Notas Sueltas es un espacio de opinión sobre diversos problemas de carácter social, económico y político de interés general. Los comentarios pueden enviarse a: jdarredondo@gmail.com

lunes, 21 de abril de 2014

Después de Semana Santa

La hora de la verdad ha llegado y el recuento de daños es una operación no sólo necesaria sino obligada. La Semana Santa fue un largo bostezo con hipadas de asombro, dolor callado y púrpura luctuoso, no sólo por el simbolismo religioso sino por la pérdida cercana, o abonada por la admiración y, en algún caso, por la eventualidad del trato. La muerte por accidente, la sorpresiva y chocante, se apareció como si fuera promocional de precampaña, aviso de ocasión, venta de cierre de inventario, como semáforo en rojo situado en alguna carretera, hospital o dormitorio, marcando el alto a la cotidianidad.

Miguel Norzagaray
Esta temporada nos sorprendió con ausencias conocidas o no pero significativas todas. Tan diversa fue la cosecha macabra que se cuentan entre sus víctimas personas tan entrañables como el maestro Miguel Norzagaray, y connotadas como el escritor Gabriel García Márquez, o el periodista y crítico Emmanuel Carballo; de ahí hasta las víctimas, próximas o desconocidas, de los accidentes vacacionales de los que se sabe en alguna nota periodística. La muerte, sin duda, es altamente democrática e incluyente.  

A pesar de ser tan cotidiana, la acción de la Parca siempre acapara reflectores, es estrella de un drama siempre con tonos biográficos, con rasgos que tocan la intimidad humana, su vulnerabilidad y caducidad biológica y, aun así, nos mueve a preguntar “¿por qué tenía que ocurrir?”, como si la pregunta tuviera una respuesta que pudiera abarcar los variados y complejos matices de la ausencia.

Semana de aniversarios luctuosos y de nuevas fechas conmemorativas, motivo de recuerdo y comentario, tiempo de elaborar nuestra versión de los hechos y recomponer el mundo que se ha quedado sin alguna de sus partes, debiendo de cualquier forma seguir funcionando y haciendo posible la materialización del devenir y demostrando, con claridad didáctica, que el tiempo expresa la modificación del espacio.

Tras más de 50 días de huelga en la Universidad de Sonora, las mezquindades internas afloran en la estructura sindical, dando paso al oportunismo siempre cargado a la derecha, siempre favoreciendo a la parte patronal, y siempre acaparando espacios en los medios, algunos de ellos hambrientos de morbo que venden planas a funcionarios colitas de ratón y fantasmones agazapados en el aburrimiento ciudadano. 

La apatía del gobierno en turno parece ser algo más que simple desidia, y la irresponsabilidad en el manejo de los asuntos públicos trasciende el simple agandalle para situarse en las procelosas aguas de la disolución social gestionada desde el poder, ya que en medio del desastre presupuestal y la carestía total de recursos para el funcionamiento de las instituciones, se agitan las banderas de los próximos milagros políticos hechos voz e imagen que vendrán a salvar a la ciudad y al estado.

La política, bajo el PRI o el PAN, ha funcionado con dinero gastado en el presente a cambio de una promesa de pago, o simplemente, manejo discrecional del erario que pasa por ser programa de austeridad para unos y bolsa de favores para otros, a tono con el discurso de los organismos financieros internacionales, para quienes la soberanía nacional es tan estorbosa como la virginidad o el respeto a las pautas del sexo que la naturaleza ha asignado a cada cual.

Tiempo de reflexión entre tragos de cerveza y mordiscos con sabores y olores marinos, lapso que se toma como si se tratara de una huida estratégica que para algunos era de urgente necesidad, mientras que para otros un espacio y un tiempo destinado a la digestión de diversos asuntos. Después de Semana Santa, la vida continúa, pero no de la misma manera. Han quedado regados en el camino recuerdos personales, olvidos colectivos, y la certeza de que nada de lo acontecido fue parte de un programa vacacional, sino de una broma pesada de la fatalidad.

Volvemos a la rutina, a los quebraderos de cabeza en horario permitido, bajo las normas del mercado de trabajo, sujetos a la legislación laboral y a los usos y costumbres en materia de sufrimiento legítimo. Las vacaciones, si lo fueron, serán tan sólo un recuerdo arenoso, que como tal se escapa entre los dedos, fluye en la memoria hasta perderse en el olvido de un tiempo signado por la inercia. Sólo quedarán los nombres, los rostros y una vaga idea del sufrimiento de adioses irrepetibles, de resúmenes de vida archivados en alguna pila sobre el escritorio de alguna burocracia que, como es el actual estilo personal de gobernar, es reacia a la lectura y confía en la desmemoria de los ciudadanos.

Al parecer, los sobrevivientes serán los que hayan escrito páginas rescatadas en libros, periódicos y la memoria de afectos personales más allá de la epidermis, no como  esos que siendo producto del bronceado playero, al poco tiempo dejan paso a la palidez ordinaria que nos distingue como ciudadanos de una entidad anodina, autocomplaciente y frívola; es decir, amiga de lo convencional, de lo políticamente correcto, de los sentimientos y aspiraciones de curso corriente, mercantiles, que conforman personalidades igualmente insustanciales, intrascendentes y comercializables.

La ciudad aspira a salir de la modorra, pero sin moverse de la hamaca playera que cuelga de la imaginación y del sedentarismo, de la abulia adiposa de la comida chatarra, de la carroña con picante o de las exquisiteces orientales bautizadas con excremento, bendecidas por el esnobismo gastronómico y la flojera de los oficios cocineros. Así, entre bostezos y promesas de precaria factibilidad, la vida citadina se instala en otro tramo de nuestra realidad macondizada, perdida en un tiempo encapsulado en el discurso y las promesas políticas que cada tanto se repiten, con el tono de novedad que aplaude la desmemoria, la amnesia que quienes manejan los hilos del poder esperan y usan, como parte de su conspiración contra el pueblo.


Pasó la semana y, a partir del lunes, los días y las horas se medirán en recuerdos y proyectos, sin que el orden de los factores altere el producto. Se puede encontrar Macondo en cualquier rincón del mapa.

1 comentario:

Jorge Ramiro dijo...

Me interesa mucho la política y por eso me interesa estar actualizado acerca de las cuestiones y las decisiones que se llevan a cabo en las diversas ciudades. En general trato de involucrarme y conocer, aunque estos últimos días trato de ayudar a mis hijos con ejercicios de fracciones