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miércoles, 20 de mayo de 2009

Silencio inconveniente

Mientras que todo mundo se siente obligado a opinar acerca del conflicto de moda, que es el de la huelga universitaria, el gobernador del estado permanece atrincherado en el respeto a la autonomía universitaria, mientras que el rector cuya fecha de caducidad se acerca, lo hace atendiendo la política de topes salariales de la entelequia llamada gobierno federal. En medio de este arco iris de evasión de competencias, están los trabajadores en huelga y los estudiantes y profesores que hacen ejercicios mentales acerca de cómo pudieran contribuir al desenlace esperado que, connotaciones más o menos distantes, se pudiera expresar como la reanudación oficial de las actividades.

El grito de “volver a clases” expresado en algunos espacios informativos como “Entre todos” y los contratados ex profeso por parte de los diversos organismos del empresariado sonorense, se volatiza en el aire con una facilidad pasmosa, toda vez que la supuesta defensa de los estudiantes cae por su propio peso si se ve de cerca: los organismos patronales no han demostrado que les interese mucho favorecer a los egresados de la UNISON o de cualquier institución pública por el simple detalle de que (mayormente desde el foxismo) prefieren egresados de las escuelas privadas.

El desgarre de vestiduras y las lágrimas de cocodrilo de los canacos y demás congéneres de la iniciativa privada de guarache, cuando no de botitas y sombrero tejano, resulta ser una triste parodia de un sentimiento de solidaridad que no tienen pero si usan para engañar y confundir. Lo cierto es que hay bastante apatía en la solución de los problemas laborales en el estado de Sonora, hay escasas garantías de que los trabajadores remonten el absurdo tope salarial que el gobierno de Calderón ha impuesto, siguiendo la mejor tradición de hacer que los trabajadores se aprieten el cinturón mientras que los empresarios siguen engordando, a pesar de su ya proverbial ineptitud, a pesar de que todos sabemos su indomable incapacidad para generar empleos, a pesar de ser los más favorecidos a la hora de otorgar dinero para “rescates” y la conversión de deuda privada en deuda pública.

Los trabajadores en huelga están poniendo en evidencia la falta de una política económica correcta y una distribución del producto justa, pero también están haciendo un llamado a la conciencia ciudadana para que, de la manera que sea posible, se apoyen sus demandas. Hoy es el caso de la UNISON, pero también está el de Cananea y, cabe aclararlo, no son los únicos.

Si se quieren dar pasos hacia una solución definitiva, lo primero que habría de hacerse es tomar conciencia de lo que cuesta mantener a una familia, y darse cuenta de que las “condiciones normales” han pasado a ser situaciones de crisis recurrentes y ampliación de la dependencia del país hacia agentes económicos externos, a ciencia y paciencia del gobierno, por no decir que con su diligente colaboración en favor del capital trasnacional. ¿Por qué no replantear el modelo económico y decidir a favor del financiamiento de la educación y del desarrollo de la ciencia y la tecnología nacionales?
Queda para constancia histórica que durante los gobiernos neoliberales, sobre todo los dos últimos panistas, la educación no ha merecido el apoyo presupuestal del gobierno, y no existe algo que pudiera llamarse inversión en ciencia y desarrollo, de manera que el interés por el futuro de los estudiantes universitarios de Sonora no suena ni sincero ni siquiera probable, a juzgar por los datos duros de la realidad educativa local y nacional.

Lo que se esconde tras la farsa de la defensa de los derechos estudiantiles por parte de despistados a modo y jilgueros de la patronal es, simplemente, un intento más de desvirtuar el sindicalismo y atacar sus principios y mecanismos de acción. El ofrecer espacios para que se “den clases” no es otra cosa más que el intento de manipular la desesperación, inducida o auténtica, de los estudiantes para romper la huelga, pasando por encima del derecho que les asiste. En el mismo sentido, la orejana idea de dar clases virtuales, incorporando al asalto a los derechos laborales la ilusión informatizada de una normalidad que no se va a dar mientras no se llegue a la mesa de las negociaciones con la voluntad de allanar los puntos en conflicto.

En suma, no ha habido voluntad para favorecer el avance educativo en Sonora y la mejor formación científica y tecnológica, a partir de que tenemos un gobierno federal inepto y dependiente del exterior, un modelo de política económica fracasado y carencia de voluntad para realizar los cambios urgentes y necesarios en la economía nacional que permitan nuestro desarrollo. La iniciativa privada permanece colgada de la brocha ideológica del neoliberalismo y resulta incompetente para generar empleo y bastante aplicada en producir pérdidas que son encubiertas por el gobierno y que se traducen en deuda pública. Los problemas sociales se agudizan porque lo hacen los de carácter económico en su dimensión personal y familiar, de manera que el empleo para los futuros profesionistas es una ficción más del neoliberalismo. Ningún egresado universitario, con o sin huelga, tiene seguro el empleo, de hecho, no lo tiene.

La huelga, en este contexto, es un fenómeno social y político que no se resuelve negándolo o atacándolo, sino analizando sus causas profundas y tomando las medidas que sean necesarias. El gobierno y la clase patronal no lo han hecho. No lo harán voluntariamente. Se necesita un fuerte movimiento ciudadano de apoyo a los trabajadores, que sea capaz de cambiar el rumbo de la política laboral mexicana. Podemos empezar con Cananea, con la Universidad de Sonora, por ejemplo.

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