Por todos los rumbos se pueden apreciar los estragos de una política fallida, que ha vuelto la economía contra los trabajadores, la educación contra los estudiantes y profesores, la investigación contra los que tratan de investigar y todo gracias a la absurda camisa de fuerza burocrática que el gobierno y las autoridades universitarias le han puesto a la inteligencia, a la libre iniciativa y creatividad de la comunidad académica que, lamentablemente, se deja domesticar.
Las cadenas que detienen el avance de la ciencia en México se forjan en los sótanos del FMI y el Banco Mundial, así como en los conciliábulos de la OCDE, porque imitar cuesta caro y aplicar un modelo sin crítica es tanto como suicidarse, jubilar la inteligencia y echarse en brazos de las recetas del neoliberalismo de guarache.
Actualmente la Universidad de Sonora está en la soporífera lucha por guardar las formas aparentando la realización de actividades "de capacitación" docente con tal o cual dedicatoria, invocando, en casos, al estudiante y su incompetencia para navegar en las procelosas aguas institucionales por su cuenta, por lo que necesita al "tutor". La invalidez por decreto no necesariamente hace que el programa de tutorías funcione, porque le falta un elemento central: no es libre ni voluntario, ni para alumnos ni para maestros y carece de anclaje en el currículo, de suerte que tenemos una turba de cazadores de puntos para la tortibeca y una burocracia acrítica y comodona que presume de hacer cosas: siempre es más fácil y lucidor organizar una conferencia que resolver problemas. Mientras tanto, el drama educativo sigue su curso, y el problema de fondo permanece intocado, por miedo al compromiso social y político que bien pudieran asumir las instituciones educativas, si no fuera por el trueque de dignidad y compromiso por 30 monedas de cobre.
Las cadenas que detienen el avance de la ciencia en México se forjan en los sótanos del FMI y el Banco Mundial, así como en los conciliábulos de la OCDE, porque imitar cuesta caro y aplicar un modelo sin crítica es tanto como suicidarse, jubilar la inteligencia y echarse en brazos de las recetas del neoliberalismo de guarache.
Actualmente la Universidad de Sonora está en la soporífera lucha por guardar las formas aparentando la realización de actividades "de capacitación" docente con tal o cual dedicatoria, invocando, en casos, al estudiante y su incompetencia para navegar en las procelosas aguas institucionales por su cuenta, por lo que necesita al "tutor". La invalidez por decreto no necesariamente hace que el programa de tutorías funcione, porque le falta un elemento central: no es libre ni voluntario, ni para alumnos ni para maestros y carece de anclaje en el currículo, de suerte que tenemos una turba de cazadores de puntos para la tortibeca y una burocracia acrítica y comodona que presume de hacer cosas: siempre es más fácil y lucidor organizar una conferencia que resolver problemas. Mientras tanto, el drama educativo sigue su curso, y el problema de fondo permanece intocado, por miedo al compromiso social y político que bien pudieran asumir las instituciones educativas, si no fuera por el trueque de dignidad y compromiso por 30 monedas de cobre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario