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viernes, 9 de julio de 2010

Lo del agua al agua

Muy alentadora la perspectiva de tener agua con “buena presión” en la sedienta ciudad capital de Sonora. Hermosillo se viste de fiesta y las serpentinas y fanfarrias inundan el optimismo de los capitalinos: fluirá el vital líquido en el 80 por ciento de la cobertura actual. Los usuarios que no pertenezcan a esa mayoría privilegiada pueden empezar las procesiones, rogativas y demás ritos que el manual de protección civil seguramente tiene previstos para el caso.

El pelo en la sopa hermosillense es que en el centro, norte bajo y Las Lomas esas ocho horas se convertirán en cinco por obra del abatimiento de los mantos acuíferos. La nueva zona de desastre de la ciudad lo es por el hecho de solamente contar con una gran cantidad de locales comerciales, casas particulares y mucho del atractivo que busca el turismo en esta noble ciudad. ¿Qué importa que el centro de Hermosillo y las dos colonias afectadas tengan menos agua, si por ahí solamente se encuentra la Máxima Casa de estudios de Sonora, la legendaria Escuela Gutiérrez, la Leona Vicario, un buen número de restaurantes, locales comerciales, hoteles, el mercado municipal, plazas y jardines que han sido protagonistas de mil y una postales, además de una importante población ciudadana que habita en forma pública, pacífica y continua sus hogares, más una miríada de casas que albergan estudiantes, futuro del estado y la nación?

La discriminación hídrica es una nueva forma en que el panismo demuestra que es gobierno e inaugura el pretexto de que la naturaleza es desfavorable en ese lugar, en cambio, en el 80 por ciento de la ciudad no hay problema. ¿Qué hicimos para merecer estar en el epicentro de las maldiciones hidrológicas de la ciudad? ¿Podrá el cándido gobierno municipal idear un mecanismo de distribución del agua que resuelva el problema de una madre naturaleza desalmada? ¿Habrá alguien que informe al alcalde que existen técnicas de ingeniería que permiten una distribución más eficiente de los recursos? ¿No habrá técnicos que establezcan conexiones y controlen válvulas para tal efecto? ¿Sabrá alguien del municipio, algo de ingeniería hidráulica? ¿Debemos pensar que el hombre del siglo XIX y XX sabía más sobre distribución y conducción de agua que los visionarios tecnócratas que ahora visten uniforme de pitufo a cargo de Agua de Hermosillo?

Mientras el alcalde y funcionarios se complacen en darnos clases de derechos humanos por el método de reducción al absurdo, la utilidad de los carros blindados y la consigna de ataque frontal contra la delincuencia nos maravillan con el alucinante despliegue de seguridad posterior al ametrallamiento de funcionarios policiacos que, sean emboscados, interceptados, o encontrados casualmente por el rumbo, terminan heridos de gravedad o de plano muertos por causas de fuerza mayor. Según reportes, la temporada de caza policiaca se abrió sin que aparente tener fecha de culminación. Hermosillo y en general Sonora es tierra poco promisoria para los altos cargos policiales en una verdadera debacle cívica que hay que llamar por su nombre: gobierno fallido.

De seguir así las cosas, los ciudadanos de Hermosillo, tendremos que conformarnos con menos horas de agua, con desayunarnos con una serie de notas necrológicas que pasarán por noticias de primera plana, con la fugacidad de la vida como criterio de permanencia en la cordura y con rebanadas de esperanza en forma de las promesas de un gobierno siempre a la espera de milagros, casualidades, coincidencias y oportunidades de negocio que se dan en la medida en que Estados Unidos salga de la crisis que ellos mismos provocaron.

Así las cosas, tenemos un gobierno que ignora las maravillas de la ingeniería moderna, un cuerpo de diputados locales dispuesto a ignorar el desperdicio en el que caen las empresas purificadoras y embotelladoras de agua, que según se reporta, llega a un millón de litros diario en Hermosillo, un organismo operador de agua que dice no tener facultades para impedir el desperdicio, a pesar de saber de su existencia, y que anuncia un esquema de mala distribución del líquido, por causas imputables a la naturaleza, a la casualidad, al infinito universo de las culpas ajenas, a la irracionalidad e impudicia de no ser responsable cobrando por ello, sin plantear siquiera como promesa algún mecanismo técnico que permita una mejor distribución del agua.

Bueno, en realidad uno supone que debe existir cierta capacidad de reacción ante el crimen, ante la falta de agua, ante la suciedad ambiente, ante la deshumanización urbana, ante la carencia de compromiso con la ciudad y el municipio, pero el optimismo es un sentimiento que se transforma en la medida en que la realidad nos da pruebas de que eso era una falsificación, un producto pirata, una mala copia del original que se vendió, quizás, junto con la idea de bienestar y justicia social a una empresa extranjera, que se encargará de comercializar nuestras aspiraciones de progreso, una vez que se privatice el gobierno mexicano. Mientras tanto, ¿requerirá el gobierno municipal la asesoría de Paul el pulpo de Alemania o de Mani, el loro de Singapur, para mejorar la distribución del agua?

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