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sábado, 27 de diciembre de 2008

Fin de diciembre


Faltan pocos días para que termine el mes de diciembre y el ánimo puede ser bastante festivo si consideramos el contexto dramático en el que se festejan los días de navidad y la noche del año viejo. Fin de año y de ciclo que la esperanza laica sugiere como el término de la carga económica que cada cual lleva, como moderno Pípila, persiguiendo un objetivo de cambio: hacer estallar las puertas de la Alhóndiga de Granaditas y abrirse paso hacia la toma del bastión del opresor y la libertad.
Las enjutas espaldas del mexicano promedio suponen que las décadas de neoliberalismo no han podido fincar la costumbre de los pesos económicos excesivos, pero si las mañas que se han dado los sufridos ciudadanos en eso de llevarlas. Cuestiones de costumbrismo en la evasión de compromisos y en el aligeramiento facultativo de gravámenes y deudas por la vía de no pagar, de pagar tarde y de solamente pagar, en todo caso, los mínimos requeridos para no caer en manos de la autoridad.
El mexicano insolvente es el que ronda en pos de un mejor empleo, o simplemente de una ocupación remunerada o paliativa de una cada vez más profunda “minusvalía” del poder adquisitivo, contra el alza de los precios de los bienes de consumo familiar.
Mientras que el discurso oficial difiere responsabilidades y oculta la verdadera cara de la crisis, la vida cotidiana transcurre entre la zozobra y los sobresaltos; entre la acongojada visión de ser blanco de la delincuencia que, organizada o no, pulveriza el estado de derecho con la práctica diaria del asalto, el secuestro o el nivel de las tasas de interés bancario, el anatocismo y la indolente incompetencia de las autoridades.
“Diciembre me gustó pa’ que te vayas”, dice la canción ranchera, y como de esas está lleno el camino del gobierno, ahora nos las mandan tocar a la salud de la crisis, pero al son de un patriotismo sui generis que nos hace a todos parte de la solución, siempre y cuando solamente sigamos aguantando lo mismo que nos hace infelices. Soluciones redundantes, periféricas o simplemente bobas, parecen guiar el destino de un país que merece más.
Los últimos días del último mes del año, son el escenario de la despedida de lo peor, “que ya pasó”. Celebremos el fin de 2008, abramos el corazón a la esperanza.

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