
Los parabienes presidenciales, en los términos del espuriato vigente, ponen su acento en la maravilla de las fechas, en la confluencia onomástica que nos debe llenar de orgullo y satisfacción, de una enervación suplente de empleo, ingreso, ahorro e inversión. Así, la recuperación económica depende de la fe que le tengamos a nuestra ciudadanía mexicana, de donde el acta de nacimiento, la CURP, la cartilla de vacunación y la credencial de elector pueden ser suficientes elementos probatorios de una situación envidiable a escala internacional. Nosotros, el furgón de cola de la economía de Estados Unidos de América, podemos celebrar el bicentenario de la independencia de España, el centenario de la Revolución y solazarnos con la dependencia adquirida a costa de concesiones y claudicaciones de nuestra esencia latinoamericana y nuestra identidad mexicana.

En el estado de Sonora, aunque no faltará quien diga que la recuperación de la economía nacional es un hecho, que ya se ve la luz al final del túnel, que ahí la llevamos, lo real es que en la situación económica en la que estamos, considerando el endeudamiento estatal, el incremento a las gasolinas, al diesel, a la electricidad, a los bienes de la canasta básica, al congelamiento del salario y la contracción del empleo, con su cuota de inseguridad pública, demuestran lo contrario. La economía está hecha cisco, y sus efectos en las instituciones y la organización social prometen efectos desintegradores de grandes proporciones. Así las cosas, los factores ligados a la apatía ciudadana y a la comodona aceptación de los incrementos en las tarifas de los bienes y servicios públicos, serán como una chispa en pasto seco. A esto hay que añadir la carencia de agua.
La babeante idea de los tandeos, inaugurada por los gobiernos panistas en Hermosillo, ha dejado de lado otras como la planta desaladora, que desde hace muchos años ha sido planteada como alternativa viable para la ciudad capital y otros núcleos urbanos importantes. Ahora se tiene el proyecto federal de instalar una planta de estas características en Guaymas, lo que ha levantado voces esperanzadas aunque también otras que rechazan el proyecto y ponen como mejor idea la traída de agua de la presa El Molinito. Ambos proyectos no necesariamente se contraponen, lo que sí lo hace es la inoperancia del gobierno municipal y la falta de eficiencia del órgano operador, cuestiones que deben resolverse de alguna manera, sin esperar a que haya cambio de gobierno o que, como en el caso de la economía nacional, llegue la solución de fuera, casi por gravedad.

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