El gobierno está empeñado en minimizar algunas de las acciones que emprende, en cambio otras, de por sí pequeñas, trata de magnificarlas mediante una intensa campaña publicitaria que abarca los recursos imaginables. Que se combate al narcotráfico de influencias, que se pone un hasta aquí a la expansión de los cárteles de la droga, que la crisis tocó fondo, que se respetan los derechos humanos a pesar de que los militares gozan de cabal impunidad en los pueblos del México rural, que se ahorra en el gobierno, que la eficiencia, que la transparencia, que…
Este despliegue de actividades desarrolladas por las empresas constructoras de imagen, logran el efecto nada despreciable de dislocar la realidad de su percepción por el gran público consumidor de chatarra informativa. La realidad, la autenticidad de un hecho ubicado en el tiempo y el espacio puede, merced a la exposición mediática, verse de otra manera, al gusto e intereses de quien promueve una insidiosa y agresiva forma de gobernar sin compromiso con la verdad. El otro tiempo y el otro espacio generado por la señal informativa comunica una visión distorsionada que se reproduce de manera natural: si usted es portador, contamina a otros mediante la conversación casual, mediante la alusión a los hechos y los dichos que el gobierno quiere que usted sepa, de acuerdo a las pautas establecidas por él.
La opinión inducida en las mentes por la autoridad del individuo que pontifica desde la pantalla del televisor, exorciza los demonios de la razón informada, haciendo puré tanto al sentido común como a la idea de mundo que debemos conservar en legítima defensa. Así, las cosas dejan de ser lo que son y danzan frenéticamente en la mente del espectador en un afán distractor que resuelve un problema toral: la falta de legitimidad del gobierno y la ausencia de resultados en el sentido de las promesas hechas en campaña.
Un pueblo desinformado no es un pueblo feliz, a despecho de la peculiar concepción de la lectura que evidenció Vicente Fox (conocido capo del panismo organizado) en sus tiempos de gobernante onírico. Lamentablemente, aunque sin decirlo con todas las letras, el actual gobierno parte del mismo supuesto de escamotear la verdad y los hechos tal cual son al pueblo que es manipulado, engañado y despistado un día sí y otro también. Lo anterior aplica con absoluta certeza en el tema de la desaparición de la compañía Luz y Fuerza del Centro.
Los argumentos vertidos por Felipe Calderón y los correspondientes a la señora a cargo de la Secretaría de Energía, solamente tratan de ocultar pálidamente la triste realidad del caso: el gobierno se propone avanzar en la privatización de la generación de electricidad, primero mediante la falta de inversión en el sector eléctrico, los subsidios al sector empresarial industrial (46 centavos kw/hora, mientras los consumidores domiciliarios pagan 1.50 centavos), los costos que significan la compra de energía en bloque a la CFE (que es donde realmente van las transferencias que dice Calderón), la intervención en los procesos electorales internos del sindicato, la requisa nocturna, de fin de semana a Luz y Fuerza, con las consecuencias de la falta de operatividad técnica suplida a las carreras y la persecución y hostigamiento a los trabajadores de base, según ha trascendido por canales no gubernamentales.
Estamos ante el caso de un gobierno que apoya y fomenta la liquidación de bienes públicos, que desaparece fuentes de empleo y deja sin protección social a miles de trabajadores, que irrespeta la autonomía sindical, que permite el daño patrimonial al dejar hacer y participar en el consumo eléctrico pirata que perpetran hoteleros, comerciantes y otros proveedores de servicios, a los que se añaden oficinas públicas federales. El reciente señalamiento del Dr. Carrancá y Rivas, de que el gobierno de Calderón viola la Constitución, está plenamente acreditado.
Por otra parte, la obscena costumbre de utilizar a las fuerzas armadas en labores de guerra política solapada con frecuencia mediante el más que conveniente argumento del combate a la delincuencia organizada, al mismo tiempo que contribuye al descrédito del instituto militar y su penetración por el narco, es una de las facetas oscuras de un gobierno que entró por la puerta trasera y que insiste en sostener una política depredadora de los recursos naturales, del capital humano de la nación y del futuro del país como nación independiente y soberana.
La gravísima situación en que se encuentra México por la torva política neoliberal-panista, no admite que la ciudadanía esté al margen del conocimiento de los problemas ni de las vías de solución, que serán necesariamente reivindicatorias del derecho de los trabajadores a organizarse como mejor convenga, defensoras del empleo y la economía popular; de la seguridad social, del estado de derecho y el respeto pleno a las garantías que otorga a los ciudadanos la propia constitución.
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