En la ciudad capital de Sonora se ven cosas raras, sucesos desquiciantes por el alto nivel de absurdo en el que se encaraman con desfachatez olímpica. Nuestra ciudad es una muestra de los horrores que atosigan el alma del subdesarrollo regional del país, gracias a la oblicua pretensión de ser moderna y progresista, siendo que está atrincherada en un conservadurismo aldeano que solamente funciona en períodos de campaña electoral y en festivales artísticos tipo Alfonso Ortiz Tirado. ¿Pruebas? Tenemos las suficientes.
No insinúo que la construcción de presas haya dado al traste con la disponibilidad de agua que teníamos, sino que la desaparición del flujo del Río de Sonora que dividía Villa de Seris de Hermosillo, contribuyó a que se emprendieran otras obras, en este caso edificios tales como la Casa de la Cultura, luego el Centro de Gobierno, recientemente la desaparición del Parque de Villa de Seris y la erección del complejo Musas, así como hoteles y otros giros que ocupan superficies pletóricas de cemento y varilla. Del terreno y las condiciones que propicien la recarga del acuífero, bien gracias. Los planeadores estatales y municipales se olvidaron de que la naturaleza tiene sus determinantes y que la administración debe considerar factores geográficos, climatológicos, orográficos y los recursos naturales disponibles, así como su forma sustentable de aprovechamiento. Hasta aquí, hemos aserrado la rama del árbol en la que estamos parados, por lo que la caída no es accidental, sino una consecuencia de nuestra irracionalidad.
Las causas son varias, pero destaca la falta de organización y racionalidad en su uso, pero sobre todo, la falta de inversión y mantenimiento de las redes. La solución facilona de los tandeos solamente da cuenta de la carencia de imaginación y de decisión por parte de las autoridades, toda vez que de nuevo se cargan los costos de la irracionalidad a las familias consumidoras, mientras que a las empresas se les sigue abriendo la llave del recurso sin chistar, bajo el supuesto de que trabajan para el beneficio económico de Sonora y la ciudad capital, asunto que hasta la fecha no queda debidamente demostrado, salvo en el recetario desigual del neoliberalismo de guarache que padecemos como ideología y práctica dominantes. La declaración de que a los empresarios no se les privaría de agua y sí a las familias, hecha por el alcalde panista Gándara Magaña, demuestra cuál es el tamaño real de este gobierno.
En su momento, Vicente Fox hizo profesión de fe empresarial al decir que su gobierno era de, por y para los empresarios y ahora, a escala municipal tenemos más de lo mismo. El gobierno del municipio requiere de tomar decisiones que favorezcan a las familias, que gestionen soluciones de amplio y claro beneficio colectivo, que enfrenten los retos de la modernidad con una mentalidad moderna, atenta a los aportes de la ciencia y la tecnología, que sean capaces de utilizar las formas de energía suaves, así como los recursos de que actualmente disponemos, como por ejemplo el agua de mar. Hermosillo es un municipio con una amplia zona costera que le permitiría aprovechar formas alternativas de energía, la solar, eólica, marina, en beneficio de todos. Esto y una muy sobria y profesional administración de los recursos financieros harían la diferencia, en vez de dificultar más la vida de las familias hermosillenses. ¿Se podrá?
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