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martes, 29 de noviembre de 2016

Autogol en Hermosillo

                                “Es cierto que nadie se obliga por contrato de otro” (Justiniano).

El Cabildo hermosillense dio en aprobar tres medidas que, por lo menos, resultan cuestionables a la luz de lo que debiera ser un gobierno medianamente capaz de cumplir con sus responsabilidades públicas. El incremento a las multas de tránsito en sí no es garantía de que los automovilistas adquieran la educación vial que requieren con urgencia, sino el reforzamiento de una cultura de cohecho (mordida, pues) arraigada tanto en los particulares como entre los funcionarios que van desde el simple agente de tránsito hasta el oficial al mando. La mordida representa una parte de los ingresos no declarados de los mandos y una forma de complemento al sueldo de los policías de a pie.

Las autoridades dicen que la finalidad no es recaudatoria sino educativa, con lo que postulan como método didáctico el garrote, además de que rebasan su ámbito de competencia debido a que se asumen como una instancia formativa de valores cívicos. Cualquier suato cachababas sabe que para eso está la escuela o la casa familiar, y que la autoridad de tránsito no tiene acreditación educativa, sino ejecutiva de las normas que rigen el tránsito citadino. ¿Qué mosca les habrá picado a los señores regidores del PRI y su fauna de acompañamiento? ¿Por qué suponen que los aumentos a las multas evitarán o disminuirán las infracciones por un ataque repentino de conciencia ciudadana? ¿En serio, piensan que el garrote educa?

No conformes con aprobar el aumento de las multas, también lo hicieron con la torpe y sospechosa iniciativa de concesionar a agentes privados el alumbrado público por 15 años. Si otros municipios habían dado muestras de cretinismo neoliberal con la concesión de servicios públicos como la recolección de basura, ahora Hermosillo se monta en la carrera por la reducción del Estado mediante la concesión del alumbrado. La ridícula y ociosa medida pretende poner en manos privadas un servicio que, por sus características debe y tiene que ser de la competencia exclusiva del Ayuntamiento. Los supuestos de generalidad, continuidad, calidad y permanencia sólo pueden garantizarse cuando el gobierno organiza, opera y vigila la prestación de los servicios. Si los ciudadanos pagan sus impuestos y la innovación tecnológica es parte de los costos que deben asumirse, ¿por qué debe intervenir la empresa privada como concesionario? ¿Las actuales autoridades no entienden, o no son capaces de afrontar las responsabilidades públicas? ¿Habrá la expectativa de jugosas comisiones (o “moches”) por la cesión del espacio público? ¿Tendremos una nueva generación de millonarios instantáneos a la sombra del poder? ¿Para algunos sí habrá luz?

Los señores regidores mayoritariamente picados del obsceno virus neoliberal decidieron en la misma sesión sabatina, aprobar el artero golpea la economía familiar que significa el incremento del 35 por ciento a la tarifa del agua.

Ahora resulta que será sobre los lomos de los ciudadanos hermosillenses la operación de la planta tratadora de agua que serviría a los agricultores de la costa, lo que a simple vista es un abuso de autoridad y una imposición insultante para los ciudadanos. Al parecer, la administración municipal no sólo carece de sensibilidad social sino de sentido de las proporciones. ¿Por qué sobrecargar la de por sí agobiante carga impositiva a miles de familias que viven al día y están al límite de la insolvencia? ¿No fue digna de consideración la inflación, el nivel salarial y el incremento de los precios al consumidor? ¿Son irrelevantes los niveles de pobreza y pobreza extrema en el municipio?

Visto por el lado amable, por más aletargada que esté la conciencia ciudadana, las promesas incumplidas y los excesos en el ejercicio de las funciones públicas, ayudan a crear las condiciones para que exista un frente ciudadano opositor al abuso e ineptitud de los funcionarios públicos que actúan como si fueran privados.

Así como ha sido aleccionadora la rapiña y el abuso de las administraciones panistas en el gobierno estatal y el municipal, también lo es la sórdida complicidad, la misma compulsión privatizadora, las concesiones ridículas, las corruptelas y la ineptitud de las administraciones priistas. Ambas, trágicamente coincidentes en una visión simplista de la economía y un esquematismo vulgar sobre las virtudes del mercado.

El cabildo de Hermosillo muestra una ofensiva propensión a la simplificación de las soluciones a partir de una visión trivial de los problemas. Queda claro que, una vez más, el municipio carece de una administración no sólo capaz sino comprometida con el bienestar de los ciudadanos. Quizá para la próxima… 


En otro asunto: Fidel Castro dejó de existir el pasado viernes 25. Su enorme figura tendrá una visibilidad que ningún presidente gringo podrá ocultar y menos opacar. Vivirá siempre en el corazón de los pueblos libres e independientes de Latinoamérica y el mundo. Hasta siempre, Comandante.

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