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martes, 8 de octubre de 2013

De paseo por Copetitlán (2)

Ha pasado mucha agua bajo el puente copetitlano desde la toma de posesión presidencial. Han sido muchas y variadas las formas de demostración del silogismo sexenal donde el titular del Ejecutivo es un holograma y la televisión es la creadora de la realidad nacional. Un ejemplo reciente es el de la peruana Laura Bozzo que se disfraza de rescatista montada en la parefernlia gubernamental para condimentar un reality show que alimenta la certidumbre de que “no somos nada” ante el poder de la imagen. Así las cosas, la prueba de veracidad de un hecho corre a cargo de la televisión nacional en una incuestionable e indisputada propiedad de la realidad que cuenta con patente o registro contra cualquier intento de aprovechamiento ajeno a la empresa que la crea y transmite.

En esta tesitura, ¿puede el ciudadano común plantar cara a la influencia de la televisión? ¿Es posible disentir de las verdades reveladas por ese oráculo nacional que crea, da forma y distribuye ideas, costumbres, prestigio, modas y opiniones sobre casi todo? ¿Tendremos el valor de defender ese trozo de conciencia que flota en nuestro cerebro de la inercia contextual en la que nos asfixiamos voluntariamente? ¿Tiene caso mantener el aparato educativo cuando puede entrar en contradicción con los mensajes de las televisoras?

Al respecto, parece que la contradicción se resuelve a favor de las empresas mediáticas, ya que el poder copetitlano se transfiere por vía de las microondas que emanan de las antenas propiedad de los señores Azcárraga y Salinas y, en consecuencia, la labor de los maestros se contrapone flagrantemente a la de los locutores asalariados de las empresas que aquéllos dirigen. ¿Cómo se resuelve esta contradicción de intereses y prioridades en Copetitlán? ¡Muy fácil! La sabiduría copetitlana funciona según los principios de Pavlov y el estímulo televisivo genera una respuesta contundente: la “reforma educativa” debe servir para eliminar la competencia desleal que representa la labor docente, ya que distorsiona y desvirtúa los mensajes emitidos mediante ataques masivos de cultura general, historia, valores cívicos y conocimientos científicos, entre otros contenidos funestos para la labor mediática abierta o de paga.

¿Qué mejor forma de tener a raya a los maestros si no es que mediante el temor de ser fulminados por una evaluación estandarizada y sin contexto? ¿Cuál puede ser mejor mecanismo de control docente que el que afecta directamente su permanencia en el empleo? ¿Por qué no centralizar la operación del sistema educativo y hacer de este un simple reproductor de la ideología de la OCDE, el FMI y el Banco Mundial, en vez de aquella emanada de la historia patria y sus luchas por la soberanía y las libertades nacionales? ¿Para qué queremos un pensamiento libre y científico si nuestro destino neoliberal manifiesto es el de ser colonia de explotación energética? ¿Para qué se necesita cultura y tecnología nacionales en un país maquilador?

Si el mercado es limitado y la absorción de la fuerza de trabajo depende de la demanda de bienes importados, o los producidos por las maquiladoras extranjeras, ¿para qué producir técnicos de mediano y alto nivel? ¿Qué haríamos con los egresados de las universidades verdaderamente autónomas formados en valores nacionales y principios científicos sólidos, siendo que lo que se necesita es televidentes acríticos del reality show de moda que nos revele las asombrosas acciones de sus conductores frente a los estragos de inundaciones, terremotos, tornados, o actos de terrorismo internacional? ¿Para qué sirve la educación pública si se puede ofrecer la debidamente producida y editada por los medios electrónicos privados?

En este sentido, resulta lógico que el gobierno copetitlano haga su tarea de desmantelar el aparato productivo nacional mediante la liquidación de empresas y patrimonio que supongan una ventaja estratégica para la nación. Por eso se destruye la economía campesina, la posibilidad de desarrollar la industria, el comercio, la banca y el crédito, y con más razón los recursos energéticos y científicos nacionales. No vaya a ser que los consorcios extranjeros de la industria químico-farmacéutica, agro-alimentaria, automotriz, pesquera petrolera, eléctrica entre otros, se vayan a declarar decepcionados y ofendidos por los arrebatos de independencia y soberanía que pudieran surgir en el país. Desde luego que el peor enemigo a vencer es aquel que permite ver y juzgar la realidad tal cual es. Por eso la reforma educativa y la criminalización mediática a los maestros.

Con las “reformas estructurales” recomendadas por los organismos financieros internacionales, el sistema económico internacional podrá recibir una bocanada de aire fresco desde la periferia, y el enfermo ligeramente muerto en su fase neoliberal podrá disimular las fétidas emanaciones de su descomposición gracias a naciones como la nuestra, que sudan calenturas y lloran muertes ajenas, gracias a la educación que proporciona la tele, siempre presente y, sin embargo, tan ajena a nuestra realidad e intereses.


En el universo copetitlano, la honestidad y la objetividad son reos de herejía que merecen ser reprimidos y re-educados por la señorita Laura, Adela Micha, López Dóriga, Carlos Loret y otros de la misma ralea. La razón es simple: sólo la verdad es revolucionaria.

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