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viernes, 25 de marzo de 2011

El golpecito de Estado

Usamos los diminutivos como una forma de expresar el tamaño reducido de personas, animales y cosas pero su uso implica con frecuencia una dimensión emocional que puede ser afectiva o despectiva respecto al objeto aludido. Decir “carrito” puede referirse a un coche compacto o a uno que por sus buenos servicios lo apreciamos, aunque puede significar una birria sobre ruedas si lo comparamos con un auto más potente, elegante o moderno, al que llamamos “carrazo”. En ese orden de ideas, podríamos decir que en nuestro país ha ocurrido un golpecito de Estado.


La dimensión enana de la política económica, exterior, social, y la atinente al régimen en general y al gobierno en particular, permiten invocar la connotación subversiva del término “golpecito”.

Digo lo anterior porque la asunción de un gobierno más de signo neoliberal da por supuestas las medidas privatizadoras y, en consecuencia, de desmantelamiento del aparato productivo nacional en aras del interés del capital extranjero, ya que el nacional no se caracteriza por arriesgar montos importantes en aventuras que en otras latitudes se toman por hazañas empresariales que abren cauces y generan ganancias. Nuestro capital nativo es timorato, poco arrojado, terriblemente conservador y anclado ideológicamente en las cenagosas aguas del porfiriato. Cabe recordar que en aquéllos tiempos decimonónicos la clase terrateniente era dominante respecto a otras fracciones burguesas como los comerciantes e industriales, constituyendo una oligarquía en el mejor de los casos agroexportadora.

En el noroeste se va gestando una oligarquía que responde a ese nivel de atraso, de la que quedan vestigios que se encarga de actualizar el nulo impulso económico de la región y la cancelación de los avances que se lograron en la década de los años 30. El pasado se convierte en presente gracias a la vestimenta que le proporciona el discurso modernizante de los apátridas de siempre, eternos beneficiarios de los fondos públicos bajo en supuesto de apoyar a la producción y la generación de empleo. La farsa neoliberal llega a niveles paroxísticos en el vuelo en picada que inaugura Fox y acelera Calderón. El primero con la sensibilidad y congruencia de un ranchero impotente enamorado y el segundo con la atrofia conductual del que llegó por la trastienda de un sistema político sospechoso de estar diseñado y al servicio del enemigo.

El supuesto porfiriano de que somos los mexicanos genéticamente incompetentes y necesitados del auxilio del extranjero de piel y ojos claros, se ve puntualmente cumplido con la actitud de arrobación lacayuna que permite la violación sistemática de la Carta Magna en materia de dominio de la nación sobre el subsuelo, espacio aéreo, mar patrimonial y recursos naturales, además de los aspectos jurisdiccionales que afectan a la soberanía. Y no sólo eso. Nuestra imagen en el exterior se parece más a la del falderillo que tras las piernas de su amo ladra envalentonado que a la de un país respetuoso del derecho ajeno y amigo de la resolución pacífica de los conflictos. Lo anterior se ve claro con la reciente declaración de Calderón pidiendo a Libia que cese la violencia, como parte del coro internacional que clama en favor de los derechos humanos como una justificación para su violación por parte de Estados Unidos, Francia, Inglaterra y demás fauna oportunista, en una poco disimulada invasión a una nación soberana.

Pero si México realiza una “defensita” de los derechos humanos en Libia, en el espacio de las reivindicaciones nacionales parece existir un vacío que se llena con violencia. El trabajo gubernamental se focaliza en el manejo de medios periodísticos y la información se convierte en el objeto de los afanes de la parte oficial y la oficiosa: se pacta el manejo informativo de nuestra realidad cotidiana que chorrea sangre y vergüenza por todos los poros de la conciencia colectiva. En apariencia la limitación del sensacionalismo es sana, lo que resulta perverso es el ocultamiento de los hechos y la desinformación; la posible opacidad en la que estaremos condenados a vivir, siempre tendrá la posibilidad de ser revertida mediante la acción de las redes sociales, del uso de twitter, Facebook, el correo electrónico y la voz de alarma que suena y sonará en pasillos, mesas de café, corrillos y sobremesas familiares.

El desencanto nacional también se expresa por el impulso de políticas aperturistas en rubros de la exclusiva competencia nacional: ahora las policías gringas intervienen en la investigación de delitos del fuero federal y local, hay agentes armados en las calles de México y se experimenta con acciones de talante “rápido y furioso”, además del espionaje telefónico e informático, satelital y ahora aéreo. La cesión de soberanía se equipara a la de la virginidad y la oferta de cirugías reconstructivas patrocinadas por la Iniciativa Mérida no logra compensar la certidumbre de una prostitución anunciada.

Heil Obama
Se puede resumir diciendo que la derecha neoliberal panista logró dar el golpecito de Estado que el imperialismo gringo quería, afecto como es a los eufemismos, a la hipocresía de una democracia enunciativa y unilateral que actúa como garrote internacional en manos de un loco furioso. La nación que fuimos, otrora ejemplo en materia de diplomacia y derechos sociales, pasa a ser alcahueta a sueldo del rufián del vecindario con lo que también se nos descompuso la imagen internacional hasta el nivel de “nacioncita” bananera, de corifeos del imperio.

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