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miércoles, 25 de agosto de 2010

Propiedades térmicas

Como usted sabe, el supremo gobierno de Sonora dio, en un arranque de generosidad que no debe confundirse con propaganda política, en regalar uniformes a los infantes y preadolescentes que asisten al nivel básico educativo. Las ropas tan criticadas por la mayoría de las señoras amas de casa entrevistadas, refieren que sus críos están en peligro de deshidratarse por el grosor y consistencia de las camisas, que aparentan ser batas de laboratorio o camisas de fuerza estilizadas a emplearse por los futuros criminales, según denota el sistema de fichaje estrenado por los agraciados infantes.

Personeros del gobierno han tratado de borrar la idea de que se trata de un ejercicio mercadológico, de una campaña que dejará en las mentes de padres e hijos los beneficios de votar por el PAN en el verano sonorense. Las explicaciones de las estrellitas en camisa y calcetines rebasan las posibilidades crediticias de la palabra oficial y oficiosa, y el mal tino de la hechura, los colores y la calidad de las prendas permite suponer que la idea de echar a funcionar la economía e industrializar al estado, pudiera tener más éxito si se le llama maquila en vez de industria.

Desde luego que cualquiera puede confundir una maquila y un circuito de proveedores con una industria, llegando al extremo de calificar con el elegante mote de “cluster” cualquier cosa que se parezca a lo anterior. Seguramente hay opiniones autorizadas que con las licencias del caso consideraron prudente y de buen tono el apelativo, pero aunque la maquila se vista de seda, maquila se queda.

Pero, le decía que los uniformes han causado un impacto mediático que desdibuja la afirmación de que no se trata de una medida propagandística. En el Hermosillo de carne y hueso, la incapacidad de proveer los uniformes se reflejó en las idas y venidas que hicieron dar a los familiares y a los propios estudiantes en aras de servir de promocional móvil. El día de inicio de clases, se sabe de casos en los que el infante, debidamente uniformado, se desmayó en el camión por causas del sofoco y la deshidratación patrocinadas por el gobierno de las estrellitas. Un jovencito terminó en una colonia de cuya existencia se enteró por casualidad, al perder la conciencia y recuperarla en un paraje lejano, desconocido, difuso. El regreso al hogar, sin haber podido llegar a la escuela por razones del estado turulato en el que se encontraba, que fue azaroso y cansado, ameritando el transbordo de tres camiones.

Una maestra bien intencionada explicó a una atribulada madre de familia que los uniformes (se refería en específico a la camisa) tiene propiedades térmicas, ya que los niños “no pierden líquido” gracias a que la prenda no deja pasar el sudor, y así se refrescan. Es decir, que el material tiene propiedades cuyos efectos impiden que el sudor moje la camisa, como si fuera un plástico. Dicho de otra manera, cada joven portador de una camisa con estrellitas equivale a un yacusi individual, ambulante, que impide que el sudor refresque la prenda y que eventualmente se evapore. Tal impermeabilidad sugiere otros usos para los dichos uniformes, pero para uso humano en el verano sonorense, puede que no; a menos que de lo que se trate sea de combatir la obesidad infantil mediante un drástico proceso de deshidratación, que no toma en cuenta la resistencia física de los portadores, su estado de salud, si ingirieron alimentos antes de ir a la escuela, entre otros detalles que no parecen empañar el autoelogio que se propinan los funcionarios del ramo.

Una nube de sudor cubre la verdad sobre la iniciativa de las camisas y calcetines con estrellitas, evaporando las expectativas de llegar a clases sin el riesgo de azotar en plena calle, en un camión, al llegar a la escuela, en el aula, en el receso, de regreso a casa. Lo que parece claro es el detalle de que los chicos ven estrellitas antes, durante y después del desmayo, quedando impresa en sus neuronas la experiencia próxima de lo que se ha dado en llamar “un nuevo Sonora”. Pero los negocios avalados por el gobierno, ni sudan ni se acongojan.

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