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miércoles, 14 de julio de 2010

Los relevos y la imaginación

En realidad, los relevos en las dependencias del Poder Ejecutivo son de la exclusiva competencia del titular, es decir, del ciudadano que ocupa la presidencia de la república, toda vez que es un poder unipersonal. Le puede parecer a usted, o a mí, absurda la idea de nombrar a personas que no tengan ni el perfil ni los antecedentes que permitan suponer aciertos en el desempeño del cargo, pero es cosa del presidente, es su responsabilidad única y exclusiva.

Como supongo que ya se enteró, el secretario de gobernación ahora se llama José Francisco Blake y viene de la secretaría de gobierno del estado de Baja California, mientras que el nuevo secretario de Economía se llama Bruno Ferrari, que antes se encargaba de la agencia gubernamental de promociones ProMéxico. Gerardo Ruiz Mateos, que antes despachaba en Economía, regresa cerca de Calderón como jefe de la oficina de la Presidencia.

Los cambios en el gabinete presidencial no dejan de suscitar alguna risilla sarcástica, una andanada de trompetillas y pedorretas debidamente disimuladas por la cara de sorpresa que es políticamente correcta en eso de los cambios y los nombramientos, pero la sensación de estar viendo un anuncio comercial de novedades en una línea de productos invendibles por su inutilidad, es francamente inevitable.

Un gobierno signado por una torpeza que bien se puede reclamar como la marca de la casa, ahora nos anuncia cambios en posiciones estratégicas que serían interesantes si no fuera porque el sexenio se fue prácticamente en liquidar la credibilidad de las instituciones políticas y la cordura esperada de los poderes de la federación, mediante decisiones claramente atentatorias contra la economía, la seguridad social la seguridad pública y el estado de derecho. Pero cabe reconocer la constancia con que lo han hecho, y esa indeclinable voluntad de superar la venta de garaje seguida con entusiasmo por el gobierno de Vicente Fox.

Por otra parte, los nombramientos en Gobernación y Economía recaen en personas que no gozan de prestigio y reconocimiento nacional, son funcionarios bastante menores para el encargo que reciben, aunque en su favor se puede decir que no lo podrán hacer peor que sus antecesores, aunque en ese terreno hay infinitas posibilidades, de acuerdo a la concepción neoliberal de entrega de los activos nacionales y la política interior al extranjero.

Siendo en los hechos una colonia de Estados Unidos, seguramente la ineptitud de los nuevos funcionarios se podrá compensar con la asesoría de los muchos agentes gringos radicados en el país, que vigilarán que los caprichos de Washington se satisfagan con la celeridad requerida, sin olvidar que la disponibilidad de recursos naturales es un plus en eso de depredar el espacio económico de la periferia.

La anodinez personal se matiza gracias a una lealtad que debe ser facturada desde el principio al “presidente”, independientemente de que reconocer públicamente la creencia en Dios resulta, como queda demostrado, un recurso onanista para disimular la patada en el trasero que acaba de recibir el funcionario corrido Gomez Mont, tras una especie de fundamentalismo argumental contra la promiscuidad del PAN, ahora con la izquierda holográfica.

Pedidas las proporciones y quitadas las máscaras, la política burdelezca en boga permite el desfiguro que su imaginación alcance, la claudicación más infamante, el repudio más ignominioso y la abyección más neo-panista. El gobierno de Calderón es como aquello de que “aunque la mona se vista de seda, mona se queda…”

De todos modos, finjamos el asombro de la novedad, los augurios y las expectativas del cambio: secretarios de Gobernación y de Economía habemus. ¿Albricias?

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