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domingo, 8 de agosto de 2010

Claudicaciones y defecciones

No es lo mismo claudicar que defeccionar, como no lo es hacerse en los pantalones o en la intimidad del sanitario. El gobierno mexicano ha declarado que no sabe cómo explicar la lucha contra el narco, perdido en una nubosidad semántica que produce reumatismo mental cada vez que se quiere atinar a conceptualizar actos, hechos o intenciones.

Parece más fácil enviar algunas señales que bien se pueden traducir como apertura al diálogo, en el sentido que la sociedad puede opinar sobre el acontecer delictivo del país. Generosa concesión que huele a defección cuando se trata del respeto a las leyes y, más que a ellas, a la razón que apuntala empíricamente al sentido común y el sustento moral que lo justifica y valida.

La blandura que súbitamente se aparenta al dar cauce a la inquietud ciudadana, mediante una especie de diálogo donde se dirá si resulta popular y políticamente correcto el legalizar las drogas, despierta la sospecha de la profundidad de la falla estructural que tiene este gobierno que claudica cuando de cumplir con la ley se trata, al amparo de torcer las normas y adecuarlas a los intereses del extranjero en materia de recursos naturales y desarrollo de nuevas fuentes de energía; y defecciona cuando abandona la responsabilidad constitucional que tiene y se deja llevar por la marea en ascenso de las apariencias, el atole con el dedo y las dudosas demostraciones de cuidado en el ahorro y el gasto, sin olvidar la ampulosa publicidad del combate al crimen organizado que contrasta con la apertura oficial de abordar el tema de legalizar las drogas.

En México, las iniciativas de legalizar algo suponen un proceso de ablandamiento de la opinión pública, apelando muchas veces a la necesidad de estar a tono con los tiempos, de compaginar con la corriente general de opinión y ser uno más de ese montón bienaventurado que coincide, que se diluye en la masa informe de la conformidad social. Las drogas son tema para la generación de consensos, así como la decisión de legalizar las uniones homosexuales con el calificativo de matrimonio, desde luego olvidando la existencia de la figura legal de “uniones de convivencia” y las abundantes explicaciones promocionales que en su momento se dieron.

A nadie le gusta ser marginado, calificado con la horrible etiqueta de “intolerante”, “anticuado”, “ignorante”, y “homófobico”. La mayoría de los opinantes se guardan de contrariar la dirección de la ola de frenesí teñido de democratismo (que no de democracia), que atosiga las conciencias de la humanidad del capitalismo periférico. Todos quisieran ser bien vistos, reconocidos y apreciados, sin manifestar grietas en la tersura del discurso uniforme y monocorde que se pronuncia a nombre de la pluralidad cuando en la práctica la niega.

La Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), esa señora gorda con canasta que se supone debe vigilar el estado de derecho a partir de la correcta interpretación del marco constitucional, ha dado muestras sobradas de inepta complacencia a los mandatos del capital, negando la posibilidad de que la razón y la cordura rijan las decisiones trascendentes en materia legal, y cuando mucho se han empleado como técnicos más o menos chambones del derecho, al interpretar literalmente las normas y, a contra lógica, hacer jurisprudencia que se evade del sentido común y del necesariamente objetivo fundamento que debieran tener las normas.

Por ejemplo, se acepta que desaparezca una fuente de trabajo en un país azotado por el desempleo; se reconoce sin embargo al sindicato de la extinta Luz y Fuerza del Centro como organización existente y vigente, para los efectos de intervenir en los asuntos atinentes a los trabajadores despedidos y en vías de liquidar. Sin embargo, no se reconoce como patrón sustituto a la Comisión Federal de Electricidad.

Se reconoce que en el caso del incendio de la guardería ABC de Hermosillo, en donde hubo 49 víctimas fatales y cerca de 100 afectados, que se violaron garantías y, sin embargo, no se señalan culpables.

Antes, la SCJN había dado por bueno el esquilmo bancario consistente en el cobro de intereses sobre intereses, y ahora tenemos una grave situación de insolvencia en los tarjetahabientes bancarios mientras que los bancos obtienen altas ganancias sin que la crisis ni las medidas paliativas y declarativas del gobierno afronten el enorme hueco existente en las finanzas personales de millones de mexicanos. El gobierno insiste en que la economía va bien al confundir el atraco financiero con el desempeño económico del país, con lo que esta ceguera voluntaria garantiza que seguiremos progresando en eso de producir pobres que proclamen diariamente las insuficiencias del salario y el empleo.

Luego dio en afectar las pensiones del IMSS, en una pedestre medida que resulta poco aceptable en términos de la legislación del propio instituto, con lo que se tiene una agresión más a los trabajadores y a la seguridad social del país.

Al parecer, la Corte trata de superar sus propias marcas y ataca de nuevo: el matrimonio homosexual es constitucional. Curiosamente en Cuba, el tema de las uniones civiles entre personas del mismo sexo ha recorrido una trayectoria diferente, en la que se respeta el concepto matrimonio que define la unión entre un hombre y una mujer y deja para los homosexuales la figura de unión civil, de convivencia o alguna otra parecida. El argumento en Cuba es el de respeto a la mayoría que piensa que la familia tiene como punto de partida la unión de dos seres de diferente sexo.

En el caso mexicano, el ministro Fernando Franco tuvo a bien declarar que “la procreación no es un elemento esencial del matrimonio”. El asombroso carpetazo a la posibilidad de opinar cuerdamente es de una frivolidad conmovedora. Olvida el señor magistrado que la palabra “matrimonio” deriva de “madre”, donde la unión carnal del hombre con la mujer fertiliza el óvulo y tras algunos meses (entre 7 y 9) de espera se tiene descendencia. El acto social que permite convertir en madre a una mujer y los vínculos afectivos, morales y legales que se derivan define el matrimonio. En buena lógica, sin hombre y mujer que engendran en pareja hijos, no hay matrimonio consumado.

Le diré que la decisión de la Corte no me extraña en absoluto, tratándose de una instancia altamente desprestigiada y hambrienta de un poco de reconocimiento, lo que la llevó a tragarse una rueda de molino acudiendo a los aspectos puramente técnicos, formales del tema analizado y dejando por fuera los aspectos naturales, históricos y culturales del matrimonio. En síntesis, fue una decisión de espaldas a la realidad, puramente formal, literal y, agregaría, irresponsable.

El temor del calificativo de “conservador”, “reaccionario”, “retrasado”, y demás, hizo que a los señores magistrados les ganara un ataque de populismo que aunque pudiera ser legal nunca será legítimo. Igual pasa con la presidencia de Felipe Calderón, y muchos actos de gobierno que ya empiezan a pasar las facturas con los intereses moratorios añadidos.

Quizá usted esté de acuerdo con la medida de aceptar que dos seres del mismo sexo quieran vivir la farsa de ser “matrimonio”. Pero, por lo menos debiera preguntarse si el culo sirve para otra cosa que defecar, y si es funcionalmente equivalente a la vagina. ¿Cree usted que un aparato cilíndrico vibrador o no, sirve para sustituir al pene? Quizá para producirle un orgasmo, pero para otra cosa ni hablar. ¿Piensa usted que es muy democrático apoyar la unión homosexual y la adopción de hijos? En esas parejas alguien asume el rol femenino, es decir, actúa fingiendo lo que no es.

Un hombre que hace las veces de mujer no es una mujer, es un hombre fingiendo que lo es. Por otro lado, una mujer que se asume como varón en la relación tiene que valerse de alguna prótesis para simular el pene. Es decir, ambos fingen, simulan, aparentan lo que no son. Si esto no implica un problema mental, entonces la luna es de queso y las vacas vuelan. Una situación elemental de salud mental es que uno se identifique con su imagen. Si la idea que tenemos de nosotros mismos es diferente a la imagen que proyecta el espejo, entonces tenemos problemas de identidad.

Verá usted, si sabemos para qué sirve el culo, el pene y la vagina, mucho de lo confuso que aparenta ser el problema de las uniones homosexuales quedará más claro. No estaría de más estudiar algo de anatomía y fisiología, o recordar por dónde hacen popó y cómo se reproducen los mamíferos. Sin trucos legaloides.

La SCJN representa la decadencia nacional y el escenario de las más burdas simulaciones. Pero este es solamente uno de los síntomas de la decadencia nacional y del fracaso del modelo económico que destruye la naturaleza, sigue con la sociedad y termina su acción depredadora con las leyes. Como que es un buen momento para repensar las cosas, ¿no le parece?

1 comentario:

Unknown dijo...

es verdad que hay cosas que no deberia ser asi, y concretamente en el tema del sexo y la sustitucion de penes por vibradores es toy muy deacuerdo.
Pero mira las web de sexshopping y observa la de cosas que se han inventado.
Los orgasmos son buenos y necesarios y esto son solo herramientas.
Lo iportante es saber lo que se esta haciendo y hacia donde vamos.....