El H. Ayuntamiento de la capital de Sonora reparte agua en carros tanque coloquialmente publicitados como “pipas”, en clara alusión a la posibilidad de fumar una paz duradera por la temporada entre los usuarios y las autoridades que, según el artículo 115 constitucional, deben dedicarse a proveer los servicios a cargo del municipio. Pero mientras se fuma la pipa de la paz en forma de agua que llega por medios distintos a la red que la debiera distribuir, los habitantes de la ciudad más populosa del estado, que alberga a más de 95 por ciento de la población municipal, sufre la pena de ser subdesarrolladamente vulnerable y pueblerinamente expectante de una lluvia a la que, seguramente, se elevarán rogativas desde la iglesia catedral y se prometerán mandas, por ejemplo, mediante la caminata de las autoridades municipales en un solo zapato, desde la sala de cabildo hasta las faldas del cerro de la virgen.
Seguramente los esfuerzos por aparentar estar en control de la situación requerirán de mucha concentración que, por el momento, es escamoteada por las eventualidades de un mundial futbolero en el que poco o muy poco tenemos que hacer, salvo el patrocinio de artículos deportivos, bebidas para adelgazar mientras se duerme o pañales desechables para adulto con el logo de la selección y un destino parecido en el basurero de las prioridades ciudadanas. Pero, mientras se finge conocimiento de causa y de los efectos de la crisis de agua que tenemos, la resequedad matiza el entusiasmo político de otras propuestas que son, como la sequía, terremotos que sacuden la estabilidad municipal, pongo por caso, la babeante propuesta de crear una policía única por estado, pasándose por el arco del triunfo la figura de municipio libre y el carácter local y ciudadano de la procuración de la justicia que emana de la convivencia a la par que de la letra de la ley.
Las no-respuestas del gobierno permiten suponer que la ciudadanía pudiera pensar en la inexistencia del mismo, o que las autoridades en un arranque de confianza dejaron que las cosas llegaran a los extremos que debían llegar y que fuera la propia comunidad la que buenamente resolviera los entuertos y chapuzas de los señores ediles. Dicho relevo de funciones y de funcionarios sería una verdadera aportación al arte del gobernar, porque excluiría los tratamientos, los sueldos y las poses declarativas de una capacidad que está ausente y que, según se documenta, prefiere fomentar el turismo “de trabajo” en extravagantes giras de Javier Gándara a Irvine, California, con el séquito de funcionarios que bien debieran estar sentados tras sus escritorios planeando cómo resolver los problemas acuciantes de la ciudad y el municipio. El turismo hacia la “hermana” ciudad de Irvine, California, no puede pasar como búsqueda de soluciones a nuestros problemas, en nuestro contexto técnico, cultural, geopolítico y legal mexicano.En Hermosillo y en Cananea, la pipa de la paz, alimentada con agua sustituta o con dinero manchado de ignominia laboral, no se podrá fumar con justicia hasta que las demandas de la población y de los trabajadores queden debidamente satisfechas.
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