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martes, 4 de mayo de 2010

Una cheve, plis

Seguramente usted sabrá que los adultos sonorenses tienen una cierta predisposición socio-genética a la reunión de parla y charla amistosa, en torno a una parrilla y un cartón o barril de cerveza. Las bondades de la convivencia van acompañadas del intercambio noticioso, ilustrando páginas de la chismografía local, nacional e internacional que ponen muy en alto nuestras capacidades interactivas que se despliegan con lúdica brillantez en los escenarios de la cantina, el patio familiar o la anchurosa playa.

Los sonorenses son gentes de tarro en mano, que no se arriesgan a pasar el río de la abstención a lomos de una mula legal que, hechiza como lo es, perturba nuestro sentido de la justicia y, lo más grave, del sentido común. Tengo noticias de que ahora, con los gobiernos emanados del panismo organizado, se ha impuesto la ridícula disposición de la Dirección de Alcoholes de pedir la credencial de elector a cualquiera que solicite cerveza o alguna otra bebida con alto o bajo contenido alcohólico, sea en restaurantes, tiendas de conveniencia y demás. La evidente mala factura de dicha postura legaloide no tiene parangón, salvo como una tímida aproximación a la prohibición de los años 20.

Si usted en uso de sus facultades ciudadanas y del poder del consumidor depositado en su billetera, sabedor de que es mayor de edad va a un comercio y pretende comprar cerveza, seguramente le va a parecer raro y hasta estúpido que el muchas veces imberbe empleado que lo atienda le pida la credencial de elector a pesar de que usted ostente canas, arrugas y el mapa de todas las peleas libradas en la familia, el trabajo y la relación social que trae a cuestas. La autoridad que da la edad de repente queda suprimida de un solo lenguazo y usted, señor o señora, queda declarado menor de edad hasta que se demuestre lo contrario.

El gerente de un restaurante, según se me reporta, dio en declarar que era disposición de la Dirección de Alcoholes la vacilada de pedir credencial que demuestre la adultez del hasta ahora tranquilo consumidor. Lo curioso del caso es que en ninguna parte dice que los comercios están autorizados u obligados a solicitar este documento personal e intransferible, toda vez que el cliente puede consumir lo que legalmente expenda el comercio dentro del horario establecido. Si no existe base legal para exigir este documento como requisito para el expendio de bebidas alcohólicas, entonces, ¿en qué se fundamenta la medida?

Una hipótesis provisional pudiera ser la siguiente: el gobierno panista, ilustrado en la televisión gringa, pensó en moralizar la sociedad sonorense mediante la revisión exhaustiva de series televisivas policiacas, de manera que la costumbre de solicitar credencial que demuestre la edad del aspirante a borracho se fijó en la mente moralista de los neo-inquisidores panistas y dijeron: “aquí está una medida que podemos implementar basados en la legalidad gringa y, como somos vecinos y amantes de Arizona, nadie notará que está fuera de lugar, de marco legal, de país y hasta de razón”. Así que contentos y jubilosos emprendieron una cruzada por las buenas costumbres y, a falta de prohibir las minifaldas y los escotes en lugares públicos, como en Jalisco, optaron por reprimir al ciudadano en curso de festejos y celebraciones o, simplemente, como una forma de estar en amena convivencia con familiares y amigos.

La mano de la moralina panista se cierne sobre las gargantas de los sonorenses con rencorosa porfía, desde luego dejando de lado que las buenas conciencias empresariales albiazules no ponen reparos en dedicarse con ahínco a los llamados giros negros, los hoteles de paso y algunas otras fuentes de ingreso parecidas, evidenciando una especie de disonancia cognitiva que se traduce en cuadros de asombrosa hipocresía. La ridícula medida es ilegal, insostenible y bastante ñoña.

Ante la evidente falta de sentido común de la disposición, cabe esperar una aclaración pública que nos ilustre sobre si en efecto es oficial, pertinente y sustentada en el derecho mexicano. En todo caso, usted, ciudadano consumidor, bien puede mandarlos por un tubo mediante algún procedimiento que proteja su calidad ciudadana, y el derecho que le asiste como consumidor capaz de demostrar en el mercado sus gustos y preferencias.

Mientras tanto, cabría recordar que, aun en la Arizona fascista de la señora Brewer, a ningún adulto se le pide la credencial de identificación para el expendio de bebidas alcohólicas, sino solamente a personas que evidencian por su aspecto minoría de edad y como un medio de comprobación de ese supuesto. Aquí en Sonora parece que las apariencias pueden ser tan engañosas que primero es el documento legal y luego la realidad de la persona. ¿Habremos enloquecido? ¿La santa inquisición panista de veras creerá que con disposiciones ilegales va a abatir la inseguridad de las calles y el índice de accidentes? Señores panistas que juegan a gobernar: más seriedad.

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