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jueves, 17 de junio de 2010

Goooooooool

Recibo las novedades del mundial en mi teléfono celular, mastico las peripecias de una humanidad civilizada que corre en calzones tras un balón, oigo el vocerío que se proyecta en las pantallas, radios vehiculares, conversaciones, actitudes, ademanes y otros medios de comunicación sin alambres pero con las ataduras de la algarabía convencional, enlatada, etiquetada y programada. La espontaneidad no entra en el dominio de la mercadotecnia salvo por error y, así como el agua tantas veces prometida a los hermosillenses, las expectativas de triunfo se quedan en publicidad.

Hermosillo, pueblo ahora futbolero, sufre las inclemencias de más de 40 grados centígrados de temperatura y no disponer de agua que pueda resolver los problemas de la higiene personal y doméstica en un nivel aceptable, pero en cambio, goza de las maravillas de la virtualidad cuando recibe del gobierno la buena nueva de que tendrá agua no cinco, no ocho, sino 12 horas diarias. Sale cañonazo a la portería de la realidad y el portero de la opinión ciudadana para, sin agitarse, lo que pudo haber sido un gol, y no fue. En las graderías los hinchas del equipo gubernamental redoblan sus esfuerzos con la matraca, cornetas nativas y mentadas de madre para el portero que les arruina la faena, mientras que gritan ¡agua, aguuuua, aaaaguuuuaaaa!, entre los abucheos de las amas de casa, los empleados asalariados y por cuenta propia, en medio de las feroces emanaciones del sudor, la grasa y los diversos aportes de la vida cotidiana.

La estrategia de atacar por sectores el problema del agua resiste solamente la prueba del papel y las diapositivas, mientras que en la cancha hermosillense el marcador permanece 1-0 a favor de la realidad. El gobierno se resiste a levantar el teléfono mientras el número 073 suena y suena. Los usuarios se plantan frente al teléfono y la insistencia se convierte en estrategia defensiva contra la demagogia; asimismo, los plantones frente a Agua de Hermosillo son una opción de participación en un juego que se resuelve en la medida en que la distribución del agua funcione en forma permanente y continua, no a ratos ni con baja presión que no permite el llenado de tinacos.

En este contexto, la memoria de tiempos ajenos a los gobiernos del PAN, se asocia a la disposición de agua las 24 horas, sin tandeos, con una distribución uniforme en la ciudad. La palabra tandeo se pone de moda con doña Lola del Río y la disposición de agua se asocia a las colonias donde viven los funcionarios y donde están asentadas las empresas “que generan empleos y que atraen inversiones”. El arte de “chupar faros” en seco tiene, en cambio, una connotación popular, de ciudadanos de a pie, de simples mortales que pueden pagar impuestos, votar por el PAN, ir a misa los domingos y fiestas de guardar, pero que en la vida real se quedan sin bañarse, sin lavar su ropa, sin asear la casa, sin la garantía de que el servicio público del agua vaya a funcionar en su colonia, barrio, manzana, calle y casa.

Los goles de la realidad caen y el marcador revela el triunfo de la mala planeación urbana, la pésima administración de los servicios públicos, la inoperancia de querer ver el agua como mercancía y no como un derecho universal de todo ser humano. Las graderías se estremecen ante el triunfo de la realidad sobre la demagogia, elevándose el grito de los usuarios que reclaman seriedad, eficiencia y honestidad.

El equipo del gobierno prepara, mientras tanto, una nueva campaña de relaciones públicas con la finalidad de convencer a los ciudadanos de que el calor, la sudoración y el mal olor se deben a una falta de comunicación entre pueblo y gobierno, la cual se puede resolver si la gente confía en que la falta de agua es más bien un error de apreciación, debiendo, en todo caso, esperar a que llueva, a que las nuevas conexiones funcionen, a que la cosa se resuelva sola, a que sobrevenga una reacción alérgica colectiva que impida percibir olores, o que pase la temporada veraniega o que termine el trienio municipal. Pero el marcador del juego sigue 1-0, a favor de la realidad y perdiendo la demagogia.

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