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jueves, 23 de octubre de 2008

Excelencia


Si fuera necesario calificar la propensión del gobierno mexicano de poner en manos del extranjero el destino de la nación y entregar sus recursos naturales, tendríamos que echar mano de una palabra: excelencia.

La afanosa disposición de hacer entrega del petróleo a las grandes corporaciones tiene como objetivo realizar el ideal gringo de tirar por la borda el artículo 27 constitucional, viejo sueño que desde 1917 ocupa al gobierno del Tío Sam y que ha sido una constante tentación en las relaciones bilaterales.

El gobierno de Calderón finalmente ha sacado adelante una reforma petrolera que permite la conservación de los boquetes creados durante el salinato y amplía las posibilidades de no decepcionar al vecino del norte, gracias en buena medida a la generosidad con que claudican de ideología, principios, historia y doctrina los partidos políticos como el PRI, vergonzante de un origen revolucionario que se cambió por un plato de lentejas, sobre todo en los jaloneos del último tercio del siglo XX, para llegar a ser una comparsa experimentada en el arte de gobernar entrando el siglo XXI.

El PAN, no deja de ser una lastimosa muestra de conservadurismo y espíritu fenicio, heredero de los mercaderes expulsados del templo por Jesucristo, y ahora instalados en Palacio Nacional y el Congreso de la Unión.

Los pujos prostibularios de la clase político-empresarial en el poder, dan la nota alegre en la política nacional: una alegría etílica matizada con Prozac y otros polvos que, a fin de cuentas, revelan la naturaleza de los lodos que los originaron. Somos un país excelente, pero para engrosar los ingresos de las compañías petroleras internacionales. Somos el país enano que le sirve de estribo al imperialismo, en el escenario de la crisis más grave de los últimos tiempos.

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