Notas Sueltas es un espacio de opinión sobre diversos problemas de carácter social, económico y político de interés general. Los comentarios pueden enviarse a: jdarredondo@gmail.com

domingo, 26 de marzo de 2023

¡A QUEMAR A LA BRUJA!

 

“Cuando el fanatismo ha gangrenado el cerebro, la enfermedad es casi incurable” (Voltaire).

 

Los afanes del siglo XVII colonial parece que reverdecen laureles cada que se presenta la ocasión en los Estados Unidos. Los recuerdos perfumados de chamusquina humana llenan el aire, como una nueva primavera que resuma chovinismo, xenofobia y ganas de joder.

Al grito de “Make America great again”, los vecinos del norte se ponen emprendedores con un entusiasmo equiparable al de los viejos colonos puritanos del siglo XVII persiguiendo brujas y discípulos del diablo en Salem, Massachussets.

En ese tiempo de fe homicida, en la Norte América colonial se buscaban los signos de posesión o contubernio diabólico en vecinos y gente de paso, temerosos de la contaminación luciferina, con el infaltable linchamiento público para tranquilidad de las piadosas almas aldeanas que acudían extasiadas a la quema de brujas.

Las mujeres eran las candidatas perfectas para colmar las expectativas sádicas y homicidas de los buenos ciudadanos puritanos, quienes podían participar con honores en el encausamiento de sus malquerencias femeninas y, de paso, desfogar los deseos y pensamientos sexuales reprimidos.

Aquí se tiene claro que la insidia, la venganza, el odio y la calumnia pueden lograr el milagro de la pureza de la imagen personal y el celo ciudadano en la defensa de las buenas costumbres y la moral pública. Acusar es doblemente meritorio y útil: echar al hoyo al enemigo y lavarse la cara y las manos a los ojos de los demás, ocultando la propia miseria moral. La hipocresía en la sociedad estadounidense en ciernes alcanza promisorias alturas reivindicatorias. 

En la actualidad, los representantes de Satanás en la tierra son el comunismo (comodín ideológico útil para los nostálgicos de la guerra fría), el carácter terrorista atribuido al narcotráfico (rollo estelar de los adictos posibilistas), Rusia y China (por razones de comercio y hegemonía), en orden de la relevancia mediática utilizada para aderezar los discursos patrióticos y de defensa de los intereses y “seguridad nacional”, proclamado por quienes se pudieran considerar los herederos del infame reverendo Samuel Parris, cazador de brujas de Salem.

Las soluciones a estos problemas varían en creatividad e intensidad porque van de las amenazas puramente retóricas a la implementación de sanciones y acciones que huelen a sabotaje, donde la inteligencia y la “buena fe” se demuestra mediante el uso de explosivos, sin olvidar los cercos financieros, comerciales y mediáticos que dificultan la vida del enemigo.

La quema de brujas moderna tiene como componente esencial el patrocinio de grupos apátridas y entreguistas en el país objetivo, lo que recuerda fuertemente a los Claudios X, con sus llamados a la oposición que, en el lenguaje corriente, es pedorra y traidora, y que de muchas y variadas formas tiene un papel instrumental en la estrategia del país hegemónico: son los llamados luchadores por la democracia, por la libertad, entre otras expresiones frente a la de “bad hombres” del expresidente Trump.

No es de extrañar que el Poder Judicial de un país amenazado con una posible intervención militar se ponga en el plan de batear todas las iniciativas del mandatario en turno, o que en un arranque de estupidez se use al espantajo llamado Corte Penal Internacional para declarar reo de herejía al presidente de Rusia como un apoyo ciego a la beligerante Ucrania, o que se declare subversiva y satánica la aplicación  TikTok, ahora peligroso medio chino de espionaje y manipulación de las conciencias limpias y puras de los usuarios occidentales.

La bruja es Huawei, TikTok, la soberanía rusa, cubana, venezolana, iraní, siria y el etcétera que se le ocurra, incluyendo la mexicana al no permitir que los gringos decidan sobre su política exterior y su comercio.

Hoy como ayer, la democracia y la libertad se toman como franquicias administradas por Washington mediante su red de agencias vigilantes del “American way of life” (CIA, DEA, NSA) y las expectativas de la industria armamentista y de “seguridad nacional” que lucra con la miseria y el temor que se induce a través de los medios de información corporativos.

Por otra parte, ¿no le ha llamado la atención el bloqueo, restricciones y advertencias en redes sociales a medios como RT o Sputnik y programas como “¡Ahí les va!” o los reportes y comentarios geopolíticos de Liu Sivaya, entre otros?

El caso es que EUA y sus instrumento políticos y militares ONU-OEA- OTAN elevan el tono de la inseguridad internacional con cada vez más acentuados colores imperiales, frente a una prensa daltónica y sumisa. Es claro que el cerco informativo y las restricciones informativas navegan por aguas de las redes sociales, y que los reportes independientes son sofocados por la versión unipolar de los hechos y que la mentira y la manipulación informativa nos regalan cada día los frutos podridos de la infodemia.

México y Latinoamérica debieran refugiarse al menos en el escepticismo cuando no en la razón y la justicia, y no bajo la capa hedionda del inquisidor occidental, del fanático autocomplaciente que sangra al mundo con la quema de las nuevas brujas. Ya basta.

 

 

martes, 21 de marzo de 2023

CUANDO MANDA EL HÍGADO

 “La guerra no es un fenómeno independiente, sino la continuación de la política por otros medios” (Carl von Clausewitz).


Me gustaría ver una película o serie de televisión donde un gringo (o alguno que asuma esa cultura como propia) no vomite a las primeras de cambio cuando se asuste, vea un muerto, se frustre, se agite, se estrese, se impacte con una noticia o se vea envuelto en algún tipo de escenario conflictivo.  

El vómito como pauta emocional supone un gran reto para el entendimiento de cualquier ser normal sobre la tierra, salvo para quienes viven en la anglosfera o su periferia cultural que lo asumen como algo no sólo correcto sino prácticamente obligado. ¿Qué sería de un drama cotidiano sin una buena vomitona?

Me da la impresión de que la cultura política está influida por la del vómito, que parece estar ligado fatalmente con la visceralidad que coloquialmente se representa por el hígado. Así las cosas, el hígado puede dictar la política exterior estadounidense, su idea de mundo y, desde luego, su idea de futuro. En este tenor, no es raro que los asuntos normalmente entendidos como propios de los demás pasen a ser de “seguridad nacional” para el hígado gringo.

La libre determinación de los pueblos se ve con sospecha, con la rencorosa percepción de que alguien está mandándose solo y que puede ser con el fin de afectar la deseada y tranquilizante unipolaridad mundial que necesitan desesperadamente, dado que ven a las naciones que ejercen su soberanía como potencialmente dañinas, frustrantes y opuestas a sus intereses.

¿Cómo permitir que los demás puedan decidir y resolver sus propios problemas sin la tutela de quien se siente el dueño del circo mundial? ¿Cómo aceptar que los recursos naturales de otros no puedan ser administrados y aprovechados por ellos? Las afirmaciones de la general Laura J. Richardson, comandante del Comando Sur de EU dan muestra clara de cómo piensan y del “trabajo” que tiene que hacer el país del norte al respecto (1).

El inicio de la primavera marca el de la invasión a Irak hace 20, basada en una idea falsa, ridícula y desproporcionada que provocó la alarma de un país que ve la guerra como medio de equilibrar su economía y garantizar su control político mundial (2).

Ante el temor de que Irak tuvieras armas de destrucción masiva procedieron a atacar masivamente a Irak y destruir todo lo que estuvo a su alcance, saqueando su patrimonio cultural y echando mano de sus recursos. Hasta la fecha, el caos y la incertidumbre son la “nueva normalidad” del pueblo iraquí, una víctima más de la “liberación” occidental.

En un mundo cambiante y diverso cualquier atisbo de inteligencia y pensamiento independiente puede desencadenar la vomitona militar y económica del Tío Sam, con salpicaduras de sanciones, acuerdos pandilleros de contención y represión que, como en el caso de la OTAN y EU frente Rusia, cuestan mucho más que trabajar por la paz y el entendimiento internacional en condiciones de igualdad, equidad y respeto.

Parece que los elementos esenciales de la política exterior de los vecinos del norte son la amenaza militar, económica, política y mediática, ante cualquier sentimiento de “decepción” y “frustración” por causa de enfrentar a un pueblo con dignidad y sentido de la historia, como ocurre en medio oriente, África, el Caribe y Latinoamérica, agredidos y en eventual resistencia contra el intervencionismo yanqui.

La cultura del vómito y la preeminencia del hígado convierten en peligro a países como Cuba, Venezuela, Rusia y China, o algún ignoto planeta que se manifieste en nuestras inmediaciones planetarias, según suponga la NASA y el Pentágono con el apoyo de la obsequiosa prensa aliada, presta a justificar cualquier intervención a nombre de la “democracia” y la “libertad”.

El hígado puesto en acción puede declarar objetivo militar tanto a una nación que presuntamente viola derechos humanos pero que cuenta con petróleo, uranio o litio, como a otra que supuestamente protege a narcotraficantes (que alimentan sus vicios), pero que casualmente también tiene recursos naturales apetecibles.  

Es totalmente factible que la sola posibilidad de actividad en algún lejano planeta presuntamente habitado represente una amenaza para la “seguridad nacional” de EU, ahora guardianes de la galaxia, y que, por razones de defensa, se intensifique la demanda de petróleo, litio y otros metales de importancia estratégica para la “paz mundial” (y universal) defendida por ellos (3).

En el juego político internacional que lideran los vecinos, las primeras en ser sacrificadas son la razón, la libertad y la democracia, ya que el cerebro queda subordinado a las decisiones del hígado y se confirma que el vómito se lleva mejor con sus expectativas militares.

 

(1) https://deverdaddigital.com/comando-sur-de-eeuu-por-la-boca-muere-el-imperio/

(2) https://www.jornada.com.mx/2023/03/20/mundo/025n1mun

(3) https://heraldodemexico.com.mx/tendencias/2023/3/16/una-nave-nodriza-alienigena-habria-enviado-recientemente-sondas-la-tierra-pentagono-489679.html

 


viernes, 17 de marzo de 2023

¿EL PAÍS ESTÁ SEGURO?

 

“Nada es más valioso que la independencia y la libertad” (Ho Chi Minh).

 

Con frecuencia leemos que una persona o incluso una familia son atropellados por un carro que se da a la fuga. El exceso de velocidad y una jodida ausencia de empatía, además de una mentalidad enajenada e individualista, hacen posible que se cometa un crimen que puede pasar por accidente.  

De repente, el barrio o la colonia se convierte en una zona de guerra donde se lucha por el mercado de la droga, por el coto de caza del delincuente con sentido territorial, o del vecino violento que descarga su estupidez en el vecindario, o el melómano expansivo que comparte a toda bocina las exquisiteces de su selección musical con olor narcótico, o los grupos de jóvenes que protagonizan el abuso y la agresividad como signo de reafirmación hormonal.

Las calles sudan miseria cívica en forma de un valemadrismo de proporciones épicas, de repercusiones formativas que impactan en las nuevas generaciones, con el agravante de que la contaminación conductual se ve reforzada por la sebosa manipulación mediática y la impudicia que campea en las redes sociales, resumidero de frustraciones convertidas en espectáculo.

El mantra social del “libre desarrollo de la personalidad” suena bien y resuena mejor, pero tras el discurso y la plataforma legal de las libertades se esconde un gusano que parasita la inteligencia y destruye el sentido de pertenencia, la responsabilidad social y la identidad, en un gran ejercicio de ingeniería social que incluye la adopción de nuevos valores y modelos de comportamiento.

En este tenor, tenemos ciudadanos que atienden más a los dichos y los hechos de los diarios, los programas televisivos, y a los opinantes gringos antes que a los connacionales, por lo que los actores políticos buscan afanosamente la visibilidad en foros extranjeros y las protestas locales miran hacia el norte.

La idea de que lo mejor está fuera de nuestro país refuerza la dependencia política e ideológica que se une a la económica, en una especie de camisa de fuerza mental que los medios se encargan de magnificar.

Así pues, no faltará quién aplauda el impulso intervencionista de nuestros vecinos en materia migratoria, seguridad pública, ambiental o de seguridad alimentaria y riesgos fitosanitarios, porque allá “hay legalidad y justicia”, lo que explica que siendo un país soberano nuestras decisiones internas tiendan a pasar por la consideración y simpatía del vecino.

Pero nuestros vecinos tienen más de 800 bases militares alrededor del mundo y el presupuesto de defensa esperado por el presidente Biden rebasa los 835 mil millones de dólares, en una cifra cuyos alcances bien pudieran resolver la pobreza y marginación existente en su propio país y seguramente sería un alivio para el resto del continente.

Es decir, tienen secuestrado militarmente a una buena parte del mundo, controlan las principales vías del armamento y patrocinan a incontables organizaciones cuyos fines no están necesariamente claros aunque con un carácter intervencionista  que se manifiesta en los momentos políticos importantes de los países anfitriones, e intervienen en todas las guerras y conflictos internacionales y pretenden imponer su modo de vida y costumbres, que para eso sirve el dinero y la amenaza armada.

Y qué decir respecto al tráfico de drogas, donde las agencias gubernamentales y los delincuentes tienen una historia común en aras de preservar “la paz y el orden internacional” de acuerdo a las reglas del vecino del norte, lo que permite la intervención en países soberanos pero dependientes.

La violencia que se exporta gracias a los mecanismos de “asistencia y cooperación internacional” impulsados desde occidente explica la compra del equipo y armamento, sea para policías o militares, para el crimen y para quienes lo combaten, en un círculo vicioso en cuyo centro brillan las barras y las estrellas.

Así pues, en el barrio, la ciudad, el estado o el país, en la región o el mundo, la vida gira en torno a la lucha entre nuestra moral, memoria e identidad frente a las de ellos, que insisten groseramente en reescribir nuestra historia, porque creen tener el derecho de hacerlo, y pasan por encima del derecho internacional e ignoran o manipulan los acuerdos y tratados, como recientemente los de Minsk, en el caso de Rusia y Ucrania.

Ya en el plano nacional, es claro que el T-MEC actúa como la cadena, como el cerco político que limita y condiciona nuestra soberanía y, paradójicamente, como la barrera real y evidente que limita nuestro derecho a decidir qué y a quién comprar o vender. Una verdadera negación al libre comercio, además de ser una limitante al ejercicio de la soberanía nacional.

Sin duda, la herencia neoliberal sobrevive gracias a los opositores al cambio, incrustados en el actual gobierno, en eventual coincidencia con los intereses del vecino país que decide, desde su óptica, qué debemos entender por democracia y libertades. Es claro que mientras las cosas no cambien, ni el barrio, la ciudad, el estado, el país o el mundo estarán seguros. Pensemos y actuemos en términos de libertad, dignidad y justicia.

 

 

sábado, 11 de marzo de 2023

¿VANDALISMO JUSTICIERO?

 

“El opresor no sería tan fuerte si no tuviese cómplices entre los propios oprimidos” (Simone de Beauvoir).

 

Tuvimos un nuevo día conmemorativo de las luchas y el reconocimiento social a las aportaciones de la mujer, pero como ha sucedido últimamente, el vandalismo y la falta de respeto a las instituciones se hicieron presentes, lo que lleva a plantear la pregunta siguiente: ¿Tiene sentido exigir respeto y el alto a la violencia mediante la falta de respeto y el uso de la violencia? 

Si la respuesta fuera sí, resultaría lo mismo que afirmar que un incendio se combate con gasolina. Si es no, entonces habría que considerar las manifestaciones agresivas y francamente vandálicas como un atentado en contra del mismo objetivo que dicen perseguir.

Lo anterior, de alguna manera, me recuerda la lucha que se libra contra el narcotráfico, donde los buenos representantes republicanos en el congreso de EUA, plantean atacar con soldados a los carteles mexicanos de la droga, dejando fuera del asunto a los millones de consumidores estadounidenses que demandan entusiastamente su provisión de drogas cada vez más fuertes y peligrosas, además de obviar el detalle de que somos un país independiente y soberano.

En el caso de la marcha y el vandalismo resultante, la responsabilidad debe ser compartida. El gobierno debe hacer su parte, pero la ciudadanía también está obligada a aportar lo que le corresponde. Así pues, la violencia es un asunto compartido y la solución también, por lo que cualquier intervención debe actuar en beneficio del objetivo que se persigue, no en contra. En cualquier caso, resulta una broma pesada pretender cambiar para bien las conductas socialmente negativas mediante otras que llevan en su contenido alguna forma de violencia.

Es claro que en una relación social entre distintos, en este caso hombre y mujer, debe privar la igualdad legal, es decir, que a ambos se les reconozca el mismo derecho a ser y decidir, sin perder de vista la obligación social de responder a las necesidades de cada quien, es decir, con equidad.

En un mundo donde todos somos distintos, el punto de equilibrio debe estar en las afinidades, en la inclusión, en el respeto a la diferencia. En las interacciones sociales nadie es superior o inferior, y la igualdad y la equidad deben ser siempre la constante en una buena relación incluyente y democrática.


La vandalización de edificios y monumentos, la afectación y daño de propiedad pública y privada, ¿deben considerarse argumentos válidos para el reclamo social? En todo caso, ¿a quién le conviene la violencia? ¿Quién patrocina el vandalismo en un país con una oposición burda y apátrida, encaramada en una rabiosa defensa de sus privilegios?

Resulta curioso ver que mediante el uso de la violencia se reclama el cese de la misma, y que mediante el vandalismo y la agresión se exija respeto a los derechos e integridad de bienes y personas.

Resulta inmoral decir que el fin justifica los medios, y una flagrante contradicción violentar la paz social y los derechos de terceros bajo el supuesto de que se los defiende.

Resulta perverso utilizar los reclamos legítimos de las mujeres para fines que nada tienen que ver con los objetivos que enuncian, y quizá lo más lamentable es que en cada acto desproporcionado y absurdo se grite “fuimos todas”, enmascarando a quienes no persiguen ni respeto ni justicia.

Un buen deseo sería que los movimientos legítimos pudieran separar, con madurez y congruencia, el trigo de la paja y dieran con su ejemplo las pautas para una sociedad más civilizada, justa e incluyente.