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miércoles, 30 de diciembre de 2009

Fin de año 2009


Fue un año con caspa, víctima de una dermatitis seborreica, de un colapso en el cráneo que bien pudiera ser la expresión de algo que dentro se mueve espasmódicamente, como en los estertores de una muerte por estupidez fulminante. El calderonato demostró que la extrema derecha puede ser bastante permisible con los valores del mercado por encima de aquellos que dice defender hasta la ignominia de una balconeada pública, de un desaguisado mediático, de una declaración en contra del sentido de las acciones que tan afanosamente impulsa y así niega.
El panismo organizado hizo profesión de fe, y la esperanza recayó en las posiciones de una izquierda fraccionada y confundida en el significado del concepto de “democracia” y “oposición”; así como en el curso que había que tomar el trabajo legislativo y la vigilancia de las garantías que otorga la Constitución.
Año mediático, en el que se nos pasó el tiempo en ver y tratar de discernir las exhibiciones de desaseo político de la derecha y el oportunismo tercermundista de la izquierda, los pujos de objetividad y respeto a la diversidad de los intelectuales que dejaron de lado valores y principios por aquello de asumir posiciones políticamente correctas en un mundo preñado de elementos de mercadotecnia, con sus aplicaciones político-electorales.
Año de divagaciones sobre la recuperación económica con cargo al ingreso de las clases media y baja, y donde sin tocar a los dueños del capital se insiste en castigar al trabajo. Lo anterior demuestra que las prioridades de casi todos los actores políticos están determinadas por una idea del poder que choca con las promesas de cambio y de progreso.
Año de la declaración de guerra contra la familia y su entorno, manipulando el concepto de matrimonio y reduciéndolo a una práctica utilitaria vacía de contenido. Lo anterior da cuenta de cómo nos ha afectado la influencia extranjera y sus efectos colonizantes, en lo económico y en las relaciones superestructurales.
Año del ridículo y de la farsa; de la depredación del patrimonio nacional y del ataque al sindicalismo independiente mexicano. Año de la demagogia hecha gobierno y de la estupidez como rasero educativo.
El año 2009, termina como empezó: en un marco de incertidumbre casi escatológica, en medio de la nada económica y del colapso de la esperanza, cuando no del descrédito de la nostalgia.
Pero, independientemente de los desaires y desfiguros, la nación se apresta a celebrar, con lo que sea, el fin del año y el inicio del otro, con su ya sabida nueva carga de obligaciones fiscales. Pero, “haiga sido como haiga sido”, ¡feliz año nuevo!

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