Pues vino López Obrador. Un auditorio expectante lo recibió en el Centro de las Artes de la Unison, donde se encontraban viejos militantes de la izquierda organizada y ciudadanos que sin siglas partidistas formaban en las filas de los que aun creen en el cambio tan deseado. El orador principal fue sencillo en sus planteamientos, preciso en sus reclamos y contundente en las soluciones ofrecidas. El neoliberalismo es la razón y el fundamento de la ruina nacional, de su entrega al extranjero, de su pérdida de autoestima, de su desgarradora necesidad de recuperar no sólo identidad sino dignidad de país.
López Obrador señaló los nombres y las instituciones del amafiamiento, de la podredumbre inédita que se sufre en todos y cada uno de los ámbitos de la vida pública nacional. Televisa y Salinas de Gortari son los dos polos de fuerza de un sistema que excluye a muchos y favorece a unos cuantos. En un país donde predomina la ignorancia, la marginación y el desempleo, el que lleva las de perder es el trabajador y su organización, así pues, el sindicalismo resulta el enemigo a vencer por los dueños del capital y su instrumento estatal funciona como funcionó en la desaparición de Luz y Fuerza del Centro y, la complicada situación del SME, no es otra cosa que la cancelación por decreto de los derechos históricamente conquistados por los trabajadores de México.
La feroz compulsión anti-laboral del gobierno neoliberal de Felipe Calderón es simplemente la continuación de las medidas tomadas por el foxismo contra los trabajadores, que tienen su expresión en la disminución de los derechos laborales y la seguridad social, como queda demostrado con las reformas a la ley del IMSS y el ISSSTE, y las intentonas de reforma a la Ley del Trabajo. Aunado a esto, la criminal concesión a particulares del servicio de guarderías infantiles, con lo que se lucra con el tiempo y la necesidad de las familias y de cuyas consecuencias tenemos por muestra las 49 víctimas de la Guardería ABC.
Los conflictos laborales como el de Cananea, la UTH, entre otros, han hecho de Sonora el escenario de medidas neoliberales contra los trabajadores y de la evidente complicidad del gobierno con la clase patronal, pulverizando el sentido de la justicia, el respeto a la legalidad y las expectativas de progreso y bienestar de la población trabajadora y las familias.
López Obrador vino, vio y habló con el conocimiento de quien ha recorrido la república y trabaja para lograr su recuperación, a través de la organización ciudadana, de la información que va de mano en mano en forma del periódico Regeneración, pero sobre todo, de la visión compartida de que nosotros, el pueblo, somos los actores principales de este proceso de cambio democrático, pacífico, integrador de talentos y conciencias que se resisten a la corrupción, a la compra-venta de principios y valores, a la podredumbre neoliberal que convierte en mercancía la irrenunciable dignidad y libertad nacional.
Muchos salieron convencidos de que, si se quiere, se puede, y el principio de un largo camino hacia el cambio democrático es la organización en el barrio, la colonia, el sector, hasta lograr cubrir el territorio de Hermosillo y de Sonora con las banderas y compromisos de un proyecto nacional de todos y para todos, que nos de identidad política y que se haga política ciudadana.
Desde luego que López Obrador es un ser humano que tiene virtudes y defectos, y no es un semi-dios que bajó del Olimpo de la política mexicana fabricada en el centro del país, sino un hombre, un político que lucha por lo que otros han despreciado o dejado de lado por conveniencias cortoplacistas y coyunturales, esto es, el ideal cívico popular de lograr un gobierno basado en las necesidades del pueblo, en el que todos quepan y en el que nadie sobre, teniendo como horizonte la grandeza de la patria, el bienestar nacional y la justicia para todos.
Andrés Manuel vino y convenció. Convocó al trabajo honesto y generoso por la recuperación del país, por la reparación de los daños causados por un sistema económico y político injusto, inhumano y depredador. Lo razonable es ponerse el overol y trabajar, en la medida de las posibilidades de cada quien. Sin poses heroicas, sin protagonismos estériles, con la constancia del que sabe lo importante y valioso de su misión. Enhorabuena.
López Obrador señaló los nombres y las instituciones del amafiamiento, de la podredumbre inédita que se sufre en todos y cada uno de los ámbitos de la vida pública nacional. Televisa y Salinas de Gortari son los dos polos de fuerza de un sistema que excluye a muchos y favorece a unos cuantos. En un país donde predomina la ignorancia, la marginación y el desempleo, el que lleva las de perder es el trabajador y su organización, así pues, el sindicalismo resulta el enemigo a vencer por los dueños del capital y su instrumento estatal funciona como funcionó en la desaparición de Luz y Fuerza del Centro y, la complicada situación del SME, no es otra cosa que la cancelación por decreto de los derechos históricamente conquistados por los trabajadores de México.
La feroz compulsión anti-laboral del gobierno neoliberal de Felipe Calderón es simplemente la continuación de las medidas tomadas por el foxismo contra los trabajadores, que tienen su expresión en la disminución de los derechos laborales y la seguridad social, como queda demostrado con las reformas a la ley del IMSS y el ISSSTE, y las intentonas de reforma a la Ley del Trabajo. Aunado a esto, la criminal concesión a particulares del servicio de guarderías infantiles, con lo que se lucra con el tiempo y la necesidad de las familias y de cuyas consecuencias tenemos por muestra las 49 víctimas de la Guardería ABC.
Los conflictos laborales como el de Cananea, la UTH, entre otros, han hecho de Sonora el escenario de medidas neoliberales contra los trabajadores y de la evidente complicidad del gobierno con la clase patronal, pulverizando el sentido de la justicia, el respeto a la legalidad y las expectativas de progreso y bienestar de la población trabajadora y las familias.
López Obrador vino, vio y habló con el conocimiento de quien ha recorrido la república y trabaja para lograr su recuperación, a través de la organización ciudadana, de la información que va de mano en mano en forma del periódico Regeneración, pero sobre todo, de la visión compartida de que nosotros, el pueblo, somos los actores principales de este proceso de cambio democrático, pacífico, integrador de talentos y conciencias que se resisten a la corrupción, a la compra-venta de principios y valores, a la podredumbre neoliberal que convierte en mercancía la irrenunciable dignidad y libertad nacional.
Muchos salieron convencidos de que, si se quiere, se puede, y el principio de un largo camino hacia el cambio democrático es la organización en el barrio, la colonia, el sector, hasta lograr cubrir el territorio de Hermosillo y de Sonora con las banderas y compromisos de un proyecto nacional de todos y para todos, que nos de identidad política y que se haga política ciudadana.
Desde luego que López Obrador es un ser humano que tiene virtudes y defectos, y no es un semi-dios que bajó del Olimpo de la política mexicana fabricada en el centro del país, sino un hombre, un político que lucha por lo que otros han despreciado o dejado de lado por conveniencias cortoplacistas y coyunturales, esto es, el ideal cívico popular de lograr un gobierno basado en las necesidades del pueblo, en el que todos quepan y en el que nadie sobre, teniendo como horizonte la grandeza de la patria, el bienestar nacional y la justicia para todos.
Andrés Manuel vino y convenció. Convocó al trabajo honesto y generoso por la recuperación del país, por la reparación de los daños causados por un sistema económico y político injusto, inhumano y depredador. Lo razonable es ponerse el overol y trabajar, en la medida de las posibilidades de cada quien. Sin poses heroicas, sin protagonismos estériles, con la constancia del que sabe lo importante y valioso de su misión. Enhorabuena.
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