La actividad autoencomiástica que revela la página de la Universidad de Sonora, da la impresión de que hay huecos, fisuras y descascaramientos que se ocultan adoptando una actitud autocomplaciente, de alabanza a la propia obra, de lo exitoso que ha sido el tramo recorrido por la actual administración.
La inmodestia burocrática resulta particularmente interesante para los que, desde adentro, observan, catalogan, analizan y discurren sobre los muchos matices de la actividad universitaria, más allá de la parafernalia de los constructores de imagen, de los publicistas, de los gacetilleros y los mercenarios de la pluma que menudean a la sombra del obsequio, la compensación, el embute, o la simple proximidad con los funcionarios de los primeros niveles de la increible pirámide jerárquica que existe, gracias a la ley 4, en la máxima casa de estudios de Sonora.
La institución es una buena opción, eso se sabe, sin la necesidad de magnificar sus méritos, so pena de hacerlos sospechosos de falsedad. Desde adentro, se tiene la conciencia de que la institución funciona, porque los universitarios quieren que lo haga. Se puede decir que la Universidad desarrolla sus funciones sustantivas con la administración, sin la administración y a pesar de la administración.
Las autoporras son, finalmente, una ridícula expresión de inseguridad, de vocación por el engaño, de autopromoción, en todo caso. ¿Qué necesidad hay de eso?
Notas Sueltas es un espacio de opinión sobre diversos problemas de carácter social, económico y político de interés general. Los comentarios pueden enviarse a: jdarredondo@gmail.com
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