Oscar David Montesinos de 10 años de edad, oriundo de Honduras y con un sentido de la responsabilidad que pudiera ser envidiado por algunos adultos gobernantes, presentó en ese país un libro que tituló Mis lápices en resistencia, en donde da cuenta de sus impresiones e interpretación del golpe de estado contra el legítimo presidente Manuel Zelaya. Lapidario, señala con dedo flamígero que a Micheletti, el nuevo gorila al servicio de Estados Unidos en la manipulación electoral, le falta dignidad.
Como el culto lector recordará, Honduras fue el escenario de una trapacería más del imperialismo gringo, al solapar el golpe de estado en el que fue depuesto el presidente de la república legal y democráticamente electo y sustituido por un mentecato llamado Roberto Micheletti, que fraguó una farsa electoral que llevó al poder a un sujeto de nombre Porfirio Lobo Sosa, bajo la mirada hipócrita de Washington y la escandalera diplomática propia del caso, en la que se puso en evidencia la inoperancia de los organismos internacionales cuando de defender el derecho internacional se trata y su eficacia, en cambio, para disimular las jugadas viciosas de Estados Unidos en la arena Latinoamericana, tendientes a tronar la democracia para sustituirla por gobiernos peleles, caricaturas mal hechas por un oligofrénico embrutecido por el furor del dólar y la grasa de las hamburguesas con papas.
El libro del pequeño Oscar David abre la puerta a una sana esperanza en las nuevas generaciones de escritores, de los noveles cronistas de los acontecimientos traumáticos de su pueblo, de los reporteros y editorialistas que se la juegan en una frase, en una oración que siendo una estructura simbólica, revela una esencia intelectual y política que debe, necesariamente, prosperar como género literario y como práctica política emancipadora.
La resistencia infantil al golpe de estado, a las argucias de Washington que, omnipresente, engaña sistemáticamente a todos con el garlito de la democracia y los derechos humanos, así como en los últimos tiempos, con el combate al terrorismo que deviene para América Latina combate al narcotráfico, aparece en un momento en el que la enajenación futbolera apenas oculta el escandaloso negocio en el que usted y yo somos piezas intercambiables, desechables y sustituibles. La democracia no puede ser considerada una franquicia propiedad de los Estados Unidos y vendida a todo el mundo, bajo la vigilancia y supervisión de su propietario y administrador.
El “yo acuso” del escritor de 10 años de edad, parece la mejor respuesta del futuro a un presente pringado por la chucatosa esencia de la hipocresía gringa. Una proclama de libertad y de independencia que sanea un poco el cargado ambiente de la periferia, la actitud lameculista de los gobernantes de la región que se realizan políticamente sirviendo a los intereses estratégicos de los gringos, a costa de la dignidad de sus gobiernos y de la soberanía de sus naciones.
El libro de Oscar David, promete bastante, quizá no en las formalidades de su factura literaria sino en la intencionalidad valerosa de un pequeño que da ejemplo de patriotismo y de emancipación intelectual. Representa, me parece, un paso hacia la libertad de los pueblos, una golondrina literaria que desde su singularidad ya recoge la opinión y el sentimiento de muchos hondureños y latinoamericanos solidarios y comprometidos con el futuro libre e independiente de nuestra América.
Mientras esto ocurre, el gobierno municipal de Hermosillo presume de los hallazgos en materia de control del tránsito y de aprovisionamiento de agua que resultan de la gira a Irvin, California, por parte del alcalde Gándara y séquito de funcionarios. Según esto, el turismo administrativo beneficiará al ayuntamiento de este municipio mexicano, con dinámica y circunstancias que no necesariamente corresponden a la ciudad californiana que se toma como ejemplo.
Lo anterior no es de extrañar si se parte del hecho de que la mentalidad empresarial tercermundista se acerca por gravedad a la órbita del imperialismo gringo. Es una especie de fatalidad cultural entre las gentes que han crecido bajo los supuestos del neoliberalismo, que considera la dignidad nacional como un estorbo y la inteligencia local como algo inútil. Quizá no llamara tanto la atención el turismo si se hiciera al interior de la república, donde seguramente habrá ayuntamientos que cuentan con experiencias en materia de tránsito y de administración del agua.
Por otra parte, la eliminación gradual de la tenencia se presume inocente del delito de maniobra electorera, si consideramos los problemas de transporte público resueltos, la organización interna del gobierno de Padrés lograda, la seguridad pública garantizada, los proyectos propuestos en vías de ejecución y las desavenencias con la oligarquía vacuna de Ciudad Obregón debidamente subsanada, así como el imperio del derecho y la justicia instaurado en la república, el respeto a los derechos de los trabajadores garantizado, la justicia para las víctimas de la guardería ABC exigida desde el máximo órgano legislativo nacional, y desde luego, el abatimiento del desempleo en términos reales, la recuperación de la capacidad adquisitiva del salario y la seguridad en el empleo y la protección social.
Como el culto lector recordará, Honduras fue el escenario de una trapacería más del imperialismo gringo, al solapar el golpe de estado en el que fue depuesto el presidente de la república legal y democráticamente electo y sustituido por un mentecato llamado Roberto Micheletti, que fraguó una farsa electoral que llevó al poder a un sujeto de nombre Porfirio Lobo Sosa, bajo la mirada hipócrita de Washington y la escandalera diplomática propia del caso, en la que se puso en evidencia la inoperancia de los organismos internacionales cuando de defender el derecho internacional se trata y su eficacia, en cambio, para disimular las jugadas viciosas de Estados Unidos en la arena Latinoamericana, tendientes a tronar la democracia para sustituirla por gobiernos peleles, caricaturas mal hechas por un oligofrénico embrutecido por el furor del dólar y la grasa de las hamburguesas con papas.
El libro del pequeño Oscar David abre la puerta a una sana esperanza en las nuevas generaciones de escritores, de los noveles cronistas de los acontecimientos traumáticos de su pueblo, de los reporteros y editorialistas que se la juegan en una frase, en una oración que siendo una estructura simbólica, revela una esencia intelectual y política que debe, necesariamente, prosperar como género literario y como práctica política emancipadora.
La resistencia infantil al golpe de estado, a las argucias de Washington que, omnipresente, engaña sistemáticamente a todos con el garlito de la democracia y los derechos humanos, así como en los últimos tiempos, con el combate al terrorismo que deviene para América Latina combate al narcotráfico, aparece en un momento en el que la enajenación futbolera apenas oculta el escandaloso negocio en el que usted y yo somos piezas intercambiables, desechables y sustituibles. La democracia no puede ser considerada una franquicia propiedad de los Estados Unidos y vendida a todo el mundo, bajo la vigilancia y supervisión de su propietario y administrador.
El “yo acuso” del escritor de 10 años de edad, parece la mejor respuesta del futuro a un presente pringado por la chucatosa esencia de la hipocresía gringa. Una proclama de libertad y de independencia que sanea un poco el cargado ambiente de la periferia, la actitud lameculista de los gobernantes de la región que se realizan políticamente sirviendo a los intereses estratégicos de los gringos, a costa de la dignidad de sus gobiernos y de la soberanía de sus naciones.
El libro de Oscar David, promete bastante, quizá no en las formalidades de su factura literaria sino en la intencionalidad valerosa de un pequeño que da ejemplo de patriotismo y de emancipación intelectual. Representa, me parece, un paso hacia la libertad de los pueblos, una golondrina literaria que desde su singularidad ya recoge la opinión y el sentimiento de muchos hondureños y latinoamericanos solidarios y comprometidos con el futuro libre e independiente de nuestra América.
Mientras esto ocurre, el gobierno municipal de Hermosillo presume de los hallazgos en materia de control del tránsito y de aprovisionamiento de agua que resultan de la gira a Irvin, California, por parte del alcalde Gándara y séquito de funcionarios. Según esto, el turismo administrativo beneficiará al ayuntamiento de este municipio mexicano, con dinámica y circunstancias que no necesariamente corresponden a la ciudad californiana que se toma como ejemplo.
Lo anterior no es de extrañar si se parte del hecho de que la mentalidad empresarial tercermundista se acerca por gravedad a la órbita del imperialismo gringo. Es una especie de fatalidad cultural entre las gentes que han crecido bajo los supuestos del neoliberalismo, que considera la dignidad nacional como un estorbo y la inteligencia local como algo inútil. Quizá no llamara tanto la atención el turismo si se hiciera al interior de la república, donde seguramente habrá ayuntamientos que cuentan con experiencias en materia de tránsito y de administración del agua.
Por otra parte, la eliminación gradual de la tenencia se presume inocente del delito de maniobra electorera, si consideramos los problemas de transporte público resueltos, la organización interna del gobierno de Padrés lograda, la seguridad pública garantizada, los proyectos propuestos en vías de ejecución y las desavenencias con la oligarquía vacuna de Ciudad Obregón debidamente subsanada, así como el imperio del derecho y la justicia instaurado en la república, el respeto a los derechos de los trabajadores garantizado, la justicia para las víctimas de la guardería ABC exigida desde el máximo órgano legislativo nacional, y desde luego, el abatimiento del desempleo en términos reales, la recuperación de la capacidad adquisitiva del salario y la seguridad en el empleo y la protección social.
El libro de Oscar David Montesinos, es un llamado a la resistencia, como también lo es el recuerdo de las 49 pequeñas víctimas de la privatización de la seguridad social. No olvidemos.
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