Notas Sueltas es un espacio de opinión sobre diversos problemas de carácter social, económico y político de interés general. Los comentarios pueden enviarse a: jdarredondo@gmail.com

jueves, 31 de marzo de 2011

La huelga que ves

Como usted sabe, la Universidad de Sonora luce banderas rojinegras porque se ha declarado en huelga el sindicato de académicos. Desde luego, las manifestaciones de horror de los columnistas bien portados se empiezan a leer, poniendo el acento en el daño que se le ocasiona al estudiantado con la suspensión de labores. El gobierno del estado y la administración universitaria declaran su preocupación y no falta el uso de la palabra “responsabilidad” cuando se refieren a la búsqueda de alguna solución.


Tampoco han faltado grupos estudiantiles que en un ejercicio de incomprensión se niegan a reconocer un derecho fundamental de los trabajadores: la huelga. Al parecer este es el caso de algunos estudiantes de Letras y Lingüística apoderados de las instalaciones de su escuela para impedir que pasen a custodia del sindicato STAUS. Otras fracciones minoritarias estudiantiles han declarado que romperán la huelga, en un rapto onírico que supone que la institución son las autoridades y las instalaciones, ignorando inopinadamente a los profesores que mayoritariamente decidieron suspender actividades hasta encontrar una respuesta aceptable de parte de la administración universitaria y estatal.


El neoliberalismo atrofia el cerebro
 Desde luego que no faltan ciudadanos despistados por la mercadotecnia eficientista del capital contra el trabajo que declaran, casi sin respiro, que la UNISON siempre está en huelga, que los académicos ganan mucho, que trabajan poco, que debieran ponerse a trabajar, que los sindicatos son una vergüenza, que qué pasará con los pobres estudiantes ociosos por fuerza mientras se resuelve el conflicto, entre otras muestras de ideologización patronal.

Los anteriores ejemplos pueden servir para ilustrar una concepción del valor del trabajo intelectual como algo no necesariamente digno de tomarse en cuenta a la hora de reconocer la necesidad de mejoras en la calidad de vida de quienes lo ejercen. Por consecuencia, los sindicatos que protegen a los trabajadores académicos son “una vergüenza” y su inexistencia sería como la varita mágica que resolvería la calidad de la educación superior y la investigación universitaria, al librarla de distracciones y exigencias que debieran ser ajenas y lejanas a la academia, tan necesaria en un país como el nuestro.


Estudia niño, que en el futuro...
 En estos razonamientos, no se toma en cuenta algún pequeño detalle como por ejemplo, que el trabajo académico exige a sus ejecutantes no sólo una carrera universitaria concluida, sino en la mayoría de los casos otros estudios avanzados como maestría y doctorado. Cabe hacer el recuento del tiempo promedio requerido para al final tener un profesor e investigador universitario, como los que cuenta la Universidad de Sonora: Tras los 12 años de estudios en el nivel básico y medio superior, se agregan 4.5 de la licenciatura, dos de la maestría y tres del doctorado, lo que significa 9.5 años más de estudios, que totalizan 21.5 años de estudios. Esta cantidad es casi una vida dedicada a aprender en las aulas, talleres y laboratorios lo que será la base de la práctica profesional en educación superior. Pero parece que el esfuerzo y la preparación, y la dedicación a la formación de nuevos profesionistas no vale una huelga si se trata de luchar por mejores condiciones económicas y laborales.

El curioso caso que se nos presenta cuando vemos reacciones condenatorias hacia los profesores universitarios por parte de algunos estudiantes, ciudadanos o simples mirones, es rebasado por mucho cuando nos enteramos de que el gobierno del estado es capaz de hablar de su preocupación por el futuro de nuestros hijos y, al mismo tiempo, cierra el paso a marchas pacíficas que van por las inmediaciones del Palacio de Gobierno, mediante el uso de la fuerza pública; decide elevar el volumen del sonido instalado frente a la sede del ejecutivo estatal, a fin de obstaculizar el mensaje de los manifestantes, haciendo del Palacio de Gobierno un antro al aire libre donde domina la voz de José Alfredo Jiménez, porque “sigue siendo el rey”.

Las manifestaciones ciudadanas pacíficas, respetuosas, legales, son correspondidas con actos de patanería política que ilustran cuán “responsable” puede ser el gobierno que los perpetra. La idea panista de democracia, justicia social y aquello de una patria “ordenada y generosa”, cae por tierra en medio de los estertores del discurso que agoniza frente a la fuerza creciente de la realidad sobre la apariencia, sobre la simulación de un bienestar que solamente disfrutan los parientes, los amigos y correligionarios de quienes ostentan el poder, tanto en el estado como en la propia institución universitaria.

La agresión no es sólo al universitario sindicalizado, sino al ciudadano que confía en la seriedad y cumplimiento del gobierno en turno. La simulación y la manipulación afecta, aquí sí, a los estudiantes, debido a que se genera en ellos una imagen de minusvalía del esfuerzo de quien estudia, de la incorrección política de quien reclama el respeto a sus derechos, de quien manifiesta inconformidades y eleva peticiones y solicitudes. Los convierte en candidatos a explotados sin conciencia de su propio valer; en alienados que creen que el salario es un favor y no un derecho. Por eso se extrañan que los trabajadores marchen y ejerzan su derecho a la organización y, ante la falta de soluciones, la huelga.

En la Universidad de Sonora se debate, aun sin proponérselo, el modelo de relaciones entre el capital y el trabajo, que se puede traducir en una nueva legislación laboral que elimine el derecho a la organización de los trabajadores, a la huelga, a la responsabilidad de empleadores y gobierno de garantizar el derecho a la seguridad social. De triunfar la perspectiva neoliberal en la legislación, el futuro puesto de trabajo será sin responsabilidad para el patrón, sin derecho de antigüedad, con contrataciones outsourcing, lo que significa que a la par que el contrato se firmará la renuncia, o que nadie tendrá el derecho a la jubilación o pensión, ante la inexistencia de plantillas de personal que impliquen responsabilidad patronal.


¿Cómo quieres vivir?
 Si los estudiantes actuales pensaran que muy pronto ellos saldrán a la calle a buscar empleo, ¿qué tipo de condiciones de trabajo les gustarían? Empleos seguros, justamente remunerados, derecho a la seguridad social, con reconocimiento a la antigüedad, o trabajos donde el mañana no existe y el presente depende de otros con los que hay que “quedar bien”.

La huelga no es un capricho ni puede ser una costumbre. Es un derecho que se ejerce responsablemente, de cara a la sociedad y al futuro propio y de los trabajadores que vendrán.

viernes, 25 de marzo de 2011

El golpecito de Estado

Usamos los diminutivos como una forma de expresar el tamaño reducido de personas, animales y cosas pero su uso implica con frecuencia una dimensión emocional que puede ser afectiva o despectiva respecto al objeto aludido. Decir “carrito” puede referirse a un coche compacto o a uno que por sus buenos servicios lo apreciamos, aunque puede significar una birria sobre ruedas si lo comparamos con un auto más potente, elegante o moderno, al que llamamos “carrazo”. En ese orden de ideas, podríamos decir que en nuestro país ha ocurrido un golpecito de Estado.


La dimensión enana de la política económica, exterior, social, y la atinente al régimen en general y al gobierno en particular, permiten invocar la connotación subversiva del término “golpecito”.

Digo lo anterior porque la asunción de un gobierno más de signo neoliberal da por supuestas las medidas privatizadoras y, en consecuencia, de desmantelamiento del aparato productivo nacional en aras del interés del capital extranjero, ya que el nacional no se caracteriza por arriesgar montos importantes en aventuras que en otras latitudes se toman por hazañas empresariales que abren cauces y generan ganancias. Nuestro capital nativo es timorato, poco arrojado, terriblemente conservador y anclado ideológicamente en las cenagosas aguas del porfiriato. Cabe recordar que en aquéllos tiempos decimonónicos la clase terrateniente era dominante respecto a otras fracciones burguesas como los comerciantes e industriales, constituyendo una oligarquía en el mejor de los casos agroexportadora.

En el noroeste se va gestando una oligarquía que responde a ese nivel de atraso, de la que quedan vestigios que se encarga de actualizar el nulo impulso económico de la región y la cancelación de los avances que se lograron en la década de los años 30. El pasado se convierte en presente gracias a la vestimenta que le proporciona el discurso modernizante de los apátridas de siempre, eternos beneficiarios de los fondos públicos bajo en supuesto de apoyar a la producción y la generación de empleo. La farsa neoliberal llega a niveles paroxísticos en el vuelo en picada que inaugura Fox y acelera Calderón. El primero con la sensibilidad y congruencia de un ranchero impotente enamorado y el segundo con la atrofia conductual del que llegó por la trastienda de un sistema político sospechoso de estar diseñado y al servicio del enemigo.

El supuesto porfiriano de que somos los mexicanos genéticamente incompetentes y necesitados del auxilio del extranjero de piel y ojos claros, se ve puntualmente cumplido con la actitud de arrobación lacayuna que permite la violación sistemática de la Carta Magna en materia de dominio de la nación sobre el subsuelo, espacio aéreo, mar patrimonial y recursos naturales, además de los aspectos jurisdiccionales que afectan a la soberanía. Y no sólo eso. Nuestra imagen en el exterior se parece más a la del falderillo que tras las piernas de su amo ladra envalentonado que a la de un país respetuoso del derecho ajeno y amigo de la resolución pacífica de los conflictos. Lo anterior se ve claro con la reciente declaración de Calderón pidiendo a Libia que cese la violencia, como parte del coro internacional que clama en favor de los derechos humanos como una justificación para su violación por parte de Estados Unidos, Francia, Inglaterra y demás fauna oportunista, en una poco disimulada invasión a una nación soberana.

Pero si México realiza una “defensita” de los derechos humanos en Libia, en el espacio de las reivindicaciones nacionales parece existir un vacío que se llena con violencia. El trabajo gubernamental se focaliza en el manejo de medios periodísticos y la información se convierte en el objeto de los afanes de la parte oficial y la oficiosa: se pacta el manejo informativo de nuestra realidad cotidiana que chorrea sangre y vergüenza por todos los poros de la conciencia colectiva. En apariencia la limitación del sensacionalismo es sana, lo que resulta perverso es el ocultamiento de los hechos y la desinformación; la posible opacidad en la que estaremos condenados a vivir, siempre tendrá la posibilidad de ser revertida mediante la acción de las redes sociales, del uso de twitter, Facebook, el correo electrónico y la voz de alarma que suena y sonará en pasillos, mesas de café, corrillos y sobremesas familiares.

El desencanto nacional también se expresa por el impulso de políticas aperturistas en rubros de la exclusiva competencia nacional: ahora las policías gringas intervienen en la investigación de delitos del fuero federal y local, hay agentes armados en las calles de México y se experimenta con acciones de talante “rápido y furioso”, además del espionaje telefónico e informático, satelital y ahora aéreo. La cesión de soberanía se equipara a la de la virginidad y la oferta de cirugías reconstructivas patrocinadas por la Iniciativa Mérida no logra compensar la certidumbre de una prostitución anunciada.

Heil Obama
Se puede resumir diciendo que la derecha neoliberal panista logró dar el golpecito de Estado que el imperialismo gringo quería, afecto como es a los eufemismos, a la hipocresía de una democracia enunciativa y unilateral que actúa como garrote internacional en manos de un loco furioso. La nación que fuimos, otrora ejemplo en materia de diplomacia y derechos sociales, pasa a ser alcahueta a sueldo del rufián del vecindario con lo que también se nos descompuso la imagen internacional hasta el nivel de “nacioncita” bananera, de corifeos del imperio.

domingo, 20 de marzo de 2011

Exceso de corriente

Las declaraciones el triunfalismo oficial revelan que la cosa pública va que va. Los significados comunes quedan relevados de toda responsabilidad con la realidad dado que, entre otras cosas, la idea de lo que son ha cambiado radicalmente. El recurso de la ambigüedad resuelve las más complejas situaciones y la verdad puede quedarse a dormir en su casa una siesta interminable o, cuando breve, alcanzar proporciones similares a un coma inducido por lo políticamente correcto en la conducta del que posee información que merece saberse.

Las lecciones de una crisis que aparenta ser ventana de oportunidades, marcan la pauta a seguir en materia de engaño masivo, como anunciando la futilidad de la verdad y la cercanía del logro por medios fraudulentos. La mentira establecida como columna vertebral del discurso permite la creatividad, pero también exhibe su carencia y la escasez de recursos intelectuales de quien la practica. Ser mentiroso no es cosa fácil, porque requiere memoria, creatividad, consistencia y sangre fría, además de dotes histriónicos de cierto calibre. Sin ello, el mentiroso no pasa de ser una muestra de la vileza humana en un mundo donde el asesinato, el asalto, el secuestro y la mutilación compiten por lograr el sitio de honor.

La irreductible oquedad mental del ocupante de Los Pinos suele festejarse por los corrillos de la izquierda petista, mientras las modosidades de los perredistas ponen algo de distancia con esa especie de izquierda respondona que enarbola banderas que descomponen el cuadro de la civilidad que dibuja con trazos gruesos el chuchismo y, desde luego, el panismo organizado. La valiente y claridosa toma de tribuna protagonizada por los señores Noroña, Cárdenas y Di Constanzo, y sus secuelas en la opinión ciudadana, ponen la nota independiente en los avatares de la Cámara de Diputados, recuperando el carácter popular de esa representación y una no muy común congruencia con sus ideales políticos.

Mientras tanto, los amantes de la cortesía versallesca tiemblan de indignación ante el espectáculo de la verdad, chillan con atoramientos porcinos y gimotean amenazas reglamentarias en un mundo donde el estado de derecho se ha convertido en un cacharro para descargar esfínteres y ocultar defecciones y chapuzas legislativas. El rebaño azul babea la furiosa exigencia del respeto al Presidente aunque los bebedores ocasionales de cerveza especulen acerca de las bondades de la moderación etílica, sabedores de que el alcohol y la política deben ir por separado.


Una gracejada más
 Mientras en México se debate la conveniencia de renunciar a la soberanía en aras de la seguridad imperial, en mundo conoce una más de las exhibiciones de poder y corrupción manipulativa de Estados Unidos, ahora encabezando la invasión a Libia por pretextos humanitarios. Desde luego que no escapa a la atención internacional el vasallaje francés como operativo en la apertura de fuego contra los objetivos militares y las tropas de Gadafi, en un afán que no puede negar su esencia intervencionista cuando no de claro atraco en pos del petróleo libio. Si bien es cierto que la permanencia de Gadafi ha generado distorsiones patrimoniales en los asuntos del gobierno libio, no se puede negar que esos asuntos corresponden a la soberana decisión de ese país y no a los gustos y disgustos del gobierno de Washington. Sin embargo, la diplomacia guerrera gringa ha decretado la urgencia de la salida de Gadafi, para dejar el espacio libre que permita la imposición de un gobierno subordinado a los intereses de Estados Unidos. El papel de las Naciones Unidas no puede ser más triste por su obediencia lacayuna a los apetitos del cáncer mundial actualmente representado por Obama.

La idea de democracia como práctica exclusivamente moderada y sancionada por los Estados Unidos suena a tiranía mundial sostenida por la fuerza de las armas y la presión económica, como lo demuestra el caso de Egipto, que permitió que los gringos prácticamente manejaran su ejército, lo armaran, entrenaran y supervisaran su funcionamiento, gracias a los préstamos para comprar armas, asesoría y entrenamiento a los propios Estados Unidos. Este caso patético bastante recuerda cómo se perdió la soberanía de Colombia a través del apoyo económico y la venta de armas por parte de Estados Unidos, asunto que ahora se maneja en México como una forma de cooperación entre vecinos que comparten una frontera y una problemática. El sobrevuelo de naves estadounidenses desde 2009, es una clara violación del espacio aéreo mexicano, aunque el gobierno de Calderón asegure que no es así.


Cooperación
  La ridícula actitud de Patricia Espinoza, Secretaria de Relaciones Exteriores, manifiesta una especie de autismo político que sólo demuestra cuán alejados están los gobiernos neoliberales de las obligaciones constitucionales y el cumplimiento de las leyes que nos rigen. Dar por buena la intervención extranjera y matizar la violación del espacio aéreo mexicano como una forma benéfica para ambas naciones por la “inteligencia” que genera, es una actitud entreguista que no merece una pena menor a la aplicada por los patriotas mexicanos del siglo XIX a los traidores Miramón y Mejía.

Pero en el México del ridículo hecho gobierno, la dignidad nacional y el espíritu nacionalista pasan por ser expresiones de atraso pre−moderno, aunque sean justamente las manifestaciones que la nación requiere con urgencia. Así las cosas, no estaría sobredimensionado el calificativo de traidor a Calderón, quien actúa como simple gerente de Washington. La nación requiere de un gobierno que sea nacionalista, patriótico, inteligente como para saber a diferencia entre “cooperación” y subordinación.

miércoles, 16 de marzo de 2011

Cuestiones improbables

La última salida de Calderón a las tierras de Obama fue con propósitos de shopping, aunque algunos sospechan que la descolgada del jefe de las instituciones nacionales obedeció al tronido de dedos del negrito cucurumbé angloparlante domiciliado en la Casa Blanca, lo que hizo que el viaje de placer fuera la versión albiceleste de aquella canción de entrañable esencia porfiriana: “Borrachita me voy hasta la capital, pa´ servir al patrón que me mandó llamar…” Los sufrimientos producto de la subida y bajada de colores ante el imperio, seguramente obraron como laxante en la humanidad calderoniana y el tema de la seguridad de los agentes gringos pudo abordarse con las dificultades propias del caso: la ilegalidad de la presencia de fuerzas extranjeras en territorio nacional puede magnificarse si el gobierno invadido accede al imperativo de permitir que jueguen a los policías y ladrones a contrapelo con el estado de derecho que, en teoría, subsiste en México. Al final, salió una declaración facilona y dudosa, del tipo de que Obama no pidió a Calderón que se permitiera el uso de armamento para sus agentes, lo que se traduce en un respiro para el señor presidente que de tan permisible parece otra cosa que la educación impide pronunciar.


De cualquier manera, los gringos apuraron las cosas y tenemos el anuncio de que van a duplicar el números de la agencia de inmigración (ICE) en territorio mexicano, lo que supone que los mecanismos de procuración de justicia nacionales no pasaron por la certificación gringa o simplemente fueron ignorados. Esto nos pone en el brete de lidiar con el estigma de ser, aparte de blanditos, incapaces para hacer prevalecer el estado de derecho. Por lo visto, las instituciones nacionales se pliegan al extranjero con una facilidad que puede ser propia de las damas y caballeros que, apostados en una esquina hacen su trabajo nocturno en el negocio de la compra-venta de favores corporales. La vida loca del México neoliberal carece del indispensable saca-borrachos y la entrada al congal nacional aparenta una apertura que no requiere de tapetes de bienvenida.

Actualmente, hablar de soberanía nacional resulta pasado de moda. Las maravillas de la integración económica, de la vigencia del TLC, de las ventajas y bondades del intercambio comercial y cultural, de formar parte de la modernidad galopante en lomos de la primera potencia mundial obra un efecto casi orgásmico en los funcionarios locales y federales, que integran el coro de panegiristas de la intervención extranjera en la intimidad nacional. Los pedidos de apoyo y cooperación internacional para resolver asunto estrictamente mexicanos anticipan la flojera de ser independientes, de donde la idea de soberanía puede ser contradictoria con la práctica corriente del gobierno federal. El tema del asesinato de un agente extranjero ha quedado reducido a la maldad del narco que atenta contra un gringo en funciones oficiales permitidas por el gobierno, pero que casi ningún ciudadano tiene la información que le permite establecer con claridad cuál es la finalidad y legalidad de su presencia y actividades.

Lo curioso del caso es que el arma que mató al gringo de ascendencia hispana fue traída a territorio nacional por mercaderes de armas gringos y en beneficio de la economía armamentista de Estados Unidos. Claro que la reacción fue inmediata y el rechazo, la indignación y la pena por el horripilante crimen subieron de tono para toparse con la novedad de que “rápida y furiosa” la propia agencia federal que vigila el asunto de las armas, coló a territorio nacional cientos de armas que fueron a parar, como se sabe, en manos de los narcos o miembros del crimen organizado. Los gringos escupieron para arriba y se declaran azorados por recibir su propio proyectil. Cosas de la superior inteligencia anglosajona.


Polvos de otros lodos
 Parece altamente improbable que los gringos dejen pasar la oportunidad de jeringar al país pasándole mil y una veces la factura del agente muerto, así como también lo parece la peregrina defensa del territorio nacional por el propio gobierno federal y la exigencia de respeto a la soberanía nacional y a las leyes que nos rigen. En este caso, quizá sea pertinente pensar en una estrategia que nos permita librarnos de los molestos depredadores extranjeros y fortalecer nuestra identidad nacional. Algunos piensan que la educación es una buena medida, pero otros ven con sospecha la calidad de la misma. Sectores más optimistas suponen que la enseñanza de las matemáticas resolverá nuestro atraso y dependencia, mientras que otros postulan que conviene impulsar un proyecto de nación independiente. Quizá la mayor coincidencia radique en la necesidad de recuperar no sólo autoestima sino identidad, y a partir de ahí construir un país donde todos nos sintamos incluidos; pero esto implicaría caminar por nuestro propio pié, correr el riesgo de nuestra propia capacidad y escribir nuestra propia historia. Quizá este capítulo se pueda empezar a escribir, por decir una fecha, en 2012. ¿Lo cree probable?