Notas Sueltas es un espacio de opinión sobre diversos problemas de carácter social, económico y político de interés general. Los comentarios pueden enviarse a: jdarredondo@gmail.com

miércoles, 25 de julio de 2012

La ilegalidad como rutina

Las rutinas aburren pero son referentes obligados de la conducta. Somos seres rutinarios y nos adherimos a ellas como si fueran tablas de salvación en el mar de los imprevistos cotidianos. Las costumbres personales devienen sociales cuando se generalizan y definen el carácter práctico de las organizaciones. Eres como actúas.


En los días que corren, la prensa nos lanza una broma pesada de vez en diario con notas como la siguiente: el PRI acusa de manejo de recursos indebido a López Obrador. Más allá de la estupefacción de señalar que los dineros de la campaña de AMLO fueron algo así como la versión amarilla de Monex o las famosas tarjetas Soriana, siente uno como que la risa corre hasta la boca y lucha por salir con poderosa urgencia. La carcajada es inevitable y, una vez externada, el cuerpo experimenta una sensación de alivio sólo comparable al acto de orinar tras guardar las apariencias en esos actos protocolarios alguien habla por horas y, al final, no se dice nada. El PRI nos acaba de recetar una muestra de parloteo defensivo que solamente al IFE o al TEPJF se le puede ocurrir tomar en serio.

La ilegalidad cometida a ojos vista es demasiado reciente como para manejar los vericuetos de la mercadotecnia como mecanismo influyente en la memoria de los ciudadanos. Cualquiera le puede decir la retahíla de chapuzas perpetradas por el tricolor en su afán de llevar a la presidencia a Peña Nieto. No habrá alguien que argumente con razón acerca de la transparencia de la elección presidencial y, en cambio, muchos millones de ciudadanos dirán que les constan los acarreos, compra de votos, coacción e inducción al voto, entre otras evidentes infracciones electorales que han hecho posible la toma de las calles por ciudadanos no hace mucho inactivos políticamente; la apatía común en materia de política parece ser cosa del pasado tras los acontecimientos del pasado domingo 1º de julio.

Los nuevos actores de la acción ciudadana llenan las plazas, las calles, los espacios de opinión aún libres y democráticos; son tema de conversación y objetos de emulación entre los jóvenes y no tan jóvenes de los distintos estratos sociales en los diferentes entornos geográficos, en una gama amplia de perspectivas sociales y políticas que convergen en un ideal común: la democracia. Difícilmente se puede sostener que el triunfo de Peña Nieto se debe a la voluntad de los ciudadanos que votaron por esa opción, porque la gente que protesta no puede haber hecho una cosa y luego pronunciarse por otra. Es demasiada la indignación como para persuadirlo a usted o a mí que el resultado electoral anunciado por el IFE es legítimo e inobjetable. Sencillamente nadie está para creerlo.

Parece que la rutina del PRI neoliberal lo impulsa a mentir, a manipular, a recurrir a la ilegalidad para lograr sus fines. Las costumbres arraigadas construyen una imagen, una cierta marca distintiva que no se borra ni difumina con saliva, de suerte que el alegato de que el financiamiento ilegal es cosa del vecino de enfrente y que yo soy blanco y puro son pamplinas.

El desaseo electoral nos ha llevado a una dimensión de protesta antes desconocida: se llama al boicot en cadenas comerciales, en televisoras y en instituciones bancarias, y se propone la toma pacífica de instalaciones y huelgas por un día de alcance nacional. La indignación por lo que se considera una burla intolerable a la voluntad popular va configurando un nuevo perfil en esa ciudadanía de viejo y de nuevo cuño que acostumbrada a la rutina del abuso y la ilegalidad permanecía agachada y rencorosa, para ahora erguirse y marchar en reclamo de respeto y justicia.

La rutina se ha roto por parte del ciudadano común, aunque sigue siendo la fuerza impulsora de la acción de los políticos neoliberales en busca de conservar sus privilegios y proteger los intereses trasnacionales a los que sirven, como es el impulso a las llamadas reformas estructurales recomendadas por los organismos financieros internacionales y en obsequio a los apetitos petroleros de Estados Unidos, por poner un ejemplo.

Con las protestas ciudadanas y las formas de organización que la oposición pueda asumir, se tiene un panorama de resistencia en favor de los intereses nacionales, más allá de los efectos inmediatos de legitimar una elección. Quizá la defensa de la patria no se vea como un objetivo por la falta de información y formación existente, pero no hay duda de que los ciudadanos mexicanos con su actuar están empezando a escribir su historia, con una mejor ortografía.

sábado, 21 de julio de 2012

La nueva agenda ciudadana

No le aburriré con los detalles electorales que, seguramente, usted conoce. Me limitaré a comentarle algunas impresiones de cuya intrascendencia seguramente usted dará fe. Hoy se me ocurrió ver a un amigo con el fin de ponernos al día. El sujeto de marras me advirtió que estaría disponible en 30 o 40 minutos más, así que aproveché para hacer unos pagos. De camino al lugar de la cita me detuve para ver lo que quedaba del Jardín Juárez tras el manoteo esquizofrénico de las administraciones panistas, empeñadas en convertir en un campo de cemento y grava lo que originalmente tenía césped y árboles. Ya estando ahí, deposité mi humanidad en el banco del aseador de calzado más próximo que se encontraba desocupado. La conversación fue inevitable.

“Me cobran 50 pesos a la semana, haya o no haya trabajo”. “Ha bajado mucho el trabajo porque los del gobierno seguramente quemaron mota de la buena y salió esto. Antes podía uno mover el banco para que no diera tanto el sol, pero ahora están fijos y no se mueven, así que la gente no llega porque ¿quién se va a sentar con este solazo?”

El trabajador del cepillo y el trapazo continuó señalando la impunidad de los funcionarios y sus parientes: “La otra vez vi en el estacionamiento del super que estaba estacionado con las puertas abiertas ‘N’, que es hermano del que fue candidato… estaba quemando mota y ni modo que lo vayan a detener.” “La ‘gota’ subió, la tinta subió, todo está más caro…” “Si sigue la cosa así, quién sabe que vaya a pasar por que la gente ya no aguanta.”

El integrante de la amplia franja poblacional que lucha por conservar el alma pegada al espinazo cada día, en condiciones en las que es cada vez más difícil sobrevivir, no excluye que el hartazgo popular se desborde y “quién sabe qué vaya a pasar”, porque hay malestar por tanto robo descarado, tantas injusticias, tanto cinismo en la clase política. Señala la diferencia entre PRI y PAN: “Antes robaban pero sabían disimularla, ahora les vale madre. Éstos llegaron hambreados.” Sobre el Jardín Juárez, mi interlocutor accidental agregó: “Pusieron baños públicos, pero cobran tres pesos por usarlos. ¿Dónde está lo público? Yo entiendo que es público cuando alguien entra y no le cobran, y aquí si cobran. ¿Cuál público?”

Entre la grava se abría paso el césped, anticipando una revolución donde la vida se impone sobre la acción humana, sobre la ley del cemento y la grava, sobre la imagen de diseño que excluye a la naturaleza incluyendo al hombre. Fue inevitable pensar en la capa de cemento que se echó sobre la titubeante democracia mexicana, en forma de elecciones amañadas, fraudulentas y promovidas por las propias televisoras que, en vez de informar, se complacieron en manipular al ciudadano elector y que ahora defienden el resultado y se declaran parte interesada, como es el caso de Televisa.

Entre el árido panorama de diseño televisivo, se abre paso la inconformidad del ciudadano que, joven o viejo, hombre o mujer, empleado o desempleado, sienten en carne viva la ofensa a su civilidad que protagonizaron los medios informativos revelados una vez más como mercenarios. Su felonía persiste y defiende el resultado electoral, sin ver las pruebas materiales y testimoniales del fraude cometido contra el pueblo mexicano. La gente está agraviada, molesta y no dispuesta a olvidar. En toda la república y en el extranjero se toman calles, se marcha, hay pronunciamientos, se protesta de mil maneras mientras la prensa afín al sistema trata de desacreditarlos, en una viciosa complicidad militante que incluye funcionarios electorales. “Si sigue la cosa así, quién sabe que vaya a pasar porque la gente ya no aguanta.”

Mientras tanto, la Secretaría de la Defensa Nacional compra aparatos electrónicos por cinco millones de pesos, con el fin de realizar labores de espionaje contra los ciudadanos, interviniendo comunicaciones telefónicas y por internet, capaces de grabar conversaciones al intervenir y controlar los celulares, así como fisgonear en los correos electrónicos. El otrora ejército nacional es sustituido por una maquinaria al servicio de los intereses de EEUU y los de sus gobiernos peleles, donde la represión de las protestas populares se tecnifica y respalda con la firma del ACTA por parte de Calderón, tratado cuya aplicación coarta la libertad de expresión y de información en internet.

La agenda ciudadana contempla seguir manifestándose, marchando pacíficamente, exigiendo respeto a la Constitución y a los acuerdos internacionales sobre derechos humanos, entre otras medidas de presión como son el boicot a las empresas que colaboraron con el fraude y que facilitaron la compra de votos, así como un posible llamado a la huelga general. En este contexto, no es raro el acoso de mercenarios de la prensa tradicional y electrónica, así como de provocadores en las redes y organizaciones sociales.

Tampoco resulta extraño que ciertos intelectuales orgánicos del neoliberalismo salten a la palestra, a defender la impunidad electoral de quienes a ciencia y paciencia de las autoridades se han complacido en “ganar” una elección al “haiga sido como haiga sido”. En México se ha chatarrificado a la economía pero ahora queda claro que también a la política.

En este contexto ríspido y caótico, la acción ciudadana parece dar rumbo al acontecer nacional. La crisis del sistema revela la nueva fuerza del pueblo indignado que toma las calles y marcha hacia su porvenir. Después del 1º de julio de 2012, ya nada en México será igual.

viernes, 6 de julio de 2012

El arte de perder

Aúlla la prensa modosita en un coro de mascotas del poder que suena histérico, traumático y, a la vez, cómico. La patria se salvaría si no hubiera una plaga de respondones encabezados por López Obrador, el candidato que llenó el Zócalo y calles adyacentes, ese que recorrió el país sin abucheos ni guardias presidenciales, el tipo que se pudo parar en medio de cualquier plaza pública y verse rodeado de ciudadanos de carne y hueso sin tortas de por medio, sin comilonas populares, sin tarjetas de prepago; con tan sólo un mensaje de esperanza y reconciliación nacional vertebrado por la honestidad. “¡Mal perdedor!”, vocifera Milenio, atacado de furor fálico a los pies del PRI de Peña Nieto, del IFE y de la acomodaticia idea de democracia que sustenta el PAN-gobierno.


Peña Nieto niega lo que se ha mostrado por plazas y ciudades: “la compra de votos es una maniobra orquestada por los perdedores”. Supone el telenovelero candidato que las ruedas de molino electorales pasan por la garganta profunda del pueblo miserable, maiceable, corrompido por la carestía de la vida, famélico gracias al modelo económico que Televisa defiende y que el PRI se compromete a perpetuar. Las verdades son artículos de lujo que solamente las clases acomodadas pueden disfrutar en la comodidad de su hogar, en la intimidad de las confesiones de alcoba, de los remordimientos de sanitario, de cuenta bancaria que conforta de las fallas y vergüenzas; pero, la realidad es tan refulgente como el sol que tratan de ocultar con el dedo del IFE. Encandila de tanto brillo.

El aparato electoral mexicano se pertrecha tras gafas oscuras y la ley como garrote manejable según los principios de la relatividad moral que le han permitido sobrevivir a la acción de las masas, porque a toda protesta ciudadana se opone el silencio legal y el descrédito público: el que protesta es un inadaptado, mal perdedor, sociópata y peligro para México.

En el país ganar electoralmente es un asunto que sólo compete a las autoridades del ramo. El ciudadano candidato de organizaciones populares no aplica en la lucha por el poder porque éste se asigna según la ideología a la cual sirve. Se sabe que los candidatos ideológicamente afines que, en este caso son los neoliberales, sólo sirven de comparsas al verdaderamente elegido que es el que tiene más cuentas por cobrar y por pagar. Lo primero se refiere a los compromisos sucesorios del espuriato calderonícola, mientras los segundos dan cuenta de las facturas que habrá de pagar a los patrocinadores fuera de la vigilancia de los topes de campaña. La ilegalidad es algo que se debe condenar “de los dientes para afuera”, pero que permite el suave fluir de las aguas negras del sistema imperante.

Así las cosas, la prensa “seria” seguirá rasgándose las vestiduras y su ejercicio farisaico llegará a conmover al lector poco analítico, poco informado, aquél que cree que Santa Claus puede traer en julio el regalito soñado por el joven sobrino de Alfredo del Mazo y demás encumbrada escoria mexiquense. Para muchos, la comisión de delitos electorales no es razón suficiente como para alterar el orden público. Los acarreos, compra de votos, coacción, y evidentes abusos en la propaganda, son parte del folklore, no hay que fijarse, ¿para qué reclamar el derecho conculcado y la libertad perdida, si de todos modos las cosas van a seguir igual? ¿Para qué mover el agua de esa cloaca en la que hemos convertido al país? ¿Se imaginan a López Obrador como presidente? Seguro va a querer convertir a México en una Venezuela. Es que está loco.

La conciencia de los sin conciencia fluye como el agua del sanitario, por los oscuros canales de comunicación masiva concesionados al lucro y la mendacidad. Son los personajes que el hombre común admira y respeta: “lo dijo Joaquín… Carlos, Denise…”, y si lo dijo debe ser cierto. ¿Qué haríamos en caso de una revolución? ¿Sacrificar lo poco que tenemos? Vale más no moverle…

Frente a los timoratos, los desanimados crónicos, se levantan los inconformes, los rebeldes, los indignados. Para ellos el suelo nacional está parejo y hay que llamar al robo, robo y al fraude, fraude. Parece que nuestras diferencias de opinión no se van a resolver con besos fotogénicos o declaraciones de legalidad. La patria adquiere dimensiones épicas para sus creyentes y la marcha se hace necesaria, como lo es respirar o comer, para el fortalecimiento de la musculatura ciudadana, para reforzar la autoestima, la valía personal y social. El ciudadano sale a recuperar el significado del concepto y, con él, la suma de responsabilidades que le son inherentes. Somos un pueblo que se levanta y camina porque tiene propósitos, destino y dirección.

Si Andrés Manuel López Obrador lleno plazas y avenidas, lo hizo porque catalizó la fuerza de un pueblo ofendido que optó por recuperar la esperanza, la capacidad de construir un mejor lugar para todos. Si se le declara oficialmente perdedor de las elecciones presidenciales, queda el pueblo que lo eligió a pesar de la campaña de desprestigio, orquestada desde el poder político y económico y ejecutada por esa prensa que se manifiesta escandalizada por ese acto de valor cívico que inquieta y molesta: la no aceptación del fraude hiere la sensibilidad del fraudulento, pero la voluntad popular está por encima de las leyes o convencionalismos, por mandato constitucional.

La lucha que se avecina es larga, dura y complicada, pero es la lucha que se debe de librar.

miércoles, 4 de julio de 2012

Atole con el dedo

La sensación de estar recibiendo atole con el dedo es ampliamente compartida por los mexicanos medianamente informados. Los horrores de la campaña con ese obsceno despliegue de recursos en favor de la dupla PRI-PAN fueron inenarrables, pero ahora el pasmo sustituye fácilmente al nerviosismo expectante: que dice el IFE que Peña Nieto es el puntero en las preferencias electorales. Algunos medios tiene la humorada de cabecear su nota principal: “Peña Nieto presidente electo”, así como notas donde se declaran asombrados por el deseo de López Obrador de hacer respetar la ley electoral y no emitir declaratorias sin antes transparentar el proceso y llegar a resultados creíbles.


Seguramente usted recordará la enorme afluencia de ciudadanos en los mítines y concentraciones de AMLO, como también la escasa concurrencia en los actos de los otros candidatos. Quizá aún flote en su mente el rechazo expresado en forma de mentadas de madre, rechifla y abucheos en las apariciones de Peña Nieto, las revelaciones que ciertas o no sacudieron en algo la imagen del hoy (prematuramente) ungido por las televisoras y el sistema de que forman parte.

Quizá recuerde las noticias en medios ciudadanos del acarreo, las comidas de barrio, las despensas, las tarjetas de prepago en Soriana, las denuncias ciudadanas sobre bodegas con artículos destinados a la compra del voto, la campaña orquestada para denigrar y desacreditar la imagen pública del candidato del Movimiento progresista, los audios y videos que dan cuenta de la coacción oficial en apoyo de los candidatos del PAN o del PRI, la preparación del fraude mediante operadores en el lugar de las votaciones y en el propio IFE.

Las imágenes de ciudadanos protestando por haber sido excluidos de la votación de manera abrupta al “no haber suficientes boletas”, a pesar de estar registrados en el padrón electoral, no aclara necesariamente una falta imperdonable de previsión, sino una maniobra deliberada que ajusta el número de votos al gusto del cliente.

Seguramente usted se habrá enterado que el IFE autorizó el redireccionamiento de la página de resultados, con lo que se abre la posibilidad de que los resultados que todos vemos no sean los que realmente se registraron; por otra parte, existen evidencias suficientes para afirmar que los registros de las actas de escrutinio no fueron fieles al número de votos contenidos en las urnas, como tampoco corresponden fielmente al resultado obtenido por los candidatos, particularmente López Obrador.

Llama la atención de que, sin esperar evidencias suficientes y bastantes se haya adelantado la declaración del presidente del IFE a favor del candidato del PRI, Enrique Peña Nieto, y que el presidente (espurio) Calderón no haya resistido la tentación de inmediatamente después prácticamente levantar el brazo al supuesto triunfador. La eyaculación precoz de Obama en ese sentido no extraña aunque si despierta una especie de irrupción de ira al no respetar las formas diplomáticas y apresurarse a reforzar la parte del coro laudatorio que el neoliberalismo de guarache se empeña en interpretar.

Mientras que la prensa alemana se desternilla de risa con el producto de la “voluntad electoral” mexicana, en periódico El País, de la neofranquista España, regañan a López Obrador ante la posibilidad de un reclamo que cuestione el resultado. En la prensa gringa, el tema electoral no atrapa la atención de nadie aunque sí lo hace respecto a los mecanismos de “cooperación” que se reforzarían con el futuro presidente de México.

Los empresarios, por su parte, aúllan de emoción al ver cerca las llamadas “reformas estructurales”, que cederían el petróleo y lo que queda de las ramas productivas al capital privado extranjero, ahogarían a los trabajadores y permitirían la inequidad que falta en materia fiscal. El propósito de vender lo que queda de los activos nacionales, ampliamente compartido por el PRI, el PAN y Nueva Alianza, encuentra a su abanderado soñado en el galán del proyecto de telenovela presidencial, lo que desata la lengua del jilguerismo profesional asilado en Televisa y Milenio, conocidos burdeles desinformativos.

Así las cosas, resulta natural que los Ciros, Joaquínes, Carlos, Adelas, y demás mercenarios informativos, desplieguen las artes de la seducción “periodística” para justificar lo que apenas pudiera ser creíble después de una lobotomía: que EPN ganó la elección presidencial. Mientras los medios (des) informativos se desviven en justificar la elección de Estado, surgen movimientos ciudadanos de apoyo a la democracia secuestrada por los medios y por los intereses del capital trasnacional. Al parecer el verano mexicano será largo y complicado, considerando que la ofensa ciudadana de un proceso altamente cuestionable no se borra con despensas, tarjetas o promesas.

Aquí flota en el ambiente la palabra “fraude”. Su fuerza aglutinadora es infinitamente mayor que el engaño maquinado y perpetrado. El tiempo político corre mientras el ciudadano de a pie y el joven sin membrete son, aquí y ahora, los actores principales de esta historia, nunca antes así contada, de un pueblo que se negó a seguir recibiendo atole con el dedo.