Notas Sueltas es un espacio de opinión sobre diversos problemas de carácter social, económico y político de interés general. Los comentarios pueden enviarse a: jdarredondo@gmail.com

sábado, 31 de agosto de 2019

De ver dan ganas.



“Todo está perdido cuando los malos sirven de ejemplo y los buenos de mofa” (Demócrates).


Las redes sociales permiten en segundos la comunicación y transmisión de noticias, ideas, preguntas y respuestas de una cantidad inimaginable hasta hace muy pocos años; las nuevas formas de comunicación también alientan la creatividad, que puede ser canalizada hacia el lado oscuro de la vida o hacia escenarios positivos para la sana convivencia de todos.

Así pues, nos encontramos con gente que comparte logros humanos, anécdotas curiosas, noticias raras, experiencias interesantes y buenas muestras de humorismo de ocasión. También tenemos que se comparten vídeos y notas que revelan una mentalidad enferma, morbosa, sádica y antisocial o simplemente primitiva.

La gama de asuntos que se comparten en las redes va del comentario tonto y desubicado, la alusión banal que pretende ser graciosa, el chisme sin consecuencia, la revelación insidiosa y destructiva, el desahogo místico con ribetes de apostolado cargado de cursilería; a la fijación morbosa por el sexo, la violencia física, la manipulación emocional, la desinformación política, económica y social.

Frente a estas manifestaciones aptas para el trabajo psiquiátrico tenemos, por el contrario, información científica y cultural, notas, vídeos, comentarios que nos hablan de los logros personales y sociales que sirven de ejemplo y apoyan la idea de que otro mundo es posible.

Las redes son tierra de contrastes donde el afán de compartir tiene, como se ha visto, una inmensa gama de posibilidades para influir tanto positiva como negativamente en el mirón eventual, en el usuario común o en el adicto a los medios electrónicos.

Nuestra sociedad parece ser una gran plaza pública donde los medios son el escenario de toda clase de protagonismos que, en algunos casos, pueden considerarse evidencias de descomposición social. Frente a la fuerza de trabajo que hace posible la riqueza social se levantan los delitos del orden común y federal, pero eso no nos dice gran cosa y es necesario documentarlo en forma visual: “necesitamos” el video donde el asunto sea la violación, el asalto, el asesinato que debe ser sanguinolento, la pelea de chicas secundarianas, la golpiza de un joven de bachillerato, la crueldad animal, la indefensión del indigente con cara sangrante, al menos sucia, entre otros desencadenantes de placer en una emotividad morbosa y perversa.

Se puede decir que el contenido de las redes sociales debe ser libre y es correcto. Que debe permanecer la red mundial fuera del alcance de la censura y el control ideológico del gobierno y estamos de acuerdo. El Internet debe permanecer libre, porque es la alternativa al control del poder económico y político sobre la sociedad; porque nos permite estar informados o desinformados al instante, porque las batallas informativas y sociales en general se libran hoy en el ciberespacio. Sin embargo, la libertad sin control fácilmente se convierte en libertinaje.    

¿Cómo controlar dentro de ciertos límites lo que es y debe ser libre? Pues a través de la educación y el ejemplo, que empieza en el seno familiar, sigue en la escuela y termina en la calle y los espacios de trabajo e intercambio de ideas y productos. El hilo conductor de nuestra sociabilidad debiera ser la formación ética y los principios y valores que socialmente sean defendibles y ejemplares, desde el punto de vista de nuestra identidad nacional, históricamente considerada. Para hablar claro: no somos ni gringos ni europeos, somos mexicanos y debemos reconocernos como tales.

Hay valores y tradiciones importantes distintas a las de los extranjeros anglosajones: el apego y respeto por la familia, la solidaridad entre amigos y vecinos, el respeto a la vida propia y ajena, el amor a la naturaleza y al patrimonio histórico colectivo de carácter cultural, entre otros. Sin embargo, estos valores se encuentran en dura batalla contra la agresión e influencia en los jóvenes por parte de los vecinos del norte: la televisión y el cine se encuentran saturados de muestras culturales donde destaca la violencia, el sexo y las drogas.


Usted dirá que nada de lo humano nos debe resultar ajeno y es correcto, sólo que la repetición de actos de violencia y de antivalores terminan persuadiendo de su “normalidad” sobre todo a los más jóvenes. Nuestra industria cinematográfica está subordinada a los temas y tratamientos escénicos de los gringos y la producción en televisión da pena ajena. México es y debe ser un país abierto al exterior, pero respetuoso de su identidad y cultura.

Los jóvenes estudiantes del nivel básico han sido protagonistas de peleas, agresiones estúpidas, imitaciones gangsteriles y otras muestras deplorables de hasta dónde puede llegar la imitación de patrones conductuales que vemos en la tele o en el cine. La respuesta debe ser educativa, y las familias tendrán que repensar su dinámica y conceder tiempo a sus hijos, independientemente de que la economía de mercado requiere de la presencia del padre y la madre en los procesos productivos. Lo cierto es que los hijos no se educan como futuros ciudadanos decentes y socialmente útiles frente a un monitor o pantalla de computadora o teléfono inteligente. Recuerde que, cuando no hay un criterio formado, de ver dan ganas.

La reciente golpiza videograbada a un estudiante de Conalep dio a los agresores un breve tiempo en pantalla, pero reveló el lado oscuro de la tecnología comunicativa cuando está al servicio de la estupidez. Tiempo de reflexionar y actuar.


 


  

sábado, 24 de agosto de 2019

Ahí está la diferencia



“El capitalismo es el genocida más respetado del mundo” (Ernesto “Che” Guevara).

Han sido semanas agitadas en Hermosillo y, pudiera decirse que Sonora es un estado donde la hemoglobina fluye por calles, casas particulares y centros comerciales, a juzgar por la alta incidencia de crímenes donde una, dos o más personas resultan ultimadas en cuestión de horas. De aquél “Hermosillo, pueblito sencillo” a la ciudad extensa y conflictiva que es actualmente hay mucha diferencia.

Hace menos de cinco décadas las familias podían descansar del calor durmiendo con las puertas de sus casas abiertas y, en algunos barrios, era costumbre tender catres en la banqueta con la confianza de un sueño tranquilo. Supongo que el lector joven verá con sospecha la anterior afirmación, pero en otros tiempos los vecinos se veían si no como familia sí como amigos o conocidos en los cuales se podía depositar la confianza: el patrimonio y la familia estaban seguros porque contaban con el apoyo vecinal. Un encuentro nocturno entre extraños sólo tenía la consecuencia de un saludo: “buenas noches”.

Al policía no se le veía como un enemigo potencial sino como alguien a quien se trataba con familiaridad y que podría en un momento dado servir de paño de lágrimas y apoyo a las víctimas de alguna eventual ratería. Los asesinatos y los robos violentos, así como los secuestros y levantones sólo se daban en muy raras ocasiones y, por lo general, respondían a una situación del centro del país o a la trama de alguna serie televisiva gringa.

Estando así las cosas, el abuso y la violencia como elementos de la cotidianeidad ciudadana era tema de novelas policiacas o de espectáculos cinematográficos, propios de pueblos tan civilizados y respetuosos de la ley como son los gringos.  Nuestra historia y vida diaria era otra.

Desde luego que no nos vamos a encaramar en la ola de que “todo tiempo pasado fue mejor”, pero no cabe duda de que las aguas que corren en la actualidad son no sólo agitadas sino altamente contaminadas por obra y gracia de una pésima visión de lo que es el progreso. Se hicieron bolas en el engrudo económico local debido a que se careció de una visión integral de las cosas, de no tener claro que México es un país con historia e intereses geopolíticos distintos a los de nuestros vecinos del norte y, sobre todo, de desdeñar un enfoque nacionalista en el quehacer público y empresarial.

Estamos ante el curioso caso de una iniciativa privada carente de iniciativa, que busca ahorrarse sueldos e impuestos a la par que exige al gobierno más prerrogativas. Cabe recordar que hemos tenido en el país dos rescates bancarios de los que se arrastra una deuda que sigue siendo enorme. Se convirtió en pública la deuda privada, además de que, en los últimos sexenios, se premia al parasitismo empresarial con el perverso sistema de consolidación de pasivos y la condonación de impuestos milmillonarios.

Asimismo, se instauró al final de los años noventa el sistema de cuentas individuales en materia de pensiones y jubilaciones, dando al traste la política social del país a imitación de otros, como Chile, bajo la influencia del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, mismos que ahora sugieren que se aumenten las cuotas y la edad de retiro de los trabajadores para acceder a los beneficios de una pensión.

A pesar de que el trabajador mexicano tiene jornadas de trabajo más extensas que sus homólogos internacionales, recibe un ingreso mucho menor que el promedio. A partir de los años 90 las expectativas de recibir una pensión digna disminuyeron dramáticamente, a la par que la expectativa de ganancia de las empresas administradores de fondos para el retiro (Afores) aumentó significativamente. Las trasnacionales financieras y algunas empresas nacionales hacen su gran negocio gracias al ahorro de los trabajadores mientras dejan los riesgos y las “minusvalías” al ahorrador que, si le va bien, alcanzará una pensión de cerca del 30 por ciento de su sueldo, de ahí que ahora las Afores recomienden que el trabajador ahorre más.

Como complemento de este esquema de desprotección al ciudadano trabajador, se sufre de precariedad en el sector salud. No hay medicamentos ni equipos ni materiales de curación suficientes, las instalaciones terminan siendo obsoletas y el mantenimiento brilla por su ausencia, pero se subrogan los servicios de limpieza, cocina, ambulancias, diálisis, hemodiálisis, laboratorio, farmacia y atención de tercer nivel. El absurdo mayor es tener que pagar un Seguro de Gastos Médicos Mayores a una empresa privada, a pesar de tener pagadas las cuotas correspondientes en las instituciones públicas a las que está adscrito el trabajador.

Visto en perspectiva, el modelo privatizador conocido como “neoliberal” instaurado a partir de los años ochenta nos ha convertido en un país de pobres con una minoría opulenta y parasitaria, altamente dependiente del extranjero y, en consecuencia, permeables a la influencia de intereses políticos que obedecen a la lógica expansionista de las empresas trasnacionales, particularmente gringas. La dependencia económica fácilmente se transforma en política.

En consecuencia, ¿qué importan los trabajadores y sus familias cuando la prioridad es favorecer la inversión extranjera directa, aún a costa de los recursos naturales, la salud ambiental y la tranquilidad social?

El modelo privatizador es opuesto a lo social, que supone una mejor y más justa distribución y redistribución del ingreso, así como generar y mantener las condiciones que hagan posible la inclusión social. En este contexto, ¿nos debe extrañar la violencia e inseguridad en nuestras ciudades, en el seno de nuestras familias, y el cambio de mentalidad de los jóvenes?

El sistema económico y sus consecuencias políticas y sociales han convertido al país en un campo de batalla donde, ante el individualismo y la exclusión social se busca la satisfacción inmediatista de las necesidades a como dé lugar. Nuestra sociedad se agrede a sí misma y, por consecuencia, la legalidad estorba, como estorban los valores morales y éticos y como estorba la familia.

No está de más seguir insistiendo en que la diferencia está en una importante decisión colectiva: rescatar a la ciudad, el estado y el país mediante un ejercicio cotidiano de respeto, honestidad y trabajo, lo cual supone ejercer una constante vigilancia y exigencia sobre quienes tienen responsabilidades públicas: nada ni nadie por encima de la ley, ningún negocio privado a la sombra del poder público.


sábado, 10 de agosto de 2019

El infierno que viene


El infierno que viene
José Darío Arredondo López

“La dicotomía entre desarrollo y sostenibilidad es falsa. Sin planeta, no hay economía que valga” (Al Gore).

Hay fenómenos sociales que difícilmente podemos ignorar. Hay realidades que nos golpean la cara por más que tratemos de pasar de largo como si no tuviéramos que ver con el asunto. El caso es que estamos involucrados hasta las orejas en problemas como el alza de la criminalidad, el cambio climático y el lento pero seguro avance de la mancha naranja que nos plantó Grupo México en Sonora.

Tengo frente a mí un curioso tríptico donde Grupo México habla del Río Sonora, “nuestro río”, donde invita a conocer su historia, “entenderlo y cuidarlo”, aportando el dato de que “desde hace más de 12 millones de años su cauce acarrea una elevada concentración de metales que las lluvias arrancan de los cerros: por lo que de manera natural, este cuerpo de agua, contiene abundantes sedimentos” y advierte: “actualmente, científicos y autoridades ambientales señalan que el río no representa ningún riesgo para la salud, ni para la agricultura, la pesca y la ganadería de la región” (los subrayados en negrita son nuestros).

Abunda el citado documento publicitario que, ante la catástrofe ambiental del 6 de agosto de 2014, “atendimos puntualmente las indicaciones para contener el derrame, neutralizarlo y limpiarlo con todo cuidado”, detallando que fue una brigada integrada por más de mil trabajadores la que levantó los lodos contaminados, que “se retiraron y confinaron” más de 6 mil m3 de suelo, y remata: “Mediante las pruebas de la COFEPRIS y la CONAGUA se verificó que el agua del río y pozos aledaños no representaban riesgo alguno para la salud humana y que podía ser utilizada en actividades agropecuarias y pesqueras. También la SAGARPA certificó que el ganado y sus productos eran aptos para el consumo.”

El citado tríptico de Grupo México nos informa que siguen “fortaleciendo socialmente a las comunidades del Río Sonora, con actividades de educación, salud, medio ambiente, deporte y recreación en vinculación con 45 instituciones de la región.” A esta publicación se añaden los desplegados que paga en medios informativos (ver Expreso, 08.08.2019, General, pág. 7), en una campaña de manipulación informativa que da pena ajena.

Se ve que la empresa de Germán Larrea Mota Velazco no reparó en gastos, sabedor de que una mentira repetida mil veces, que puede ir impresa a todo color y con un buen diseño, termina por convertirse en una realidad a los ojos de quienes no sufren actualmente de cáncer, llagas en la piel, fallas en los riñones, tumores en el cerebro o un futuro convertido en basura que se arroja a un río.

Independientemente de la imagen sonriente que presenta Grupo México y el intento de trivializar lo que se ha considerado una verdadera tragedia ecológica, tenemos que de los 33 pozos existentes para consumo humano 32 están contaminados; que en temporadas de lluvias el agua al agitarse hace que emerjan los metales pesados que terminan en las tuberías de las casas y en el estómago de sus habitantes. Que un pozo puede presentar valores variables porque depende de la corriente de la que se alimenta, misma que está contaminada.
Por otra parte, no deja de ser escandaloso que el gobierno celebre la creación de una “zona económica especial”, como si el problema se resolviera con más distractores en forma de medidas de carácter burocrático y de imagen pública.

 También tenemos que la autoridad competente (CONAGUA) no tuvo empacho en permitir el trasvase de la Presa El Molinito a la Abelardo L. Rodríguez, “para evitar derrames”, con la consecuencia de que en el norte de Hermosillo se reportan altos niveles de arsénico:  tenemos el peligro de la contaminación en la propia casa de los hermosillenses. A estas alturas, nadie se puede sentir al margen del problema porque también somos un pueblo rivereño afectado por Grupo México.

Los pobladores del Río Sonora y Bacanuchi lamentan y denuncian la muerte de especies vegetales, afectaciones en los hatos ganaderos, altos niveles de substancias tóxicas en especies acuáticas y, en general, una severa afectación en sus actividades productivas y vida cotidiana. Y reclaman: “no todos pueden comprar agua de garrafón para beber… nuestra vida cambió después del derrame de Buenavista del Cobre.” “Han aumentado mucho los casos de cáncer en el pueblo… la gente se está muriendo.” La miseria y desolación actual de una región donde se vivía con tranquilidad y decoro contrasta con el optimismo insultante de la publicidad de Grupo México. El derrame que afectó al Río Sonora sólo augura el infierno que viene.

A propósito del quinto aniversario del derrame de Buenavista del Cobre en Cananea, se han presentado a los sonorenses trabajos periodísticos concluyentes: Grupo México ha contaminado y sigue contaminando la tierra donde se instala, apoyado en una legislación laxa que permite el aprovechamiento irresponsable de los recursos mineros de Sonora y México en general. Queda claro que la empresa de Germán Larrea no ha cumplido con sus compromisos tras el desastre ecológico y ha abandonado a los pobladores del Río a su suerte, con la complacencia del gobierno. Es importante ver en YouTube, por ejemplo, el reciente documental “Río Sonora: Impunidad y Olvido” del equipo periodístico coordinado por Amalia Escobar (https://youtu.be/TpmnUfjQ_xc), o la entrevista a Luis Manuel Cano, abogado de PODER, en Diametral, periodismo de coyuntura, “Río Sonora, ni la naturaleza ni la gente importan” (https://youtu.be/4Uh7DEE1lgw).

Como usted seguramente sabe, el pasado martes se llevó a cabo una manifestación de jóvenes organizados en defensa de la tierra, en particular el Río Sonora. Se desarrolló una marcha que partió a las 5:30 de la tarde del Mercado Municipal y tras externar su mensaje por las calles del centro de Hermosillo, concluyó su amplio recorrido frente al Palacio de Gobierno. A las siete de la tarde se desarrolló un importante foro de análisis sobre la minería en Sonora y sus impactos en la vida de sus habitantes, centrando su atención en el desastre ambiental provocado por Grupo México, con datos serios, producto de la investigación en tres campos: historia, química y derecho.

Se concluye que, al margen de los intentos de increíble cinismo de la empresa de Germán Larrea y cómplices en la academia y en el gobierno, tenemos frente a nuestra vista y nuestra historia a un auténtico criminal ecológico, a un depredador ambiental que no sólo sacrifica el presente de los sonorenses sino que envenena el futuro de nuestro estado.

Los hechos, los datos y los testimonios están a la vista. Lo que falta por ver es la acción pública en respuesta de los reclamos ciudadanos. El tiempo corre y la moneda está en el aire…


              

sábado, 3 de agosto de 2019

¿Dinero mata Justicia?



“¿Cómo nos arreglamos?” (frase de dominio público).

Como es cada vez más evidente, uno de los efectos perniciosos del sistema capitalista es que si hay dinero baila el juez. En otras palabras, el sistema genera la necesidad de basar el éxito personal en la cantidad de posesiones que acredite un individuo; en consecuencia se da cuerpo y sustancia a la conocida frase “tanto tienes, tanto vales”.

En los últimos meses hemos visto con asombro cómo reconocidos pillos empresariales, sindicales y de la administración pública se han alzado con verdaderas fortunas, cuentas milmillonarias, múltiples propiedades en el país y el extranjero en medio del boato y dispendio de un potentado oriental o un emprendedor en el giro de las drogas, el huachicol, trata de personas o el simple asalto bancario, comercial o domiciliario.

Se tramita amparos que son concedidos como se concede un saludo, una sonrisa de complicidad, un apretón de manos y una palmada en la espalda. La ligereza de los magistrados y jueces habla por sí misma y se plasma en los medios informativos como ejercicios de desfachatez impune.

Si bien es cierto que el actual Poder Judicial es como una gran manzana podrida que alberga gusanos de distinto calibre y voracidad, también en los alfombrados espacios de las demás dependencias públicas se cuecen habas, papas, frijoles y otras variedades alimenticias que se sirven en vajilla de lujo a los comensales de ocasión: banqueros, comerciantes, constructores, mineros, petroleros, entre otras especies generadoras de dinero y evasoras de impuestos.

Son frecuentes las denuncias de grupos ciudadanos que defienden su derecho a la tierra, a la salud, al ambiente sano y equilibrado, al agua, frente a desarrolladores inmobiliarios que arrasan selvas, playas, arrecifes, especies marinas, terrestres, prácticas culturales ancestrales, formas de vida comunitaria, y un sinfín de realidades vitales de carácter local y regional.

En nuestras ciudades es común que se destruyan plazas, parques y espacios arbolados en beneficio de nuevos desarrollos comerciales que apologizan el cemento, el acero, el vidrio y la desolación natural, con la consecuente necesidad de habilitar estacionamientos, sistemas de control de entradas y salidas, cámaras de videovigilancia, entre otras maravillas tecnológicas que nos instalan en la modernidad a costa del incremento en la temperatura y el gasto en energía eléctrica que repercute siempre en el consumidor.

Las denuncias y protestas ciudadanas generalmente son vistas como algo folclórico, como una especie de curiosidad social que ocasiona cierres de vialidades, lentificación del tránsito y motivo de movilizaciones policiacas. Vemos la forma pero ignoramos el contenido, de manera que las organizaciones ciudadanas son coyunturales y se alimentan generalmente de los afectados, no necesariamente de los ciudadanos solidarios y con conciencia social que persiguen proyectos de largo plazo.

¿Hay depredación inmobiliaria en La Victoria, en el Vaso de la Presa A. L. Rodríguez, en los ejidos aledaños a la ciudad ligada a familias billetudas o con enchufes políticos? ¿No hay abasto de agua para las colonias citadinas pero sí para el fraccionamiento de lujo recién construido o en proyecto? ¿Somos una entidad semidesértica y se concede agua a trasnacionales cerveceras? Las quejas, denuncias y eventuales movilizaciones proveen tema de conversación en el café o la cantina; son de mención obligada en la charla de sobremesa que llena el ocio de amas de casa, burócratas aburridos o ciudadanos haciendo turismo por la realidad.

¿Que los vecinos de tal o cual colonia no cuentan con los servicios básicos, que hay delincuencia organizada que exhibe armas de grueso calibre por las calles, que hay casas deshabitadas que sirven de refugio de malvivientes, que hay fugas de agua y baches que obligan a establecer reglas de navegación entre las calles? Pues son prietitos del mismo arroz que se cuece en el caldero de la ciudad.

Las denuncias de problemas grandes, medianos y pequeños van y vienen de las calles a las ventanillas de atención ciudadana en las oficinas del sector público. Los diputados reciben grupos sociales y se instalan comisiones especiales, dependiendo del caso. Las alcaldías se comprometen en el ámbito de sus competencias y el gobierno del Estado sonríe para la foto y asegura preocuparse por el problema.

El desbarajuste ciudadano alcanza niveles de histeria cuando el abogado del delincuente con pedigrí posa para las cámaras y exhibe tremendo documento donde dice que el juez declara procedente otorgar al sujeto el beneficio del amparo. Así que, en vez de pisar la cárcel depositará su humanidad en céntrico restaurante, en alfombrada oficina, en cómoda habitación. La justicia lo protege porque supo llegarle al precio. La impunidad se cotiza alto en el mercado de valores del sistema.

EPN y el Magistrado Eduardo Medina Mora
Como se ve, es inútil para los efectos inmediatos de la procuración de justicia recordar, por ejemplo, la “estafa maestra”, el incendio de la Guardería ABC, el saqueo pensionario del ISSSTESON; o los “incidentes” de Pasta de Conchos en agosto de 2006, de mina de Chacras en febrero de 2014, de Buenavista del Cobre en agosto de 2014, o el del 9 de julio de 2019, en Guaymas; o cualquier otro de los 22 accidentes atribuidos a la negligencia criminal de Grupo México. Y lo es porque los señores exfuncionarios gozan de los enchufes y recursos necesarios y los inversionistas tienen prioridad nacional por ser generadores de empleos, pero ya lo dijo el presidente López Obrador, que es importante la inversión y el empleo, pero no a costa del ambiente y la salud de los trabajadores y sus familias.

Urge, en consecuencia, poner orden tanto en la economía como en el Poder Judicial de la Nación, confiando en que el reloj de la transformación nacional avanza a pesar de la corrupción judicial y la indolencia de muchos. Consideramos que una ciudadanía consciente y activa puede contribuir al combate a la corrupción y a la transformación deseada de manera significativa, porque mientras no haya un esfuerzo conjunto y con resultados por hacer justicia en este país tan cargado de agravios, tendremos que seguir afirmando que así como “dinero mata carita”, dinero mata justicia. 

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