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sábado, 3 de septiembre de 2022

Cuestión de preferencias

 

“No te calientes granizo” (AMLO).

 

En la reciente visita de la jefa de Gobierno de CDMX a Sonora, por aquello de un convenio de colaboración informática establecido entre ambos gobiernos, el titular del Ejecutivo estatal quemó incienso en el altar de Claudia Sheinbaum, al expresar que México está “listo” para tener una presidenta.

La entusiasta declaración de Alfonso Durazo recuerda, guardando las proporciones, aquella afirmación que se convirtió en recurrente sobre que Sonora estaba “listo” para ser gobernado por una mujer.

Se pudiera pensar que tales expresiones tienen que ver con el nivel de madurez política alcanzado por la ciudadanía que sabe hacer cumplir el principio de la igualdad legal y política entre hombres y mujeres, y que entiende con claridad suficiente el mensaje y las propuestas de los aspirantes a los puestos de elección popular.

En este caso, tenemos un problema resuelto en materia de democracia, de participación política de los ciudadanos, en términos de la igualdad de oportunidades y el ejercicio de derechos y obligaciones.

Pero, si así están las cosas y somos un ejemplo de madurez y democracia participativa, ¿para qué se establecen las cuotas de género? ¿Por qué se juega con la estadística al establecer fórmulas paritarias cuya existencia revela la necesidad de un mecanismo selectivo y excluyente en la participación?

Me parece que la representatividad no tiene por qué ser cuantitativa sino cualitativa, es decir, que independientemente del sexo de la persona, se valore su experiencia, propuestas, cualidades y disposición de cumplir y hacer cumplir con las obligaciones del cargo, y se vote en consecuencia. En otras palabras, que se de el valor que merece la persona como actor político, independientemente de si es hombre o mujer.

De acuerdo con lo anterior, una buena situación electoral sería aquella en la que quienes estuvieran en capacidad de participar, lo hicieran con absoluta libertad y seguridad de que el partido postulante y el electorado responderán con imparcialidad y objetividad a las propuestas o, en otro sentido, con lealtad a sus convicciones políticas.

En lo personal me importa muy poco que el postulante sea de uno u otro sexo, habida cuenta de que esto no es necesariamente determinante para un buen desempeño en el cargo público, y la experiencia histórica nos da bastante información al respecto.

Por lo anterior, me parece primitivo y ajeno a la voluntad popular el establecimiento de cuotas y fórmulas paritarias. Para mí que participe quien quiera, y que el partido que postula y el pueblo que elige decida libre e informadamente.

En el caso de la elección presidencial, cabe considerar que quien releve a López Obrador debería ser afín a los principios del nacionalismo frente a los intereses extranjeros representados por las grandes transnacionales y sus agentes locales, además de los apetitos colonialistas e imperiales de potencias como los vecinos del norte, siempre dispuestos a servirse de los recursos ajenos.

Aquí cabría la pregunta de si Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard, o Adán Augusto López encajan en el perfil, aunque tengo la impresión de que los dos primeros tienen una fuerte inclinación globalista y apegada a la Agenda 2030. Usted podrá estar de acuerdo o no, porque en estos asuntos lo que cuenta es su opinión.

Lo que sí parece estar claro es que, más allá de las cargadas y las expresiones de los eyaculadores precoces electorales, en el actual contexto político-electoral la opción más definidamente nacionalista es Morena, de suerte que mi voto será para su candidato, tal como lo fue en la elección estatal, partiendo de la idea de que lo importante es el proyecto, no tanto la persona.  

En la actualidad, lo impensable sería votar por la corrupción hecha gobierno bajo las siglas del PRI-PAN-PRD-MC.  

Queda un buen trecho por recorrer, por analizar, por recuperar el sentido de la participación ciudadana, más allá de los ejercicios de mercadotecnia electoral, de la perversidad de las campañas de inducción mediática, de las tareas de los asesores de imagen, de la manipulación que crea prestigios, perfiles atractivos y virtudes mágicas, que se esfuman en contacto con la realidad.

La nueva utopía política es dejar de lado la mercadotecnia para dar paso a la honestidad. Volver a la verdad, a la realidad del candidato, a la persona como es, sin el maquillaje distractor que producen los asesores de imagen y los expertos en manipulación masiva de las preferencias electorales. Seamos congruentes.

En otros asuntos: que haya justicia para los trabajadores jubilados del Ayuntamiento de Hermosillo, justicia para los afectados por el derrame tóxico de Grupo México que afectó al Río Sonora, y que los padres de familia de la Escuela Leona Vicario recuperen para sus hijos el histórico plantel.

Por último, que en México y Sonora se privilegien los méritos ciudadanos, no los apellidos y redes familiares.

 

 

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