierno, protegidas por la prensa, encubiertas por la política exterior del entreguismo gobernante.


Gobernando...
 Nuestro país funciona al revés gracias al gobierno que confundió el interés público con el privado, que incorporó el pensamiento y el discurso del empresario en el quehacer político y que dejó de hacer política económica para adoptar modelos, intereses y procedimientos del exterior. Dejamos de ser estado soberano para ser “cooperador” en acciones e intereses que nos son extraños.

El fenómeno de la pérdida de rumbo e identidad no es sólo de México sino de todos los países que vendieron su primogenitura por un plato de lentejas. Estamos en un mundo al revés donde se persigue el interés imperial en vez del propio. La modernidad quedó en su dimensión técnica y el producto de la relación obtusa entre el hombre y la máquina es el de la depreciación del trabajo, la sobreproducción y el subconsumo, las crisis recurrentes y la violencia como mecanismo compensatorio de la debilidad distributiva.

La puesta en orden del mundo requiere centrar la atención del gobierno en las necesidades del pueblo, donde el estado recupere su sentido histórico y el mercado se subordine al bien común.