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sábado, 21 de julio de 2012

La nueva agenda ciudadana

No le aburriré con los detalles electorales que, seguramente, usted conoce. Me limitaré a comentarle algunas impresiones de cuya intrascendencia seguramente usted dará fe. Hoy se me ocurrió ver a un amigo con el fin de ponernos al día. El sujeto de marras me advirtió que estaría disponible en 30 o 40 minutos más, así que aproveché para hacer unos pagos. De camino al lugar de la cita me detuve para ver lo que quedaba del Jardín Juárez tras el manoteo esquizofrénico de las administraciones panistas, empeñadas en convertir en un campo de cemento y grava lo que originalmente tenía césped y árboles. Ya estando ahí, deposité mi humanidad en el banco del aseador de calzado más próximo que se encontraba desocupado. La conversación fue inevitable.

“Me cobran 50 pesos a la semana, haya o no haya trabajo”. “Ha bajado mucho el trabajo porque los del gobierno seguramente quemaron mota de la buena y salió esto. Antes podía uno mover el banco para que no diera tanto el sol, pero ahora están fijos y no se mueven, así que la gente no llega porque ¿quién se va a sentar con este solazo?”

El trabajador del cepillo y el trapazo continuó señalando la impunidad de los funcionarios y sus parientes: “La otra vez vi en el estacionamiento del super que estaba estacionado con las puertas abiertas ‘N’, que es hermano del que fue candidato… estaba quemando mota y ni modo que lo vayan a detener.” “La ‘gota’ subió, la tinta subió, todo está más caro…” “Si sigue la cosa así, quién sabe que vaya a pasar por que la gente ya no aguanta.”

El integrante de la amplia franja poblacional que lucha por conservar el alma pegada al espinazo cada día, en condiciones en las que es cada vez más difícil sobrevivir, no excluye que el hartazgo popular se desborde y “quién sabe qué vaya a pasar”, porque hay malestar por tanto robo descarado, tantas injusticias, tanto cinismo en la clase política. Señala la diferencia entre PRI y PAN: “Antes robaban pero sabían disimularla, ahora les vale madre. Éstos llegaron hambreados.” Sobre el Jardín Juárez, mi interlocutor accidental agregó: “Pusieron baños públicos, pero cobran tres pesos por usarlos. ¿Dónde está lo público? Yo entiendo que es público cuando alguien entra y no le cobran, y aquí si cobran. ¿Cuál público?”

Entre la grava se abría paso el césped, anticipando una revolución donde la vida se impone sobre la acción humana, sobre la ley del cemento y la grava, sobre la imagen de diseño que excluye a la naturaleza incluyendo al hombre. Fue inevitable pensar en la capa de cemento que se echó sobre la titubeante democracia mexicana, en forma de elecciones amañadas, fraudulentas y promovidas por las propias televisoras que, en vez de informar, se complacieron en manipular al ciudadano elector y que ahora defienden el resultado y se declaran parte interesada, como es el caso de Televisa.

Entre el árido panorama de diseño televisivo, se abre paso la inconformidad del ciudadano que, joven o viejo, hombre o mujer, empleado o desempleado, sienten en carne viva la ofensa a su civilidad que protagonizaron los medios informativos revelados una vez más como mercenarios. Su felonía persiste y defiende el resultado electoral, sin ver las pruebas materiales y testimoniales del fraude cometido contra el pueblo mexicano. La gente está agraviada, molesta y no dispuesta a olvidar. En toda la república y en el extranjero se toman calles, se marcha, hay pronunciamientos, se protesta de mil maneras mientras la prensa afín al sistema trata de desacreditarlos, en una viciosa complicidad militante que incluye funcionarios electorales. “Si sigue la cosa así, quién sabe que vaya a pasar porque la gente ya no aguanta.”

Mientras tanto, la Secretaría de la Defensa Nacional compra aparatos electrónicos por cinco millones de pesos, con el fin de realizar labores de espionaje contra los ciudadanos, interviniendo comunicaciones telefónicas y por internet, capaces de grabar conversaciones al intervenir y controlar los celulares, así como fisgonear en los correos electrónicos. El otrora ejército nacional es sustituido por una maquinaria al servicio de los intereses de EEUU y los de sus gobiernos peleles, donde la represión de las protestas populares se tecnifica y respalda con la firma del ACTA por parte de Calderón, tratado cuya aplicación coarta la libertad de expresión y de información en internet.

La agenda ciudadana contempla seguir manifestándose, marchando pacíficamente, exigiendo respeto a la Constitución y a los acuerdos internacionales sobre derechos humanos, entre otras medidas de presión como son el boicot a las empresas que colaboraron con el fraude y que facilitaron la compra de votos, así como un posible llamado a la huelga general. En este contexto, no es raro el acoso de mercenarios de la prensa tradicional y electrónica, así como de provocadores en las redes y organizaciones sociales.

Tampoco resulta extraño que ciertos intelectuales orgánicos del neoliberalismo salten a la palestra, a defender la impunidad electoral de quienes a ciencia y paciencia de las autoridades se han complacido en “ganar” una elección al “haiga sido como haiga sido”. En México se ha chatarrificado a la economía pero ahora queda claro que también a la política.

En este contexto ríspido y caótico, la acción ciudadana parece dar rumbo al acontecer nacional. La crisis del sistema revela la nueva fuerza del pueblo indignado que toma las calles y marcha hacia su porvenir. Después del 1º de julio de 2012, ya nada en México será igual.

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