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sábado, 11 de marzo de 2023

¿VANDALISMO JUSTICIERO?

 

“El opresor no sería tan fuerte si no tuviese cómplices entre los propios oprimidos” (Simone de Beauvoir).

 

Tuvimos un nuevo día conmemorativo de las luchas y el reconocimiento social a las aportaciones de la mujer, pero como ha sucedido últimamente, el vandalismo y la falta de respeto a las instituciones se hicieron presentes, lo que lleva a plantear la pregunta siguiente: ¿Tiene sentido exigir respeto y el alto a la violencia mediante la falta de respeto y el uso de la violencia? 

Si la respuesta fuera sí, resultaría lo mismo que afirmar que un incendio se combate con gasolina. Si es no, entonces habría que considerar las manifestaciones agresivas y francamente vandálicas como un atentado en contra del mismo objetivo que dicen perseguir.

Lo anterior, de alguna manera, me recuerda la lucha que se libra contra el narcotráfico, donde los buenos representantes republicanos en el congreso de EUA, plantean atacar con soldados a los carteles mexicanos de la droga, dejando fuera del asunto a los millones de consumidores estadounidenses que demandan entusiastamente su provisión de drogas cada vez más fuertes y peligrosas, además de obviar el detalle de que somos un país independiente y soberano.

En el caso de la marcha y el vandalismo resultante, la responsabilidad debe ser compartida. El gobierno debe hacer su parte, pero la ciudadanía también está obligada a aportar lo que le corresponde. Así pues, la violencia es un asunto compartido y la solución también, por lo que cualquier intervención debe actuar en beneficio del objetivo que se persigue, no en contra. En cualquier caso, resulta una broma pesada pretender cambiar para bien las conductas socialmente negativas mediante otras que llevan en su contenido alguna forma de violencia.

Es claro que en una relación social entre distintos, en este caso hombre y mujer, debe privar la igualdad legal, es decir, que a ambos se les reconozca el mismo derecho a ser y decidir, sin perder de vista la obligación social de responder a las necesidades de cada quien, es decir, con equidad.

En un mundo donde todos somos distintos, el punto de equilibrio debe estar en las afinidades, en la inclusión, en el respeto a la diferencia. En las interacciones sociales nadie es superior o inferior, y la igualdad y la equidad deben ser siempre la constante en una buena relación incluyente y democrática.


La vandalización de edificios y monumentos, la afectación y daño de propiedad pública y privada, ¿deben considerarse argumentos válidos para el reclamo social? En todo caso, ¿a quién le conviene la violencia? ¿Quién patrocina el vandalismo en un país con una oposición burda y apátrida, encaramada en una rabiosa defensa de sus privilegios?

Resulta curioso ver que mediante el uso de la violencia se reclama el cese de la misma, y que mediante el vandalismo y la agresión se exija respeto a los derechos e integridad de bienes y personas.

Resulta inmoral decir que el fin justifica los medios, y una flagrante contradicción violentar la paz social y los derechos de terceros bajo el supuesto de que se los defiende.

Resulta perverso utilizar los reclamos legítimos de las mujeres para fines que nada tienen que ver con los objetivos que enuncian, y quizá lo más lamentable es que en cada acto desproporcionado y absurdo se grite “fuimos todas”, enmascarando a quienes no persiguen ni respeto ni justicia.

Un buen deseo sería que los movimientos legítimos pudieran separar, con madurez y congruencia, el trigo de la paja y dieran con su ejemplo las pautas para una sociedad más civilizada, justa e incluyente.



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