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sábado, 20 de diciembre de 2008

El convivio en Economía

En el departamento de Economía de la Universidad de Sonora, como ha sido costumbre cada fin de año, se reunió la variopinta tropa de profesores y algún alumno descarriado, empleados y visitantes de temporada.
El 19 de diciembre de 2008, se recordará como el día en que se dejaron temporalmente de lado las armas de la ironía y la soterrada cachiporra de la maledicencia para dar paso al trato cordial que marca la amnistía de fin de año. Los aires invernales y la cercanía de la Navidad, obraron el milagro de la reconciliación temporal de cara al reacomodo de personas y grupos como anticipo de la radicalización de las posiciones a la sucesión rectoral, al cambio de jefe de departamento y a la, en todo caso, no tan lejana sucesión en la dirección de la división de Ciencias Económicas y Administrativas.
Aunque en lo particular me importa un rábano el estado y la parafernalia de las alineaciones para la carrera burocrática universitaria, no puedo negar que me invade una suerte de inquietud anticipada por el destino que aguarda a la institución, al departamento y a la división.
Sucede que los puestos que debieran ser académicos, se pueden convertir fácilmente en cotos de caza privados y terreno para el cultivo de complicidades, concesiones y beneficios facciosos; es decir, que se asuman con criterios que harían palidecer de envidia a cualquier hacendado porfiriano. El cargo universitario no necesariamente está ligado al desempeño desinteresado de un académico comprometido con su misión, sino con los pujos de autoridad dignos de un megalómano enano, de un ser subdesarrollado emocionalmente que hinca el diente en el estatus para derivar lo que parece ser un ejercicio enajenado de sus funciones.
El servicio a los demás se convierte en el acto grotesco de servirse de los demás; el impulso a la academia se transforma en la obscena compulsión por burocratizarlo todo, en la fiscalización vulgar y ofensiva, en la agresión constante y poco discreta a los disidentes, a los que tengan una opinión distinta a la “oficial”, a los que piensan por su cuenta, a los que se aferran a la condición de académicos a pesar de las tentaciones farisaicas del nombramiento con efectos en el complemento en nómina. Pero, por contrapartida, se ejerce el derecho a la simulación, a la banalización de la cátedra, a las cesiones y presiones a nombre del equilibrio de fuerzas en la arena del sopor administrativo.
Diciembre es un buen mes para reflexionar poniendo un poco de distancia, una visión en perspectiva, de conjunto, necesariamente autocrítica que concilie nuestra historia personal con la institucional, que redimensione a los actores esenciales del próximo drama sucesorio, y que permita separar al trigo limpio de los abrojos de los ambiciosos, trepadores o simples comparsas en una feria de vanidades que puede empezar a escribirse dentro de la crónica contemporánea para pasar a las coordenadas lúdicas de una comedia de enredo, una farsa o un sainete. Diciembre es un buen tiempo para revalorar a nuestros compañeros de trabajo, apreciar lo que tienen de apreciable, respetar sus particularidades, reconocer honestamente su trayectoria y alegrarse de sus logros. Ser discreto depositario de sus errores, y un buen receptor de sus ideas, inquietudes, preocupaciones, y su visión de lo que debiera o no ser la institución, el departamento y la división. Quizá entonces pudiéramos construir juntos un entorno adecuado para la superación académica y personal de todos, y pensar en la Universidad como un proyecto compartido, un modelo a perfeccionar, un espacio de libertad para las inteligencias presentes y futuras, para bien de la institución, del Municipio, del Estado y la Nación.

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