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domingo, 20 de diciembre de 2009

Navidad 2009


La navidad supone un momento de descanso, un espacio para la generosidad, una renovación de la esperanza. El amor que debemos sentir por nosotros mismos está en la base de nuestras relaciones con los demás. El sistema económico y su ideología nos hacen sentir minusválidos, marginados, gente de sobra, basura que se barre con las escobas de las cargas fiscales, de la solemne indiferencia del gobierno, del desprecio de los potentados, de la avaricia de los empresarios sin patria y sin bandera, de los mercenarios de la pluma, de los jilgueros facciosos de la derecha; el sistema nos enferma, nos hace sentir mal, nos corrompe y envilece. De ahí que nuestro amor por nosotros mismos se traduzca en resignación o en ira profunda que tarde o temprano habrá de manifestarse en las calles, en las marchas ciudadanas, en el reclamo a voz en cuello, en la huelga, en la barricada, en la intransigencia alentada y documentada por una larga historia de injusticias, de deudas sociales y políticas por reclamar y hacer efectivas.

La navidad nos permite la reflexión y la imitación de aquél que no vino a negociar o a fingir el acatamiento de la ley sino a cumplirla, aquél que expulsó a los mercaderes del templo, el que hizo milagros de fe, sacrificándose por los demás.

La navidad es el recuerdo de la felicidad perdida, de la ilusión encontrada, del recogimiento familiar y la comunión con los demás, unidos todos por el espíritu de renovación, de cambio, de transformación de nosotros y nuestras circunstancias. Celebremos la navidad, con la esperanza del renacimiento de nuestro país, de la construcción de una nueva sociedad, justa, equitativa, solidaria y progresista, que permita a sus habitantes amarse y amar al prójimo como a sí mismos.

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