Notas Sueltas es un espacio de opinión sobre diversos problemas de carácter social, económico y político de interés general. Los comentarios pueden enviarse a: jdarredondo@gmail.com

lunes, 27 de julio de 2009

Marchas y política


Pues, aunque usted no lo crea, nuestros puntos de referencia socialmente aceptados pueden estar equivocados, o por lo menos, cambiadas sus coordenadas, de manera que lo blanco es negro, lo gris es una especie de cuarta dimensión en el imaginario de un genio de botella en plena intoxicación etílica… Opinamos, discutimos, exponemos nuestras inquietudes, nos pronunciamos a favor o en contra de tal o cual posición política, y al final, terminamos adhiriéndonos al partido de la conveniencia, a la aplanadora psicológica que modera nuestra conducta social y que nos hace, a querer o no, formar en las filas del cinturón proyector del sistema. El gregarismo pasa de ser una tendencia natural en el hombre, a un dogma de fe social que se acepta a priori, sin mayor análisis, acríticamente, como la fatalidad que actúa en la mente de los que lo asumen por vocación, ocasión u omisión.

La confusión entre lo que es y lo que debiera ser, entre lo que debiera ser y la cruda trama de las conveniencias, hace que el análisis de los hechos ocurridos el 5 de junio en Hermosillo transite del reclamo justo de los agraviados a la manipulación política de un sector ligado a los agraviantes. Me refiero a lo siguiente: ¿por qué no se ha insistido en el hecho de que la tragedia de la Guardería ABC es producto de una política federal consistente en privatizar la seguridad social, operada a través e subrogaciones de servicios que son, o debieran ser, competencia exclusiva del gobierno? ¿Por qué no se ha señalado que la política neoliberal acogida por el PAN hecho gobierno, esta profundizando el daño causado por el neoliberalismo priista del salinato? ¿Por qué se insiste en culpar únicamente al gobierno de Bours, siendo que es un eslabón en la cadena de errores y graves omisiones en que se ha convertido la política de Calderón como continuación del desmantelamiento del Estado acelerado por Fox?

Sin duda alguna, Bours merece la censura púbica por sus aires bravucones que comparte con su hermano Ricardo, pero la política de privatizaciones del panismo simplemente fue aceptada como una oportunidad de negocios por el ya casi ex gobernador, sin que necesariamente fuera partícipe de su hechura. Para ser claro: Bours puede ser, simple y sencillamente, un beneficiario compulsivo de la idea de tomar la política como negocio particular.

Desde luego que tienen razón los padres de las víctimas de la Guardería ABC, al señalar la falta de sensibilidad y respeto que ha demostrado Bours desde el día 5 de junio. Pero una actitud grosera, de junior patán con complejo de potentado texano, no lo hace responsable de la política de subrogaciones federales. Claro que los intentos de manipulación de los padres de las víctimas con esa vacilada de que el niño achicharrado que está en el cielo, “ha de estar triste porque su padres están enojados” y demás torpezas del pirrurris avícola cajemense irritan, pero el buen juicio debe prevalecer. El problema está en otro lado y es hacia éste a donde deben dirigirse los esfuerzos de los afectados y, desde luego, la sociedad en su conjunto.

El gobierno ha convertido en negocio la seguridad social, a través de las subrogaciones de servicios como el de las guarderías, y en esa dirección debieran ir los reclamos, hacia una movilización que apoye al IMSS y al ISSSTE como verdaderas instituciones de protección para los padres trabajadores y sus hijos, a través de la salud, la educación y la protección integral del Estado a las familias, y no como fuente de enriquecimientos privados.

Pero, por ejemplo, tenemos padres de familia que pagan con gusto, aunque con apuros, las cuotas que se les exigen en las escuelas de educación básica, con el pretexto de mejorar las condiciones de estudio de sus hijos, mandando a volar el principio de la gratuidad de la educación, de acuerdo con el artículo tercero de la Constitución. Consciente o inconscientemente, permitimos que el gobierno privatice los servicios básicos que debe proveernos, y es hasta que resulta más que evidente lo erróneo de esta concesión cuando el pueblo monta en cólera y pide justicia. ¿Se necesitan muertos inocentes para que entendamos que lo que es del gobierno debe ser cumplido por el gobierno y lo que es de la empresa privada debe ser resuelto por ella?

Triste asunto el de una sociedad que está siendo acostumbrada a que hay que pagar por todo varias veces, como el cobro de intereses sobre intereses con que nos roban los bancos, hasta que la tragedia nos azota el rostro al convertir el reclamo social en dolor privado, personal, individual, para que así reaccionemos.

Sin duda alguna el apoyo a las marchas por la justicia en el Movimiento del 5 de junio debe ser otorgado sin reparos por todos los ciudadanos. Desde luego que no debe “politizarse” en el sentido de servir al inmediatismo de tal o cual partido político para atacar a otro con abono a presentes o futuros procesos electorales, pero lo cierto es que el movimiento ciudadano es esencialmente político porque se encara a una situación injusta, producto de una forma viciada de entender la política y el gobierno. Lo que se persigue es justicia y reparación del daño, lo que supone cambiar las condiciones que hicieron posible que ocurriera la tragedia. En ese sentido es indudablemente político.

Si la política es el arte y la ciencia del buen gobierno, seguro que las protestas y manifestaciones ciudadanas contribuyen a poner en claro el hartazgo del pueblo por la ineptitud, la deshonestidad y lo vicioso de la acción gubernamental, que deben cambiar para mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos. Marchando se manifiesta que se quiere y debe hacerse una buena política. Marchemos.

martes, 21 de julio de 2009

Las artes del olvido


Pudiera pensarse que una visión rencorosa de la vida y sus milagros es mala. Pero el rencor manifiesta la persistencia de algo que molesta y que no ha sido resuelto, es decir, que evoca la justicia diferida, conculcada, incumplida, o, para decirlo de otra manera, puede serse rencoroso cuando alguien ha hecho algo perjudicial y no ha obtenido castigo. El rencor es un sentimiento ligado a la memoria.

Para nadie es secreto que la memoria nos conserva lúcidos y con orientación, de manera que los recuerdos que se conservan modelan nuestra conducta, nuestra capacidad de respuesta a los estímulos del exterior, y determinan la calidad de nuestras relaciones con otros que, como nosotros, son portadores de recuerdos que implican problemas y soluciones, formas de valoración y de toma de decisiones.

Los recuerdos negativos que se conservan en la memoria son la materia prima de los cambios sociales, porque implican los defectos del sistema de convivencia que tenemos, que depende de nosotros para subsistir o para cambiar. Las situaciones injustas, los desequilibrios sociales, la inequitativa distribución de la riqueza, la marginación, la pobreza que impide el desarrollo de las potencialidades de los seres humanos y los degrada a niveles intolerables, genera un sentimiento rencoroso hacia aquello que racionalmente identificamos como causante del mal que se sufre. Es decir, el rencor es una magnitud socialmente generada e individualmente sentida.

Si usted siente rencor, ¿por qué lo siente? Porque posiblemente alguien le frustró algún proyecto de manera injusta y, pudiera decirse coloquialmente “gandalla”; porque se sabe víctima de una situación que viola sus derechos; porque a pesar de ser una víctima no hay justicia para usted y su contraparte goza de impunidad; porque las instancias legales son lentas e ineficientes y usted es presa de la desesperación y la impotencia; porque quienes detentan el poder político y económico pisotean reiteradamente sus derechos; porque está consciente de la diferencia de su apellido respecto al del otro, que obtiene los beneficios del olvido y la protección de las leyes; porque usted es el perjudicado de siempre, la víctima designada de los atropellos de otros con menos derechos que usted y sin ningún derecho de perjudicarlo.

¿Se puede sentir rencor sin impedimentos morales? ¿El que siente rencor esta condenado al infierno? ¿Es un pecador irredento? No necesariamente. Sentir rencor (resentimiento o encono tenaz, según el diccionario) es una reacción emocional natural ante lo que se considera injusto, y puede considerarse como el combustible para alguna otra transformación en su percepción de la vida y su entorno social inmediato. Nadie que no haya sentido un “resentimiento o encono tenaz” pudo ser capaz de lanzarse a la defensa de un ideal revolucionario, de tomar las calles y tirar a un gobierno, de arriesgar vida y patrimonio en aras de la transformación social. La injusticia (como las fallas, inequidades, excesos o carencias) convertida en motivación personal ha hecho el milagro de la transformación social e histórica de la sociedad. Nadie que no abrigue sentimientos vívidos y tenaces va a emprender cambios, en ningún sentido.

Claro que el ser rencoroso por sistema se puede traducir en enfermedad, cuando los sentimientos no son reivindicadores de algo que se considera esencialmente justo. En este caso lo recomendable es analizar, asistido o de manera individual, la causa del malestar que, probablemente, se deba a un error de percepción de la propia capacidad y de los merecimientos, en este caso justamente percibidos por otros. El egoísmo, la ambición desmedida y la codicia, pueden ser causa del rencor. Así, el rencor de un gobernante puede llevar a otro a la prisión, con lo que se tiene un preso político sin más culpa que haber ofendido la vanidad o los intereses del que gobierna.

En el caso que se plantea, el gobernante puede darse el lujo de ser rencoroso con sus gobernados, animado por una sobrevaloración de su propio poder, de suerte que es injusto. En cambio, la víctima de la furia gubernamental puede guardar rencor al gobierno que lo arruinó, y promover, sus testigos, alguna acción social que reivindique su derecho a la libertad y que la restablezca finalmente. El activismo político y social tiene esta tesitura.

En el caso del incendio de la Guardería ABC, ocurrido el 5 de junio, que tuvo como resultado 48 niños muertos y muchos lesionados, física y moralmente, la sociedad puede y debe sentir rencor. Rencor contra las autoridades cómplices, contra los autores de la felonía que permanecen impunes, contra la farsa de fabricar chivos expiatorios sin acatar necesariamente las leyes y procurar justicia. Ese “resentimiento o encono tenaz” tiene su correlato objetivo en las víctimas, los procedimientos chapuceros, la vergonzosa intención de dar carpetazo al asunto mediante dilaciones poco menos que increíbles. La sociedad tiene derecho a experimentar ese “resentimiento o encono tenaz” en tanto se reconozca víctima de un sistema económico vicioso y altamente excluyente, inclinado pesadamente hacia el lucro y la mercantilización de la seguridad social.

En tanto las cosas no se resuelvan de fondo, no puede haber perdón ni olvido. Solo el rencor social traducido en acciones cotidianas, tenaces y permanentes podrá cambiar el estado de cosas que hoy rechazamos. Ni perdón ni olvido, solamente justicia y reparación del daño, lo que implica la cancelación del sistema de subrogaciones en los derechos de los trabajadores que son y deben ser responsabilidad del gobierno, así como la presentación de los verdaderos culpables, intelectuales y materiales de los actos reclamados.

Hablar de perdón, en este caso, es pretender borrar de la mente un hecho traumático, altamente ofensivo en lo personal y lo social, sin cambiar aquello que le dio origen, sin modificar las causas del infierno que representa la Guardería ABC. Perdonar es ser cómplice de una violación terrible al derecho que todo ciudadano tiene a la seguridad social, y eso, no se puede permitir.

viernes, 17 de julio de 2009

La Inalámbrica


"El viejo edificio de la Inalámbrica, por la calle Escobedo de Hermosillo, Sonora, esta siendo demolido con la tranquilidad que proporciona la impunidad en una entidad federativa donde predomina el furor inmobiliario y la falta de respeto a la historia local".

Ese fue mi pensamiento cuando al pasar me di cuenta de que el techo había sido tirado, pero por fortuna, en esta ocasión se trata de una restauración.

Y es que el miedo no anda en burro, considerando la inverterada costumbre estatal de derrumbar para luego dar explicaciones tan ridiculas como claro está el desapego a la historia y las costumbres de nuestro pueblo.

Menos mal que no están tirando el edificio, lo que proporciona cierta tranquilidad, por ahora.


Acuerdo nacional

Los señores de la delincuencia organizada, recientemente han dirigido un comunicado debidamente transmitido por una estación televisora, a fin de que el señor presidente de Calderonia tome nota de su interés por cesar la sanguinolenta mortandad que da de qué hablar diariamente. La nación se ha convertido en un campo de prácticas para psicópatas de uniforme o de civil, donde corre la sangre al mismo tiempo que los recursos para contenerla. La batalla contra el narco es el evento estelar de la necrofilia nacional, patrocinado por los gringos y ejecutado con la debida torpeza por parte de nuestras fuerzas policiacas.

Que el cartel de La Familia haya saltado a la notoriedad política con ese mensaje de acuerdo nacional, no es gratuito ni casual. En el ambiente citadino se transita con el Jesús en la boca y la traducción libre de los miedos cotidianos se escribe con la angustia, la impotencia y el anodino refugio de no ver, no oír y no hablar de muchos ciudadanos, habida cuenta las señales a veces menos difusas de la colusión de autoridades de alto nivel de decisión en los negocios de moda.

Que Genaro García Luna resulte señalado como protector de cárteles competidores, compromete la persecución federal de los delitos contra la salud y ahonda la brecha entre la seguridad ciudadana y el abandono en una cuneta en cualquier carretera, de cualquiera de los involucrados en esta lucha por los mercados en la versión políticamente incorrecta del neoliberalismo en acción. Y así, la exigencia de respeto a las familias es algo con lo que cualquiera está de acuerdo, pero sucede también que el atropello a los hogares mexicanos resulta del fracaso del gobierno en la protección y defensa del orden constitucional. A estas alturas, nadie puede negar que las fuerzas del orden sean, con frecuencia, transgresoras de los derechos humanos, con mayor razón cuando no existen propósitos claros ni acciones responsablemente definidas respecto a la represión del delito.

A la oferta de acuerdo, el gobierno responde que los delincuentes no son parte de la sociedad, que el gobierno no negocia con la delincuencia, que los muertos pertenecientes a las fuerzas de la ley, son muestra de lo desesperados que están los criminales ante las “acciones contundentes” emprendidas. El ogro justiciero reparte a los ciudadanos en dos grupos, los malosos y los buenos, donde los primeros están fuera de la sociedad porque viven en otra realidad que aparenta ser invulnerable a las palabras regañonas del gobierno, en tanto que los segundos viven en una burbuja de terror e inseguridad que se alimenta de promesas y fracasos.

Mientras tanto, trasciende en el nivel internacional el papelón que hizo nuestro señor procurador de justicia frente a los reclamos de la Corte Interamericana de los Derechos Humanos (CIDH), donde las cantinfladas marcaron la tónica de una defensa de la justicia mexicana que, finalmente, solamente demostró lo que pudo haber sido y no fue. El titular de Gobernación se hundió en un mar de demagogia, al esgrimir lastimosas argumentaciones de leguleyo y flotó en el aire la fetidez de una argumentación “legal” preñada de ignorante pedantería.

No estaría mal que los titulares de Gobernación, la PGR junto con el de Seguridad Pública, renunciaran por probada parcialidad e incompetencia en el manejo de los asuntos de sus respectivas dependencias. Asimismo, que el gobierno en un ejercicio de nacionalismo recuperara la administración de la justicia y dejara de lado la colaboración con la invasión silenciosa que perpetra Estados Unidos bajo la cobertura de la Iniciativa Mérida, que es una burda maniobra más para militarizar nuestra región con la bota del ejército gringo.

Pero, hablando de otras cosas, me comenta un amigo taxista que a sus compañeros de labores, el pasado día 5 de julio, les pagaron 1500 pesos por acarreo de gentes a las casillas de votación y que por cada voto emitido iban 400 pesos de pago al votante, por parte del PAN, con lo que se demuestra que el famoso cambio se refiere solamente a las siglas y los colores, no a las acciones ni los propósitos de gobierno.

martes, 14 de julio de 2009

Sensación de calor


El termómetro vive momentos estelares al demostrar que la dilatación del mercurio en una escala graduada permite documentar nuestras sensaciones bajo un enfoque cuantitativo. La pregunta, ¿a qué temperatura estamos?, se puede responder con un número que resulta contundente y definitivo: 43 grados, a lo que se puede añadir el dato de que la temperatura percibida es de 51. Desde luego que la percepción le da un toque personal e individualizado a la simple lectura del número en una escala, ya que se toman en cuenta los varios metros de piel que nos cubren y las sudoraciones posibles como consecuencia del calor ambiente.

La fuente del milagro de la percepción mayor que la temperatura registrada en el termómetro es la humedad. Ésta nos permite trascender espacialmente y colocarnos en las costas, frente al mar que hace dibujos de espuma en los bordes del globo terráqueo, ironizando respecto a las nubes que cubren el cielo con la promesa de lluvia. La humedad es promesa y amenaza al mismo tiempo, si se trae a colación los huracanes, ciclones, tornados y tormentas tropicales, que se alejan o acercan a las costas con ánimo revanchista, como queriendo poner orden en el desastre natural que hemos logrado.

El calor sudoroso convierte en sopa la dignidad de los políticos que aparecen en público con el brazo levantado, en señal de triunfo, como reto a las fosas nasales de sus adeptos, como filtro aromático de los más fieles o los más congestionados de vías respiratorias superiores. La política en tierras semidesérticas invadidas de humedad tropical supone el funcionamiento sin garantías de una tolerancia incondicional por el olor ajeno que impregna la conciencia cívica y se traduce en complicidades hormonales. La vida política de Sonora está signada por la actividad de las glándulas sudoríparas en combinación con la congestión nasal propia de la temporada.

La ideología, por tanto, no tiene tanta preeminencia ante la dura consistencia de las condiciones naturales que privan en la entidad. El calor nos condiciona a ser ciudadanos de tercera, es decir, los que debemos sudar como posesos al no contar con aire acondicionado en el carro, en la casa, en el trabajo, en la cantina preferida, en el entorno social en el que nos movemos; en cambio, las clases refrigeradas se pitorrean del calor que funde las buenas intenciones y calcina la voluntad de cambio, sumergiéndonos en una apatía térmica que nos hace víctimas de fenómenos como la abstención o la nulificación del voto, y aun así proclamarnos seguidores de López Obrador, en un ejercicio de contra-lógica de fácil acomodo con cualquier tipo de colaboración con el voto corporativo que nada tenía que perder ante la abstención activa o pasiva de algunos.

“Haiga sido como haiga sido”, el voto ciudadano efectivo elevó al PRI por encima de los azules que se quedaron -frente sudorosa, labios apretados, ceño fruncido- rumiando una evidente derrota aun en estados que habían sido panistas en comicios anteriores, con la excepción de Sonora, donde el sudor se confundió con las lágrimas de padres ofendidos, de vidas perdidas, de palabras inútiles y explicaciones lejanas de cualquier tipo de satisfacción.

Pero el calor húmedo aumenta la sudoración y hace que el organismo trabaje bajo presión, de suerte que cualquier esfuerzo se duplica en términos de la percepción del que lo realiza: el PAN pírricamente triunfante acusa demencia senil al protagonizar una historia de éxito entre las miles que se dan en el pavimento de la ciudad capital, escenario de marchas justicieras, de triunfos refrigerados, alejados del calor de la cotidianidad ciudadana, sin los afanes de sufrir el despelleje de la conciencia por sobreexposición a la demagogia, sin el calor que cuece la piel y hace chirriar las neuronas electorales porque son los ricos y famosos, los pirrurris empresariales, los viejos rejuvenecidos por la sensación percibida del poder, magnificada por el mini-split que todos ellos llevan dentro.

Las calcinantes condiciones de vida de las grandes mayorías locales contrasta con la mentalidad refrigerada de las gentes Fortune o Town and Country, de la gente bonita que salta de las páginas de sociales a esa cosa horrible llamada realidad, con la intención de decorarla con festones azules y celebrar el triunfo de la cursilería hecha gobierno, en un efímero baño de pueblo que pronto debe olvidarse, porque el calor es fuente de sentimientos demasiado populares, ligados al abanico y al hacinamiento habitacional. El mármol, la loza importada, el adorno cultural, la abundante comida diaria, el prestigio del apellido y el boato de una vida social privilegiada, se complementan más con las bondades de la refrigeración central, las maravillas del transporte de lujo y la contemplación absorta de la propia imagen en los principales medios de comunicación.

Hermosillo y Sonora, son los escenarios idílicos de una aventura electoral que nada tiene que ver con la realidad de la vida cotidiana de sus habitantes, con la vida, pasión y muerte de 48 inocentes, con la depresión económica que se ve fortalecida por la anímica al clamar sin respuesta por justicia, y los oídos sordos de las autoridades federales y estatales que pugnan por preservar la ganancia privada sobre el interés público. Hermosillo es el escenario donde se demuestra claramente la inutilidad del discurso panista de privatizar las funciones del gobierno, del fracaso de las políticas neoliberales, de la vertiente criminal de las subrogaciones de servicios que deben ser del gobierno, de lo inocultable de la impunidad y de la construcción de chivos expiatorios a cambio de la libertad de los verdaderos culpables.

Mientras usted y yo dialogamos, la temperatura aumenta y los muertos de una guerra patrocinada por Estados Unidos bajo la cobertura del combate al narcotráfico, siega vidas al por mayor en territorio nacional, y traduce los grados centígrados en una sensación de profunda inseguridad, además del agobio del desempleo, la carencia de oportunidades, la desesperación generalizada de un pueblo que vive en las sulfurosas miasmas de un gobierno fallido.

Pero el calor agobia y hace que nuestra vida sea una navegación involuntaria por un lago de aguas hirvientes, lo que añade al aislamiento una visión nebulosa de la realidad y el sofoco de una temperatura que parece ser mayor que la que el termómetro registra. En este contexto, ¿qué gusta usted tomar?

jueves, 9 de julio de 2009

Chita Cubillas


Comparto con usted este mensaje de Jorge Taddei, junto con mi más sentido pésame a la comunidad pensante de Hermosillo, a los luchadores sociales honestos, a quienes tuvieron la fortuna de tratar a una gran mujer:

LA CHITA Y SUS LUCHAS

Belem Guadalupe Cubillas, la Chita Cubillas, falleció anoche. Una amiga muy querida para quienes la tratamos: con una ingeniosa inclinación por el doble sentido; una inteligencia privilegiada; una luchadora social desde su trinchera en la radio; una ferviente partidaria del movimiento de AMLO y, sobretodo, con una entereza total para enfrentar la enfermedad que la aquejaba, siempre luchando por estar mejor y mantener su permanente sentido del humor.

Me interesa destacar cómo la Chita se convirtió en una luchadora social sin siquiera salir a la calle, dada la imposibilidad física. Sin embargo, ella defendía, día con día, sus propuestas y su visión de las cosas, con un fragor apasionado y bien documentado. Leía la prensa desde temprano y escuchaba varios programas para luego “ponerle el cascabel al gato” en varias radiodifusoras.

Siempre claridosa, no dudaba en contrastarse, de manera amable, con quienes pensaban distinto. Me tocó coincidir con ella en la lucha contra el FOBAPROA, la lucha contra el Cytrar, la defensa de los ahorradores de “el arbolito”, como simpatizantes de la candidatura de Lopez Obrador y en contra de la privatización de PEMEX.

En una de las visitas del PEJE, lo llevé hasta donde ella estaba, entusiasta, en su silla de ruedas. Le dije: esta muchacha es la que ha realizado la mejor defensa de tu proyecto en las radios de Hermosillo. Andrés Manuel, se acercó emocionado y le dio un fuerte abrazo y un beso. Al final del evento, ya afuera del expoforum, AMLO desvió su ruta para despedirse de nuevo de la chita. Ese momento le quedó muy grabado y siguió defendiendo siempre al movimiento.

Nunca dejó de sorprenderme cómo está mujer, con buenas relaciones sociales en Hermosillo, abrazó con tanto entusiasmo la defensa de los intereses de la gente. La única explicación que tengo, es la tremenda honestidad intelectual de la chita y su convicción de actuar en consecuencia.

Nos deja la gran lección de que se puede colaborar en la transformación del país de muchas maneras y la preponderancia que tiene el dar esa lucha en los medios de comunicación. Su contribución ha sido mayor que la de muchos políticos y dirigentes.

Nos deja también el ejemplo de sus luchas firmes por sus ideas y por aferrarse a la vida hasta el último momento.

Descanse en paz, nuestra querida Chita Cubillas.

viernes, 3 de julio de 2009

Nulifico mi nulidad


Algunos amigos míos han decidido nulificar su voto, en un arranque de purismo que entiendo y respeto, aunque no comparto. Considero que una de las bondades de la democracia es justamente la posibilidad de coexistencia de las diferencias y la separación, clara y precisa, del ámbito de los intereses privados y los públicos. Nadie en su sano juicio se declara enemigo de otro por diferencias de táctica política, si ambos reconocen que los guían los mismos objetivos. Si la diferencia ideológica está salvada, los detalles no harán que la sangre llegue al río por quítame estos votos.

En la práctica, el PRI neoliberal y el PAN de lo mismo, a pesar de ser siglas diferentes, sus objetivos y metas han llegado a tal grado de coincidencia que parecieran ser la misma cosa, y es que lo son: la doctrina neoliberal ha hecho posible el milagro político de acercarlos al transformar sus ideales en moneda de cambio y los objetivos de lucha por oportunidades de mercado. El discurso político cambia por argumentos de venta, y así, la mercadotecnia triunfante acaba con las complejidades de la política y el horizonte social que implica.

Socavados los cimientos ideológicos y políticos del PRI y el PAN, el cascarón que encubren las siglas y los colores y banderas tradicionales, se declara vacío de contenido y se llena con la cháchara mercadológica que sugiere la coyuntura: chismes de alcoba, transas al descubierto, ligas con el narco, identidades sexuales bajo escrutinio, acusaciones bajunas y una suerte de humor chabacano de ramplonería infinita. Las matracas y las porras se transforman en conjuntos musicales de patada, pujido y pedo y la vulgaridad enerva el discurso y la palabrería hueca y lamentable contamina el ambiente de Sonora y, desde luego, el resto del país.

La trivialidad del discurso deviene en promesas de cumplimiento incierto cuando no cosmético, y la seriedad del trabajo legislativo pasa a ser farsa periódicamente renovada y puesta en escena con diferente elenco pero con los mismos propósitos: perpetuar el sometimiento de los ciudadanos a un régimen injusto, aunque políticamente aconsejable por las grandes corporaciones internacionales que administran los negocios públicos y privados de esta parte del capitalismo periférico.

La privatización a toda costa, emprendida en los años ochenta, profundizada en los noventa y acelerada en los albores del siglo XXI, presenta como expresión mediática la modernización y la competitividad, a costa de la reducción del Estado y la semiparálisis de la acción gubernamental frente a la diligente y ubicua de los agentes privados, solamente que sin la responsabilidad esperada en el cumplimiento de encargos que eran del gobierno y que ahora son oportunidades de negocios. Aquí, el cumplimiento de la ley se vuelve una tarea farragosa y prácticamente inútil, porque consume tiempo y el tiempo es oro.

La privatización puede llamarse de muchas maneras, como por ejemplo, contratos de servicios múltiples, Pidiregas, servicios subrogados, desincorporación de empresas públicas, entre otros. La cuestión está en la impunidad como cobertura de riesgos empresariales en el marco de una economía periférica de mercado, que no produce bienes de capital, que no genera tecnología de punta, que es simple consumidora del saber de otros y que paga ingentes cantidades por marcas y patentes, sin dejar de mencionar los costos de ser un país tecno-dependiente, aunque se hable pomposamente de la “sociedad” y la “economía del conocimiento”.

En una economía dependiente, periférica, no resulta extraño que los partidos políticos con prosapia antañona terminen siendo correas de transmisión de las buenas nuevas del imperio. Socavada la base económica, la ideología juega a las escondidas con la realidad difusa y confusa del país, hasta que se declara vencedora en el gran juego de las apariencias y, por lo mismo, finge seguir siendo la misma, sin serlo. El nacionalismo, la ideología de la revolución, la lucha por la legalidad y equidad en la democracia mexicana son, al final de la jornada, hitos en la historia de las claudicaciones posibles de un pueblo sin memoria, arrastrado por la sordidez del mercado hacia su aniquilación.

En otros tiempos, los partidos actuaban como receptáculos de la memoria política de los pueblos, y constituían la organización del esfuerzo cívico que imponía una suerte de disciplina para cumplir los objetivos trascendentes de su ideario, plasmado en estatutos y operativizado en plataformas electorales del dominio público. Actualmente la política se confunde con los negocios privados y las estructuras partidistas pasan a ser patrimonio familiar, sin otro propósito que justificar un gregarismo depredador por consanguinidad o afinidad.

Podemos estar de acuerdo en que el régimen de partidos políticos ha llegado a su agotamiento. Si es así, entonces habría que centrar la atención en el origen de la debacle partidista y reconocer que la privatización de las funciones públicas, impulsada por el neoliberalismo mexicano, alcanza la vida de los partidos y los destruye ideológicamente. La derechización de la política responde a la mercantilización unipolar de la economía.

Ahora resulta que la militancia no es entrega a una causa sino el aprovechamiento de las estructuras y relaciones políticas para lucrar personalmente. En este esquema, los liderazgos pasan a ser objetos codiciados por muchos emprendedores de negocios privados bajo la cobertura de las organizaciones sociales y, eventualmente, terminan traicionando los compromisos que públicamente aceptaron cumplir. Desde luego que la decepción, el coraje y el rechazo figuran entre las reacciones naturales a esta situación, sin dejar de lado la frustración que deben sentir algunos que querían figurar en el plano de las dirigencias y que no tuvieron oportunidad de gozar del pastel.

Lo anterior no quiere decir que no existan militantes honestos, que “se la creen” y luchan por los objetivos colectivos. No significa que todas las estructuras partidistas estén colmadas de gusanos electorales, de sabandijas coyunturales que barren con toda posibilidad de ascenso para las gentes decentes que forman parte de la organización. Suponer que todos los partidos y todos los militantes son, o están llenos de excremento, no representaría una visión realista de las cosas, porque la totalidad es una magnitud conceptualmente inaplicable a la variedad de matices, intereses, interpretaciones, grado de involucramiento, conocimiento y convicción que se da en el seno de cualquier conjunto humano, en el cual habrá personas honestas como deshonestas, rufianes, perversos y personas confiables por su calidad moral.

Lo que sí quiere decir es que hay luchas por librarse en el seno de los partidos, y que urge una vuelta a los orígenes, a las ideas fundacionales y a las formas de cómo afrontar los nuevos retos, pero, mientras esto ocurre, los ciudadanos pueden demostrar su molestia votando por otras opciones, aunque usted pudiera decir que los otros son solamente “satélites”, y que para el caso, mejor no votar o nulificar el voto. Quizá tenga razón, pero, ¿qué significa un voto nulificado?

Como acto voluntario, se puede suponer un rechazo a las opciones presentadas o, en última instancia, al sistema electoral. Lamentablemente, si vota debe hacerlo por alguna de las opciones registradas, porque de otra manera su voto no va a contar. Usted le estará dando la ventaja a los que sí votan de manera corporativa, por ejemplo, el Panal, y si se fija, a los duros del PRI y el PAN. Con su gesto de dignidad pasará a ser la perfecta víctima electoral y, al día siguiente, empezará un juego sado-masoquista que le garantizará ser el manipulado del año, dudoso honor que realmente no le aconsejo.

¿Quiere de veras desquiciar al sistema? Vote en contra de los partidos de la derecha neoliberal y cruce a favor de los de la coalición “Salvemos a México”, y espere al día siguiente a ver lo que pasa. Podemos mejorar.

miércoles, 1 de julio de 2009

Coprofilia


Hoy recibí una llamada telefónica en la que una gravación me endilgaba instrucciones para votar por Padrés Elías, candidato a la gubernatura de Sonora. Colgué rápidamente por temor a un contagio de alguna enfermedad crónico-degenerativa asociada al fascismo.
Se sabe que los microbios patógenos de la derecha son por necesidad incapacitantes, porque impiden el sano juicio y ver las cosas como son, de manera que la víctima supone progreso donde solo hay hambre y marginación, oportunidades de negocios donde solo hay obligaciones incumplidas por parte del gobierno, desempleo donde solo hay promesas de campaña y, lo más grave, el supuesto de que la economía y la política la dictamos nosotros, cuando las cosas vienen etiquetadas de fuera y subrogadas al estado mexicano, para que aparente ser libre y soberano sin dejar de ser una mediocre sucursal de algún emporio neocolonial.
La dupla neoliberal PRI-PAN y sus satélites coprófagos Verde Ecologista y Panal, merecen una despedida electoral que se logrará mediante el voto por otras opciones. Debemos votar este 5 de julio por la esperanza, por el castigo a la insolencia, contra el neoliberalismo criminal.