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martes, 31 de diciembre de 2013

Sin arreglo aparente

Todo parece indicar que la izquierda oficial ha sufrido un percance mayor. No se sabe si el producto era de mala calidad o si se trata de una descompostura por problemas de manejo, lo cierto es que el cachivache político y franquicia electoral un día se atora y el otro no avanza. Para muestra está la adhesión al mamotreto neoliberal llamado Pacto por México, inexplicable chapuza que cancela en los hechos la división y soberanía de los poderes de la república, el supuesto de la representatividad legislativa y la búsqueda del bien común. ¡Cuál lejos están los días en que los partidos tenían y sustentaban una ideología propia y distintiva que les daba teoría y práctica diferenciada y que lograba materializarse en un programa coherente, de cara al pueblo! ¿Acaso, se cambiaron principios por intereses clientelares y prebendas político-electorales? Parece que sí.

La triste y ridícula realidad es que los partidos políticos que integran nuestro sistema están viciados, si no de origen, si durante el trayecto histórico que crea y transforma las estructuras que representan nuestra actualidad. La parafernalia político-electoral es una muestra más que evidente de la inutilidad de la voluntad popular frente a los intereses de los grandes medios de comunicación.

En este contexto, la izquierda electoral navega con ambigüedad ejemplar y sus acciones son más bien reacciones debidamente retrasadas de las medidas que toma la derecha en el control del escenario económico y político nacional para bien de los saqueadores extranjeros para los que trabaja. Hace mucho que no se sabe de una respuesta inmediata, fuerte y oportuna de la izquierda en su conjunto, aunque haya manifestaciones de entereza y dignidad política, donde destaca por su posición coherente el PT y el MC, en defensa del interés general en las materias objeto de las últimas reformas constitucionales.

El fin del año 2013 sugiere recuento puntual, análisis y síntesis de lo ocurrido y de las causas y razones que impulsaron las decisiones tomadas. Mientras esto ocurre, se puede adelantar que el país perdió frente a las grandes corporaciones internacionales de la energía, minería, comunicaciones, alimentación, finanzas y educación, entre otras. Lo anterior es evidente si se analiza e contenido de las “reformas estructurales” que celebra el gobierno de Peña. Cada cesión de derechos implica una cesión de soberanía frente a corporaciones que buscan beneficios con un mínimo de costos. En particular, desde los años 90, el gobierno ha empleado casi el mismo argumento para disminuir el dominio de la nación sobre sus recursos, y la soberanía ha corrido la misma suerte al abrir espacios de intervención extranjera en los otrora asuntos reservados de manera exclusiva a la nación. Tenemos un gobierno que reduce su ámbito de competencia y trabaja para aumentar el del extranjero, lo que en tiempos de cordura y dignidad nacional hubiera supuesto traición a la patria.

Mientras que el cinismo adorna el discursos de los gobernantes, la hipocresía condimenta sus juicios sobre los males nacionales, lo que se traduce en una nación que ha desarrollado una enfermedad autoinmune que afecta la memoria histórica, la coherencia del marco normativo y la visión de futuro, porque no es lo mismo ser un país independiente y soberano que una colonia de explotación de recursos. La idea de modernidad atada al impulso extranjero parece sacada del anecdotario porfiriano, donde el gobernante despreciaba el color de su piel y menospreciaba la capacidad propia frente a la extranjera. La inferioridad corresponde a la mexicanidad siempre anhelante de ejemplos que imitar, de tonos de piel más claros, de costumbres más modernas, de referentes más deseables. Somos un pueblo sujeto al arbitrio del poder extranjero por nuestra propia incapacidad de sentir orgullo nacional. La ignorancia es culpable y nos lleva a buscar la aprobación externa antes que la construcción de referentes propios.

Pongo por caso a Sonora, que ante la ofensiva ley migratoria en Arizona los connacionales no dejaron de ir de compras a Tucson, por lo que el boicot no llegó a ser una verdadera amenaza para el comercio de aquella entidad. La idea de solidaridad y compromiso con los migrantes fue menos fuerte que la del cortoplacismo mercantil, la moda o los supuestos ahorros personales que en los hechos contribuyen a la bonanza de una economía que no es la nuestra.

Pero, volviendo a la izquierda, parece necesario que los ciudadanos rescaten la bandera de la defensa de las mayorías nacionales de cara al capital local o foráneo, y que analicen las propuestas y las acciones de los partidos políticos y, en todo caso, apoyen con su voto al que mejor interprete las necesidades locales y nacionales. Aquí queda claro que las fórmulas tradicionales y actualmente mayoritarias no califican en la confianza de los ciudadanos.  En este contexto, Morena parece ofrecer una esperanza de cambio con sentido nacionalista. Se vale probar.

También se vale hacer un ejercicio de optimismo y desear a usted y a su familia un feliz año nuevo.


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