Notas Sueltas es un espacio de opinión sobre diversos problemas de carácter social, económico y político de interés general. Los comentarios pueden enviarse a: jdarredondo@gmail.com

sábado, 28 de enero de 2023

CADA CUAL SU TIEMPO

 “¡Oh tiempos, oh costumbres!” (Marco Tulio Cicerón).

 

“Sabia virtud de conocer el tiempo…” dijo el escritor Renato Leduc a propósito de la fugacidad de la vida y lo poco que la aprovechamos. El tiempo pasa y nos quedamos tan campantes con un envejecimiento explicable pero poco asimilable para la mayoría de nosotros.

En el camino de la vida se estudia, se logra un empleo y podemos observar que en algunos sindicatos los derechos de los pensionados y jubilados se sujetan a reglas que, con frecuencia, se alejan de la supuesta igualdad e inclusión que se presume en sus estatutos.

Es fácil decir, por ejemplo, “ustedes son los fundadores del sindicalismo combativo e independiente que tenemos, son los pioneros de las luchas por bla, bla, bla…” Pero, una vez vueltos a la realidad cotidiana, a la hora de los reclamos por parte de los “fundadores” la respuesta que no falla es “ustedes no son activos, por lo tanto…”

Así, se pasa de las palabras a los hechos y el jubilado pasa a ser mandado a chiflar a su máuser y descubrir que, aparentemente, la inclusión e igualdad sindical sólo funciona ¡entre activos!

¿Disonancia cognitiva? ¿Discriminación generacional? ¿Hipocresía institucionalizada? Vaya usted a saber. La realidad es que el tiempo de unos no es igual al tiempo de otros. La diferencia radica en la posición de poder y capacidad de gestión que se tiene desde la posición de activo enchufado a las políticas institucionales y metido en la carrera meritocrática, que supone recorrer los tramos de una escalera diseñada por la parte patronal para dar sentido a los esfuerzos de los trabajadores y generar autoestima, dentro de los límites de la capacidad presupuestal de la institución.

Así, pues, los estímulos, reconocimientos y recompensas son mecanismos que condicionan la idea del empleado sobre sí mismo y la autoridad patronal. El dar y recibir se ampara en el contrato de trabajo donde la representación sindical negocia su legitimidad de la mano del patrón, y emplea los mecanismos de persuasión convenientes para que la explotación laboral siga gozando de cabal salud.

En este marco, el emplazamiento a huelga, el pliego petitorio, la negociación contractual o salarial, los acuerdos y la firma de las nuevas condiciones acusan legalidad, entendimiento y madurez obrero-patronal, mientras que el sistema como tal sigue cobrando las víctimas de siempre…

Los trabajadores viejos en su momento se retiran, pasan a “mejor vida” por vía de la jubilación o la pensión, llegando a celebrar la libertad por la que trabajaron durante 30 años o poco más, y salen con la esperanza de unos años por delante sin horarios, sin exigencias, sin las presiones de cuotas de producción, cumplimiento de disposiciones administrativas, reportes, informes de trabajo y menudencias burocráticas propias del control que la patronal ejerce sobre el empleado.

El trabajador retirado se puede levantar a la hora que quiera, tomar café sin prisas, pasear y divagar como turista por la ciudad, el barrio o al menos por su casa hasta que la enfermedad, el alza de los precios de las subsistencias, las exigencias familiares o la precariedad de sus ingresos pensionarios revelan su carácter de material desechable.

Descubre que su organización sindical ni lo ve ni lo escucha, que la institución por la que deslomó por décadas no lo reconoce, que sus asideros institucionales se esfumaron junto con su capacidad de seguir siendo útil a los fines económicos o políticos de su referente laboral, empresa o sindicato. Sus ingresos y su vida se congelan y deterioran.

La idea de una vejez digna va dando tumbos en los baches económicos y utilitarios de los sindicatos, de las empresas, de las instituciones como las universidades, que viven de propagar ideas que no necesariamente quieren o pueden practicar.

Si en el actual sistema económico y político la dignidad de la vejez y, en general de la vida humana, no se respetan, ¿por qué los trabajadores en general y los retirados en particular no protestan, no señalan ni denuncian lo suficiente? ¿Por qué siguen tolerando pasivamente el sistema que los enajena, manipula, explota y deshumaniza?

Si el tiempo es el factor que relativiza las cosas, ¿la muerte resuelve las diferencias que genera y subraya el sistema que basa su éxito en la explotación y la discriminación?

¿La política institucional y el discurso sindical son las pinzas en las que se encuentra atrapado el trabajador activo y retirado? De ser así, el sindicalismo que se mueve en las coordenadas del sistema y no en función de la defensa de los derechos y expectativas de los trabajadores es una farsa que se escenifica en las asambleas, en las mesas de negociación, en los discursos y prácticas de la llamada “democracia sindical”.

Así, la crítica y autocrítica que ejerce el sindicalismo coloquialmente llamado charro es tan demagógica como el reconocimiento ceremonial a los viejos trabajadores. Si en el estatuto sindical se reconocen plenos derechos a los jubilados y pensionados, resulta risible que en la práctica se diga y se haga exactamente lo contrario; algo así como “el estatuto dice esto, pero la administración y el contrato de trabajo dicen aquello”. La congruencia en el discurso y la práctica de charrismo sindical corren por distinto carril, como líneas paralelas que van juntas pero que jamás se tocan.

Y no, la culpa no es del actual gobierno de México, sino del sistema que algunos critican pero que nadie, o casi nadie, se propone cambiar. La congruencia no es lo que distingue a quienes pueden ejercer la crítica, pero no la acción correctiva. Aquí, gana lo “políticamente correcto” y el arte de esconder la basura bajo la alfombra, tal como hace el sistema cuando desecha a sus víctimas. Pero, en fin, cada cual su tiempo.



sábado, 21 de enero de 2023

PARQUÍMETROS VIRTUALES

 

“La obra humana más bella es la de ser útil al prójimo” (Sófocles).

 

Arranca el año con una nueva razón para desear que el ciudadano deje de ser visto como una fuente inagotable de dinero para las administraciones municipales porque, ya entrados en enero. aún no se tiene una explicación técnica y procedimental, detallada y masticable de cómo diablos van a funcionar los llamados “parquímetros virtuales”.

Se ha hablado de las ventajas (sic) que representa esta idea para la movilidad y mejor aprovechamiento del espacio, pero una cosa es colocar avisos tipo “de aquí hasta allá”, o “de tales a cuales horas” y otra muy distinta es la justificación, más allá de la demagogia o los recursos de la mercadotecnia, que aclare si hay razón para implementar una medida de este calado en un mundo real, concreto y plagado de riesgos de morir de un ataque de nervios donde lo que menos hace falta es una amenaza virtual.

La solución al problema de los espacios de estacionamiento en la zona donde a fuerzas van a caer los automovilistas que buscan hacer trámites o consultas huele a medida recaudatoria cruda y dura, aunque cabe reconocer que hay días y horas en las que estacionar el carro es verdaderamente complicado.

Aquí, o sobró la imaginación y el manoteo informático o faltó empatía y sentido común a la hora de plantear soluciones prácticas y transparentes, aceptables para el ciudadano común y para los vecinos de las áreas afectadas.

Mientras tanto, siguen ocurriendo accidentes fatales donde la víctima es un ciclista o un motociclista. La falta de respeto sugiere no sólo una mayor vigilancia sino un test psicológico a cada conductor de vehículo para ver cómo anda su estabilidad emocional, cuáles son sus inclinaciones y cómo valora la vida (de personas o animales) además de saber qué le representa el vehículo que conduce: ¿es una forma de realzar su personalidad, un signo de superioridad o un medio de transporte que obliga a ciertas conductas normadas por la ley?

En otro asunto, ya se están viendo las posibles concesiones para la explotación del Litio que en forma de arcilla que se encuentra en ciertas regiones de Sonora. Pero, ¿alguien se ha preguntado sobre los costos ambientales de la posible explotación del mineral, de acuerdo a la forma en que se encuentra? ¿Habrá agua suficiente, salvando la disponible para uso humano, para sacar adelante este proyecto?

¿El régimen fiscal minero reformará sus tasas a fin de beneficiar realmente a la región y al país o seguirán gozando de la casi gratuidad de la explotación sin beneficio para la nación y el estado? ¿La legislación minera se modificará en beneficio del ambiente y la sustentabilidad o seguirá la fiesta de contaminación y depredación de los recursos regionales? ¿Seguiremos siendo el coto de caza de las transnacionales?

Como punto aparte, la ciudad capital de Sonora navega entre la modorra del primer mes del año y las expectativas de un futuro no tan complicado como el actual. Así, estamos en un punto en el que mientras los abrazos y el apretón de manos denotan tanto cordialidad, como medios de transmisión de los virus de moda; y los balazos se siguen escuchando de la periferia al centro, más los asaltos a transeúntes y automovilistas que se perpetran con la mecánica frecuencia de un videojuego basado en la apología del crimen y el desmadre.

Lo prudente sería dejar de vivir como si nada estuviera pasando, dejar de lado las juntadas masivas y los apapachos y apretujones callejeros cuya cordialidad es estacional y pasajera, porque bastaría guardar prudente distancia y, en su caso, una inclinación de cabeza o un simple gesto facial o manual que denote respeto o cordialidad para sacarle la vuelta a la influenza o el Covid.  

Más allá del terrorismo mediático sobre las epidemias, la cuestión importante es saber que así como hay balazos que nos pueden tocar, también hay microbios que nos pueden enfermar, que el progreso ha mermado la salud del ambiente, que nuestro desarrollo ha generado desequilibrios que se traducen en enfermedades, sin dejar de señalar que las soluciones médicas o farmacológicas padecen de autismo social y ambiental por su poca eficacia y propensión al lucro.

Parece que también lo padecen las cámaras de comerciantes, ya que mientras la gente enferma de sus vías respiratorias por tabaquismo y se vuelve más vulnerable a los virus, ellos buscan el amparo legal contra las nuevas disposiciones que buscan proteger la salud de la población. Queda claro que el riesgo sanitario es redituable.

Evitar los abrazos o saludos de mano no implica hacer a un lado la consideración y el afecto, sino que nos hacemos conscientes de una situación indeseada en la que cualquier precaución es aconsejable. La amistad es un valor que nos obliga a proteger a quien vemos cercano en nuestras consideraciones afectivas, aun a costa de parecer distantes.  

Si los abrazos y apapachos pudieran ser reducidos al ámbito familiar más próximo, los balazos debieran ser eliminados por completo, considerando que de eso viven los parásitos sociales objeto del código penal, así como los instigadores y patrocinadores de las guerras y la inestabilidad mundial, los enemigos de la paz y el orden, los mercaderes de armas y mecanismos de dominación política y económica de los pueblos, los que plagan de bases militares tierras que no son suyas, los patrocinadores del terror a escala mundial. Los hipócritas hijos de puta de siempre.

En fin, quizá la solución no sean necesariamente los parquímetros virtuales, sino una mejor planeación del espacio público, mayor vigilancia policial y educación vial y más infraestructura dedicada al estacionamiento y, en todo caso, mayor atención, agilidad y facilidad en los trámites oficiales.  


 

sábado, 14 de enero de 2023

Sustitución de importaciones

 “El comercio con todas las naciones, y la alianza con ninguna, debiera ser nuestro lema” (Thomas Jefferson).

 

Durante la cumbre de los tres presidentes de Norteamérica, se plantearon algunas buenas intenciones que lo son de acuerdo al punto de vista de quien las expone. Cada uno con sus compromisos y cada cual con sus restricciones.

Sobresale la petición (o exigencia) del presidente Biden acerca del fentanilo, porque mata 100,000 estadounidenses al año y, como era de esperarse, la bronca es de quien lo produce y pone a disposición de la clientela allende el Río Bravo.

El feo cáncer del narcotráfico asoma sus garras de bestia peluda y amenaza a las pobres e inocentes clientelas que pululan en las calles de Tucson, Los Ángeles, Chicago, Nueva York o el mismísimo Washington y, desde luego, preocupa al mandatario del país del norte.

La primera potencia del continente padece de angustia existencial, de amnesia selectiva y de dolores y retortijones comerciales que espera resolver mediante el concurso de sus socios y vecinos, sobre todo el del sur que alberga feos y patibularios mercaderes de muerte y autopistas para el tráfico de estupefacientes que violan la inocencia de los consumidores “americanos”.

Ya ve usted, una cosa es traficar con drogas en beneficio de las “causas libertarias” de los pueblos (¿recuerda el asunto Irán-Contras?), y otra muy distinta es que los traficantes se quieran mandar solos y tengan por su cuenta redes multimillonarias “fuera del control” de la DEA (u otra agencia distribuidora) con el sello oficial del combate al tráfico de drogas, armas u otros negocios similares que afectan, desde luego, su “seguridad nacional”.

De cualquier forma, la existencia de drogas y de traficantes proporciona la razón de vivir del adicto y de quienes oficialmente combaten el delito. El asunto sirve para justificar discursos, campañas, presupuesto y sanciones y acciones punitivas en otros países formalmente soberanos, pero penetrados hasta el tuétano por intereses extranjeros.

En otra materia, resulta curioso y revelador de una especial patología el hecho de que Joe Biden responda a la propuesta del presidente López Obrador, relativa al “abandono” de Latinoamérica, señalando que su país tiene intereses y derrama financiamiento en todo el mundo, lamentando no poder centrarse en una sola región.

Lo cierto es que debemos agradecer la “distracción” de EEUU, que mantiene buenas relaciones planetarias a través de sus casi 800 bases militares de las cuales 76 “favorecen” a nuestra Latinoamérica, y aún así, vea cómo nos va con las trapacerías de embajadores intrusivos.

Otra exigencia de Mr. Biden fue la de una migración ordenada, para lo cual dispuso el envío de 30 mil personas sin papeles a México (como tercer país seguro, pero sin serlo), donde pueden esperar la anuencia de la agencia correspondiente gentes de Haití, Cuba y Venezuela. Sin duda, el traspatio entre más humanitario mejor para el vecino.

Llama la atención la propuesta mexicana de implementar la “unidad de Norteamérica” mediante un modelo de sustitución de importaciones, en este caso chinas, a tono con la política de “libre comercio” que sostiene Washington.

Aquí surge la pregunta de si el país es capaz de implementar una política propia de fomento a la industria y la agricultura nacionales, sustituyendo las importaciones de semillas transgénicas y agroquímicos tóxicos, y fortaleciendo las cadenas productivas en beneficio de la población nacional, antes que servir de clientela a las empresas extranjeras, sobre todo gringas.

¿Usted cree que se puede armar un sistema de sustitución de importaciones sin tener la capacidad de producir, distribuir y comercializar excedentes? ¿Por qué razón México tendría que sacrificar sus expectativas de crecimiento industrial, agrícola y sus relaciones políticas y comerciales con el mundo y plegarse a cumplimentar la guerra que tiene el vecino del Norte contra China?

Claro que el cinismo acomodaticio y pragmático sugiere que mejor estar bien con Mr. Biden (o Trudeau) que jugar al independiente, pero la dignidad y congruencia con los principios de la Cuarta Transformación deben ir por delante, oponiéndose a la colonización y defendiendo el espacio político y económico nacional.

Un modelo de sustitución de importaciones debe responder a las necesidades de un país y no de un bloque de países cuyos intereses y vocaciones productivas son distintos y contrapuestos. Aquí vale recordar que la política es la expresión concentrada de la economía.

En este tenor, ¿qué tan congruente resulta pretender la integración de Norteamérica (y quizá el resto del continente) considerando la realidad desigual de nuestras economías y objetivos políticos? ¿Para qué quemar incienso en el altar del Tío Sam y no en el de la independencia y la libertad de los pueblos de América Latina en sus relaciones con el resto del mundo?

Si hablamos de sueños, utopías y fantasías, mejor pensemos en la integración de Latinoamérica y el Caribe, dónde las reglas del comercio internacional pongan por delante el bienestar de los pueblos de la región, sin hegemonías tóxicas e invasivas, sin bases militares amenazantes, sin la diplomacia de la zanahoria y el garrote.