Mientras usted está leyendo esto, más de mil quinientos millones de seres humanos están sumidos en una pobreza difícilmente explicable si nos consideramos miembros de una sociedad que cuenta con el más impresionante desarrollo tecnológico alcanzado. La humanidad, se supone, puede hacer posible el cambio mundial hacia el disfrute generalizado del progreso, en cambio, miles de hectáreas de selvas se pierden, los bancos de coral se destruyen, los árboles se talan irracionalmente y los alimentos escasean.
El hambre es sentida por muchos millones de seres humanos hoy, también mañana y muchos años más, según las previsiones de organismos internacionales como la FAO, mientras los señores del dinero se regodean ante las nuevas oportunidades de negocios que proporciona el hambre mundial.
Hoy miles de niños sufren grave desnutrición, cancelando su futuro y ofrendando su vida en el altar de la ambición empresarial, ahora dedicada a la producción de organismos genéticamente modificados, y a utilizar el maiz y otros granos alimenticios en la producción de biocombustibles.
¿Con qué autoridad se condiciona el cese de la emisión de gases contaminantes? ¿Cómo se le puede explicar a un desnutrido que su muerte es necesaria para que una empresa trasnacional cotice exitosamente en la bolsa de valores?
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