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jueves, 15 de mayo de 2008

DÍA DEL MAESTRO
José Darío Arredondo López


Y la fiesta que estaba a punto de comenzar, finalmente empezó. Con los rostros preparados para la ocasión, los maestros esperan sentados el momento de su estelaridad pasajera, transitoria, efímera, fugaz, así nomás de pasadita, pues. Modositos y haciendo cola, como buenos mexicanos, para dirigirse al escenario donde recibirán el merecido pedazo de papel o plástico, o cuadro conmemorativo, o medalla, o apapacho, con motivo del día del maestro.

La antigüedad es un buen argumento esgrimible a la hora del reclamo de las migajas del régimen, de la dieta forzada a que se someten los desnutridos mentores que lucen, por lo general, adiposidades que reportan los resultados de las comidas rápidas, de las chucherías entre horas, de los refrescos de cola, de los chuchulucos envueltos en papel plastificado o simple celofán, residuo de otros tiempos y otros menesteres ligados a la docencia.

Antes, la ejemplaridad de la trayectoria podía ser motivo de lucimiento, de prestigio personal, de capital moral o patrimonio ético del docente, que a lo largo de su vida útil en el sentido profesional, aderezó la decorosa medianía con el oro y la plata del esfuerzo, de la probidad, de la puntualidad en el cumplimiento de obligaciones y encargos.

Ahora, se necesita más maquillaje para cubrir las imperfecciones de una trayectoria, más carrera magisterial llenadora de paredes con títulos y constancias, colmo de la egoteca y superficie tapizada de simuladores onomásticos. Las casas de los maestros son reservorios de grillos y cucarachas por la cantidad de papel que acumulan y que, a pesar de estar en las paredes, siguen conservando el atractivo alimenticio para los insectos.

El día del maestro es una fecha en la que se celebra el fracaso de las cualidades propulsoras del elogio, la loa y el ditirambo, siendo en cambio, la cara maquillada del tiempo que pasa con inexorable imparcialidad. También lo es de la capacidad adquisitiva del pago a los esfuerzos cotidianos por sobrevivir decorosamente, por tener la ropa a punto y dar una buena imagen profesional.

La fecha sugiere el reconocimiento del gobierno y la sociedad a la labor realizada, pero también resulta una fecha que conmemora los retrocesos en las luchas sociales que reivindican la calidad profesional del ahora homenajeado; da cuenta de la refinada hipocresía del sistema y de cómo se ha denigrado a la profesión docente al mercantilizarla casi por necesidad: tenemos profesores de dos o más plazas, profesores multiusos y polifuncionales, como testigos de lo que pudo haber sido y no fue.

Antes, el estudiante de la normal de maestros salía con una plaza asignada, ahora, entra cualquiera a dar la batalla contra el desempleo o subempleo, como si no fuera complicada la vida estudiantil. Ayer se enseñaba con pasión, con la certeza de la trascendencia del conocimiento, ahora se cuentan los días para que llegue la nómina y pueda verse el resultado del circo, maroma y teatro en eso del control de daños quincenal.

Desde que el gobierno decidió darle la vuelta al artículo 3º constitucional, tenemos más canales por donde fluye la corrupción en los docentes y entre sus órganos representativos, hasta llegar a un corporativismo asfixiante que de sindicato nacional pasa a partido político gracias a la privatización de las organizaciones gremiales: se trata de un organismo que tiene como propietaria a una persona, que representa el atraso educativo y la subordinación más abyecta y desnaturalizada del profesional de la educación.

El día del maestro es, para cualquier mexicano, una fecha ceremonial que siendo auspiciada por el gobierno en turno, permite la autoporra, el autoelogio y la cínica disposición al lucimiento gubernamental, en el marco de un festejo que debiera ser para los maestros, para hablar de sus logros y sus fracasos, de sus avances y sus retrocesos en lo social y lo político, pasando por lo económico.

En este día del maestro, no estaría mal un ejercicio de dignidad, personal y gremial, a través del pronunciamiento de las inconformidades más sentidas, de las necesidades insatisfechas, del deseo de ser y de hacer lo necesario para recuperar el espacio perdido por indolente aborregamiento, y pronunciar las palabras de la liberación de la propia conciencia.

Con ese buen deseo, felicito a todos los maestros, hoy y siempre.

Correo electrónico: dalmx@yahoo.com

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