Notas Sueltas es un espacio de opinión sobre diversos problemas de carácter social, económico y político de interés general. Los comentarios pueden enviarse a: jdarredondo@gmail.com

sábado, 31 de diciembre de 2011

El último del año

A la fecha se acumulan 365 motivos para cabalgar en lomos del pesimismo que autoriza la conciencia y legaliza la realidad. El calendario arroja el número de días de duelo suficientes como para suponer que la necrofilia es, en este sexenio, una actitud políticamente correcta, a despecho de las recomendaciones de los organismos como Derechos Humanos y Amnistía Internacional.


Acabo de leer el resumen de los acontecimientos del año que publican los medios impresos de comunicación y no termina el asombro cuando surge el pasmo. Nuestro planeta es un campo de batalla donde las fuerzas occidentales tunden a los habitantes del resto del mundo, supongo que animadas por la idea de que Europa y la América angloparlante son, en conjunto, la cuna de la revolución industrial y de la comida rápida. No creo necesario detallar los beneficios que la humanidad recibe por el sólo hecho de contar con puestos de hamburguesas y hot dogs dispuestos estratégicamente en calles, avenidas y centros comerciales. Ni qué decir de los enormes inventarios de productos de plástico que suplen a los metálicos a la par que nos persuaden de la inevitabilidad de la contaminación ambiental, que constituyen un punto clave en el consumo popular, sin demeritar los aparatos electrónicos y componentes automotrices programados para fallar tras un cierto tiempo de uso.

Al ingenio mercantil que alienta la obsolescencia programada que invade nuestra vida cotidiana, habría que agregar el arsenal de medicamentos que sirven para atar a los enfermos a prolongados tratamientos paliativos que no curan pero sí distraen recursos económicos de las instituciones y los particulares. De la medicina sólo se puede opinar que son parte de una larga cadena comercial cuyo interés radica en la venta y la obtención de utilidades. Las enfermedades nuevas se agregan a las viejas y los medicamentos prescritos dan cuenta de la creatividad en eso de mezclar la ciencia con la mercadotecnia, el engaño con la “patente”, el negocio con el servicio de salud.

Prioridades nacionales
El año que termina arroja un saldo de muertes evitables que resulta imposible no ver con cierta suspicacia, como si Thomas R. Malthus inspirara las acciones de una sociedad presidida por gobiernos genocidas y apasionados por los negocios. En el mismo tenor, tenemos noticias sobre las graves enfermedades de personajes de la política iberoamericana que nos remiten a los experimentos químicos y biológicos de las agencias de inteligencia y el aparato militar, desde luego que ampliamente documentados y del conocimiento público.

A las muertes programadas (o poco menos) como la de Facundo Cabral se añaden las atribuidas a causas naturales, como la de Gaspar Henaine (Capulina), Jorge Lavat, Héctor Martínez Arteche, Pedro Armendáriz Jr., Elizabeth Taylor y Peter Falk entre otras personalidades del cine y la cultura, independientemente de que hayan ocurrido asesinatos en nombre de la democracia, como el ocurrido en Libia con Gadafi, donde una chusma acicateada por occidente contempla la destrucción de su país y que, al igual que Irak, comprará armamento a la par que admitirá contratistas gringos en uno de esos grandes negocios consumados por los corporativos a costa de la economía local para gloria del libre comercio internacional.

Año de coincidencias donde no es posible dejar de incluir la muerte del Secretario de Gobernación Blake Mora y las declaraciones de triunfalismo marchito del jefe de las instituciones coloniales Calderón, el hombre de la gorra con las cinco estrellas que imita simbolismos pentagonales y genera ataques violentos de hilaridad y expresiones populares de ingenio irreverente aunque inobjetable.

Mientras se desfonda la bolsa de la paciencia ciudadana, los políticos que forman en el autismo neoliberal siguen propalando ser la solución a los problemas que ha creado el sistema al que pertenecen, de los que han sido actores y que pretenden continuar y profundizar, explotando las posibilidades de olvido del consumidor típico de política chatarra. La nostalgia de tiempos no vividos se recrudece al imaginar un tiempo futuro al cual arribemos sin mucho esfuerzo, en la comodidad de la rutina de un voto electoral que no arriesgue ni masoquismos ni apariencias.

Hermosillo, capital de Sonora resiente los embates de la esperanza y de la mezquindad en el tema del acueducto Independencia, en un estirar y aflojar con el cajemismo oligorural que expresa la existencia de seres que sufren de indigestiones por lo que no comen.

Termina un año en medio de intentos retrospectivos que traza la mente paradójica del ciudadano medio, confiado en que el futuro llegará de cualquier manera aunque la idea del porvenir le sea de por sí agotadora. La inercia socialmente aceptada permite que el progresismo sea reo de sospecha y víctima de suspicacia, mientras que el populismo de derecha (“el PAN de la gente”) exhiba dotes de engendro caritativo mientras que apoya legislativamente la ruina del país, la privatización del patrimonio y la trivialización de la conciencia.

Frente a la pila de basura acumulada en el 2011, pongamos una barrera de voluntad ecológica y políticamente sustentable que nos permita respirar un aire más limpio, menos contaminante, más sano. El año 2012 debe ser más justo, lo que por fortuna depende en buena medida de nosotros, los ciudadanos al borde de un ataque de nauseas.

martes, 27 de diciembre de 2011

La posición no importa


 

Según estudios recientes: Hacerlo de pie fortalece la columna;

boca abajo estimula la circulación de la sangre;

boca arriba es más placentero;

hacerlo solo es rico, pero egoísta;

en grupo puede ser divertido;

en el baño es muy digestivo;

en el auto puede ser peligroso….

Hacerlo con frecuencia

desarrolla la imaginación;

entre dos, enriquece el conocimiento;

de rodillas, resulta doloroso…

En fin, sobre la mesa o sobre el escritorio,

antes de comer o de sobremesa,

sobre la cama o en la hamaca,

desnudos o vestidos,

sobre el césped o en la alfombra,

con música o en silencio,

entre sábanas o en el baño

hacerlo, siempre es un acto de amor y de enriquecimiento.

No importa la edad, ni la raza, ni el credo, ni el sexo, ni la posición económica…

… Leer es un placer!!!

viernes, 23 de diciembre de 2011

La cena de Nochebuena

Desde luego que las cenas navideñas son una tradición que se debe preservar. Lo malo es que las condiciones generales de la economía hacen selectiva la práctica y definen dos tipos de asiduos: los que se quedan chiflando en la loma y los privilegiados que cenan. Entre estos últimos podemos encontrar los que trabajosamente lo hacen y los que cuentan con facilidades dignas de generar la envidia de muchos. Como toda clasificación, seguramente usted tiene una mejor, pero por lo pronto nos quedamos con ésta.


La expresión “chiflando en la loma” revela carencias que son señaladas como extremas, es decir, que no se cuenta con recursos, que no es posible realizar alguna actividad supuestamente accesible. Chiflar en la loma significa no poder.

Los que se quedan chiflando en la loma. Considerando el éxito de la economía calderonícola, cada vez más familias dejan de preparar la cena navideña con los platillos dispuestos por la tradición, con lo que el atraso económico impacta y determina los usos y costumbres del pueblo. Así, pasamos de lo económico a lo cultural, en una transformación que interesa al aparato digestivo a la vez que a la autoestima. Al reducir el margen de maniobra económico, la gente se ve forzada a disminuir la cantidad y la calidad de los productos afectando la oferta de los mismos y evitando el mantenimiento de niveles operativos de las empresas al disminuir la demanda, lo que eventualmente se traduce en recortes de personal y ruina del negocio.

Si tomamos en cuenta la disminución en términos reales del salario y el incremento de los costos de los alimentos, por encarecimiento de los insumos y aumento de los gastos de trasporte, entre otros, la cena navideña se convierte en un lujo, lo que traducido políticamente es un mecanismo de exclusión que dibuja la línea entre ciudadanos de primera y de segunda. Es obvio que el choque emocional de no tener recursos para celebrar conforme ciertos patrones culturales, genera una sensación de minusvalía que no se supera en forma inmediata, sino que se puede traducir en una visión rencorosa de la situación que afecta a cada vez más.

Considerando que la cena de navidad no es solamente la satisfacción de una necesidad física sino que tiene una gran carga afectiva y religiosa, la privación o limitación redunda en perjuicio de una cierta manera de ver la vida de acuerdo a valores considerados trascendentes.

Los privilegiados que cenan. La cena navideña es una tradición que une a la familia y permite la generosidad en el compartir alimentos y bebidas, así como los obsequios personales que conllevan los mejores deseos acerca del progreso ajeno y el placer de compartir los logros del año. Son momentos de alegre convivencia cuya base indiscutible es materializada en los bienes compartidos en torno a una mesa que nos iguala y reúne, que refrenda los lazos familiares y alienta la solidaridad. Sin duda las viandas compartidas son una parte sustancial en la atmósfera navideña.

Los que trabajosamente cumplen con la tradicional cena y reunión familiar están al límite de sus posibilidades de sostener algo que se torna oneroso, cada vez más difícil de alcanzar debido a los factores externos ligados al costo de la vida. El efecto emocional de esto desdibuja los buenos deseos y la generosidad que la temporada inspira, además de los reclamos publicitarios que nos hacen actuar orientados al consumo. El caer en el razonamiento de que el ingreso no es suficiente y que hay que limitar los gastos, obliga a recortar parcelas de convivencia difícilmente sostenibles, lo que genera desazón y un sentimiento de pobreza que se recrudece en la medida en que visualizamos la diferencia entre lo que tenemos y lo que necesitamos.

En cambio, los que cuentan con facilidades para celebrar tienen como primera respuesta la envidia de muchos. Lo anterior se debe a que como sociedad se tiende a la abstracción y a la generalización dentro de una determinada categoría de fenómenos. Son los ricos y los pobres, los que tienen y los que no.

En una sociedad donde la pobreza tiende a generalizarse, es obvio que la capacidad adquisitiva que permanece incólume ante la baja de los salarios y el aumento de los precios despierte cierta animosidad. Cuando hay carencias se afecta la moral pública y la ética personal, así que deja de haber “envidia de la buena” para quedar simplemente en envidia que corroe las entrañas y busca alguna forma de resarcimiento. Como la necesidad carece de reglas o leyes, la criminalidad aflora y se extiende hasta llegar a ser una conducta socialmente predominante. El crimen organizado o no es una respuesta esperada cuando las oportunidades se esfuman y la sociedad es excluyente.

Se puede concluir que la cena navideña también expresa en su realización las contradicciones sociales que el mercado no puede ocultar sino que las estimula y magnifica. Las viandas compartidas son una promesa de trascendencia espiritual y al mismo tiempo el germen de las transformaciones sociales, por lo que no se puede separar el cuerpo del alma, el cerebro del pensamiento que nos permite conceptualizar y establecer la diferencia entre el bien y el mal, en tanto expresiones conductuales ligadas a nuestra práctica cotidiana.

La miseria de un pueblo difícilmente tendrá por fruto la manifestación de la solidaridad, el respeto, la sana convivencia y el respeto a las leyes, sino el egoísmo más primitivo, la lucha por la sobrevivencia y el empobrecimiento de la espiritualidad. En consecuencia, le deseo que pueda cenar en la nochebuena y así gozar de las lecciones de generosidad de la navidad.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Una palabrita por el amor de dios

Se habrá fijado, agudo lector, que el título de este comentario contiene la palabra dios escrita con minúscula. Asumiendo que el dato es intrigante y ha despertado la curiosidad de usted, más una cierta indignación por el hecho de haber regateado la mayúscula correspondiente al nombre de la divinidad, paso de inmediato a presentarle el informe que da cuenta del por qué de mi omisión.


Como se sabe, multitudes toman las plazas de las principales ciudades del mundo, reclamando justicia y el cese de las medidas restrictivas que tienen acojonada a la economía familiar y que generan desempleo sin freno, por aquello de defender la economía de los capitalistas. La austeridad aprieta las de por sí flacas carnes de las cinturas proletarias, procurando una esbeltez discretamente famélica bajo el abrigo de la cultura política fotoshopada, entre eufemismos de crisis superables y de sacrificios fiscales que excluyen a los señores del dinero. Las “medicinas amargas pero necesarias” son de prescripción exclusiva para los asalariados que en régimen forzoso adelgazan carnes y marchan deportivamente por las calles del mundo.


Relax...
 El aligeramiento de la carga por pago de nómina y servicios sociales permite a los empresarios seguir vacacionando en Las Vegas, Aspen, Bahamas, Cozumel, entre otros lugares en los que la clase propietaria acostumbra relajarse y meditar sobre las ventajas de no pagar impuestos ligados a sus ingresos, a diferencia del asalariado que, en calidad de causante cautivo, funciona excelentemente como fruta bajo el exprimidor fiscal.

Las ventajas de tener dinero y no contribuir al fisco suponen un privilegio que paga más de lo que quita, por lo que la economía recibe los impactos del jolgorio empresarial a través del endeudamiento crónico y en aumento con la banca internacional y nacional, en una rara política distributiva que estrangula los activos nacionales y los privatiza como si el país no fuera nuestro.

La hic...onomía está a toda ma..dre
 Cada tanto aparecen declaraciones sobre el buen ánimo de los gobernantes ante el éxito de la gestión económica, en contraste con las mayorías asalariadas que hacen el contrapunto de una sinfonía nacional que está en el último movimiento. La pobreza es, al parecer, una opción que se elige por la mayoría de los habitantes del país, por lo que sirve de ejemplo luminoso del buen gobierno que tenemos y de la preocupación democrática que lo anima.

En consecuencia, si el país vota mayoritariamente por la pobreza, ¿qué se puede esperar de la clase gobernante y los empresarios comprometidos con los intereses de las trasnacionales que usan y abusan del suelo patrio? Desde luego que congruencia. Eso explica la patriótica labor de gobernar para que las cosas sigan igual o que se profundice la pobreza y que los empresarios se empeñen en despedir personal y promover el congelamiento salarial que el gobierno decreta con el apoyo indispensable de los organismos financieros internacionales.

En virtud de todo esto, Dios ha decidido guiar a su rebaño por las anchurosas tierras del sacrificio dando el ejemplo supremo: la divinidad y omnipotencia se quedan como están, aunque se concede la diminución de la letra inicial del nombre: “dios”. Se parte del principio jurídico de “quien puede lo más, puede lo menos”.

Así las cosas, tenemos el equilibrio necesario para una comunidad armoniosa y sin contrastes perniciosos: Un pueblo navegando en la pobreza, un empresariado rico y codicioso, un gobierno mezquino y pro-empresarial, un dios que brilla en su majestad en los hogares humildes y que derrama sus bendiciones en las mansiones de los ricos, pero que siempre nos inspira a seguir el ejemplo de su hijo: ser un niño precoz, un adulto combativo y revolucionario que termina embroncado con la autoridad y que pasa a la historia como un desempleado que sólo pudo escapar a su miseria a través de la muerte, y que resucita de entre los muertos en la memoria de las mayorías creyentes cada día desde hace más de dos mil años. La humildad de su cuna y su destino trágico nos deben persuadir de que la pobreza es ejemplar y consustancial al hombre bueno, por lo que los ricos son los facilitadores de nuestra fe y destino. Benditos sean los ricos.

En este sentido, vale decir que los ricos son necesarios para los pobres, como lo es el látigo a la herida en el lomo del esclavo, y que Dios es “Dios” para unos y “dios” para otros. La esperanza de salvación y trascendencia está en esas mayorías que empiezan a levantarse y que reclaman en todo el mundo trabajo, ingreso, justicia, respeto, dignidad y el derecho de ser hijos de Dios, de ese que opta por los pobres y los desamparados. Por amor a Él, la palabrita que debemos pronunciar es: ¡Basta!

lunes, 19 de diciembre de 2011

Un día, una palabra.

Las pifias de los políticos y sus aprovechamientos por otros, como es el caso Peña Nieto-Creel-Vázquez Mota, favorecen la idea de que la clase política está constituida por una variedad humana aparte, algo así como una sección especializada en el beneficio de los desperdicios de los demás, como si fueran coprófagos de dos patas. La extraña variedad parece estar dotada de una particular propensión a los reflectores y en pronunciar discursos donde usa los deshechos ajenos para construir su imagen pública, armar su estrategia y enderezar campañas en su beneficio con el fin de logar el poder político.


Esos extraños seres bípedos pseudopensantes son como mariposillas de temporada, que vuelan en forma errática hasta que ven en el horizonte una flama que los atrae justo en los días en que el calendario electoral llega a sus fechas clave: los tiempos de las pre-campañas y la campaña propiamente dicha.

Su comportamiento denota fuerte inclinación por la opinión ajena y en vez de actuar, simplemente reaccionan bajo el supuesto de emitir respuestas agudas e inteligentes, lo que es un simple autoengaño que catapulta la imaginación popular en una hilarante parodia donde la democracia sufre de anorexia por causas que no le son imputables, sino que obedece a las limitaciones de sus actores.

El ciudadano que lee y el que oye decir y lo repite, magnifican y condimentan los dichos y los escasos hechos de los adversarios, generando una bola que rueda por la pendiente de nuestra ignorancia y se agranda en la medida en que el cerebro deja de discriminar entre lo absurdo y lo posible. Resulta más frecuente el chacoteo facilón que razonar críticamente sobre los eventos políticos, que portan un mensaje que puede gustarnos o no, ser correcto o no, pero que debemos desentrañar y sopesar de cara al proceso electoral del 2012.

Es innegable que la clase política padece de verborrea y que sus dichos muchas veces suenan a actos de oportunismo ramplón, a tristes expresiones de invalidez cultural, a ridículas purulencias intelectualoides de una mente ignorante aunque animada de pedantería inescrupulosa, que restriega con desenfado sus excresencias en los oídos de los demás, y que son reproducidas por la prensa que está siempre a la caza de basura vendible, objetos de morbo, vergüenzas públicas y privadas que embrutecen más y más a los eventuales lectores de porquerías. Resulta que la coprofagia es una forma alternativa de alimentación en tiempos de crisis cultural y en nuestro país se padecen muchas carencias, incluida ésta.

Por otra parte, la exhibición pública de las miserias culturales hecha con insistencia por los políticos, nos lleva a confundir la noticia con el pitorreo ocioso de los mirones políticos que no pintan pero sí manchan. Juan Pueblo se lanza al ruedo de las gracejadas, chascarrillos y retruécanos, orales, escritos y mímicos, logrando recrear los incidentes, pifias, tropezones y caídas de hocico políticos que adquieren calidad literaria merced a la creatividad, ingenio, agudeza y oportunidad con que son escritos y dichos. La obra del pueblo resta digna de antología y de ello se encargan los demás ciudadanos que no crean pero sí reproducen, haciendo circular la mercancía del ingenio mexicano por las cantinas, cafés, hogares, oficinas, comercios y, por último, urnas electorales.

Quizá el error de información y la falta de formación de los aspirantes a cargos públicos, se pudieran aprovechar para ilustrar campañas de alfabetización, de apreciación literaria, de cultura política, haciendo un bien a la nación y a las futuras generaciones de candidatos, los que seguramente actuarían con mayor fortuna que los actuales. En el futuro la profesionalización de la política pasaría por el filtro de la formación académica, de las luchas parlamentarias, del ascenso por méritos, de la transparencia en el uso de los recursos públicos… Pero estamos en el aquí y el ahora, en la tierra convulsa y lamentable que aun respira los aires viciados del neoliberalismo de guarache.

Si evitamos la pestilencia y nos movemos de prisa, lograremos atravesar esta región tenebrosa y llegar a la nación que queremos, donde podamos respirar con tranquilidad los nuevos aires de la democracia, de la participación responsable y solidaria de todos en la construcción del país que merecemos.

Los aires decembrinos

Diciembre siempre resulta apropiado para bajar la guardia en los asuntos de la cotidianidad laboral y subirla durante las visitas a los negocios y la propia inclinación a ser generoso cuando ocurre el típico desfase entre el querer y el poder. Las compras parecen ser la actividad comercialmente correcta mientras que el ingreso nos insinúa cerrar la llave de los escasos recursos monetarios y crediticios y optar por aquello de “regale afecto, no lo compre”. La prudencia y el realismo van de la mano mientras que el entusiasmo navideño se revuelve en nuestros bolsillos y exige salir a ver las novedades y ofertas irresistibles con que el comercio organizado se empeña en reventar nuestro muro de contención.

Ese ciudadano con ingreso personal disponible suficiente que llevamos todos dentro sale a las calles gracias al optimismo que inyecta el aguinaldo como un placebo invernal y que circula en nuestro sistema económico en beneficio de la ilusión de que las cosas andan bien. Lo cierto es que el número de pobres ha aumentado, tanto como han disminuido las expectativas de empleo para cada vez más mexicanos.

Como consecuencia de lo anterior, tenemos una sociedad que se vigila a sí misma, que desconfía de todo y de todos, que ve el incremento de los suicidios juveniles, la disfuncionalidad familiar, el número de divorcios, puestas de cuernos, criminalidad y acoso de los medios de comunicación electrónica con la siempre fresca basura informativa que suscita envidias en las mentes incultas, trivializadas por la publicidad y los chismes de alcoba televisados.

A diferencia de hace dos décadas, los jóvenes son vistos como criminales al acecho, sobre todo a partir de la emergencia de pandillas urbanas que recorren las calles en busca de una realización que es improbable en un medio marginal y excluido. De hecho, la exclusión y la marginalidad son el hito de la moda entre los jóvenes, quienes adoptan el vestuario, gustos y los modismos rufianescos de los pandilleros gringos. La televisión comunica los retrocesos de una sociedad al borde de un ataque de nervios y los promueve como estilo de vida.

Al deteriorarse la base económica de las instituciones sociales, la comunidad sigue por necesidad aquello de que cada cual se rasque con sus propias uñas, dando al traste con la solidaridad y el respeto al interés ajeno. Resulta poco realista hablar de valores cuando la familia sufre de hambre y marginación por razones de ingreso. El deterioro de la base desencadena el de la superestructura social, por la misma razón de que un cuerpo famélico al tiempo redunda en el deterioro de las funciones cerebrales y la conciencia termina perdiéndose por falta de nutrientes. El daño en los cimientos llega a provocar la inestabilidad y el derrumbe de la casa.

El comercio formal o informal lucha por sacarle el aguinaldo de la bolsa y se confabula con los acreedores diversos para que el flujo de efectivo vaya en dirección opuesta a usted y al final sus egresos serán mayores a los ingresos, lo que se complementa con maniobras tácticas que incluyen la colocación de bocinas fuera de los locales con el fin de aturdirlo y hacerle perder el control de su voluntad. Tan agresiva acción ablanda sus neuronas y lo sume en un estado turulato donde la confusión es tal que bien puede tragarse la rueda de molino de los argumentos de venta, quedado a merced de cualquier merolico.

El despojo comercial va de la mano con el bancario, es el uno-dos del asalto a su bolsillo, lo cual se constata al llegar enero y con él, las cuentas por pagar y la realidad del asalariado en un país donde la capacidad adquisitiva funciona como ladrillo en caída libre. La breve oxigenación económica del aguinaldo le deja la sensación de invalidez típica del deudor crónico, del gastador coyuntural, del poseedor eventual de dinero cuya cotidianidad está determinada por el entramado de sueños que se rasga al descubrir que esa pesadilla es la realidad.

En estas fiestas, el deseo común es de felicidad y prosperidad, con lo que nos pertrechamos para el resto del año y las nubes de tormenta se borran momentáneamente para dejar ver la tímida luz de la esperanza, y descubrir la posibilidad del cambio que nos permita recuperar la dignidad humana y lograr el progreso y el bienestar que merecemos como sociedad por los que debemos luchar todos.

El próximo año será el escenario de las luchas de un pueblo ofendido por la voracidad de los capitalistas y la indolencia cómplice de los gobiernos neoliberales, cansado de los abusos y dispuesto a recuperar y conservar el espacio que nos es común. Que el próximo año sea el inicio del cambio verdadero y la construcción de una nueva nación, libre, incluyente y próspera.

sábado, 17 de diciembre de 2011

feliz navidad

En esta temporada navideña la reflexión acerca de los logros y los asuntos pendientes nos lleva a la revaloración de nuestro quehacer, de nuestras relaciones personales y profesionales, de nuestras aspiraciones y deseos de realización. La conciencia de nuestros límites es un buen punto de partida para desplegar ese valor y capacidad latente y transformar la posibilidad en realidad y ser, al final de cada jornada, un mejor ser humano.


¡Feliz navidad y próspero año 2012!

Dr. José Darío Arredondo López

domingo, 11 de diciembre de 2011

Muerte en la calle

Le confieso que estoy impresionado por la muerte de una chica de 16 años recién empleada en una franquicia de comida rápida. Tras ser atropellada, dos carros más pasaron por encima de ella y la remataron. Los conductores pisaron el acelerador y pusieron llanta en polvorosa.


Un niño pequeño acabó muerto en la calle, sin que se sepa quién fue el que lo privó de su existencia cuando esta apenas empezaba. La graciosa huida de los choferes revela que la sociedad actúa con cierto autismo y que la cobardía es parte de la conducción punible y los homicidios culposos.

De cara a la fatalidad de tener conductores sin pizca de civilidad, el ciudadano se encuentra en estado de indefensión, más si le agregamos el hecho de que las autoridades de tránsito no consideran necesaria la construcción de puentes peatonales bajo el supuesto de que terminarán siendo “elefantes blancos”. Al respecto, tendría que considerarse el detalle de que los puentes peatonales que existen en Hermosillo fueron construidos antes de que el caos vial se apoderara de nuestra vida cotidiana y que el parque vehicular no fuera tan grande, en una época en que todavía los agentes de tránsito podían responder a las demandas ciudadanas y que nos encontrábamos en una etapa transitoria entre un rancho pavimentado y la ciudad compleja y peligrosa que tenemos hoy.

En cualquier ciudad administrada racionalmente encontramos puentes peatonales y pasajes subterráneos que sirven para evitar que el peatón termine embarrado en el pavimento, así por ejemplo, en Guadalajara y otras ciudades mexicanas así como en muchas del sur del continente, se ha tenido el tino de comunicar aceras distantes con un pasaje que sirve para el tránsito peatonal y al mismo tiempo como centro comercial porque permite la instalación de puestos de venta de artesanías, golosinas y varias chucherías más que generan ingresos a los comerciantes y algo de confort a los viandantes.

La actitud de las autoridades resulta de una mezquindad cómplice de los delincuentes al volante, ya que la respuesta esperada era de que se tomaran las medidas de seguridad peatonal necesarias y no solamente echar la bronca al peatón que no cruza por las esquinas o sobre los llamados pasos de cebra. El problema fundamental es la conducta del automovilista y de las propias autoridades municipales que dan en construir obras viales sin tomar en cuenta la existencia de los habitantes de a pié. Hermosillo es en la actualidad una ciudad pensada en beneficio de las constructoras y de los vendedores de autos. En una sociedad civilizada, el peatón tiene la preferencia.

Si el cruce de bulevares como el Morelos está en chino, no se puede decir menos de un área densamente transitada como en los alrededores de la Universidad de Sonora. Cruzar el tramo del Museo a la Plaza Zubeldía es como jugar a la ruleta rusa.

El paso hacia la Universidad resulta ser una aventura peligrosa porque nunca se sabe cuándo será la última vez. En ningún momento el peatón tiene la seguridad de cruzar sin riesgo y lo que hace es, prácticamente, torear los carros y ganarles la carrera hacia la meta que, en su caso, es la acera de enfrente. Si bien es cierto que resulta con frecuencia una actividad deportiva extrema, el riesgo que se corre no está contemplado en ninguno de los programas de protección ciudadana y prevención de accidentes. De estarlo, ya tendríamos puentes peatonales y pasajes subterráneos debidamente vigilados e iluminados.

Las evidencias revelan que las autoridades municipales no están a la altura de la ciudad y sus complejidades. Así las cosas, habrá más muertes evitables y más hogares destrozados, a ciencia y paciencia de los funcionarios privados encaramados en la función pública. Urge poner orden en la casa de todos.

viernes, 9 de diciembre de 2011

John Lennon

Liverpool 9 de octubre de 1940-New York 8 de diciembre de 1980
Ayer hace 31 años un enajenado gringo (lo que es en sí una redundancia) asesinó a John Lennon. El 8 de diciembre de 1980 marca un parteaguas cultural que reistala la necrofilia como forma de trascendencia. La muerte de un famoso abre las puertas de la fama a su asesino. Nació en Liverpool y murió en New York, triste suceso de la involución humana. Mientras tanto, hagámos el amor y no la guerra.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Declaraciones que matan

El pasmo cede su paso a la duda, porque lo que aparece como accidente verbal adquiere visos de credibilidad periodística al ser fiel a la fuente. Dice Calderón que hemos vivido cinco años de logros, de una solidez económica envidiable y que los países del primer mundo se quedan cortos con el ejemplar desempeño de la economía nacional. Y qué decir de la seguridad social y la estabilidad política.


Según el habitante de Los Pinos, no hay duda sobre lo acertado de su política genocida, ya que los criminales reciben mensajes claros y fuertes sobre la firmeza del combate que se emprende en colaboración con las compañías fabricantes de armamento y las dedicadas a la asesoría en materia de seguridad, ligada al gobierno de Estados Unidos. Lo cierto es que la confianza de transitar por calles y carreteras nacionales cae en el terreno de lo anecdótico cuando el viajero llega a su destino sin novedad en el frente, atrás, o a los lados.

La Iniciativa Mérida acumula la experiencia del Plan Colombia y las novedades en la invasión a Afganistán e Irak, así como la expansión israelí en territorio palestino, por lo que el colonialismo aporta un cúmulo de lecciones que se aplican en el caso mexicano con la tenacidad de una guerra de baja intensidad que, como toda guerra, perfora los intestinos nacionales con el uso y abuso de las medidas ofensivas y defensivas que producen lo que en el argot de Los Pinos se llamas “daños colaterales”. La aventura de vivir bajo el neoliberalismo caderonícola adquiere tonos épicos que desdibujan los supuestos de la persecución del delito y la procuración de justicia para resaltar el sinuoso rostro del genocidio por omisión o comisión.

El optimismo instalado en el discurso oficial alterna con la recriminación como argumento de la contumacia, de la desfachatada insistencia en profundizar una herida que huele a descomposición. Los ojos y oídos oficiales están privados de sus facultades, quizá porque, al parecer, el cerebro que los rige navega sin brújula en las vaporosas ondas del urinal de Baco. La borrachera del poder es vía segura para aterrizar de trasero en la cruda realidad, sin embargo, el inquilino de Los Pinos permanece impasible ante el horror de 50 mil cadáveres flotando en las páginas de la prensa internacional y corroyendo la paciencia e indolencia de todos.

Cada mañana, los mexicanos otrora clasemedieros se levantan con el Jesús en la boca, ante el terror de las llamadas telefónicas de los bancos que hostigan ilegalmente al sufrido cliente las 24 horas del día incluyendo los fines de semana y los festivos; a cada paso el asalto del aumento en los precios y el congelamiento de los salarios permite al ciudadano ser protagonista de una película gringa donde el destino es incierto y el estallido de una mina bancaria o comercial puede hacerle volar en pedazos, mientras el aire viciado de los programas como “El buen fin”, lo atosigan y roban el poco oxígeno que tiene en sus pulmones.

En México los únicos avances han sido los de las empresas transnacionales que hurgan en el suelo, subsuelo y espacio mexicano en busca de sus riquezas sólidas, líquidas y gaseosas, orgánicas e inorgánicas, terrestres, marinas o aéreas, y a pesar de ello, no hay interés oficial en la industrialización del país y fortalecer la autosuficiencia alimenticia, lo que lleva a pensar en las bondades de aquél modelo de sustitución de importaciones y del programa federal llamado SAM (Sistema Alimentario Mexicano).

El buen trabajo del panismo en el poder ha sido el conducir al país por la ruta del neoliberalismo periférico emprendida por Miguel de la Madrid en los años ochenta y profundizada en el pelonato salinista, lo que implica que los logros están asociados a la mayor dependencia de México respecto al exterior y en particular Estados Unidos.

Lo más grave es que la autocomplacencia trae consigo una dosis de morbosidad y masoquismo al adelantar que seguirá por ese camino, con entusiasmo y optimismo. En un México con ganas de estar a oscuras, los focos están de más.