¡Albricias!, los misterios del
metabolismo copetitlano son revelados finalmente. La ciencia oficial se peina
orgullosamente el copete gracias a los hallazgos programáticos recientes: el
país podrá disfrutar de bienestar y competitividad mediante la aplicación de
sencillas fórmulas que abatirán la epidemia de obesidad y al mismo tiempo se
tendrán recursos fiscales. Sin duda alguna, los aportes del mandatario
copetitlano a través de Hacienda y el SAT nos pondrán a la vanguardia de las
naciones con población gorda y enfermiza por causas de sobrepeso, cuyo control
no depende de la voluntad del ciudadano sino de la astucia y previsión del
gobierno.
Ante la pavorosa imagen de un
diabético adulto o juvenil que arriesga la integridad física y genera costos de
hospitalización e incapacidades, el gobierno propone el adelgazamiento de la
población por vías fluidas y expeditas. Nada de dilaciones ni tortuguismos y
menos el insano y equívoco gradualismo en la pérdida de peso. ¡Adelgazamiento
súbito!, claman los funcionarios de hacienda con entusiasmo enfebrecido.
¡Recaudación moderna y generalizada!, claman las huestes de apoyadores del
partido en el poder. Se tiene como dato adicional que los beneficios de una
dieta fiscalmente diseñada abarcarán a las mascotas, esos pequeños seres que
alegran la vida de los habitantes y que forman un sólido vínculo emocional con
los chicos y los grandes de la familia.
En su infinita sabiduría, el gobierno
copetitlano lanza su reforma hacendaria que incluye IVA en refrescos, colegiaturas,
hipotecas, alimento para mascotas y un etcétera vasto y suficiente como para
hacer palidecer de envidia al decimonónico don Antonio López de Santa Ana. El
truco de imponer gravámenes a las ventanas, animales o a los bigotes ciudadanos es superado con
creces por esta nueva forma de allegarse recursos y seguir despilfarrando
aquellos que pudieran captarse mediante la actividad económica nacional o,
simplemente, gracias a una adecuada y equitativa recaudación. Desde luego que los
alcances de la reforma no paran en esto. También se tiene novedades que alegran
la vida de la banca extranjera en el país mediante la criminalización de los
deudores bancarios, que podrán ser víctima de arraigo y, por supuesto, el despojo
de sus bienes.
Claro que pudiera darse la apariencia
de una reforma cuyos impulsores negocian y acuerdan cambios en beneficio de los
causantes, como puede ser en los temas del IVA en alimentos y medicinas,
colegiaturas y demás, sin aflojar un ápice en otros aspectos, como puede ser el
referido a los deudores bancarios. El capital bancario extranjero requiere
sangre y ¿qué mejor que el sacrificio del deudor convertido en criminal sujeto
a arraigo y secuestro de sus bienes? La banca extranjera gana lo que quizá
nunca soñó en condiciones de legalidad y, de paso, los embargos generan la
necesaria movilidad mercantil que da la
sensación de que la economía se reactiva, independientemente de que los
deudores salen del mercado por insolvencia, en una especie de darwinismo que
adelgaza el crédito por exclusión de quienes más lo necesitan.
Un deudor apaleado por la banca deberá
seguir consumiendo, pero en una escala de cantidad y calidad inferior a la que
tenía antes de ser tratado como delincuente y ejecutado sumariamente por la
reforma copetitlana. Es obvio que va a adelgazar junto con los miembros de su
familia que sean sus dependientes.
El encarecimiento de la vivienda
gracias a los impuestos permitirá que quien quiera casa propia adelgace por
limitar su gasto ahora mayormente dedicado a pagar la vivienda o su hipoteca.
La disminución de los recursos para solventar el gasto familiar nos mantendrá
esbeltos por obviedad. Asimismo, un gato o un perro pueden contraer feas
enfermedades del hígado y tener sobrepeso por comer demasiado, lo cual
compromete su salud y la economía familiar. Gracias al impuesto a los refrescos
y los alimentos para mascotas se reducirá el consumo hasta llegar a niveles en
los cuales la sombra de las enfermedades asociadas a la obesidad nunca se verá.
Gatos y perros esbeltos, causantes cautivos menos derrochadores, banqueros
satisfechos y familias de comer austero significarán la cosecha de beneficios
de la reforma “que el país necesita”. La salud financiera de los bancos y del
gobierno al servicio de las trasnacionales brillará muy en lo alto de los logros
nacionales.
Si a las maravillas de la reforma
hacendaria agregáramos los beneficios de la reforma energética y la educativa,
tendríamos que el adelgazamiento de la anatomía ciudadana estará acompañado del
correspondiente a la soberanía nacional y el cultivo de la inteligencia de
nuestros niños y jóvenes. La esbeltez nacional decretada reduciría las
adiposidades de la historia, los logros laborales y las conquistas sociales,
haciendo posible ver la osamenta nacional sin el molesto y opaco contenido de
nuestra historia, cultura y valores. Habríamos logrado la transparencia que
algunos amargados pudieran llamar re-colonización nacional por parte de las
empresas trasnacionales de la banca, el crédito, la alimentación, la energía y
demás, pero ¿quién puede negar que la delgadez no exige sacrificios?
Así las cosas, un país sin rastros de la
grasa de las tradiciones, la historia y la identidad estaría en las mejores
condiciones para ser movido de acuerdo a las corrientes que soplan desde los
organismos financieros internacionales. La esbeltez nacional cuesta
independencia y libertad, pero es un lujo que el gobierno copetitlano cree que
la OCDE, el FMI y el Banco Mundial se pueden dar.
El lunes 14 de octubre es el día del
paro nacional contra las reformas copetistas. ¿Usted le va a entrar o, de plano
ya se puso a dieta?