notas sueltas

Notas Sueltas es un espacio de opinión sobre diversos problemas de carácter social, económico y político de interés general. Los comentarios pueden enviarse a: jdarredondo@gmail.com

jueves, 25 de julio de 2024

EL CUENTO DEL GATO

 

“Este era un gato con los pies de trapo y los ojos al revés… ¿Quieres que te lo cuente otra vez?”

 

No hay duda que vivimos la redundancia, en el trazo del círculo que de tanto acariciarlo se ha vuelto vicioso y produce orgasmos en la ilusión elíptica de la política occidental. Biden se baja de la carrera presidencial de Estados Unidos desde la presidencia, oponiendo al abanderado republicano, Donald Trump, expresidente y empresario, a la difusa y emocionalmente inestable vicepresidenta Kamala Harris.

La lucha por el poder desde el poder suena a redundancia, a agotamiento de fuerzas democráticas, a pleonasmo maloliente de un sistema cuya fachada luce el paso del tiempo, y que se cuenta al pueblo y a sí mismo en terca repetición.

El aparente pleito entre adversarios que comen del mismo plato supremacista, algunos de manera ruda y otros remilgada, parodia el juego democrático de dirigir una nación que, afirman, surgió de las mismas manos de Dios, del deseo sublime de recrear el paraíso terrenal en Norteamérica, para gloria del continente y ejemplo y advertencia para el resto del mundo.

En esta nueva Roma imperial mejorada, “la casa arriba de la colina”, el faro luminoso de donde emana la luz del entendimiento libertario que derrama leche y miel, la justicia iluminará al mundo, ya que su destino es el de regir la tierra con mano firme, y llevar (con la ayuda de Hollywood y la prensa corporativa) la palabra de Dios en una interpretación económica, cultural y militar dirigida a todos los pueblos.

Así entendido, “América para los americanos” no se queda en el deseo fundacional independentista y de defensa del territorio contra los ingleses. Contiene un propósito, un destino manifiesto que debe pasar de lo abstracto a lo concreto, de la idea a la realidad para alcanzar la hegemonía y cumplir con el mandato divino de ser la nueva Jerusalén.

Su gobierno, por lo tanto, debe ser el que represente a los descendientes de los colonos ingleses fundadores de Jamestown en 1607 y de los padres peregrinos que llegaron al nuevo mundo en 1620. Su presidente debe saber que tiene en sus manos el destino de América y el mundo. Según esta concepción, el significado de la palabra “imperialismo” no se opone al de “democracia” sino que lo complementa y redefine.

Será por eso que cualquier tipo de intervención militar contra cualquier soberanía debe verse a través de la ayuda humanitaria y la defensa de las libertades, y que en cualquier conflicto deban estar presentes en forma relevante porque quien alienta y financia el conflicto tiene también la capacidad de mediar y resolver, según el caso.

En este tenor, la versión oficial de los hechos que destruyeron ciudades y regiones, que cobraron miles de vidas y que arruinaron otras tantas, debe registrarse en la memoria colectiva como la lucha de los buenos contra los malos, y cómo éstos fueron pateados en el trasero por las barras y las estrellas, con el aplauso y admiración de los actores locales:

Estados Unidos invade un país para salvar la democracia y libertades del pueblo invadido, establece una autoridad que pone orden y emprende labores de reconstrucción en beneficio de los inversionistas y contratistas que “América” envía y patrocina.

Desde luego, los chicos americanos (sic) resguardan el acervo cultural y los recursos estratégicos, mientras miden, tasan y administran los bienes custodiados y redefinen fronteras, cultura, tradiciones y costumbres.

Aquí la uniformidad plastificada se impone a la diversidad y, al poco tiempo, las nuevas generaciones colonizadas mascan chicle, consumen y predican el culto a la chatarra y adoptan el “american way of life” como horizonte de la reconstrucción de su identidad, con los vómitos emocionales, las consultas psiquiatras, la disfuncionalidad familiar y los divorcios incluidos gracias a las maravillas educativas de la televisión y plataformas digitales que difunden la buena nueva de Occidente.

Así, las nuevas filias y las fobias políticas y culturales están determinadas por la estrechez cultural y el poderío económico y militar del parasitismo yanqui.

El cuento que se repite sobre la democracia, la libertad y los derechos, de acuerdo al dogma “americano”, termina siendo el relato que al pie de la cama se cuenta a los pueblos que aceptan dormir para olvidar lo que perdieron y lo que les queda por perder.

El gato con los pies de trapo y los ojos al revés arroja la imagen de una dictadura mundial que pasa por democrática y una idea de mundo sin valores, un mundo kafkiano donde la justicia sólo puede funcionar para el polo dominante. Los valores que definen y dignifican a los pueblos terminan siendo sustituidos por la abyecta claudicación del esclavo moderno, sin conciencia, sin voluntad, sin destino, aunque con la ilusión narcótica de que son libres. Su moral es de trapo y sus valores están puestos al revés.

Mientras se juega el destino de Occidente y el mundo en la ruleta de la industria armamentística y los negocios transnacionales, los vecinos del norte fingen ánimos democráticos mientras temen el avance de los rusos y los chinos, culpan a los migrantes latinoamericanos de sus males presentes y futuros, tiemblan cualquier posibilidad de que el dólar pierda su capacidad corruptiva y coactiva, maldicen cualquier atisbo de reorganización de la vida económica mundial con olor a independencia y, lo más importante, entran en pánico ante cualquier avance de las ideas soberanistas que surgen cuando un pueblo decide sacar su cabeza del trasero imperialista.

México y Latinoamérica deben decidirse a sacar la cabeza y dejar de permitir, cuando no buscar, que nos sigan contando el cuento ideológico del gato con los pies de trapo y los ojos al revés…

 

 

viernes, 19 de julio de 2024

CAMPAÑAS EN TIERRAS DE DISNEY

 

+ Colaboración dedicada al amigo Luis Rey Moreno Gil, trabajador universitario del arte y la conciencia. Que en paz descanse.

 

Ya ve usted que las campañas van a todo gas en tierras del Tío Sam, donde la imaginación vuela en alas de águila calva y donde la decencia se resbala por el caño de la autocomplacencia.

Nuestros vecinos, que acaparan el nombre del continente gracias a un acto de ignorancia arrogante, presumen de que cada acto, incluso el de mascar chicle, es una manifestación de superioridad indiscutible, inspirada en los más puros ideales y la más incuestionable aprobación de Dios mismo.

Según ellos, la inspiración divina hizo posible que el pueblo que engordó gracias a la esclavitud y la depredación sea el adalid de las libertades y el derecho internacional, su vigilante y defensor autodesignado. Quien se oponga a sus designios pasa a formar en la esfera del mal, queda en la categoría de terrorista, enemigo de la humanidad y candidato a la hoguera internacional.

Para mayor abundamiento, el tema de la frontera entre “América” (sic) y México es prioritario en la campaña presidencial entre la cara republicana y la demócrata de la moneda imperial. Con México, “frontera abierta”, según los seguidores de Trump y objeto de los sueños húmedos de los apoyadores de Biden, se tiene una vecindad peligrosa.

Lo cierto es que para el US Goberment tan es problema la frontera sur como la que se encuentra a 10 mil kilómetros de distancia. La tensión por problemas o amenazas a la “seguridad nacional” que pueden estar a pocos metros o a miles de kilómetros, en este continente o cruzando el Atlántico, es un asunto que crece al mismo ritmo que sus ansias expansionistas y de control mundial.

Si los migrantes ilegales de México son violadores, drogadictos, ladrones y terroristas, no lo son menos los habitantes del Sahel, Egipto, Libia, Irak, Afganistán, Siria, Irán, o cualquier país de África, o Eurasia, que cuente con recursos geoestratégicos apetecibles a EU y que pretenda defender su soberanía.

En un mundo que creen cedido a su control por las manos de Dios, lo mismo siembran bases militares que intrigas palaciegas, revoluciones “de colores” o descaradas intervenciones en los asuntos domésticos, redes de espionaje o entramados comerciales que se convierten en camisas de fuerza no sólo económicas sino políticas.

Sus embajadas y consulados ejercen funciones de control informativo al servicio de la inteligencia de su gobierno, promueven conductas sociales y sirven de canales de corrupción apátrida entre quienes se dejan seducir por el encanto económico y político del extranjero.

Por si las cerca de 800 bases militares alrededor del mundo no fueran suficientes, tenemos las infinitas ramificaciones de los medios de comunicación audiovisual y escrita que marcan la pauta del cómo debe interpretarse la realidad cotidiana: CNN, Fox, The Wall Street Journal, The Washington Post, The New York Times entre otros, reparten envuelto en papel o gigabytes el credo del capital para el mundo.

La guerra y sus horrores se convierte en materia prima ideológica en un concierto diario de manipulación informativa, de mendacidad periodística, de prácticas intensivas de ingeniería social y de evidentes mecanismos de transculturación, cuyos impactos en la idea de mundo y la conciencia de los usuarios terminan por convencerlos de que los agresores son otros, que los instigadores son otros y que el financiamiento o apoyo económico, militar y logístico que se da es por razones humanitarias.

Antes fue Irak, Afganistán o Libia, ahora es Ucrania e Israel. Los objetivos cambian, pero el discurso no. Las masacres resultan necesarias cuando se defiende el bien superior de la paz y las libertades. Los caídos sin culpa y sin identidad son simples daños colaterales en la lucha de los buenos contra los malos. La simplificación ayuda a evitar el análisis… sin lograrlo.   

En la campaña actual por la presidencia, los trapos sucios del militarismo yanqui flotan en el tendedero internacional. El discurso motivacional sobre los inmigrantes, la frontera y los horrores del socialismo se reciclan con grosera insistencia, mientras que el anti globalismo, las ideas soberanistas e independientes son los objetivos ocultos y no tanto, que la clase política estadounidense pretende destruir. Los daños colaterales serán, para no variar, la democracia y las libertades.

Un monstruo de características esperpénticas crece en el huevo electoral del vecino del norte, y una vez más, la cara absurda del imperialismo asoma… y sonríe.

 

 

 

jueves, 4 de julio de 2024

PARTIDO EMBARAZADO

 

“La mayoría de las personas son otras: sus pensamientos, las opiniones de otros; su vida, una imitación; sus pasiones, una cita” (Oscar Wilde).

 

Sigue levantando polvo la diputación plurinominal de Sergio Mayer, el ex zangolotino de Garibaldi, ahora stripper y actor (sic), que, tras lanzar críticas ácidas contra Morena, ahora se dispone a defender los colores de su formación política de hospedaje temporal.  

Se presume que fue el dedo de las alturas quien escribió su nombre en la lista de los ángeles y arcángeles que defenderán el color guinda en el seno del Poder Legislativo y que, según algunos, sin el personaje mediático con olor a nostalgia, el Plan C se estancaría en las alcantarillas del debate bizantino.

No sé si porque Sergio Mayer tiene una bolita que le sube y le baja, puede convertir la generosa concesión plurinominal en triunfo legislativo. O si su sola presencia es un buen sustituto de la voluntad de 36 millones de votantes que dijeron “SÍ” a la Reforma Judicial. No lo sé.

Tampoco sé si el singular dibujante Rafael Barajas, Fisgón, tiende a caricaturizar la posibilidad política de convertir una calabaza legislativa en carroza real, ignorando el hecho de que, de todos modos, pudiera estar tirada por ratones.

Las dudas e interrogantes son muchas. Lo cierto es que la presencia del exgaribaldi resulta ser tan penosa como pudiera ser el mismo sistema de plurinominales, en un contexto en el que el pueblo puede quitar y poner con su voto a sus representantes.

Ahora, si se trata de demostrar apertura y pluralidad más allá o, por encima de la voluntad popular, a modo de acuerdos políticos, lo que resulta es una especie de lienzo de retazos, una colección “incluyente” de propios y ajenos que, mañana o pasado, van a manifestar su verdadera posición sobre los problemas y soluciones nacionales, como ya lo hizo Mayer al unirse a la marcha rosa y criticar algunas de las decisiones morenistas desde Morena, por no mencionar (entre otros) el caso de Lilly Téllez en toda su dimensión kafkiana.

Así, en el marco de la inclusión y la pluralidad, ¿a qué hora prevalecen los principios y valores del partido Morena y el movimiento de la 4 T? ¿Cuándo se generan las condiciones para que la ideología de la transformación (si la hubiera) luzca y genere una conciencia colectiva en favor de sus causas y proyectos? ¿En qué momento se trabaja por diseñar un nuevo régimen capaz de enfrentar y vencer al neoliberalismo y la unipolaridad con el abal del voto popular?

Mezclar en una misma canasta tamales de chile, elote, mole, frijol y piña puede ser muy inclusivo, pero no por eso afortunado y funcional. Aquí surge la pregunta definitoria obligada: ¿somos o no somos?

Como quiera que se vea, un partido sin ideología política definida está sujeto a las contingencias de la vida cotidiana, porque sin tener un asidero firme que oriente sus decisiones y su acción, va a la deriva. Será, en todo caso, un partido dominado por el pragmatismo que, a la larga, tenderá a caer en serias contradicciones. La definición política y programática siempre es de agradecerse.

Si usted recuerda, en el caso de Sonora, por ser “incluyentes y plurales” a lo último no se supo si el partido anfitrión era una barca política de Noé o el movimiento transformador del caiga quien caiga:

Se incorporaron estelarmente algunos personajes que habían pasado por el PRI, PAN, o PRD, en medio de trapecismos coyunturales de acceso a senadurías, diputaciones y presidencias municipales. Quien hacía poco defendía rabiosamente al gobierno del PAN, de repente salta a una candidatura por Morena. Quien navegaba en el PRI para después hacerlo en el PAN, da muestras de versatilidad al abanderar electoralmente a Morena, demostrando que el travestismo político es un ejercicio redituable, amnesia de por medio.

Si en su momento fue una estrategia válida en el ánimo de unir fuerzas y aprovechar el capital político de tal o cual sujeto, lo que esto quiera significar, y se recogieron y restauraron los desperdicios ajenos, hoy quizá sea necesario pensar en la validez y consistencia del proyecto y la congruencia entre los dichos y los hechos, pero, sobre todo, la responsabilidad de acatar el mandato del pueblo expresado en el voto del 2018 y refrendado el pasado 2 de junio.

El caso de Sergio el bailador da cuenta de una práctica política que es, esencialmente, pragmática e irresponsable. Así no se puede hablar cabalmente de un partido y movimiento que busca la consolidación de una ideología transformadora, sino de una organización que sufre una parasitosis potencialmente letal, en términos de su definición identitaria.

Algo así como un embarazo no deseado, pero que se da en un contexto donde las manos sudadas y las miradas melosas de los encuentros de conveniencia son superadas por la penetración de los vicios y perversiones que se pretendía conjurar.

Si el embarazo político de Morena llega a generar sospechas de una crisis de identidad, entonces pudiera ser recomendable el aborto, para la preservación de la vida y viabilidad del proyecto nacional. Aunque se enoje don Rafael Barajas, el Fisgón.

Como dice la conseja popular: vale más una vez colorado que mil descolorido.

 


domingo, 30 de junio de 2024

¿Y DÓNDE ESTÁ EL DEBATE?

  

                                 “En toda farsa hay un farsante”.

 

La moda política de los debates entre los personajes que aspiran a un puesto de elección popular, produce efectos similares a los de los programas televisivos que consisten en encueramientos emocionales frente a las cámaras, para que el público presente se ría, enoje, critique o apoye las miserias de los exhibidos.

Las trayectorias, proyectos, propósitos o planes de los contendientes, en esta versión mediática de los pastelazos y las zancadillas de la comedia de carpa, difícilmente pueden darse a conocer cuando el formato apunta hacia la crudeza del insulto, la réplica y los trapos al sol lanzados al aire mediático.

Biden y Trump, la pareja cómica de la temporada, protagoniza el sainete preelectoral largamente esperado por los analistas políticos internacionales, medios corporativos, redes sociales y mirones ocasionales en busca de emociones a distancia: puyas, caras graciosas, miradas maliciosas, sonrisas plastificadas, respuestas que se quedan en intención y pastelazos simbólicos, pintan con realismo la farsa de un sistema que simula democracia y no se anima a poner frente a frente a los candidatos y sus electores en un proceso directo y transparente.

Sin embargo, “Estados Unidos” da lecciones al mundo de legalidad, democracia y libertades ciudadanas mientras alienta conflictos y sostiene 800 bases militares alrededor del planeta. El chiste, trágico chiste, se cuenta solo.

Mientras tanto, en México, la transición política va de un gobierno que impulsó cambios a otro que despierta las expectativas de que continuará honrando la voluntad popular. Algunos recientes nombramientos parecen ofrecer una idea ambigua de la continuidad.

Quienes pensamos que es imperativo recuperar el espacio económico nacional en beneficio de los ciudadanos, bajo el supuesto de que, por el bien de todos, primero los pobres, nos encontramos con el detalle de que algunos perfiles no necesariamente se ajustan a las expectativas de un desarrollo independiente y debidamente contextuado.

Afirmar que el futuro titular de Economía es una buena opción “porque tiene muy buena relación con Estados Unidos “, da al traste con el pensamiento soberanista y nacionalista, tan importante de cara a las exigencias del T-MEC vigente.

Poner el desarrollo científico en manos de una académica cuyo mérito es el encanto mediático y las buenas relaciones políticas con la vieja camarilla meritocrática de la “ciencia mexicana”, tampoco garantiza que la investigación prosperará en beneficio del país, más allá de la producción de “papers”, informes y artículos para consumo de los grillos y los pescaditos de plata, e incentivos monetarios para los autores.

También sería problema si se atara la salud mexicana a los designios de organismos internacionales como la OMS, ligada al esperpéntico conglomerado de la industria químico-farmacéutica, cuya actuación deja más dudas y críticas que resultados contra la enfermedad. Se espera que la política de salud sea soberana, independiente y esencialmente basada en el interés nacional, no en el de las transnacionales.

Más allá del currículo y las medallas académicas de los postulantes, lo fundamental es el compromiso patriótico y nacionalista que deberán asumir, que constituirá la diferencia entre el pasado neoliberal y la posibilidad de cambio. Aquí debieran buscarse las pistas en la trayectoria de los personajes propuestos, sus opiniones e intereses manifiestos. Presumir o señalar como mérito el estar ligados a los intereses del vecino del norte no es garantía para México, sino todo lo contrario. 

Por otra parte, habrá que ver si las figuras en las bancadas morenistas son consistentes con el proyecto nacional que apoyaron los votantes, y si dejan de lado las diferencias por razones de personalidad, egos y aspiraciones individuales futuristas.

En Sonora se dan cambios que parecen corresponder al estilo del gatopardo (cambiar para no cambiar), en una cadena de reciclajes que insinúan la carencia de un equipo donde la experiencia y consolidación política, de cara a los intereses geoestratégicos extranjeros, sea clara y defienda en la frontera norte y las costas la soberanía nacional.

La moneda está en el aire y la esperada búsqueda de posiciones en el nuevo gobierno federal recuerda la carrera de las ratas cuando se fugan del barco que parece naufragar. De llegar a darse esa situación, ¿quién y de qué manera apagará la luz y cerrará la puerta sexenal en Sonora? Por otra parte, ¿hasta dónde llega la responsabilidad política de quienes llegaron de la derecha para abordar un barco presumiblemente de izquierda?

Pero, además, ¿qué se puede esperar de un pueblo que, en la capital sonorense, votó a favor de una coalición política claramente contraria a los trabajadores y amiga de las opciones privadas a cargo del erario?

¿Nadie recordó la lucha de los trabajadores jubilados y pensionados del Ayuntamiento, por el reconocimiento de derechos adquiridos que habían sido borrados de un plumazo cuando llegó Antonio Astiazarán a la alcaldía? ¿Y sus intentos de privatizar la seguridad social y el derecho a la vivienda? ¿Y la renta de patrullas eléctricas en vez de fortalecer el parque vehicular municipal? Sin embargo, para que haya cambio debe haber opciones.

Queda claro que estamos en una etapa donde el discurso político obedece a una necesidad emocional más que responder a las exigencias reales y concretas de la población. El caso es que no hay transformación sin pueblo, ni gobierno sin apoyo popular. Entonces luchemos por la congruencia, porque el debate de lo nacional sea crítico, autocrítico y permanente en las fuerzas que impulsan la transformación. Luchemos. 

 


miércoles, 12 de junio de 2024

EL EXCESO DE DEMOCRACIA

 

“La actitud es una pequeña gran cosa que hace una gran diferencia” (Winston Churchill).

 

Parece interesante el panorama postelectoral mexicano, y no sólo eso, ya que ha despertado curiosidad internacional y, desde luego, la consabida preocupación de parte del gobierno del vecino del norte por el rumbo que toma México tras la jornada electoral, y los peligros que entraña para el Norte tener un socio que quiera mandarse solo.

Para el establishment gringo resulta traumática la idea de que una pieza de su traspatio pueda tener voluntad propia, concebir planes y escenarios que huelan a soberanía nacional y dominio de sus recursos naturales, incluida la administración de su espacio terrestre, marino y aéreo.

La democracia que predica es la envoltura retórica de la dominación mediante reglas que sólo benefician a quien las dicta, por eso en el nivel internacional la Casa Blanca se empeña en hacer ver como normales e incluso necesarias para la “seguridad nacional” e internacional las continuas intervenciones políticas y militares que despliega fuera de sus fronteras.

En este contexto, tener alrededor de 800 bases militares en el planeta y controlar importantes medios de comunicación, así como la maquinaria de producción ideológica y conductual en forma de cine, televisión y plataformas, forma parte de su línea de defensa a la que el resto de naciones no puede aspirar a detener o limitar, sino simplemente reproducir, so pena de ser catalogados como enemigos de la “democracia”.

Entonces, el discurso nacionalista e independiente que pone el acento en la soberanía nacional y la legitimidad de los gobiernos electos democráticamente, obligados constitucionalmente a proveer lo necesario para el bienestar de sus pueblos, choca frontalmente con quienes se sienten los dueños de la democracia y las decisiones soberanas del resto de las naciones.

El resultado es la andanada de artículos editoriales y análisis de expertos en la gran prensa global anglosajona (Wall Street Journal, Washington Post, por ejemplo), que señalan acusadoramente ese exceso de democracia observado en la elección mexicana del 2 de junio, a pesar de los esfuerzos y las ingentes cantidades de recursos para la campaña de la oposición, gastados en ejércitos de bots, trols, comentócratas, artistas y científicos huérfanos de apapacho y personajes momificados en diversas televisoras nacionales, sin dejar de lado las “organizaciones ciudadanas” con fuerte olor partidista financiadas por el USAID.

Sesudos análisis advierten del daño que pueden ocasionar los ciudadanos empoderados mediante el voto, de suerte que las eventuales reformas constitucionales propuestas por AMLO pueden ser “anticonstitucionales” en la medida en que afecten el sistema que permite el desbloqueo de cuentas bancarias y la liberación de delincuentes de cuello blanco y no tan blanco.

Así pues, en el marco de los intereses extranjeros, ¿cómo afectar la maquinaria legal (sic) que inhibe el desarrollo del acaparamiento, los fraudes, el enriquecimiento “inexplicable”, el tráfico de influencias y las oportunidades de ganancia de los inversionistas extranjeros que pegan mordidas al territorio nacional por vía de explotaciones mineras y el uso discrecional del agua?

¿Cómo vamos a “hacer América grande otra vez” si hacemos valer nuestra soberanía y el imperio de las leyes? ¿Si nos negamos a ser un traspatio del Imperio del Norte y se combate la corrupción?

Lo cierto es que el pueblo votó por impulsar los cambios propuestos por AMLO en forma de iniciativas de reforma constitucional que apuntan a corregir el desmadre neoliberal y sus excesos, lo que parece asustar a los que optaron por apoyar intereses ajenos a la transformación nacional, aunque sintonizados con las expectativas comerciales y políticas del vecino.

¿Tras el voto afirmativo de más de 35 millones de ciudadanos tenemos que someter la voluntad popular a una consulta entre quienes se oponen a los cambios? Ahora, ¿de qué lado está el exceso? No confundamos democracia con democratismo, algo así como la diarrea política que sirve para que haya cambios tan aparentes como para que nada cambie.

Algunos sabiondos de tertulia televisiva afirman que la economía puede sufrir severos daños si nos empeñamos en perseguir el interés nacional, y que más vale seguir el pulso del mercado. El detalle está en que el país no es una mercancía, como tampoco lo es la soberanía popular ni las libertades ciudadanas.

¿Sacrificar nuestro desarrollo y democracia en favor de los intereses del capital internacional es transformador? ¿La paridad cambiaria determina totalmente nuestras expectativas económicas como país independiente? ¿El mercado puede más que el interés nacional expresado en el “Plan C”?

¿Debemos dar respiración artificial a la oposición claudioequisista porque somos muy democráticos? ¿Hay que darle el micrófono y el tiempo-aire al PRIAN tras su derrota en las urnas? ¿Acaso México no decidió? ¿El pueblo está pintado, o qué? ¿Se va a abrir un nuevo capítulo de concertacesiones, según el manual político del Salinato? De ser así, ¿a qué estaríamos jugando?

En congruencia política y programática con el proyecto de la 4T, la iniciativa de reformas debe continuar y decidirse por la afirmativa en el seno del Congreso de la Unión, y no en las pasarelas mediáticas tan del gusto de la derecha neoliberal. Más seriedad.

 


 

miércoles, 5 de junio de 2024

NUEVO SEXENIO


“No hieras a la mujer ni con el pétalo de una rosa” (Proverbio persa).

 

Las cifras arrojadas el lunes después de las elecciones indican que Morena y aliados ganaron México y Sonora, pintando de guinda nuestro territorio, salvo contados lunares en favor de la coalición gelatinosa. Aquí el color guinda incluye la Ciudad de México.

Los girones de la momia política del PRI y PRD cuelgan del ajado y maloliente ropaje del PAN, unidos bajo la égida neoliberal salinista y ratificados como alianza desde el Pacto por México de Peña Nieto, que impulsó las llamadas reformas estructurales para entregar soberanía y dominio de nuestros recursos al capital extranjero y que ahora parece posible corregir la plana legislativa en beneficio del interés nacional.

El presidente se declara contento porque entregará el poder a una mujer, tras 200 de haber sido gobernados por hombres. Suena muy bien en términos del resultado electoral, pero aquí surge la pregunta: ¿durante el siglo XIX y prácticamente todo el siglo XX, hubo condiciones de paz y consolidación política que hubieran hecho posible una presidencia femenina?

El turbulento y definitorio siglo XIX, que incluye la independencia, la reforma, los gobiernos que fluctuaban entre federalistas y centralistas, el imperio, las intervenciones extranjeras que se continuaron en el siglo XX; el porfiriato, la revolución de 1910-17, la construcción de los partidos políticos nacionales, las instituciones económicas, políticas y sociales que definieron la modernidad nacional y las luchas  en el campo y la ciudad por hacer avanzar las ideas de progreso, ¿eran el mejor entorno para garantizar las condiciones para el ascenso de una mujer al poder presidencial? Me parece que no.

Es hasta ahora, tras las reformas en la política y la administración pública impulsadas por AMLO, que es posible e incluso deseable que haya un cambio en la imagen de quien representa el poder ejecutivo federal, no como un acto de efectismo mediático, sino como una demostración de la igualdad política alcanzada y un punto de inflexión de la democracia, sin dejar de considerar que no todo cambio implica progreso, pero, sin duda, todo progreso implica cambio.

Hemos avanzado en este sexenio tanto en lo social como en lo cultural. En lo social, porque la ciudadanía, otrora insignificante para la oligarquía neoporfiriana y neoliberal, se ha convertido en pueblo elector, en la fuerza popular que sustenta y defiende un modelo de gobierno democrático; en lo cultural porque ahora la igualdad entre hombres y mujeres no es algo retórico sino real y vigente.

Aclaro que no me refiero a la norma de la paridad electoral, que me parece primitiva y discriminatoria, ya que las candidaturas por razones “de género” y no por capacidad, trayectoria y competencia ponen en duda el concepto mismo de democracia. Me refiero a la igualdad de oportunidades y condiciones para participar políticamente, lo cual es de celebrarse.  

El ascenso de Claudia Sheinbaum Pardo refleja cuánto hemos cambiado, así como cuánto debemos hacer por la igualdad, sin dejar de lado la equidad que es imprescindible para que la democracia realmente funcione y se consolide.

Esperemos que la nueva agenda social y política nacional contemple a la ciudadanía en general, al pueblo que elige y espera del gobierno mejores esfuerzos por lograr una vida digna y generosa para todos, lo que debe partir de un modelo económico que garantice empleo e ingreso digno, acceso libre a los beneficios del progreso y mejores canales de distribución y redistribución del ingreso en un modelo incluyente y solidario de seguridad social.

Lo anterior también supone la eliminación del absurdo de tasar las pensiones en UMA, siendo que la base legal es y debe ser en salarios mínimos. Aquí, el foco recaudatorio debe estar puesto en los ingresos más altos y no en lo que es esencialmente una prestación social producto del trabajo realizado durante la vida laboral: las pensiones jubilatorias de los trabajadores debieran estar libres de gravámenes.

Claudia Sheinbaum dijo en el zócalo capitalino que no había llegado ella sola, sino que llegaron todas. Seguramente se refería a que ahora, gracias a los cambios impulsados por AMLO, cualquier mujer puede llegar a la primera magistratura de la nación si cuenta con capacidad y voluntad de servir y está acompañada del reconocimiento y la consideración de la ciudadanía en el proceso electoral.

Como detalle interesante, del total de los votantes por Claudia Sheinbaum, la mayoría fueron hombres (62%), lo cual da idea de la madurez política alcanzada (El País, 3-05-2024).    

Si el nuevo gobierno de la 4ª Transformación va a dar continuidad al proyecto de nación en un sentido progresista, con inclusión y justicia, dará lo mismo que sea hombre o mujer quien lo represente, porque son los principios y valores los que legitiman el proceso, así como las acciones congruentes que se emprendan para su consecución.

Aquí la forma no puede estar por encima del contenido, porque éste es el motor que impulsa las transformaciones. Estemos atentos.

 


viernes, 24 de mayo de 2024

CON TODO RESPETO...

“Un vaso medio vacío de vino es también uno medio lleno, pero una mentira a medias, de ningún modo es una media verdad” (Jean Cocteau).


“Con todo respeto”. Esta es la frase tiene el poder de decir lo que a uno le venga en gana y cubrirse de la impunidad que da la advertencia emitida: usted podrá pensar o sentir lo que quiera o pueda, pero aquí mi chicharrón declarativo es el que truena.

Avanzar con la frase “con todo respeto” es ponerse el huarache social antes de espinarse o, si se quiere, sobar la cabeza del que será blanco de un coscorrón. Es como decir “a un lado que ahí va el golpe” en el diálogo cotidiano, que nos cubre con un manto de prudencia, de inmunidad y de satisfacción.

De prudencia, porque estamos denotando que sabemos que lo que sigue puede sacar roncha y, al tiempo que hacemos el juego, simulamos sacar las manos del asunto; de inmunidad, porque nos sentimos protegidos por esa manifestación de consideración hacia el otro sin necesariamente sentirla; y de satisfacción, porque anticipamos el logro de salirnos con la nuestra en un contexto en el que las palabras suplen a los hechos. La palabra es acción anticipada o memoria de lo actuado.

Cuando decimos “con todo respeto” hacemos funcionar un mecanismo que protege nuestra integridad, imagen y relaciones sociales, y que se proyecta como el levantamiento de la bandera de paz que disfraza el intercambio de balazos. Aquí no pasa nada, aunque pase, porque finalmente la verdad debe decirse.

Pero, resulta que la verdad requiere de algún lubricante para poder penetrar en donde debe, porque así, en seco, no sólo roza la piel sino que la raspa y lesiona, marcando a su objetivo con la descalificación o con el resultado de poner cara a cara al sujeto con su propia falibilidad, lo que ocasiona pena.

Las diferencias de opinión, los desacuerdos y las claudicaciones son parte del proceso de las libertades política y sociales, toda vez que la uniformidad sólo se da en el mundo de lo mecánico, de la obra humana objetivada que resulta de un modelo. Si en la industria es admisible, en lo social es totalmente indeseable.

Así pues, el error de la derecha mexicana, o internacional, viene siendo su propensión a la uniformidad, a la rigidez y a la exclusión de otras visiones y voces. Aquí el dogma de un mundo feliz y plano, sin rugosidades, diferencias o matices es el objetivo deseado y buscado por la acción política. Es lo que vemos en las marchas, las consignas, los reclamos y las acciones de carácter judicial o mediático que emprenden.

Que nos vamos a volver Cuba, o Venezuela; que nos están llevando al comunismo, que nos van a quitar la casa y el carro, que nos van a quitar los ahorros y recursos de que hoy disponemos.

O que van a cerrar los templos, porque son ateos y satánicos, que tienen pacto con el diablo y sus huestes infernales. Que estamos en una dictadura, con un gobierno autoritario enemigo de las libertades, que reprime las manifestaciones y la palabra de los opositores.

Sin embargo, los gritos y sombrerazos de los marchistas se han podido oír por todos lados, sin que alguien intentara coartar su derecho a vociferar consignas contra el gobierno o publicar desplegados o notas calumniosos y chorreantes de odio. Aquí, a diferencia de otras ocasiones, en las marchas de la oposición las campanas de las iglesias, como los mariachis, callaron.

Incluso, hubo una petición de la doctora Beatriz Gutiérrez Müller, esposa de AMLO, para que se quitara el video (el segundo revelado) que muestra el espectáculo grotesco del hijo de la dama de las gelatinas, encaramado en la prepotencia etílica, publicado por el conocido youtubero “Callo de Hacha”. Así, en vez de dejar correr el agua, la señora, madre agredida en su familia, se solidariza con la madre gelatinosa afectada por las acciones de un hijo malportado en plena campaña presidencial.

Eso de poner la otra mejilla para que se la ponchen en medio de un debate nacional es algo, digamos, que marca distancia entre el deseo natural de “el que la hace la paga” con las palabras y los hechos “políticamente correctos” de perdonar y apoyar.

Le confieso que prefiero una lucha donde se hable con claridad y no se pretendan ignorar ni justificar los errores y contradicciones de la oposición, antes que tratar de componerles la plana, de ser empáticos, muy buena onda, y “muy cristianos”.

En esta lucha política tenemos sólo dos sopas: una compuesta por retazos de pasado que huelen a podrido porque lo están, lo que incluye una muy conocida y obscena relación con la Casa Blanca y sus aspiraciones golpistas, y otra que busca un mejor futuro por vía de un proyecto transformador: Lo que se debate es la soberanía frente a la subordinación.

La insidia local más la de las “agencias de inteligencia” encargadas de la desestabilización internacional y vecinal, y la prensa (del tipo del Washington Post y el Financial Times, por ejemplo) que actúa como su caja de resonancia, se estrellarán contra la ciudadanía mexicana informada que ejerce sus derechos políticos y decide por México.

Honremos el deber moral y político de llamar a las cosas por su nombre, sin adornos, pero con justicia.  Así pues, con todo respeto, ¡que se pudran!

En otro asunto: con todo respeto, pero ¿había necesidad de que probaran el volumen de los aparatos de sonido instalados en Oaxaca y Pino Suárez, para los eventos nocturnos de las Fiestas del Pitic, a las 4:30 de la mañana del jueves 23? ¿Serán imbéciles? ¿Imbéciles profundos? Sospecho que sí. Por lo pronto, ni un solo voto al Prian.