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miércoles, 23 de junio de 2010

Otra vez don Porfirio

El H. Ayuntamiento de la capital de Sonora reparte agua en carros tanque coloquialmente publicitados como “pipas”, en clara alusión a la posibilidad de fumar una paz duradera por la temporada entre los usuarios y las autoridades que, según el artículo 115 constitucional, deben dedicarse a proveer los servicios a cargo del municipio. Pero mientras se fuma la pipa de la paz en forma de agua que llega por medios distintos a la red que la debiera distribuir, los habitantes de la ciudad más populosa del estado, que alberga a más de 95 por ciento de la población municipal, sufre la pena de ser subdesarrolladamente vulnerable y pueblerinamente expectante de una lluvia a la que, seguramente, se elevarán rogativas desde la iglesia catedral y se prometerán mandas, por ejemplo, mediante la caminata de las autoridades municipales en un solo zapato, desde la sala de cabildo hasta las faldas del cerro de la virgen.

Seguramente los esfuerzos por aparentar estar en control de la situación requerirán de mucha concentración que, por el momento, es escamoteada por las eventualidades de un mundial futbolero en el que poco o muy poco tenemos que hacer, salvo el patrocinio de artículos deportivos, bebidas para adelgazar mientras se duerme o pañales desechables para adulto con el logo de la selección y un destino parecido en el basurero de las prioridades ciudadanas. Pero, mientras se finge conocimiento de causa y de los efectos de la crisis de agua que tenemos, la resequedad matiza el entusiasmo político de otras propuestas que son, como la sequía, terremotos que sacuden la estabilidad municipal, pongo por caso, la babeante propuesta de crear una policía única por estado, pasándose por el arco del triunfo la figura de municipio libre y el carácter local y ciudadano de la procuración de la justicia que emana de la convivencia a la par que de la letra de la ley.

Las no-respuestas del gobierno permiten suponer que la ciudadanía pudiera pensar en la inexistencia del mismo, o que las autoridades en un arranque de confianza dejaron que las cosas llegaran a los extremos que debían llegar y que fuera la propia comunidad la que buenamente resolviera los entuertos y chapuzas de los señores ediles. Dicho relevo de funciones y de funcionarios sería una verdadera aportación al arte del gobernar, porque excluiría los tratamientos, los sueldos y las poses declarativas de una capacidad que está ausente y que, según se documenta, prefiere fomentar el turismo “de trabajo” en extravagantes giras de Javier Gándara a Irvine, California, con el séquito de funcionarios que bien debieran estar sentados tras sus escritorios planeando cómo resolver los problemas acuciantes de la ciudad y el municipio. El turismo hacia la “hermana” ciudad de Irvine, California, no puede pasar como búsqueda de soluciones a nuestros problemas, en nuestro contexto técnico, cultural, geopolítico y legal mexicano.

Pero, por si algo faltara en el trabajo de clavar al ciudadano a la cruz de la ineptitud oficial, el señor gobernador del estado (Con Padrés, un nuevo Sonora) hace los buenos oficios de vocero de Grupo México al declarar como una buena oportunidad para los mineros de Cananea, aceptar el ofertón que les hace la empresa que los despide de su empleo, porque, según el señor Padrés, resulta ser muy superior a lo que comúnmente se ofrece a un trabajador corrido. En tiempos de don Porfirio, el gobernador de Sonora aplaudió el ingreso de guardias blancas y rangers para reprimir a los mineros de Cananea en 1906, ahora resulta que el titular del ejecutivo estatal avala el despido, el desalojo, la liquidación y los infundios perversos de la minera contra los trabajadores. La primera década del siglo XX parece tener una nueva versión, corregida y aumentada en el inicio de la segunda década del siglo que corre, gracias al los gobiernos neo porfirianos bajo las siglas del PAN.

En Hermosillo y en Cananea, la pipa de la paz, alimentada con agua sustituta o con dinero manchado de ignominia laboral, no se podrá fumar con justicia hasta que las demandas de la población y de los trabajadores queden debidamente satisfechas.

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