Notas Sueltas es un espacio de opinión sobre diversos problemas de carácter social, económico y político de interés general. Los comentarios pueden enviarse a: jdarredondo@gmail.com

domingo, 24 de enero de 2021

Hacia las pizcas del 2021

 

 “Cuando las circunstancias cambian, yo cambio de opinión. ¿Usted qué hace?” (John Maynard Keynes).

 

Como se sabe, muchos calientan motores ante la proximidad de las elecciones de mitad del sexenio. Algunos dan por sentado que sus colores partidistas, sea solos o mezclados, tienen las de ganar en las apuestas por alguna jugosa posición, reconocimiento social y oportunidades de negocios que, bajo la cobertura electoral, les permitirán pasar de simples ciudadanos de a pie a becarios del sistema.

Ya se ven los precoces esfuerzos que hacen algunos, en impúdica labor de autopromoción acompañada de las afanosas porras de amigos, parientes o seguidores entusiastas que agitan las matracas sin fijarse mucho en cualidades.

La experiencia, trayectoria, méritos, honestidad y congruencia política son asunto menor porque lo importante es hacer surfing en la ola de Morena o en la de la oposición pedorra y moralmente derrotada, que puede ir “por México” o “por Sonora” montada en el dinero y apellido, aunque el intenso olor a caca siempre la descubre a pesar de los perfumes y baños de pueblo que aparecen en los medios de comunicación.

Año de pizcas y de celebraciones, año de descaradas pretensiones reeleccionistas que levanta la bandera del “rescate” y la defensa de la posición lograda en la ola de 2018, como si fuera obligado repetir, mantenerse en el puesto, por el hecho de sentirse administradores y profetas locales “del cambio”.

Pero cualquier recato deja de tener vigencia ante la imperiosa voluntad de cambiar para no cambiar, de hacer honor al señor de Lampedusa y su gatopardismo renovado y renovable cada tres años, en estricto apego a la bien cimentada cultura de simulación y agandalle que dejaron el PRI y el PAN.

La reelección de legisladores y presidentes municipales huele a flatulencia legal, producto de la mierda acumulada durante los años de no saber qué hacer con el puesto logrado salvo un exhibicionismo torpe y ridículo, lo que no resulta del todo extraño si se tiene como premisa el oportunismo y la simulación que permite estar hoy en un partido y en otro mañana, o aparentar actividad al cuarto para las 12.

En estas pizcas electorales podemos tener a priistas, panistas, emecistas, perredistas o verdes disfrazados de Morena; chapulines y travestis políticos, trepadores electorales viejos o nuevos encaramados en la ola impulsada por López Obrador, o aspirantes cuya única carta de presentación es tener ganas de protagonizar “el cambio”, dando un toque de voluntarismo pueril al proceso.

Así tenemos a diputados, alcaldes y fauna periférica con ánimos transformadores pero de su propia economía e imagen pública, enfrascados en vistosos esfuerzos para escalar a un puesto o aferrarse al mismo, con el añadido de las conexiones para futuras y prometedoras aventuras, siempre dispuestos a cambiar de camiseta dependiendo de la ocasión. Trapecistas electorales, pues.

Al ver los brotes de grandes o pequeños espantajos coyunturales, pienso en las palabras y la obra de AMLO. ¿Sabrán qué anima su discurso? ¿Habrán entendido el contenido de su obra, a lo largo de muchos años de lucha? ¿Tendrán idea de su concepto de política, de sociedad, de coexistencia, de respeto, de solidaridad, de soberanía, de rectitud en el ejercicio público? ¿Serán las bases, la militancia la que decida las candidaturas o tendremos una nueva edición del triste y flatulento espectáculo de los dedazos y acuerdos cupulares o familiares?

¿Terminará el proceso como una mala y presuntuosa exhibición de asadores y carne clasificada, de improvisaciones y redundancias, de aventurerismo electoral, de las mismas prostitutas hablando de castidad y gustosas del cambio de disfraz y logotipos? ¿Tendremos nuevas ediciones del discurso pedante de los que se perciben como los únicos experimentados e imprescindibles para el avance social?

Con el respeto que merecen los aspirantes a tal o cual posición política-electoral, pienso que la perspectiva de un proyecto socialmente útil no se va a alimentar de ambiciones ratoneras, de aventurerismo, de pequeñas mezquindades de ocasión y que, en materia de candidaturas, no necesariamente están todos los que son ni son todos los que están.

AMLO postula una visión humanista e incluyente que llama a construir un mejor país donde los pobres sean los primeros, donde la generosidad y la solidaridad no pasen facturas, donde el viejo y el pobre, la mujer y el joven no sean objeto de marginación pero tampoco de privilegios ajenos a la moral republicana.

Querer encaramarse o repetir en un puesto en el que hubo un desempeño errático, mediocre o simplemente malo no abona al proyecto de AMLO, sino todo lo contrario (y aquí es inevitable pensar en el caso de Hermosillo y de no pocos diputados), como tampoco aporta al cambio el participar por mera sobrevaloración personal, o por querer “comer con manteca” varios años o por las simples ganas de ser y de figurar.

Hasta el momento de redactar, hay ausencia de propuestas integrales, sólo pedacitos que hablan de la mentalidad parcializada de los suspirantes, seguramente ajenos a la idea de un Sonora municipalista o un Hermosillo sano, seguro y solidario. Así estamos.

En fin, usted dirá y decidirá si ve de nuevo la película o si está dispuesto a apoyar en serio el proyecto de cambio que ofrece López Obrador, sin dejar de lado que es mejor equivocarse antes que votar por los mismos de siempre. En lo personal le digo que ni un solo voto al prian-rd-mc, o sus alianzas neoliberales pedorras. Ni uno solo.

 


sábado, 16 de enero de 2021

Hermosillo y el código rojo sanitario

 

“Hay una circulación común, una respiración común. Todas las cosas están relacionadas” (Hipócrates).

 


En reciente conferencia de prensa se dio a conocer un programa que se aplicará en Hermosillo, Nogales y SLRC durante dos semanas, del 11 al 23 de enero, con el propósito de mitigar los contagios y, consecuentemente, reducir la demanda de camas Covid-19 en los hospitales.

Aquí se retoman algunas de las medidas ya conocidas en el caso de estar en el nivel de riesgo máximo dentro del semáforo naranja, aunque hay algunas que llaman la atención por ser parte de la experiencia reciente en el caso de Hermosillo.

La decisión de “cerrar la ciudad” de 8 de la noche a 6 de la mañana suena a toque de queda que se desdibuja por razones semánticas: se dice que no es toque de queda sino una forma de disminuir la movilidad, cuestión claramente necesaria si tenemos en cuenta que el virus contagia gracias al contacto personal y al intercambio de secreciones en condiciones de proximidad, aunque si hablamos de horarios, resulta poco comprensible que este bicho funcione mejor en horario nocturno y que por eso haya que cerrar más temprano.

Las autoridades han comunicado que el transporte seguirá funcionando después de la hora de cierre y que los trabajadores que salen de sus labores a las 8 PM podrán aprovechar la última vuelta de los camiones que será a las 21:30 horas. Cabe esperar que en efecto se cumpla con este horario, considerando que el transporte es una actividad esencial y que se debe contar con las unidades necesarias para cubrir la demanda ciudadana (Expreso, 14.01.21).

Se advierte que no habrá sanciones pero sí vigilancia en las calles, y que buena parte de la responsabilidad del alza de contagios se debe a la movilidad de los jóvenes de entre 20 y 40 años que al acudir a fiestas y reuniones llevan el virus a casa de sus mayores, dando por resultado que una persona que respeta el “quédate en casa” se contagie de Covid-19. Servicio a domicilio, pues.

Nos informan que el problema no está en los negocios porque observan las disposiciones sanitarias, aunque algunos están siendo cerrados por causas que los propietarios ignoran.

En este contexto, Canirac se pronuncia contra los negocios, sobre todo informales, que no cierran a la hora establecida, mientras Coparmex llama a la responsabilidad de los ciudadanos (El Imparcial, 14.01.21).

En cualquier caso, no estaría mal que en vez de derrochar recursos logísticos en despliegues y demás exhibiciones oficiales, se emprendiera una intensa campaña dirigida tanto a los comerciantes como a los jóvenes llamando a su conciencia y sentido cívico.  

A pesar del oscuro panorama que se nos presenta, vemos que la presión de los dueños de gimnasios dio resultados y que ahora estos negocios resultan ser “esenciales”, lo que demuestra cuán endeble es la voluntad de las autoridades ante los empujones del dinero, y más en temporada de caza de simpatías y posibles apoyos electorales.

Sin embargo, independientemente de la forma en que se haga valer la recomendación oficial de la necesaria restricción de la movilidad y la toma de precauciones personales, la respuesta social debe ser responsable y solidaria, ya que la obligación de las autoridades es proteger a la población dentro de las competencias que expresamente establece la ley.

Hasta la fecha resulta un misterio cómo por un lado se aplican medidas restrictivas y por otro se abren espacios claramente no esenciales, salvo para los intereses de los particulares dedicados a estos giros. La holgura de criterio ha sido una característica de la acción de la autoridad local, y ya va siendo tiempo de que se actúe sin ocurrencias y con respeto a los derechos ciudadanos.

Es importante que la restricción de la movilidad sea por un acto de conciencia ciudadana, que se eviten las fiestas y reuniones y que, de manera oportuna, la autoridad acuda al lugar donde se pone en riesgo la salud de las personas concurrentes y haga las advertencias del caso, de otra manera tendremos la desafortunada repetición de un ilegal toque de queda que se disfraza de medida preventiva “no coactiva”.

A estas alturas nos debe quedar claro que con o sin medidas restrictivas la epidemia seguirá presente y que seguirá habiendo personas contagiadas, pero también queda claro que la reducción voluntaria de la movilidad es esencial. Lo importante es seguir las recomendaciones que desde el inicio de la epidemia anunció la autoridad sanitaria federal. No tiene caso buscarle mangas al chaleco.

 

 

viernes, 1 de enero de 2021

Bienvenido 2021

 

"Las actitudes negativas nunca resultan en una vida positiva” (Emma White).

 

Cayó la última hoja del calendario 2020 y cabe recogerla con las precauciones del caso y depositarla en un recipiente de seguridad sanitaria, de acuerdo con las normas para la disposición de desechos tóxicos, contaminantes y potencialmente mortales.

Quizá haya consenso al decir que 2020 fue el año terrible en el que descubrimos que lo invisible tiene una existencia poderosa, invasiva, letal; que lo pequeño no quita lo terrible y que la sabiduría popular necesita reeditarse en el marco de un nuevo concepto de sociabilidad, de trato familiar y de gobierno.

Lo primero porque el trato común y corriente entre compañeros, cuates y conocidos dejará de recurrir al apapacho, evitará el intercambio de fluidos cuyo origen sea alguna parte del aparato respiratorio ajeno; el aseo de manos y la sana distancia se acompañará de serias y sesudas consideraciones acerca del cubrebocas, que llegará a sentar plaza en los temas cotidianos de la casa, la oficina y las eventuales reuniones que se celebren preferentemente por medios electrónicos.

El trato familiar buscará el rencuentro físico y la pequeña o grande tropa de parientes espera que la tertulia se normalice de acuerdo con los usos y costumbres, sin cubrebocas, con los apapachos y estrujones afectuosos que permiten amasar relaciones y cocinar futuros bautismos, bodas o cumpleaños, pero el número de muertes registrado hará reflexionar a los amigos y parientes sobre el contacto directo y personal, con lo que el significado de la sana distancia seguramente se verá fortalecido.

Por otra parte, la idea de gobierno se escribirá preferentemente en las páginas electrónicas y quedarán en espera de mejores tiempos los mítines, reuniones masivas y actos protocolarios en los que el principal ornato es la multitud expectante y aplaudidora que hemos visto por décadas y siglos, pero por lo pronto la sana distancia será la norma que salvaguarde la integridad física de todos.

En el ámbito cultural y educativo, seguramente se publicarán ensayos e investigaciones sobre la forma correcta y segura de lavarse las manos, aplicarse el gel-alcohol y desechar toallitas sanitarias, envases, cubrebocas, abrir puertas y usar el termómetro digital, el oxímetro y el tensiómetro.

Quizá se organicen seminarios y cursos de especialización en algunas universidades sobre el importante tema de la mediación en tiempos de sana distancia, sin dejar de lado nuevas ofertas de posgrado para formar expertos en el análisis socio-pandémico de la nueva economía del coronavirus y las nuevas formas de convivir en el espacio urbano.

También, una oleada de tutoriales sobre cómo mantener relaciones afectivas sin morir en el intento y surgirán opinólogos y epidemiólogos graduados en las redes sociales que cubrirán protectoramente los huecos informativos de muchos, como una respuesta masiva de la sabiduría contenida en el año 2020.

Tendremos el reporte y los saldos de los festejos del cierre del año, de las reuniones de diciembre, de las alegres libaciones y las no pocas evasiones a las normas de López-Gatell y, al grito de sólo se vive una vez, apuraremos el paso apoyados en que ya no tan lejos se ve la vacuna salvadora, que exorciza al coronavirus y que nos acerca a la añorada normalidad.

Pero, mientras celebramos la buena nueva, nos daremos cuenta de que muchas de las muertes fueron justamente por gozar de la mexicana alegría, de ser libres sin la conciencia de la necesidad precautoria, de la limitante real y efectiva de un bichejo microscópico capaz de inflamar los pulmones y hacer de nuestra voluntad arrogante y retadora una vía directa al salón funerario y acabar representando la solemne seriedad del difunto.

Llamamos héroes a los miembros del personal de salud porque lo son; celebramos su solidaridad, responsabilidad, entrega a los demás, pero culpamos al gobierno de no proveer lo necesario para evitar los contagios en el seno de las clínicas y hospitales.

Pero nos enteramos de que muchos de los contagios y decesos fueron porque algo les falló en las medidas que rutinariamente se deben observar al quitarse el equipo de seguridad después de estar en contacto con los enfermos de Covid-19, porque un descuido por la prisa o por exceso de confianza da por resultado que un médico o enfermero caiga víctima del coronavirus.

Nos comentan que muchos de los pacientes que fueron intubados mueren debido a una reacción alérgica al anestésico que se utiliza, y que la confusión propia de estos días termina disfrazando las señales previas y la verdadera causa de la muerte, dando a Covid-19 una capacidad letal que en realidad no tiene.

Las cifras van y vienen lo que queda es el conjunto de normas que la autoridad ha dictado desde el principio de la epidemia, pero animados por la idea de ver solamente el presente y desear el futuro mientras barremos con la escoba el pasado reciente, nos encontramos con el año 2021 emergiendo del vientre lustroso del tiempo, y toda la carne emocional la echamos en el asador de nuestra realidad esperada.

Con estas consideraciones damos la bienvenida al 2021, y a la necesidad de una nueva sociabilidad personal y profesional, de ciudadano que se protege y de gobierno que dicta normas de conducta social que nos escudan y defienden de virus y bacterias, entre otros organismos patógenos que no vemos pero que existen, que ignoramos pero que actúan, que no sentimos o identificamos pero que conspiran contra la integridad del cuerpo social que formamos; y a pesar de que nuevamente iniciamos con disparos al aire, lanzamiento de cohetes y música estridente, hagamos del 2021 el año de la esperanza.